/ miércoles 2 de septiembre de 2020

Los Molinos, el pueblo "fantasma" donde se acentúan las diferencias entre estudiantes

En una misma cuadra los alumnos pueden vivir realidades distintas condicionadas por las posibilidades económicas de sus padres

En un universo pequeño de Atlixco, la comunidad de San Agustín Los Molinos apenas tiene 2 mil 500 habitantes y está ubicado a la salida de la mancha urbana, en límites con Santa Isabel Cholula, coexisten varias micro-historias sobre la realidad de los niños y sus clases a distancia.

Dependiendo de la condición económica de las familias, así es la posibilidad de los estudiantes de acceder al ya comenzado ciclo escolar. La de Juan, un chavo de secundaria, cuyos padres son labriegos y vendedores en el tianguis, tiene para la televisión y los canales abiertos. La de Laura, de segundo año de primaria, tiene más posibilidades y opciones: la TV, el móvil y la computadora.

Los Molinos es un pueblo fantasma ubicado sobre la carretera federal Atlixco-Puebla. En la década de los cincuenta, allí estuvo la pequeña extensión de una fábrica textil. Cerró y con eso murió la posibilidad de trabajo. Después, durante décadas, hasta casi el año 2000, los campos deportivos de beisbol y futbol generaron movimiento los fines de semanas y algo de divisas por las familias visitantes. El dueño cambió el deporte por los surcos. Y todo acabó. Aunque, y casi sin tanto ruido, fue colocada una fábrica de bloques para hacer casas rápidas y ofrece empleo a varios lugareños.

Juan y Laura viven a dos cuadras de distancia en esa comunidad antigua. Ambas familias se conocen, pero viven realidades distintas, acentuadas con el arranque del ciclo escolar virtual 2020-2021 a consecuencia del Covid-19. “Quedó claro: en estas condiciones la desigualdad pesa y es muy marcada. Y en Los Molinos es posible comprobarlo”, lamentó El Zurdo, un ex jugador de beisbol en los noventa y quien por momentos sirvió de guía.

“Voy a ir, cuando pueda, a la secundaria Gabino Barreda, allá por el Infonavit de Atlixco. Mientras, únicamente observo las clases por la televisión abierta. Estoy pendiente, aunque no es igual estar en los salones y con los compañeros. De repente, alcanzo a distraerme muy rápido. Pero algo debo aprender”, dijo en una breve charla.

Las instrucciones de los maestros las recibe en el teléfono, y las tareas deben pasarlas por WhatsApp. Y ahí comienza el problema. “Como sólo estudio y no trabajo, a veces puedo ponerle una tarjeta de 100 pesos a mi celular. Y los datos no alcanzan para mucho tiempo. Debo pedir permiso a un vecino conectarme a su red. Mi papá a veces ayuda con algo de dinero. Pero en casa la prioridad no es la red wifi. Y menos los planes de Telcel. La computadora... hasta poder comprarla”, describió.

Sin embargo, destacó, no se “agüita” por una razón: “espero ya estar de regreso a la escuela y las cosas cambiarán. Allá puedo hacer la tarea y usar la red sin problemas. Mientras, a darle a la TV”, acotó.

Laura estaba por terminar sus clases de primaria en la sala de casa este miércoles. Sus padres dejan en claro todos los días: “quieres mirar la televisión, trabajar en la computadora o checar las tareas en su celular” recientemente comprado. El lunes fue en la primera, el martes en su móvil y hoy en la laptop. Ahí no hay problemas con los aparatos electrónicos, menos con el wifi.

Manuel, el padre, dice que la “única preocupación es mantener la paciencia con tanto mensaje, canales y horarios. Entendemos aquí en Los Molinos varios muchachos no la pasan bien por el tema del dinero. Afortunadamente Laura puede acceder a clases y entregar tareas sin problemas. Así es la realidad en tiempo de Covid-19”, sentenció.


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En un universo pequeño de Atlixco, la comunidad de San Agustín Los Molinos apenas tiene 2 mil 500 habitantes y está ubicado a la salida de la mancha urbana, en límites con Santa Isabel Cholula, coexisten varias micro-historias sobre la realidad de los niños y sus clases a distancia.

Dependiendo de la condición económica de las familias, así es la posibilidad de los estudiantes de acceder al ya comenzado ciclo escolar. La de Juan, un chavo de secundaria, cuyos padres son labriegos y vendedores en el tianguis, tiene para la televisión y los canales abiertos. La de Laura, de segundo año de primaria, tiene más posibilidades y opciones: la TV, el móvil y la computadora.

Los Molinos es un pueblo fantasma ubicado sobre la carretera federal Atlixco-Puebla. En la década de los cincuenta, allí estuvo la pequeña extensión de una fábrica textil. Cerró y con eso murió la posibilidad de trabajo. Después, durante décadas, hasta casi el año 2000, los campos deportivos de beisbol y futbol generaron movimiento los fines de semanas y algo de divisas por las familias visitantes. El dueño cambió el deporte por los surcos. Y todo acabó. Aunque, y casi sin tanto ruido, fue colocada una fábrica de bloques para hacer casas rápidas y ofrece empleo a varios lugareños.

Juan y Laura viven a dos cuadras de distancia en esa comunidad antigua. Ambas familias se conocen, pero viven realidades distintas, acentuadas con el arranque del ciclo escolar virtual 2020-2021 a consecuencia del Covid-19. “Quedó claro: en estas condiciones la desigualdad pesa y es muy marcada. Y en Los Molinos es posible comprobarlo”, lamentó El Zurdo, un ex jugador de beisbol en los noventa y quien por momentos sirvió de guía.

“Voy a ir, cuando pueda, a la secundaria Gabino Barreda, allá por el Infonavit de Atlixco. Mientras, únicamente observo las clases por la televisión abierta. Estoy pendiente, aunque no es igual estar en los salones y con los compañeros. De repente, alcanzo a distraerme muy rápido. Pero algo debo aprender”, dijo en una breve charla.

Las instrucciones de los maestros las recibe en el teléfono, y las tareas deben pasarlas por WhatsApp. Y ahí comienza el problema. “Como sólo estudio y no trabajo, a veces puedo ponerle una tarjeta de 100 pesos a mi celular. Y los datos no alcanzan para mucho tiempo. Debo pedir permiso a un vecino conectarme a su red. Mi papá a veces ayuda con algo de dinero. Pero en casa la prioridad no es la red wifi. Y menos los planes de Telcel. La computadora... hasta poder comprarla”, describió.

Sin embargo, destacó, no se “agüita” por una razón: “espero ya estar de regreso a la escuela y las cosas cambiarán. Allá puedo hacer la tarea y usar la red sin problemas. Mientras, a darle a la TV”, acotó.

Laura estaba por terminar sus clases de primaria en la sala de casa este miércoles. Sus padres dejan en claro todos los días: “quieres mirar la televisión, trabajar en la computadora o checar las tareas en su celular” recientemente comprado. El lunes fue en la primera, el martes en su móvil y hoy en la laptop. Ahí no hay problemas con los aparatos electrónicos, menos con el wifi.

Manuel, el padre, dice que la “única preocupación es mantener la paciencia con tanto mensaje, canales y horarios. Entendemos aquí en Los Molinos varios muchachos no la pasan bien por el tema del dinero. Afortunadamente Laura puede acceder a clases y entregar tareas sin problemas. Así es la realidad en tiempo de Covid-19”, sentenció.


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