El acta de nacimiento es el primer documento de identidad que valida quiénes somos legalmente. Es responsabilidad del Estado otorgarlo, pero también modificarlo cuando hay equivocaciones. Esto piensa Augusto Argüello Gutiérrez, un adolescente trans no binario de 17 años cuya identidad de género registral no puede ser modificada ante la ley, pues en Puebla existe un impedimento para que menores de edad puedan hacer este trámite. Hoy pide ser reconocido.
Aun cuando la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) resolvió en marzo pasado que este particular requisito contenido en el artículo 875 Ter, fracción II del Código Civil estatal, es inconstitucional, el estatuto sigue sin ser modificado. Ante esa realidad, al menos 50 familias poblanas buscan la forma de garantizarles a sus hijas e hijos el derecho humano a ser reconocidos legalmente.
De 2021 a la fecha, gracias a la llamada Ley Agnes, el Registro Civil poblano ha concluido 56 trámites de cambio de identidad de género en personas mayores de edad, de los cuales 10 de ellos fueron al interior del estado. Y aunque, de acuerdo con Daniel Ruiz Jerónimo, titular del Juzgado Segundo de Puebla capital, el organismo se encuentra listo para procesar trámites en menores de edad, la ley es clara ante esta disposición de edad.
Por lo tanto, hasta que el Congreso del Estado no adapte la jurisprudencia para que se respeten los derechos humanos de las infancias, la única vía legítima de modificar el género en un acta de nacimiento es mediante un amparo constitucional. El problema es que este proceso es particularmente largo y genera altos costos.
De acuerdo con lo recabado por el Grupo Transgénero Puebla, en la entidad existen al menos cinco decenas de infancias trans que afrontan la realidad de tener que ser reconocidas de forma incorrecta, pues sus respectivos documentos de identidad no corresponden con quienes verdaderamente son.
ABRAZÁNDOSE A SÍ MISMO
Argüello Gutiérrez se graduó recientemente del bachillerato. Pese a que su familia abraza su identidad, en la escuela la realidad fue un poco distinta, pues toda su documentación está bajo el nombre y género que le asignaron al nacer. Aunque su nombre registral tiene un alto valor sentimental para él, sabe que no le pertenece. “Me incomoda que me llamen por el otro nombre, me pone triste (...) ese nombre no es mío”, reconoció en entrevista.
Su proceso de validación individual y ante su familia como persona trans empezó en 2016, cuando inició a cuestionarse el por qué los demás no respetaban su decisión de ser nombrado y reconocido de forma adecuada. Fue así cuando entendió que la vía de ratificar su identidad legalmente era mediante su acta de nacimiento.
La relevancia de certificar quién es lo es todo en el sistema en el que vivimos. Cansado de tener que satisfacer los estereotipos ajenos, descubrió que tenía mucho por hacer, pero antes de todo, debía reconocerse y abrazarse a sí mismo.
“Me imponían el estereotipo de ser mujer y yo tenía esa obligación de cumplir, me sentía cansado y frustrado de que tenía que ser así. Me hubiera gustado tener la información sobre personas trans desde pequeño (...) Empecé a investigar y dije ‘soy no binario’ (...) Me hubiera gustado que, desde secundaria, yo ya hubiera sido reconocido como Augusto [y] ya no hubiera pasado por esos momentos de frustración”, apuntó.
Además, empatiza con otras personas trans quienes, debido a que su nombre no es legalmente reconocido, deben enfrentarse a recibir tratos discriminatorios en distintos contextos, por ejemplo: en las visitas al médico, otros procesos burocráticos, etcétera.
Por eso, para acompañar ese camino de descubrimiento, empezó a recibir psicoterapia especializada en personas de la comunidad LGBTQ+, misma que incluyó también a su familia, cuyos miembros decidieron ser partícipes del procedimiento. Aun cuando todo ello hizo un mundo de diferencia, la aceptación social y el reconocimiento fuera de casa siguieron siendo un problema para él.
