/ miércoles 1 de junio de 2022

Recuperación de inmuebles busca vincular a los poblanos con sus raíces históricas

El gobierno estatal recientemente recuperó los Lavaderos de Almoloya, el Jardín de las Trinitarias y el Convento Franciscano

El gobierno estatal busca recobrar la importancia del Barrio del Alto, un lugar clave en la fundación de la ciudad de Puebla. Entre los sitios con mayor relevancia histórica se encuentran los recién recuperados Lavaderos de Almoloya, el Jardín de las Trinitarias y el Convento Franciscano, que por más de dos siglos atestiguaron la evolución de la capital poblana. El objetivo es conectar a la población con las raíces históricas del lugar, mediante un audiovisual y una ruta turística sustentada.

Posterior a la recuperación de los poco más de ocho mil metros cuadrados que comprenden esos espacios, el Gobierno de Puebla dio a conocer que planea diseñar dos proyectos para informar a la población sobre los sucesos históricos que allí acontecieron.

De acuerdo con el historiador Alejandro Montiel Bonilla, actual encargado de la iniciativa de recuperación de los tres inmuebles, se trabajará a mediano plazo una pieza audiovisual que plasmará vivencias, relatos, pero sobre todo, datos históricos sobre dichos inmuebles. También se escribirá un libro y se ofrecerá una ruta para que los visitantes del lugar puedan entender la historia del polígono, de forma idéntica a lo que ocurrió en el pasado.

En entrevista con medios de comunicación, el funcionario extendió una invitación a la ciudadanía cuyo acercamiento individual o generacional con el lugar pueda ser constatado, ya sea mediante historias, narraciones o patrimonio tangible. El objetivo es que todas las vivencias se sumen a esta estrategia de difusión cultural.

Para ayudar a entender la relevancia histórica del terreno, que hasta hace semanas se encontraba restringido para el público en general, Montiel Bonilla compartió algunos antecedentes sobre el polígono y su papel indispensable en la fundación de la ciudad de Puebla, los cuales formarán parte de la próxima ruta histórica que se ofrecerá en la zona.

EL HALLAZGO QUE LO CAMBIÓ TODO

Posterior a su establecimiento como ciudad, hace poco más de medio milenio, Puebla se convirtió en un gran referente económico, político y cultural en la Nueva España. Sin temor a equivocarse, Montiel Bonilla señaló que el agua fue siempre el recurso insignia del territorio.

La primera merced de agua que se dio en la Angelópolis quedó a manos de los franciscanos, en 1535. Así, los primeros pozos se descubrieron en ese lugar y con ello, se pudo abastecer del recurso hídrico a hogares e inclusive industrias que se establecieron en la ciudad. A decir del historiador, la distribución del agua era de aproximadamente 390 litros por minuto, un dato impactante para esa época.

A diferencia de lo que hoy se vive, en ese entonces poseer una merced del líquido consistía en compartirla con el resto de la población. Por esa razón, los franciscanos, como poseedores del recurso, repartieron el agua sin distinción alguna.

Gracias a ello, la ciudad de Puebla se consolidó como un territorio colonial distinto, debido a que aquí convergieron indígenas y autoridades clericales en una sociedad articulada. Esto contribuyó a que el desarrollo de la demarcación se diera de forma acelerada y sostenible para las condiciones de esa época, apuntó el especialista.

LOS LAVADEROS DE ALMOLOYA

Las paredes de los Lavaderos de Almoloya, que según archivos históricos se erigieron a inicios del siglo XVIII, han sido testigos de innumerables acontecimientos que forjaron la historia e identidad de la capital poblana, pues fue aproximadamente hasta finales de los años 70 cuando dejaron de funcionar como lugar para asear prendas.

Nuevamente, dice Montiel Bonilla, se hace mención del agua en este lugar. La razón de ello no es poca cosa, pues gracias al líquido, limpio y puro, que brota del subsuelo en ese particular punto, fue que miles de familias poblanas a lo largo de la historia pudieron lavar su ropa.

Ahora bien, aunque quizás la tarea de tallar, enjabonar, enjuagar y secar prendas parezca algo sencillo y sin relevancia, en la Puebla antigua no era así. Acudir a los Lavaderos de Almoloya implicaba ser partícipe de un proceso de socialización muy importante en la comunidad.

Ahí se juntaron personas de diversas posiciones socioculturales y socioeconómicas de la época, con el objetivo de poder hablar con otros y enterarse de lo que sucedía en el territorio.

