En el estado de Puebla hay siete etnias indígenas y tan solo en el municipio de Pantepec hay tres: la otomí, la totonaca y la tepehua. Las dos primeras siguen vivas. En las calles se pueden escuchar las lenguas originarias y ser parte de sus tradiciones. Pero la última tiene alrededor de 25 hablantes y a muchos de ellos les apena considerarse como tepehuas.
A Pantepec lo rodea el río del mismo nombre. Este municipio ubicado en la sierra norte se encuentra en medio de montes llenos de naranjos. Desde que se ingresa se puede escuchar música y fiesta. La mayoría de los pobladores (18 mil 102 en total, según el más reciente censo del INEGI) se considera alegre y fiel a sus tradiciones.
Sin embargo, a los adultos mayores les devasta la velocidad en que los tiempos han cambiado y aunque se rehúsan a dejar atrás sus raíces, las nuevas generaciones vienen con ideas de modernizarse. Aunque para los viejos, lo moderno no siempre es sinónimo de mejorar.
Los pobladores dividen al municipio en tres partes: la parte alta, que es en donde se encuentran los otomíes; la parte media, que es en donde se ubican los totonacos, y la parte baja, que es donde están los tepehuas.
POBLACIÓN OTOMÍ, LA MÁS FIEL A SUS TRADICIONES
La comunidad de Ixtololoya es parte de la zona alta, que es en donde está la etnia otomí. Aquí la mayoría de sus habitantes hablan la lengua originaria y tratan de enseñarles a las personas que van de visita para que puedan entender sus charlas.
En las fiestas conservan la tradición de tocar con violín, la flauta con tambor y en los últimos años han adherido la banda. También siguen creyendo en las limpias y en todo lo relacionado con el agradecimiento a la madre naturaleza.
Saúl Santos hace limpias en su casa. La gente cree que es un santero muy bueno, ya que ayuda a ahuyentar las malas vibras y atrae la abundancia. Incluso, en temporada de carnavales hace un ritual específico para que los danzantes tengan suerte y le den la bienvenida a la primavera.
Aquí hay muchas fiestas, bailes y comida. Hacen una mezcla entre los platillos típicos de México, como el mole o las carnitas, pero aún siguen agradeciendo a Dios, a la naturaleza y a todos sus santos por lo que tienen en la mesa. Junto a sus alimentos colocan altares, cervezas, palmas con flores, entre otros productos, como forma de agradecimiento.
María Luisa Velazco es el claro ejemplo de que esta comunidad aún le agradece a la madre naturaleza. Ella estaba muy enferma de asma, “basura en la garganta”, asienta, pero cuando hizo “la promesa de Dios antiguo”, todo mejoró, asegura.
Cada vez que hay fiestas o carnavales ella se pone su vestimenta tradicional, toma a su madre naturaleza que tiene en forma de piedra y la llena de collares y listones de colores para agradecerle. También le coloca frutas, flores, palmas y hasta bebidas embriagantes.
En cada hogar las puertas están abiertas para los visitantes y al preguntarles acerca de su etnia respondieron que es un orgullo ser otomíes, ya que son el reflejo de una buena vida sin lujos.
Ejemplificaron con la producción de pulque, con los telares de cintura y con la producción de su campo, pues además del maíz, su tierra les brinda jengibre, naranjas, así como café, para su uso propio y para venderlo. “La tierra nos da todo para vestir y comer”, comentaron.
BARRIO GRANDE, EL LUGAR DE LOS TOTONACOS
Pantepec significa en náhuatl "pueblo encima del cerro" y esa es la vista que tienen en el centro de esta demarcación o la zona media como le dicen los ciudadanos, aunque también le llaman el barrio grande.
En esta zona pueden encontrase a los totonacos, a quienes se les distingue por ser “huapangueros”. Su amor por la música es tan intenso como el olor a café que destila en cada calle, pero a diferencia de la anterior población, las generaciones jóvenes ya no son tan afines a su etnia.
Aunque siguen hablando su lengua originaria, optan por no hacerlo. No todos ceden a la tentación de los viejos, de bailar siempre lo mismo, de repetir siempre las historias de sus antepasados y aunque aman su pueblo, prefieren “renovarse”.
Sólo en las fiestas importantes es cuando ocupan su vestimenta tradicional. Ya casi no se ve por las calles a mujeres vestidas con sus blusas tejidas o con el famoso quexquémitl, que es un tipo de chal elaborado a mano. Sólo las mujeres de la tercera edad siguen con esta vestimenta. Las demás las ocupan para sus festejos del pueblo.
Además, en esta zona es donde se encuentran las tiendas más grandes, la presidencia municipal y es el punto para comprar accesorios tecnológicos o ropa americana.
ETNIA TEPEHUA, EN PELIGRO DE DESAPARECER
Pascual Francisco Alejo tiene una fiereza deslumbrante por no perder sus raíces. Él vive en la zona baja de Pantepec, en la comunidad de Mecapalapa, y sólo conoce a 24 personas, además de él, que pertenecen a la etnia Tepehua.
Recién cumplió 73 años, tiene siete hijos y muchos nietos. Todos le entienden, pero se negaron a aprender la lengua y ya no visten como él, es decir, con una camisa de manta, larga, para evitar el calor, un pantalón el cual llama “calzone”, su machete, su paliacate de colores y su morral hecho a mano.
Cuando habla en su lengua originaria algunos adolescentes y niños se burlan. Esto ha generado que la etnia se sienta avergonzada de sus tradiciones y que los descendientes ya no quieran seguir con el legado.
Pascual está preocupado, pues año con año alguien de su etnia muere por edad o por enfermedad y poco a poco siente que un día se va a quedar solo en su propio municipio, que se volverá una demarcación muy lejana de lo que vio de niño, cuando sólo era un paraje remoto en medio de las montañas.
Para que siga viva la etnia continúa con la labor de ser huesero y curandero, que es algo muy propio de los tepehuas, además, sigue con la producción del maíz y de los cítricos, que son los productos que se dan en estas tierras. En el pueblo lo conocen por su tenacidad y por sus “tercas luchas” de no dejar morir lo que sus padres le enseñaron.
Natalia Ríos es encargada del sistema de Cultura en el municipio de Pantepec. Ella aceptó que uno de sus principales retos es involucrar a los jóvenes en el fortalecimiento de estas etnias para que no desaparezcan, así como crear un programa para que se sientan orgullosos de su identidad.
No obstante, muchos al irse a estudiar a otros municipios, cuando regresan de vacaciones creen que deben de modernizarse y este trayecto a la modernización consiste en no hablar en su lengua originaria y dejar de vestir con textiles artesanales.
Lo que ha hecho el ayuntamiento en los últimos meses es promover talleres gratis de actividades regionales, dar apoyo para vestimentas tradicionales, pero saben que necesitan más trabajo en conjunto con los pobladores para identificar sus necesidades y crear una buena política pública.