Despedidas a distancia desde una carroza o furgoneta han sido los funerales que han tenido que vivir miles de personas que han sufrido la muerte de seres queridos, en los últimos tres meses, como uno de los efectos más crueles de la pandemia.
Y es que, en México, desde el pasado 27 de febrero que se anunció el primer caso de Covid-19 en el país, el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) informó que no permitiría el acercamiento de familiares a personas fallecidas por coronavirus para disminuir la propagación del virus, motivo que dio lugar a no aprobar los funerales porque todavía los cuerpos podían ser transmisores del SARS-CoV-2. Es por eso, que los rituales de despedida para los difuntos se han limitado solo a cremaciones directas.
De acuerdo con Juan Carlos Castillo, legionario de María y también asesor del Grupo Juvenil en la Parroquia de San Miguel Hueyotlipan, en Puebla, rituales y tradiciones católicas como velaciones y rosarios para los fallecidos se han perdido desde hace ya más de tres meses, que, aunque no son mandatos directos de la iglesia católica, si forman parte de las prácticas y costumbres de los fieles seguidores.
“La iglesia católica, después de una perdida, manda que a tener 9 días de luto que tienes que guardar, en los cuales tienes derecho a rezar, llorar y vivir el duelo por tu pariente o familiar, para después continuar con tu vida normal”, afirma.
Asimismo, confiesa que existen diferentes advocaciones para despedir a un difunto, como es el de los novenarios, tradición que consiste en realizar nueve rosarios –uno por día- para despedir al fallecido, mismo que realizan los seguidores de Las Carmelitas y los legionarios de María.
En las velaciones, los rosarios son un acto de fe de suma importancia, ya que se tiene la creencia que los rezos sirven para que las almas lleguen al cielo o al purgatorio, dependiendo de cada caso. En la actualidad, no deben de existir, y a pesar de que hay lugares donde si las practican, se advierte que no deben de durar más de cuatro horas ni superar los diez asistentes, lo que significa que allegados al difunto no pueden dar el último adiós, como se ha hecho en tiempos atrás.
“Lo que si manda la iglesia católica es que el cuerpo tiene que ser velado y sepultado al día siguiente, sin discusión alguna, o en caso dado, velar el cuerpo y al día siguiente se incinera y esas mismas cenizas se tienen que llevar a un panteón, cripta o un lugar santo”, confiesa Castillo, pues asegura que la institución religiosa testifica que el cuerpo tiene que estar bajo tierra, no en las casas, ni en otro lugar que no sea santo.
En el caso de la sepultura, los estrictos protocolos que ha impuesto la crisis para despedir a las víctimas de Covid-19 y el manejo de cuerpos prioriza la cremación o inhumación, con la finalidad de evitar mayores riesgos sanitarios, lo que significa que las celebraciones de las exequias en los cementerios, casas o capillas de velatorios o crematorios (ceremonias religiosas celebradas por difunto) no se efectúan en estos tiempos, explica a este medio Lidia Morales Bonilla, secretaria de la Parroquia María Auxiliadora Arquidiócesis de Puebla.
“Si las personas dejan sus intenciones, las peticiones o acciones de gracias y difuntos se mencionan en misa, pero a puerta cerrada”, confiesa, luego de explicar que en estos días los sacerdotes realizan las misas todos los días, pero sin personas, incluso, las ceremonias dominicales se transmiten por la página de la parroquia, el único medio por el cual familiares del occiso pueden escuchar dichas peticiones.
Este tipo de protocolos de fe, son los que desgraciadamente se han perdido a consecuencia de la pandemia que, tanto el país, como el mundo entero se encuentra viviendo y seguramente seguirán así, hasta que las autoridades emitan un nuevo aviso.