“La aceptación social es muy complicada (...) [inclusive] sé que con algunos familiares no puedo ser abierto, porque me dan miedo a veces sus miradas, porque sé que no me van a decir comentarios transfobicos, pero después de todo vivimos en una sociedad que ha sido educada así”, refirió.
Ante ese contexto y consciente de la realidad que otras personas enfrentan, el adolescente externó que “sí es frustrante y a veces cansado, pero –aconsejó—no se rindan, van a encontrar muchísimas personas que las van a acompañar en muchos aspectos y que el simple hecho de reconocerse y validarse, es muchísimo”.
EL PROCESO FAMILIAR
Augusto Argüello externó a sus padres la forma en cómo se sentía y quién era cuando cumplió 16 años. Al inicio su familia no entendía mucho sobre los conceptos que el menor usaba para identificarse. En entrevista con El Sol de Puebla, Marisol Gutiérrez y Alejandro Argüello, madre y padre de Augusto, relataron sus vivencias transitando por este proceso de amor y validación.
De forma individual, cada uno acompañó procesos distintos, pues para todos fue un mundo nuevo. Desafortunadamente, al ser parte de una sociedad prejuiciosa, muchos conceptos y percepciones machistas, transfóbicas y homofóbicas viven interiorizadas en las personas, dice Alejandro Argüello.
Él viene de una familia machista, apunta, sin embargo, eso no ha sido impedimento para estar dispuesto a aprender y caminar junto a su hijo. Todo lo que ha hecho ha sido por el infinito amor que le tiene a Augusto, desde ir a psicoterapia, acompañarlo en conversatorios sobre identidades trans, e inclusive se hizo fan de personalidades no binarias, como es el caso del actor estadounidense Elliot Page.
El camino no ha sido sencillo, pero sí satisfactorio, pues este le ha permitido cohesionar más con su hijo y reforzar su relación de confianza. Para él eso es lo más importante, pues espera que tanto Augusto como su otro hijo puedan acudir a ellos siempre que requieran apoyo, pues se opone a la idea de que los padres sean figuras autoritarias.
Asegura que uno de los principales retos fue desprenderse de la idea tradicional de género. En una familia patriarcal, estos conceptos nunca fueron cuestionados. No obstante, hoy se siente feliz de haber empezado a desprenderse de su machismo, pues hoy ve el mundo con otros ojos.
“Eso ya es del pasado y hay que evolucionar como personas, como papás. A los papás no nos dicen cómo ser papás. Pensamos que el género era ponerles falda [a su bebé], desgraciadamente no nos dicen nada (...) Siempre estamos con la mentalidad de ‘se ve como hombre, es hombre o, se ve como mujer, es mujer’”, resaltó.
Gracias al acompañamiento psicológico que ha recibido su familia, además del esfuerzo permanente para validar a su hijo y que pueda vivir mejor, hoy tiene firme la convicción de ser un soporte permanente para Augusto.
“A fin de cuentas, yo voy a estar con [él] hasta que me diga. Yo lo puedo acompañar hasta donde él me diga, me gusta su compañía y me gusta estar con él (...) Él es una persona, tiene su género y debe estar contento con su género y nosotros también, porque antes que todo debe haber amor en la familia. Siempre va a tener el apoyo (...) Le digo ‘párate derecho, defiende siempre tus ideales’”, declaró.
Por su parte, Marisol Gutiérrez detalla que siempre se ha entregado totalmente para aprender y conocer mejor la identidad de su hijo, y brindarle más herramientas para existir en el mundo.
Asegura que todo esto lo hace con el objetivo de que su hijo sea feliz, pero también para reforzar siempre el hecho de que lo va a apoyar incondicionalmente.
