/ miércoles 27 de marzo de 2019

Danzan de Xinacates en San Nicolás de los Ranchos, una tradición milenaria

Las calles se pintan de negro con plata para salir a brincar y bailar con el fin de purificarse, pedir abundancia y concluir el carnaval

Las calles se pintaron de negro y plateado en San Nicolás de los Ranchos, por hombres que salieron a brincar y bailar para purificarse, pedir por la abundancia de sus tierras y concluir con las festividades del carnaval.

Aceite quemado con tizne para adoptar un color negro azabache y aerosol plateado son los principales elementos con los que iluminan sus cuerpos, todos son hombres que salen a las calles con poca ropa y pintados, pidiendo dinero “pal baño”.

Foto: Iván Venegas

Como cada año, un mes antes que se celebre la Semana Santa, se realizó en San Nicolás de los Ranchos, en la comunidad de San Pedro Yancuitlalpan el carnaval de “los pintados”, “los tiznados”, “judíos” o “los sin ropa”, como se les conoce a este grupo de hombres que corren, bailan y gritan por las calles mientras piden dinero.

La tradición actual es que si un transeúnte se rehúsa a darles dinero, serán tocados y pintados de negro o planteado, según el color que porte cada participante. En la dinámica del carnaval, incluso es detenido el transporte público y particular, si no coopera, su auto será manchado.

Foto: Iván Venegas

Con una decena de amigos, René Casas Roque se pinta con aceite quemado de coche, mezclado con tizne de aserrín, le lleva media hora untarse la mezcla por todo el cuerpo, incluso las partes que están bajo su short, para tener un color negro uniforme.

El joven de 20 años asegura que lo que más le gusta de la tradición es salir a bailar, aunque reconoce que usar ese color negro azabache en el cuerpo le cuesta hasta tres horas de baño y el color no logra desprenderse totalmente.

Foto: Iván Venegas

“Los pintados” salen a las calles y se unen al contingente de huehues, que comenzó con el recorrido para el cierre del carnaval, subió al cerro, visitó la casa de la reina de la festividad y comió en el pueblo.

“Primero se hace un recorrido, se va a la casa de la reina después con el encargado del carnaval y cuando termina todo el recorrido nos reunimos en el centro y ahí se reúnen judíos y máscaras (huehues), ahí todos bailamos y seguimos caminando, la fiesta termina a eso de las 10 u 11 de la noche”, detalló.

Foto: Iván Venegas

Tras esconderse en una tienda para que “los pintados” no le pidan dinero a cambio de no mancharlo con el color negro que cubre su cuerpo, el señor Melitón Jiménez señaló que en los últimos años la tradición se ha deformado, pues antes, se acostumbraba a caminar con la cabeza baja y dubitativo, “como judío”.

“Desde los abuelos viene esta tradición y según platicaban que era para que se diera más el maíz, los frijoles, todo eso de la abundancia, tiene como 20 o 30 años que ya no es lo mismo, todos se pintaban de negro y usaban el paliacate, un calzón y respetaban a la gente, no le pedían dinero”, indicó.

Foto: Iván Venegas

El señor de 60 años de edad dijo que se esconde porque no quiere que le den una “cachetada limpia” con la mano llena de aceite quemado y tizne; aunque le gusta ver, prefiere que no le pinten la cara.

Eduardo Ochoa usa un atuendo de calavera, para recordar a los antepasados prehispánicos; relata que existe una leyenda de cómo se originó la tradición. Se sabe que hace más de medio siglo un hombre no tenía dinero para comprar un traje de huehue, decidió quitarse la ropa y pintar su cuerpo de negro para participar en el Carnaval.

Foto: Iván Venegas

“El judío original lleva aceite quemado, tizne, trapo y un bonete en la cabeza hecho con cartón y se le ponen unas plumas de guajolote arriba, sacan otras cosas para ir variando, como máscaras o antifaces”, dijo.

