Un altar colocado en medio de su casa, en el cual resalta un ramo de flores y las imágenes religiosas que acompañan su fe católica, es el espacio donde Doña Margarita Mejía Ordaz, despide las cenizas de su hermano Lorenzo, quien, en los últimos 30 años había vivido como ilegal en Estados Unidos, pero el día 10 de abril falleció por complicaciones de Covid-19, tras luchar por varios años contra una enfermedad crónica-degenerativa.
Cuenta que hace dos días, su familia que es vecina de San Diego Cuachayotla, comunidad de San Pedro Cholula, recibió la urna que guarda los restos de su consanguíneo, de 52 años de edad, a los cuales dará santa sepultura y enterrará a un costado de la tumba de su mamá.
“Lorenzo era muy alegre, se fue a los Estados Unidos cuando tenía 22 años de edad, se fue porque iba por un mejor trabajo, aquí decía que ganaba muy poco haciendo tabiques y por eso se fue, primero estuvo en Los Ángeles y luego se fue a vivir con mis otros hermanos a Nueva York, donde siempre trabajó como ayudante de cocina”, señaló.
Convaleciente por una cirugía, a la cual recientemente fue sometida, Doña Margarita refiere que una vez concluya su recuperación, sepultará a Lorenzo, que fue el número 8 de 10 hermanos.
“Un tiempo lo creí muerto, porque por 15 años desapareció, dejó de hablarnos, no sabíamos nada de él, creí que había muerto, pero después por Facebook me contactó y me dijo que ya estaría de vuelta en Nueva York, aunque había enfermado, ya tenía diabetes”, sumó.
Mi hermano- continuó- no se casó, decía que no quería responsabilidad y aunque se le motivaba para que formara un hogar, no se animó.
Doña Margarita, tras observar la urna que guarda las cenizas de su hermano, externó que murió en un hospital el 10 de abril, un día después de haber ingresado a ese lugar de Nueva York y tres meses después recibió sus cenizas, gracias al apoyo del gobierno estadounidense y mexicano.
“Cuando nos enteramos que murió, porque se complicó su salud ya que recibía diálisis, le rezamos, le buscamos su madrina de cruz y ella le trajo su cruz y una vez que pueda salir lo enterraré junto a la tumba de nuestra madre”, reiteró.
Lorenzo era alegre, me hacía reír, me dedicaba canciones y era platicador, y así, siempre lo recordaré, finalizó Doña Margarita, de 56 años de edad.