“Está muy inculcado de que los papás son una autoridad de miedo, de que lo peor que te puede pasar es contárselo a tus papás y eso está equivocado. Quiero que mis hijos se sientan felices con lo que son (...) Yo con mis papás tuve esa ideología, siempre evitaba decírselo a ellos y eso es lo que quiero con Agus”, acotó.
Por eso, con base a su experiencia, Augusto opinó que los esfuerzos para abrazar a una infancia trans no deben estar enfocados en “aceptar”, sino en “validar”: “Es importante no crear espacios seguros, hacer que todos los espacios sean seguros para las infancias trans”.
CAMINO LEGAL EN PUEBLA
Debido a las dudas e incertidumbre, Augusto y su familia desconocían cuál era la ruta para concretar el cambio de nombre e identidad de género en las oficinas del Registro Civil. Con apoyo de colectivos especializados en la materia, buscaron los requisitos, no obstante, se encontraron con que, por ser menor de edad, el trámite no era procedente.
Al estar próximo a cumplir los 18 años, el joven acudió a completar las principales obligaciones previas para concretar el proceso cuando llegue el momento. Aunque iniciar de forma temprana el procedimiento le produce emoción, no ignora el hecho de que su condición de ser menor le impida gozar de ese derecho humano.
El adolescente no entendía muy bien por qué la autoridad le negaba su derecho humano a ser reconocido apropiadamente. Y aunque hoy sigue sin entender la razón del por qué se segrega a las infancias, decidió transitar el camino inicial: su cambio de nombre.
Para ello acudió a la instancia gubernamental para realizar el trámite, pues antes que todo se debe solicitar el acta de nacimiento primigenia. Este documento es la primera reproducción de dicho certificado, el cual permanece en resguardo de la autoridad. Una vez obtenido, se inicia el procedimiento para realizar el cambio de nombre, sin embargo, el género no puede ser modificado hasta que llegue la mayoría de edad.
En entrevista con este diario, Ruiz Jerónimo, titular del Juzgado Segundo de Puebla capital, compartió que al menos dos infancias han acudido a ese lugar con la intención de realizar su cambio de identidad de género. Sin embargo, señaló que no hay mucho que pueda hacerse más que interponerse un amparo constitucional.
Lo anterior, debido a que la SCJN reveló en marzo pasado el resultado de la acción de inconstitucionalidad 73/2021, el cual invalida el artículo 875 Ter, fracción II, del Código Civil para el Estado de Puebla, dejando fuera la obligatoriedad de ser mayor de edad para concretar el cambio de identidad de género.
En otras palabras, el máximo órgano judicial de la República Mexicana determinó que la autoridad poblana no puede impedir que personas menores a 18 años realicen este procedimiento, pues se argumentó que esto es violatorio al derecho humano a la identidad.
Por lo tanto, dado que la ley sigue sin ser transformada, la única vía que personas como Augusto tienen es mediante un amparo constitucional. Aunque gracias a la resolución de la Corte, el trámite sería procedente, el camino implica pagar una defensa jurídica, además de tener que acudir a los tribunales, entre otros pasos.
Desde la emisión de la sentencia de la SCJN, ningún amparo se ha interpuesto en la entidad, apuntó Ruiz Jerónimo. Sin embargo, hizo hincapié en que el Registro Civil poblano se encuentra listo para atender cualquier indicación judicial para llevar a cabo este trámite en menores de edad.
BRECHA PARA INFANCIAS
De acuerdo con Gabriela Chumacero, coordinadora del Grupo Transgénero Puebla, si bien esta medida fija un precedente, sigue siendo una brecha de accesibilidad para el respeto a la identidad de las infancias trans en el estado. Por ello, señala, es necesidad del Congreso legislar en la materia, pues el resto de autoridades, en este caso la Secretaría de Gobernación (Segob), ya se encuentran haciendo su trabajo.
Por su parte, Juan Alberto Corona Román, licenciado en Derecho y docente de la Universidad Iberoamericana Puebla, refirió en entrevista que la inacción del Legislativo se constituye como una práctica discriminatoria, según detalló la SCJN.