Una de esas historias fue la de la señora Luz del Carmen Sánchez Flores, una mujer poblana que acudió durante su infancia a los Lavaderos. Mediante su participación en el recorrido convocado por el gobierno estatal, doña Luz compartió su experiencia al acompañar a su tía, quien laboraba aseando prendas ajenas.

“Era muy pequeña (...) en esta área se tendía la ropa, era como campo (...) La ropa que no se secaba se las llevaban en cubetas de lámina, o venía una ‘volanta’, [que consistía] en una carreta con un burrito o caballo que se llevaba las cubetas [hasta] donde vivían las personas”, compartió.

JARDÍN DE LAS TRINITARIAS Y HORNOS DEL CONVENTO

Otro de los inmuebles que recientemente fueron recuperados por el gobierno estatal, fue el Jardín de las Trinitarias. Debajo de este espacio fueron enterradas distintas personas que formaron parte de la sociedad de esa época, pues el lugar sirvió como cementerio, tal como ocurre en otros puntos patrimoniales del país.

No obstante, al cuestionarlo sobre los detalles históricos de este espacio, Montiel Bonilla admitió que no existe un estudio todavía –al menos no uno al que tenga acceso el gobierno estatal–, en el que se plasme con detalle y referencia científica cuáles fueron concretamente los usos de ese particular punto.

“Todavía hay que hacer varias investigaciones acá (...) A mí me gustaría, hasta no tener esas investigaciones, no dar lugar a más especulaciones (...) Con mucha responsabilidad, como historiador de profesión quiero que mi discurso esté completamente referenciado”, señaló.

Por su parte, los vestigios del Convento Franciscano, que fue construido en 1535, forman parte también del polígono recuperado. El especialista afirmó que este es uno de los lugares más descuidados, pues desde su última intervención en los años 90, por personal del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), a la fecha, muy poco se hizo por su mantenimiento estando a manos de privados.

También ahí, se ubica un terreno que albergó hornos de talavera y ladrillos, los cuales fueron usados para construir dicho edificio religioso usado por los franciscanos. Actualmente, el lugar está dividido, pues una parte pertenece al estado y otra es propiedad privada y usada actualmente como inmueble habitacional.

Finalmente, el especialista comentó que el proceso de socialización con los privados que custodiaron los lugares rescatados, ha sido favorable, pues no ha habido ningún problema hasta el momento. Sin embargo, reiteró que la acción no busca ser autoritaria, sino más bien ser una forma de hacer valer la ley, con el objetivo de que haya una convivencia sana y pacífica.

El gobierno estatal busca recobrar la importancia del Barrio del Alto, un lugar clave en la fundación de la ciudad de Puebla. Entre los sitios con mayor relevancia histórica se encuentran los recién recuperados Lavaderos de Almoloya, el Jardín de las Trinitarias y el Convento Franciscano, que por más de dos siglos atestiguaron la evolución de la capital poblana. El objetivo es conectar a la población con las raíces históricas del lugar, mediante un audiovisual y una ruta turística sustentada.

Posterior a la recuperación de los poco más de ocho mil metros cuadrados que comprenden esos espacios, el Gobierno de Puebla dio a conocer que planea diseñar dos proyectos para informar a la población sobre los sucesos históricos que allí acontecieron.

De acuerdo con el historiador Alejandro Montiel Bonilla, actual encargado de la iniciativa de recuperación de los tres inmuebles, se trabajará a mediano plazo una pieza audiovisual que plasmará vivencias, relatos, pero sobre todo, datos históricos sobre dichos inmuebles. También se escribirá un libro y se ofrecerá una ruta para que los visitantes del lugar puedan entender la historia del polígono, de forma idéntica a lo que ocurrió en el pasado.

En entrevista con medios de comunicación, el funcionario extendió una invitación a la ciudadanía cuyo acercamiento individual o generacional con el lugar pueda ser constatado, ya sea mediante historias, narraciones o patrimonio tangible. El objetivo es que todas las vivencias se sumen a esta estrategia de difusión cultural.

Para ayudar a entender la relevancia histórica del terreno, que hasta hace semanas se encontraba restringido para el público en general, Montiel Bonilla compartió algunos antecedentes sobre el polígono y su papel indispensable en la fundación de la ciudad de Puebla, los cuales formarán parte de la próxima ruta histórica que se ofrecerá en la zona.

EL HALLAZGO QUE LO CAMBIÓ TODO

Posterior a su establecimiento como ciudad, hace poco más de medio milenio, Puebla se convirtió en un gran referente económico, político y cultural en la Nueva España. Sin temor a equivocarse, Montiel Bonilla señaló que el agua fue siempre el recurso insignia del territorio.

