TEZIUTLÁN, Puebla.- Las lluvias son algo normal en el municipio de Teziutlán pero las que se registran a inicios de este mes tienen un significado diferente, debido a que hace 20 años el 5 de octubre, dieron como resultado una avalancha de lodo que sepultó a más de 100 personas en la colonia La Aurora. Hoy en día, los colonos siguen temerosos en época de lluvia, pues la zona sigue sin medidas de seguridad, y las autoridades solo se acuerdan de la tragedia en las campañas políticas.
Son muy pocas las personas que vivieron la tragedia y siguen habitando dicha colonia, han preferido buscar vivienda en otro lugar para no recordar lo que ocurrió; o bien, viven en Lomas de Ayotzingo, que es una de las colonias en donde el Gobierno reubicó a los que perdieron su techo.
“Los muertos sepultaron a los vivos”, comentan los pobladores, ya que ese 5 de octubre de 1999, el panteón municipal se desbordó sepultando a varias familias. Para muchas personas es difícil hablar del tema, mencionan que es doloroso y prefieren olvidarlo, pero otros aprovechan estos días para recordar a sus seres queridos y los honran recordando su vida.
Carolina Pedroza Guzmán era muy joven cuando ocurrió el desborde, tenía una bebé de 10 meses y recuerda que no paró de llover por 72 horas, aunque les mencionaron a las autoridades que se estaba deslavando el panteón y corrían peligro de que se cayera, nadie hizo nada al respecto.
Se escuchó un tronido muy fuerte y se sintió como si hubiera temblado, sólo vio como un alud de lodo sepultaba todo a su alrededor y parecía como una avalancha de nieve negra. El desplazamiento fue tan rápido que no pudieron hacer nada para detenerlo.
Su ahora yerno, Jairo Peralta Ortega, tenía 2 meses de nacido cuando pasó el infortunio y su madre murió ahogada por el lodo, él fue uno de los bebés sobrevivientes y tuvo que ser criado por su abuela. Aunque era un recién nacido y no recuerda nada de ese día, prefirió no hablar porque es un tema sensible.
Hipólita Herrera, “Pola” como le dicen sus seres queridos, ya no vive en La Aurora, pero lo visita frecuentemente porque ahí siguen sus amigos. El día del deslave, estaba fuera de su casa, le avisaron que tenía que regresar porque había ocurrido un derrumbe y cuando llegó, su hogar ya no existía.
El recordar ese día hace que se ponga a llorar, la llena de sentimientos encontrados, pues perdió a 16 familiares políticos y a muchos amigos, tenía más de 20 años viviendo en este espacio antes de que ocurriera el accidente.
Aún se llena de coraje al ver que la colonia sigue igual, con los mismos riesgos, sin que las autoridades apoyen a la población. No hay algún tipo de barda de contención a un costado del panteón y a escasos días empezaron a pavimentar las calles principales.
José Luis Leal es otro de los vecinos que vivió la devastación, aceptó que fue irresponsabilidad del humano y no fue un accidente por culpa del mal clima, ya que la mayoría de los muertos se asentaron en un lugar peligroso, las autoridades lo permitieron y cuando pidieron apoyo para que no pasara un accidente fueron ignorados.
Relató que ese día llovió tan fuerte que regresaron a varios empleados de sus trabajos para poder resguardarse en sus casas, “nadie sabía que iban a llegar a morirse en sus inmuebles”.
Para él como la mayoría de los vecinos, La Aurora sigue con las mismas condiciones de riesgo, cada octubre las autoridades municipales en turno hacen una ceremonia, mandan a cortar el pasto en el punto en donde fallecieron muchas personas, pero después de la fecha de luto desaparecen y ni siquiera han podido arreglar la luz y las calles. “Después del niño ahogado tapan el pozo, pero aquí es diferente, pueden seguir habiendo muchos ahogados y nadie tapa ese pozo que ya dejó a muchos muertos”, dijo.
Jorge Carmona vive a unos metros de donde fue el derrumbe, se considera como uno de los afortunados ya que a su familia y a su casa no les pasó nada. Han pasado 20 años y sigue recordando que el panteón tenía una fuga de agua por más de 15 años, y con las lluvias, se debilitó el suelo.
Está consciente de que puede volver a ocurrir otra catástrofe, pues hay tumbas al filo del monte y justo abajo de estos sepulcros siguen instaladas casas. Además, han llegado más personas a vivir en la colonia porque después de la desdicha el terreno se abarató y aunque peligran, “es mejor tener un techo en donde dormir que vivir en la calle”.
El señor Carmona, se entristece al recordar lo que vio, tuvo que sacar de la tierra a sus conocidos, a niños que tragaron lodo hasta morir; pero también reconoció la calidad humana, debido a que llegaron a apoyar muchas personas del estado, del interior del país y hasta extranjeros.
Aunque en ese momento se dijo que eran 100 muertos, él asegura que ayudó a recuperar 110 cadáveres y hasta el momento no han encontrado el cuerpo de una adulta mayor que se llamaba Esther.
“Después de la tragedia viene la calma”, pero para los habitantes de La Aurora la paz no ha llegado, siguen con miedo y creen que si no se instala con urgencia una estructura de contención en el panteón puede volver a ocurrir otra fatalidad.