“Lo que tiene que hacer el Congreso es generar que este procedimiento sea ágil, expedito y de preferencia gratuito o de bajo costo. Las trabas siguen siendo el alto costo para acceder a la justicia en México a través de la vía de amparo, pues solamente pagando a alguien que conozca de Derecho”, precisó.
Es importante mencionar que, actualmente, las únicas entidades que permiten realizar este trámite son, para menores de 12 años en adelante: Morelos, Oaxaca, Ciudad de México, y sin límite de edad: Jalisco, Sinaloa y los consulados de México en el extranjero.
LA EXPERIENCIA DEL AMPARO
Tania Morales es mamá de Luis, una persona trans masculina de 18 años, quien logró en 2019 ser el primer infante en lograr el cambio legal de identidad de género, en la Ciudad de México, mediante un proceso de inconstitucionalidad.
En entrevista con El Sol de Puebla, Morales relató cómo vivió junto a su familia la experiencia de haber ganado el amparo que le brindó a su hijo el derecho a ser reconocido legalmente y de forma correcta.
“El día que Luis fue a tramitar su acta tenía 15 años y fue sólo a hacerlo (...) Se regresó solito en metro a la casa con su acta, muy feliz. Yo creo que la experiencia de Luis marcó su misma experiencia de un adolescente trans abriéndose camino en la vida (...) Él tuvo la tranquilidad de estar peleando por su nombre, nadie podía decirle que no era Luis, porque ahí estaba su nombre en un acta de nacimiento”, contó.
El juicio duró 10 meses, y aunque su hijo no tuvo que pisar jamás un juzgado, sí tuvo que experimentar diversos ataques contra su privacidad. Pese a que el juez encargado de su caso sabía que su nombre era distinto al registral, todos los citatorios y notificaciones tenían un nombre que ya no era el suyo.
A este tipo de acciones se le sumaron algunas trabas judiciales que pusieron en riesgo el procedimiento. Con mucha preocupación e incertidumbre, el camino se volvió complejo, pero nunca imposible. Tanto ella como su hijo sabían que tenían que darlo todo para lograrlo, pues reconocieron que su trabajo fijaría un precedente para otras infancias trans en todo el país, pues éste no era un camino andado en ese entonces.
“El derecho a la identidad es un derecho humano que tenemos todas las personas (...) y este derecho se aterriza en un documento que permite tener tu identidad frente al Estado, [por lo tanto] el Estado es el responsable de generar este documento (...) Cuando imponemos un nombre y un género a la persona y nos equivocamos en la imposición, el Estado debe corregir esa equivocación y no es obligación de la persona tener que convencer al Estado de ser quién soy”, señaló.
Y así fue. Una vez ganado el amparo, le concedieron su nueva acta de nacimiento con los datos correctos. Al respecto, la madre de Luis relató a este diario que a partir de entonces la vivencia de su hijo se modificó por completo, pues haber logrado el trámite le permitió enfocarse en accionar desde otra trinchera.
“Ahora podía pensar en otras muchísimas, que no solo tiene que ver con cómo la gente lo nombraba. Me parece que eso es algo muy importante, y decirlo para todas las personas trans, su nombre es fundamental y ser reconocido en tu acta de nacimiento es fundamental. Eso te permite pensar otras cosas, pensarte a ti, pensar lo que le quieres aportar al mundo, porque dejas de estar preocupado por buscar legalmente un reconocimiento de quién eres”, sostuvo.
Gracias a la sentencia emitida en el caso de Luis se fijó un precedente judicial en todo el país. Con ánimos de apoyar a otros, Morales decidió conformar una red de apoyo que específicamente acompañara a infancias trans y su familia, en todo el país. Así nació la Asociación por las Infancias Transgénero.