La primera merced de agua que se dio en la Angelópolis quedó a manos de los franciscanos, en 1535. Así, los primeros pozos se descubrieron en ese lugar y con ello, se pudo abastecer del recurso hídrico a hogares e inclusive industrias que se establecieron en la ciudad. A decir del historiador, la distribución del agua era de aproximadamente 390 litros por minuto, un dato impactante para esa época.

A diferencia de lo que hoy se vive, en ese entonces poseer una merced del líquido consistía en compartirla con el resto de la población. Por esa razón, los franciscanos, como poseedores del recurso, repartieron el agua sin distinción alguna.

Gracias a ello, la ciudad de Puebla se consolidó como un territorio colonial distinto, debido a que aquí convergieron indígenas y autoridades clericales en una sociedad articulada. Esto contribuyó a que el desarrollo de la demarcación se diera de forma acelerada y sostenible para las condiciones de esa época, apuntó el especialista.

LOS LAVADEROS DE ALMOLOYA

Las paredes de los Lavaderos de Almoloya, que según archivos históricos se erigieron a inicios del siglo XVIII, han sido testigos de innumerables acontecimientos que forjaron la historia e identidad de la capital poblana, pues fue aproximadamente hasta finales de los años 70 cuando dejaron de funcionar como lugar para asear prendas.

Nuevamente, dice Montiel Bonilla, se hace mención del agua en este lugar. La razón de ello no es poca cosa, pues gracias al líquido, limpio y puro, que brota del subsuelo en ese particular punto, fue que miles de familias poblanas a lo largo de la historia pudieron lavar su ropa.

Ahora bien, aunque quizás la tarea de tallar, enjabonar, enjuagar y secar prendas parezca algo sencillo y sin relevancia, en la Puebla antigua no era así. Acudir a los Lavaderos de Almoloya implicaba ser partícipe de un proceso de socialización muy importante en la comunidad.

Ahí se juntaron personas de diversas posiciones socioculturales y socioeconómicas de la época, con el objetivo de poder hablar con otros y enterarse de lo que sucedía en el territorio.

Una de esas historias fue la de la señora Luz del Carmen Sánchez Flores, una mujer poblana que acudió durante su infancia a los Lavaderos. Mediante su participación en el recorrido convocado por el gobierno estatal, doña Luz compartió su experiencia al acompañar a su tía, quien laboraba aseando prendas ajenas.

“Era muy pequeña (...) en esta área se tendía la ropa, era como campo (...) La ropa que no se secaba se las llevaban en cubetas de lámina, o venía una ‘volanta’, [que consistía] en una carreta con un burrito o caballo que se llevaba las cubetas [hasta] donde vivían las personas”, compartió.

JARDÍN DE LAS TRINITARIAS Y HORNOS DEL CONVENTO

Otro de los inmuebles que recientemente fueron recuperados por el gobierno estatal, fue el Jardín de las Trinitarias. Debajo de este espacio fueron enterradas distintas personas que formaron parte de la sociedad de esa época, pues el lugar sirvió como cementerio, tal como ocurre en otros puntos patrimoniales del país.

No obstante, al cuestionarlo sobre los detalles históricos de este espacio, Montiel Bonilla admitió que no existe un estudio todavía –al menos no uno al que tenga acceso el gobierno estatal–, en el que se plasme con detalle y referencia científica cuáles fueron concretamente los usos de ese particular punto.

“Todavía hay que hacer varias investigaciones acá (...) A mí me gustaría, hasta no tener esas investigaciones, no dar lugar a más especulaciones (...) Con mucha responsabilidad, como historiador de profesión quiero que mi discurso esté completamente referenciado”, señaló.

Por su parte, los vestigios del Convento Franciscano, que fue construido en 1535, forman parte también del polígono recuperado. El especialista afirmó que este es uno de los lugares más descuidados, pues desde su última intervención en los años 90, por personal del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), a la fecha, muy poco se hizo por su mantenimiento estando a manos de privados.

También ahí, se ubica un terreno que albergó hornos de talavera y ladrillos, los cuales fueron usados para construir dicho edificio religioso usado por los franciscanos. Actualmente, el lugar está dividido, pues una parte pertenece al estado y otra es propiedad privada y usada actualmente como inmueble habitacional.

Finalmente, el especialista comentó que el proceso de socialización con los privados que custodiaron los lugares rescatados, ha sido favorable, pues no ha habido ningún problema hasta el momento. Sin embargo, reiteró que la acción no busca ser autoritaria, sino más bien ser una forma de hacer valer la ley, con el objetivo de que haya una convivencia sana y pacífica.

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