En el carnaval donde participan “los pintados”, participan hasta 2 mil personas, todos habitantes del municipio de San Nicolás de los Ranchos, ubicado en las faldas del volcán Popocatépetl.

Las calles se pintaron de negro y plateado en San Nicolás de los Ranchos, por hombres que salieron a brincar y bailar para purificarse, pedir por la abundancia de sus tierras y concluir con las festividades del carnaval.

Aceite quemado con tizne para adoptar un color negro azabache y aerosol plateado son los principales elementos con los que iluminan sus cuerpos, todos son hombres que salen a las calles con poca ropa y pintados, pidiendo dinero “pal baño”.

Foto: Iván Venegas

Como cada año, un mes antes que se celebre la Semana Santa, se realizó en San Nicolás de los Ranchos, en la comunidad de San Pedro Yancuitlalpan el carnaval de “los pintados”, “los tiznados”, “judíos” o “los sin ropa”, como se les conoce a este grupo de hombres que corren, bailan y gritan por las calles mientras piden dinero.

La tradición actual es que si un transeúnte se rehúsa a darles dinero, serán tocados y pintados de negro o planteado, según el color que porte cada participante. En la dinámica del carnaval, incluso es detenido el transporte público y particular, si no coopera, su auto será manchado.

Foto: Iván Venegas

Con una decena de amigos, René Casas Roque se pinta con aceite quemado de coche, mezclado con tizne de aserrín, le lleva media hora untarse la mezcla por todo el cuerpo, incluso las partes que están bajo su short, para tener un color negro uniforme.

El joven de 20 años asegura que lo que más le gusta de la tradición es salir a bailar, aunque reconoce que usar ese color negro azabache en el cuerpo le cuesta hasta tres horas de baño y el color no logra desprenderse totalmente.

Foto: Iván Venegas

“Los pintados” salen a las calles y se unen al contingente de huehues, que comenzó con el recorrido para el cierre del carnaval, subió al cerro, visitó la casa de la reina de la festividad y comió en el pueblo.

“Primero se hace un recorrido, se va a la casa de la reina después con el encargado del carnaval y cuando termina todo el recorrido nos reunimos en el centro y ahí se reúnen judíos y máscaras (huehues), ahí todos bailamos y seguimos caminando, la fiesta termina a eso de las 10 u 11 de la noche”, detalló.

Foto: Iván Venegas

Tras esconderse en una tienda para que “los pintados” no le pidan dinero a cambio de no mancharlo con el color negro que cubre su cuerpo, el señor Melitón Jiménez señaló que en los últimos años la tradición se ha deformado, pues antes, se acostumbraba a caminar con la cabeza baja y dubitativo, “como judío”.

“Desde los abuelos viene esta tradición y según platicaban que era para que se diera más el maíz, los frijoles, todo eso de la abundancia, tiene como 20 o 30 años que ya no es lo mismo, todos se pintaban de negro y usaban el paliacate, un calzón y respetaban a la gente, no le pedían dinero”, indicó.

Foto: Iván Venegas

El señor de 60 años de edad dijo que se esconde porque no quiere que le den una “cachetada limpia” con la mano llena de aceite quemado y tizne; aunque le gusta ver, prefiere que no le pinten la cara.

Eduardo Ochoa usa un atuendo de calavera, para recordar a los antepasados prehispánicos; relata que existe una leyenda de cómo se originó la tradición. Se sabe que hace más de medio siglo un hombre no tenía dinero para comprar un traje de huehue, decidió quitarse la ropa y pintar su cuerpo de negro para participar en el Carnaval.

Foto: Iván Venegas

“El judío original lleva aceite quemado, tizne, trapo y un bonete en la cabeza hecho con cartón y se le ponen unas plumas de guajolote arriba, sacan otras cosas para ir variando, como máscaras o antifaces”, dijo.

En el carnaval donde participan “los pintados”, participan hasta 2 mil personas, todos habitantes del municipio de San Nicolás de los Ranchos, ubicado en las faldas del volcán Popocatépetl.

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