/ miércoles 3 de agosto de 2022

Cultivos están en riesgo por la falta de agua en la presa de Valsequillo

De acuerdo con la Semarnat, el agua de la presa de Valsequillo permite producir 506 mil 012 toneladas de alimentos

Culminó el tercer y último riego del año, y con ello, la Presa de Valsequillo tiene ahora dos meses para pasar del 20 al 88 por ciento de su capacidad, es decir, necesita acopiar los 265 mil millones de metros cúbicos mínimos de agua que demandan los cultivos de maíz, alfalfa y chile, principalmente, en la región central de Puebla para 2023; de no lograrse, las consecuencias serán “riesgosas” para el campo, advierten especialistas.

La Comisión Nacional del Agua (Conagua) confirmó a El Sol de Puebla que el embalse nombrado oficialmente Presa Manuel Ávila Camacho, cerró sus compuertas el pasado 31 de julio, por lo que, desde entonces, se detuvo la distribución hídrica y empezó el almacenamiento para los tres regadíos del siguiente año. El primero sucede entre finales de marzo e inicios de abril, el segundo es a finales de mayo y principios de junio, mientras que el tercero llega hasta julio.

Así, se pretende que la temporada de lluvias de 2022 –que se estima, dure desde inicios de agosto, hasta la primera quincena de octubre– permita rellenar la presa que actualmente experimenta su nivel más bajo en la última década, con 60 mil 993 hectómetros cúbicos.

Para ponerlo en retrospectiva, este año se autorizaron 265 mil 038 millones de metros cúbicos para riego, lo cual representa el 88 por ciento de la capacidad total de la represa, cifra general que es de 300 mil 654 millones de metros cúbicos, en condiciones ordinarias.

El problema es que el nivel actual del embalse está al 20 por ciento, y la cifra debe igualar o superar el volumen que fue autorizado en 2022, en aproximadamente 76 días. En otras palabras, durante ese tiempo, las precipitaciones tendrían que superar los 2 mil 500 millones de metros cúbicos cada día.

Según detalló Conagua a esta casa editorial, el líquido almacenado sirvió este año para la irrigación de 20 mil 400 hectáreas de cultivos en el distrito 30, que abarcan 13 mil usuarios del Valle de Tecamachalco.

De acuerdo con datos recientes de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), el agua de Valsequillo permite producir 506 mil 012 toneladas de alimentos, entre los que destacan dos de la canasta básica: maíz y frijol; así como alfalfa, sorgo y chile. En 2020, la cosecha de todos ellos representó una ganancia de 940 millones 183 mil 248 pesos.

Los municipios que comprenden este distrito son Atoyatempan, Cuapiaxtla, Huitziltepec, Molcaxac, Huixcolotla, Miahuatlán, Hueyotlipan, Tecali, Tecamachalco, Tehuacán, Tepanco de López, Tepeyahualco, Tlacotepec, Tlanepantla, Tochtepec, Xochitlán y Yehualtepec.

Para conocer más sobre la afectación de sembradíos en Puebla, se buscó a la Secretaría de Desarrollo Rural (SDR), sin embargo, al cierre de edición, no hubo respuesta.

Temen falta de llenado

En entrevista con El Sol de Puebla, José Juan Zamorano Mendoza, director de la Facultad de Ingeniería en Agronomía de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (Upaep), advirtió que las precipitaciones de septiembre podrían ser insuficientes ante la demanda de agua en la Presa de Valsequillo, sin embargo, hizo hincapié en que las afectaciones son impredecibles, pues hay que esperar al final de la temporada para evaluar este efecto.

“Aunque septiembre es el mes que más llueve en Puebla (...) ni aunque viniera bien la cantidad de lluvia, vamos a poder alcanzar los niveles de capacidad que tienen la presa, o sea, es un hecho (...) Yo estaría estimando que la represa pueda recuperar al menos el 50 por ciento [de su capacidad], esperando que llegue la lluvia”, consideró.

Pese a ello, remarcó que la región central del estado será la más perjudicada, pues el resto de la entidad tiene suficiencia hídrica. Aunado a ello, indicó que en Tlaxcala, municipios como Huamantla y Apizaco, padecerán los estragos.

Del mismo modo, consideró que, si bien, el incremento en el costo de algunos productos obedece a condiciones mundiales, la previsible escasez de agua para el siguiente año podría incrementar los costos. Por esta razón, expuso que esta sería la primera afectación de este tipo en la última década.

