/ miércoles 30 de septiembre de 2020

San Miguel, protector milagroso de Atlixco

El Arcángel protege a los lugareños del Covid-19 y de la furia del  Popocatépetl, afirman atlixquences

San Miguel Arcángel, el hombre de Dios encargado de vencer y encadenar al mismísimo Diablo en la punta del cerro del mismo nombre, tiene suficientes poderes como para cubrir con su manto divino a los atlixquences del Covid-19 o de calmar las bravatas de su eterno acompañante: el Popocatépetl.

Y no sólo eso: en los sueños de uno de sus antiguos guardianes era capaz de salvar a los fieles atlixquences de una enorme y apolíptica inundación y al mismo tiempo de mirar pasar, sin hacer nada, a los malos arrastrados por la corriente hacia las bocas de las enormes barrancas.

Las anteriores son varias de las razones o justificaciones de miles de atlixquences decididos año tras año a pisar todos y cada uno de los 435 escalones desde la aún en remodelación plazuela de la danza del Atlixcáyotl hasta la entrada principal de la ermita pintada de amarillo.

Y este martes 29 de septiembre ahí estuvieron. Con frío, con cubrebocas, soportando el aire incontenible y tocando la ropa, las manos, el cordón dorado y de ser posible la espada del patrono Miguel. Nadie dijo nada de la sana distancia y de las recomendaciones básica del cuidado de la pandemia.

EL REGALOS Y PETICIONES

De la colonia Ricardo Treviño, ubicada en la cintura de ese monte, al altar del Arcángel son aproximadamente kilómetro y medio. Pero hacia arriba. Es una empinada cuesta. Distancia recorrida por doña Marcelina, de 61 años de edad, cargando un ramo de flores compuesto por rosas rojas, enormes girasoles y palmas.

“Es para cumplir desde hoy una promesa durante cinco años seguidos de mi hija con San Miguel”, apenas contó porque el aire para respirar estaba extinguiéndose. La hija, menos abierta a la plática y sólo con un popote verde en la mano, con señas pedía seguir hacia la punta. “No puedo hablar de promesas. Son sagradas”, acotó.

A la mitad del monte viene bajando Fausto y su esposa Karla. Regocijados por cumplir con el mero mero de la ciudad. “Debemos estar bien con el señor. Por eso subimos a cortejarlo. Sinceramente sin San Miguel ese de enfrente -y señala hacia don Goyo- no estuviera tranquilo. Tiene los poderes de mantenerlo quieto y de sofocar la furia del cráter. Es un buen guardián desde siempre”, sentenció.

En la parte alta, exactamente en el quinto escalón de salida de la iglesia hacia el retorno, aparecen Rafael y sus dos acompañantes. Todos adultos mayores. Llevan casi una década subiendo cada año a la ermita. Éste fue acólito del ex Convento de San Francisco y algunos años del templo de San Miguel.

“Hice entonces mucha conexión con el Arcángel. Y en varios sueños siempre deja el mismo mensaje: la enorme inundación observada desde esa parte alta de la ciudad de Atlixco. Soy el mensajero para avisarle a los buenos de cómo ponerse a salvo, con la guía del patrón. Mientras, los malos pasan ahogándose y arrastrados por las fuertes corrientes de agua. Termina diciéndome San Miguel: ya vez: algunos nunca subieron a mi iglesia. Y otros llegaron, pero sin devoción”, contó con entusiasmo.

Quizá, apuntó Marco, uno de los dos acompañantes, la inundación es la pandemia del Covid. “Y se salvan los creyentes. Los incrédulos son llevados por la corriente”, finalizó.

San Miguel Arcángel, el hombre de Dios encargado de vencer y encadenar al mismísimo Diablo en la punta del cerro del mismo nombre, tiene suficientes poderes como para cubrir con su manto divino a los atlixquences del Covid-19 o de calmar las bravatas de su eterno acompañante: el Popocatépetl.

Y no sólo eso: en los sueños de uno de sus antiguos guardianes era capaz de salvar a los fieles atlixquences de una enorme y apolíptica inundación y al mismo tiempo de mirar pasar, sin hacer nada, a los malos arrastrados por la corriente hacia las bocas de las enormes barrancas.

Las anteriores son varias de las razones o justificaciones de miles de atlixquences decididos año tras año a pisar todos y cada uno de los 435 escalones desde la aún en remodelación plazuela de la danza del Atlixcáyotl hasta la entrada principal de la ermita pintada de amarillo.

Y este martes 29 de septiembre ahí estuvieron. Con frío, con cubrebocas, soportando el aire incontenible y tocando la ropa, las manos, el cordón dorado y de ser posible la espada del patrono Miguel. Nadie dijo nada de la sana distancia y de las recomendaciones básica del cuidado de la pandemia.

EL REGALOS Y PETICIONES

De la colonia Ricardo Treviño, ubicada en la cintura de ese monte, al altar del Arcángel son aproximadamente kilómetro y medio. Pero hacia arriba. Es una empinada cuesta. Distancia recorrida por doña Marcelina, de 61 años de edad, cargando un ramo de flores compuesto por rosas rojas, enormes girasoles y palmas.

“Es para cumplir desde hoy una promesa durante cinco años seguidos de mi hija con San Miguel”, apenas contó porque el aire para respirar estaba extinguiéndose. La hija, menos abierta a la plática y sólo con un popote verde en la mano, con señas pedía seguir hacia la punta. “No puedo hablar de promesas. Son sagradas”, acotó.

A la mitad del monte viene bajando Fausto y su esposa Karla. Regocijados por cumplir con el mero mero de la ciudad. “Debemos estar bien con el señor. Por eso subimos a cortejarlo. Sinceramente sin San Miguel ese de enfrente -y señala hacia don Goyo- no estuviera tranquilo. Tiene los poderes de mantenerlo quieto y de sofocar la furia del cráter. Es un buen guardián desde siempre”, sentenció.

En la parte alta, exactamente en el quinto escalón de salida de la iglesia hacia el retorno, aparecen Rafael y sus dos acompañantes. Todos adultos mayores. Llevan casi una década subiendo cada año a la ermita. Éste fue acólito del ex Convento de San Francisco y algunos años del templo de San Miguel.

“Hice entonces mucha conexión con el Arcángel. Y en varios sueños siempre deja el mismo mensaje: la enorme inundación observada desde esa parte alta de la ciudad de Atlixco. Soy el mensajero para avisarle a los buenos de cómo ponerse a salvo, con la guía del patrón. Mientras, los malos pasan ahogándose y arrastrados por las fuertes corrientes de agua. Termina diciéndome San Miguel: ya vez: algunos nunca subieron a mi iglesia. Y otros llegaron, pero sin devoción”, contó con entusiasmo.

Quizá, apuntó Marco, uno de los dos acompañantes, la inundación es la pandemia del Covid. “Y se salvan los creyentes. Los incrédulos son llevados por la corriente”, finalizó.

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