Escrito a mano y con tinta azul: “Ánimo: todo saldrá bien. Es difícil, pero ya tienen a una personita más que los cuidará desde donde esté. Dios ofrezca a todos fortaleza para salir adelante”. Es uno de los recados hechos llegar, junto a latas de comida, a la casa de uno de los fraccionamientos más populares de Atlixco alcanzados por el Covid-19. Son tiempos no sólo de soledad, también de avasallamiento vecinal y personal.
Corre lentamente la segunda semana de abril, prácticamente a la mitad del fragor de esa batalla mundial con estela local, y las cifras de muertos por esa enfermedad en esta ciudad comienzan a tener rostros y rastros.
Siete cartas con “vibras positivas” plasmadas en cada renglón, fueron fundamentales y de gran utilidad para superar los peores momentos de depresión, duelo, acoso y discriminación de una familia atlixquence abatida por la desaparición física de la madre consecuencia de la pandemia mundial del coronavirus.
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Es la historia de “sobrevivencia” mental y sentimentalmente de un par de personas, un padre y una hija, convertidos en estadísticas y en parte de los grupos vulnerables, ante la imposibilidad de detener la tormenta. “Y nos agarramos del papel y de las letras para no pensar en claudicar”, sentenciaron.
LOS RECADOS
“Estos gramos de ayuda son pequeños, pero son de todo corazón. En estos tiempos de dificultad, damos un poco de lo que tenemos. Espero resulte de mucha ayuda. Ojalá pronto podamos, todos juntos, regresar a nuestras vidas”, sentencia uno de los textos. Es la segunda parte de los 14 días rigurosos días de aislamiento en casa. Una semana atrás, apenas lograron despedirse de Sandra N., una mujer fallecida en cuestión de horas, en un hospital de la capital poblana, de coronavirus.
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Hugo N, la pareja de la fallecida, reveló a este diario pormenores de ese lapso: “Justo a esa altura de todo, es decir, de la muerte, el miedo del contagio, el acuartelamiento en nuestras habitaciones y con el escarnio de vecinos y conocido, recibí un mensaje de WhatsApp avisando de una visita a domicilio. Realmente estábamos sorprendidos. ¿Vendrían a ver a posibles contagiados? Más de allá de una respuesta, requeríamos ayuda, sobre todo comida”.
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Tocaron la puerta horas después. Eran personas de la Sindicatura de Atlixco con dos tipos de alimentos, según el propio Hugo: “para el cuerpo y el alma. Una despensa con la cual alcanzábamos a sobrevivir hasta terminar el aislamiento, y siete cartas hechas a mano”.
Entonces, aceptó, el “ánimo comenzó a pasar de muy pesimista a reconciliante. Sentimos ya no estábamos solos en esta lucha diaria y a veces sin tregua. Cambiamos el chip pesado de la discriminación de los vecinos y algunos amigos y familiares, a una idea: dentro de la tragedia también hay esperanza”, soltó con el llanto contenido.
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“Las situaciones difíciles no duran para siempre. Y pueden ser superadas por las personas valientes. Así, la valentía jamás desaparecerá de sus vidas”, contagió la quinta de las siete cartas, guardadas celosamente por la hija y el esposo de la mujer muerta un fin de semana en cuestión de horas.