Igualmente, consideró que la crisis que experimentan estados como Nuevo León y Coahuila, en cuyos territorios ya existen sequías de grado extremo, debe servir para reivindicar la estrategia de captación de agua en Puebla.

“Nosotros aquí en Puebla estamos en un nivel de sequía que le llaman ‘anormalmente seco' o ‘sequía moderada’, no tenemos todavía esos niveles, pero sí me parece que tenemos que ver qué fue lo que no hicieron los del norte y por qué han tenido esos problemas, sobre todo Nuevo León; o sea ver a la gente formada con las pipas y garrafones de agua, de verdad que de repente creemos que siempre va a haber agua”, consignó.

Reducción podría comprometer producción

Por su parte, el ingeniero agrónomo zootecnista de la Universidad Autónoma Chapingo y ex delegado estatal de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (cuando era Sagarpa), Francisco Alberto Jiménez Merino, reconoció en entrevista que, de no alcanzar los niveles deseados, se comprometería la producción agrícola regional para 2023.

Pese a ello, confesó tener esperanzas de que las descargas pluviales sean suficientes para recobrar el nivel requerido, aunque no descartó que se puedan igualar las condiciones de sequía que viven estados del norte mexicano.

“Tendríamos problemas como los que están teniendo en el norte, sí, habría consecuencias que no quisiera ni imaginarme (...) hay un alto riesgo de falta de agua (...) si las lluvias no se normalizan el resto de la temporada (...) Estamos en plena canícula, que es una disminución de lluvias entre mediados de julio y mediados de agosto en todo el país (...) Yo confío en que se llene la presa de aquí al 15 de octubre”, sostuvo.

Aseguró que la idea de que el embalse reduzca aún más sus niveles, es alarmante, pues el nivel de agua en los vasos reguladores no debería ser menor a sus dos quintas partes: “Ya es un problema, porque una presa nunca debe estar por debajo del 40 por ciento de su volumen, para no arriesgar la estructura (...) con el resecamiento”.

Además, reconoció que en años anteriores la capacidad del embalse ha sido incluso superado, pero recientemente, el patrón que distinguió a los años 2020 y 2021 fue su sequía moderada: “De hecho, cada año la presa vierte agua por (...) el derramadero. Se llena y el agua se va hacia el río, nada más que en estos últimos tres años la lluvia ha estado muy castigada”.

Es importante mencionar que, según datos de Conagua, hasta la segunda quincena de julio, de los 217 municipios del estado, 164 experimentaron un grado de sequía, es decir, el 75 por ciento: en 58 el grado de sequedad era moderado, mientras que en 106, fue “anormalmente seco”.

Aprendizaje para el futuro

De igual forma, Jiménez Merino compartió que, en vista de la sequedad actual, la inversión federal tendría que incrementarse de forma exponencial en el corto plazo, principalmente para intervenir la infraestructura actual y ampliar la capacidad de la presa, así como para divulgar el conocimiento sobre riego sustentable con los productores agrícolas.

“Deberíamos estar haciendo obras de almacenamiento para que cuando lleguen las lluvias, podamos tener captación de agua (...) recargar acuíferos allá en donde los manantiales ya se secaron; hagamos obras en la parte alta para que (...) se infiltre la lluvia y el acuífero vuelva a renacer (...) también, necesitamos apoyos en la tecnificación de los que tienen riego”, subrayó.

Y añadió: “En los últimos cuatro años se ha visto muy mermada (...) [y] muy disminuida la inversión general de la Conagua (...) Hay una desatención en el sector hídrico y esto hace resaltar la problemática ahora que no ha llovido”.

Por esa razón, recordó que las diversas industrias que utilizan el agua, en este caso la agrícola, deben dejar de utilizar sólo el recurso limpio y empezar a implementar el tratamiento hídrico.

“En el riego agrícola se ha avanzado muy poco en la tecnificación, porque los gobiernos no han tenido los recursos suficientes para (...) mejorar la productividad, por un lado, y ahorrar agua para otros usos, por el otro (...) No se han tratado las aguas las aguas residuales y (...) los pocos arroyos y ríos que quedan se están contaminando (...) es un grave problema”, insistió.

Para concluir, consideró que, ante la baja capacidad del embalse, se podría empezar a desazolvar el sitio, pues esto aumentaría sus niveles y reduciría el desperdicio. A propósito, apuntó que la dilapidación del agua debe ser afrontada también desde las políticas públicas.

“Hay altos niveles de desperdicio de agua (...) no hemos desarrollado una cultura del cuidado y manejo del agua (...) en la extracción y la conducción a las parcelas, hay desperdicio dentro de las parcelas, en la extracción y la conducción a las casas en las redes urbanas”, remató.