Como primer paso solidario, hicieron pública la decisión judicial que ayudó a su hijo, para ponerla al alcance de cualquiera que la necesitara y que pudiera ser utilizada en otras casas de justicia en todo el país. Gracias a ello, decenas de familias han recurrido a este instrumento para garantizar a los menores su derecho humano a ser identificados como desean.
Y aunque celebra que el amparo en su caso fue beneficioso, e inclusive que iniciativas como la Ley Agnes sean aprobadas en los congresos locales, no quita el dedo del renglón sobre la importancia de estandarizar un procedimiento en forma para que niñas y niños puedan lograrlo también.
FALTA POR HACER
Como parte de su incidencia comunitaria, Morales ha recibido a cerca de 700 familias e infancias trans tan sólo en estos cuatro años transcurridos. En corto el tiempo el progreso de la sociedad ha sido importante, pero con muchas deficiencias todavía.
Conforme el tópico se hace más visible entre los medios de convivencia, las vivencias trans se adhieren cada vez más a la cotidianidad, sin embargo, existen varias brechas que impiden el libre desarrollo de la personalidad en los infantes: “Antes ni siquiera se nombraba a las infancias trans (...) ahora las familias llegan con más claridad sobre lo que es la identidad de género (...) [aunque] sigue habiendo personas que llegan con resistencia”.
Lo que sigue siendo una constante es el tremendo sesgo de género que existe en estos casos. Actualmente, las personas trans femeninas siguen siendo más castigadas socialmente, precisamente por las prácticas machistas que se replican también hacia los menores.
“Si las familias piensan que socializan a una mujer y tienen comportamientos leídos o entendidos como masculinos, en realidad no está penado eso, entonces, es al contrario, dicen ‘Ay, mi hija es bien fuerte’, y entonces la gente no interpreta esas expresiones como una identidad de género. Sin embargo, cuando están socializando a alguien que piensan que es hombre y esa personita dice ‘Yo me llamo Elsa, me quiero vestir de princesa y usar tacones’ y se nombra en femenino, eso es mucho más penalizado socialmente”, subrayó.
En ese tenor, hace hincapié en que la identidad de género es un mero constructo social que actualmente está marcado por las percepciones individuales y colectivas, pero que no es obligado hacerlo de una cierta forma. Por ejemplo, a la asociación llegan niñas y niños menores de 12 años, que saben perfectamente quiénes son y cómo se identifican.
El problema muchas veces ocurre con las personas adolescentes, quienes debido a que durante un gran tiempo de su vida fueron socializadas de una cierta forma, sus estereotipos se encuentran arraigados de una manera contraria a lo que verdaderamente son. Por esa razón es importante desmitificar el género y sus expresiones, señaló.
Es decir, en muchos casos, se sigue pensando que la única forma de validarse como persona trans es mediante las modificaciones corporales, entre otros. Aunque asegura que si bien esto es una decisión que cada persona toma libremente, no es la única forma de hacerlo y las infancias deben tenerlo bien claro antes de llevar a cabo este procedimiento.
La activista reconoce que muchas de las familias que se encuentran en un suceso similar regularmente experimentan dudas, como fue el caso de Alejandro y Marisol, padres de Augusto. No obstante, esto no debe ser considerado como una sentencia de por vida, pues debe entenderse que el conocimiento aprendido –y desaprendido– es una expresión de amor y cariño.
Por último, compartió que las familias tienen miedo de que algo suceda con sus hijas e hijos, por lo que muchas veces la respuesta más común es posponer estos procesos o pensar en que es algo pasajero. Generalmente, se cree que al esperar para concretar una vivencia trans cuando se es mayor de edad, es una forma de impedir que algo malo suceda, no obstante, se está forzando a que los menores no vivan libremente, apunta Morales.
“Todos nuestros esfuerzos tienen que estar encausados a cambiar el mundo que les discrimina, que les genera violencia. Es para allá, no es contener a nuestros hijos e hijas, sino cambiar las estructuras sociales”, concluyó.