Culminó el tercer y último riego del año, y con ello, la Presa de Valsequillo tiene ahora dos meses para pasar del 20 al 88 por ciento de su capacidad, es decir, necesita acopiar los 265 mil millones de metros cúbicos mínimos de agua que demandan los cultivos de maíz, alfalfa y chile, principalmente, en la región central de Puebla para 2023; de no lograrse, las consecuencias serán “riesgosas” para el campo, advierten especialistas.

La Comisión Nacional del Agua (Conagua) confirmó a El Sol de Puebla que el embalse nombrado oficialmente Presa Manuel Ávila Camacho, cerró sus compuertas el pasado 31 de julio, por lo que, desde entonces, se detuvo la distribución hídrica y empezó el almacenamiento para los tres regadíos del siguiente año. El primero sucede entre finales de marzo e inicios de abril, el segundo es a finales de mayo y principios de junio, mientras que el tercero llega hasta julio.

Así, se pretende que la temporada de lluvias de 2022 –que se estima, dure desde inicios de agosto, hasta la primera quincena de octubre– permita rellenar la presa que actualmente experimenta su nivel más bajo en la última década, con 60 mil 993 hectómetros cúbicos.

Para ponerlo en retrospectiva, este año se autorizaron 265 mil 038 millones de metros cúbicos para riego, lo cual representa el 88 por ciento de la capacidad total de la represa, cifra general que es de 300 mil 654 millones de metros cúbicos, en condiciones ordinarias.

El problema es que el nivel actual del embalse está al 20 por ciento, y la cifra debe igualar o superar el volumen que fue autorizado en 2022, en aproximadamente 76 días. En otras palabras, durante ese tiempo, las precipitaciones tendrían que superar los 2 mil 500 millones de metros cúbicos cada día.

Según detalló Conagua a esta casa editorial, el líquido almacenado sirvió este año para la irrigación de 20 mil 400 hectáreas de cultivos en el distrito 30, que abarcan 13 mil usuarios del Valle de Tecamachalco.

De acuerdo con datos recientes de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), el agua de Valsequillo permite producir 506 mil 012 toneladas de alimentos, entre los que destacan dos de la canasta básica: maíz y frijol; así como alfalfa, sorgo y chile. En 2020, la cosecha de todos ellos representó una ganancia de 940 millones 183 mil 248 pesos.

Los municipios que comprenden este distrito son Atoyatempan, Cuapiaxtla, Huitziltepec, Molcaxac, Huixcolotla, Miahuatlán, Hueyotlipan, Tecali, Tecamachalco, Tehuacán, Tepanco de López, Tepeyahualco, Tlacotepec, Tlanepantla, Tochtepec, Xochitlán y Yehualtepec.

Para conocer más sobre la afectación de sembradíos en Puebla, se buscó a la Secretaría de Desarrollo Rural (SDR), sin embargo, al cierre de edición, no hubo respuesta.

Temen falta de llenado

En entrevista con El Sol de Puebla, José Juan Zamorano Mendoza, director de la Facultad de Ingeniería en Agronomía de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (Upaep), advirtió que las precipitaciones de septiembre podrían ser insuficientes ante la demanda de agua en la Presa de Valsequillo, sin embargo, hizo hincapié en que las afectaciones son impredecibles, pues hay que esperar al final de la temporada para evaluar este efecto.

“Aunque septiembre es el mes que más llueve en Puebla (...) ni aunque viniera bien la cantidad de lluvia, vamos a poder alcanzar los niveles de capacidad que tienen la presa, o sea, es un hecho (...) Yo estaría estimando que la represa pueda recuperar al menos el 50 por ciento [de su capacidad], esperando que llegue la lluvia”, consideró.

Pese a ello, remarcó que la región central del estado será la más perjudicada, pues el resto de la entidad tiene suficiencia hídrica. Aunado a ello, indicó que en Tlaxcala, municipios como Huamantla y Apizaco, padecerán los estragos.

Del mismo modo, consideró que, si bien, el incremento en el costo de algunos productos obedece a condiciones mundiales, la previsible escasez de agua para el siguiente año podría incrementar los costos. Por esta razón, expuso que esta sería la primera afectación de este tipo en la última década.

Igualmente, consideró que la crisis que experimentan estados como Nuevo León y Coahuila, en cuyos territorios ya existen sequías de grado extremo, debe servir para reivindicar la estrategia de captación de agua en Puebla.

“Nosotros aquí en Puebla estamos en un nivel de sequía que le llaman ‘anormalmente seco' o ‘sequía moderada’, no tenemos todavía esos niveles, pero sí me parece que tenemos que ver qué fue lo que no hicieron los del norte y por qué han tenido esos problemas, sobre todo Nuevo León; o sea ver a la gente formada con las pipas y garrafones de agua, de verdad que de repente creemos que siempre va a haber agua”, consignó.

Reducción podría comprometer producción

Por su parte, el ingeniero agrónomo zootecnista de la Universidad Autónoma Chapingo y ex delegado estatal de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (cuando era Sagarpa), Francisco Alberto Jiménez Merino, reconoció en entrevista que, de no alcanzar los niveles deseados, se comprometería la producción agrícola regional para 2023.

Pese a ello, confesó tener esperanzas de que las descargas pluviales sean suficientes para recobrar el nivel requerido, aunque no descartó que se puedan igualar las condiciones de sequía que viven estados del norte mexicano.

“Tendríamos problemas como los que están teniendo en el norte, sí, habría consecuencias que no quisiera ni imaginarme (...) hay un alto riesgo de falta de agua (...) si las lluvias no se normalizan el resto de la temporada (...) Estamos en plena canícula, que es una disminución de lluvias entre mediados de julio y mediados de agosto en todo el país (...) Yo confío en que se llene la presa de aquí al 15 de octubre”, sostuvo.

Aseguró que la idea de que el embalse reduzca aún más sus niveles, es alarmante, pues el nivel de agua en los vasos reguladores no debería ser menor a sus dos quintas partes: “Ya es un problema, porque una presa nunca debe estar por debajo del 40 por ciento de su volumen, para no arriesgar la estructura (...) con el resecamiento”.

Además, reconoció que en años anteriores la capacidad del embalse ha sido incluso superado, pero recientemente, el patrón que distinguió a los años 2020 y 2021 fue su sequía moderada: “De hecho, cada año la presa vierte agua por (...) el derramadero. Se llena y el agua se va hacia el río, nada más que en estos últimos tres años la lluvia ha estado muy castigada”.

Es importante mencionar que, según datos de Conagua, hasta la segunda quincena de julio, de los 217 municipios del estado, 164 experimentaron un grado de sequía, es decir, el 75 por ciento: en 58 el grado de sequedad era moderado, mientras que en 106, fue “anormalmente seco”.

Aprendizaje para el futuro

De igual forma, Jiménez Merino compartió que, en vista de la sequedad actual, la inversión federal tendría que incrementarse de forma exponencial en el corto plazo, principalmente para intervenir la infraestructura actual y ampliar la capacidad de la presa, así como para divulgar el conocimiento sobre riego sustentable con los productores agrícolas.

“Deberíamos estar haciendo obras de almacenamiento para que cuando lleguen las lluvias, podamos tener captación de agua (...) recargar acuíferos allá en donde los manantiales ya se secaron; hagamos obras en la parte alta para que (...) se infiltre la lluvia y el acuífero vuelva a renacer (...) también, necesitamos apoyos en la tecnificación de los que tienen riego”, subrayó.

Y añadió: “En los últimos cuatro años se ha visto muy mermada (...) [y] muy disminuida la inversión general de la Conagua (...) Hay una desatención en el sector hídrico y esto hace resaltar la problemática ahora que no ha llovido”.

Por esa razón, recordó que las diversas industrias que utilizan el agua, en este caso la agrícola, deben dejar de utilizar sólo el recurso limpio y empezar a implementar el tratamiento hídrico.

“En el riego agrícola se ha avanzado muy poco en la tecnificación, porque los gobiernos no han tenido los recursos suficientes para (...) mejorar la productividad, por un lado, y ahorrar agua para otros usos, por el otro (...) No se han tratado las aguas las aguas residuales y (...) los pocos arroyos y ríos que quedan se están contaminando (...) es un grave problema”, insistió.

Para concluir, consideró que, ante la baja capacidad del embalse, se podría empezar a desazolvar el sitio, pues esto aumentaría sus niveles y reduciría el desperdicio. A propósito, apuntó que la dilapidación del agua debe ser afrontada también desde las políticas públicas.

“Hay altos niveles de desperdicio de agua (...) no hemos desarrollado una cultura del cuidado y manejo del agua (...) en la extracción y la conducción a las parcelas, hay desperdicio dentro de las parcelas, en la extracción y la conducción a las casas en las redes urbanas”, remató.

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