La sequía en San Andrés Azumiatla, junta auxiliar del municipio de Puebla, ha orillado a los pobladores a abandonar sus campos de cultivo de maíz, pues la inversión para sembrar rebasa los 10 mil pesos, sin que la cosecha supere lo invertido.
Las tierras se ven áridas y son pocos los habitantes de esta comunidad que se aferran a continuar con el legado de generaciones atrás, pues, aunque ya no pueden comercializarlo, lo que recolectan es meramente para consumo de la familia.
EL SOL DE PUEBLA acudió a este lugar ubicado en la zona sur de la capital poblana, en donde el rezago social se hace presente. En su mayoría las calles se encuentran sin pavimentar, carecen de servicios básicos y a decir de los pobladores, el apoyo al campo es muy poco.
He ahí una problemática importante, pues, aunque la zona es rural, los terrenos se venden, se siembran de a poco o se abandonan, ya que los dueños prefieren emigrar a Estados Unidos para obtener mejores ingresos que los que dejaría la cosecha de maíz, que es lo que se acostumbra.
De acuerdo con Salomón Flores, campesino de la demarcación, anteriormente, cuando las lluvias eran más frecuentes podían vender costales de maíz, pues la gente solía hacer “tortillas de mano”, no obstante, el cambio climático trajo consigo la sequía y esto mermó de manera considerable sus ingresos desde hace más de cinco años.
Relató en entrevista con esta casa editorial que obtenían más de 200 costales por cosecha, sin embargo, actualmente llegan a conseguir un máximo de 50, lo que representa solo el 25 por ciento de sus ingresos anteriores.
Mencionó que su familia se integra por seis personas, de ellas, solo dos son las que siembran y buscan no descuidar sus tierras, pues requieren de mucho esfuerzo y paciencia.
“Hay algunas personas que ya no siembran por la cosa de que sale muy carísimo, como dicen, le van a meter harto gasto y a veces que no se da, mejor compran el maíz, compran otra cosa”, declaró.
COMPRAN TORTILLA EN LUGAR DE COSECHAR MAÍZ
El principal objeto de la siembra era para vender el maíz y que las mujeres pudieran hacer tortillas en casa, pero ante la poca cosecha, el mal pago y el clima (que no ayuda), las familias han cambiado sus hábitos, pues compran “tortillas de máquina”.
Algunos casos todavía optan por adquirir maíz a los pocos productores que cultivan la milpa o en otras juntas auxiliares, pues sale más barato que lo que implica sembrar las tierras que en su mayoría están alejadas del pueblo.
Según lo mencionó Salomón, las empresas se han percatado de ello, pues las tortillerías ofrecen su producto a domicilio, lo que genera que las mujeres –quienes aún se consideran como las encargadas de atender el hogar—compren y no inviertan más dinero por hacer las tortillas.
“Ya tenemos la oportunidad que ahora las mujeres compran tortilla, ya viene el tortillero casi diario… como a la una de la tarde, ya saben la hora en que come la gente porque a esa hora vienen los señores a vender la tortilla”, dijo.
LOS MÁS JÓVENES SON LOS QUE SE VAN
Son los más jóvenes los que se van a Estados Unidos, en donde buscan obtener una paga mayor a la que se tiene en México, pues incluso las tierras no dejan para que la gente “pueda salir adelante”.
Por una parte, ven que alimentar un predio es complicado debido a que los terrenos no tienen caminos para que los conecten con las vialidades y puedan llevar fertilizantes o pipas de agua que rondan entre los 550 y 750 pesos.
Esto dificulta el riego del campo y por ende esperan a que la lluvia sea la que riegue sus sembradíos, y aunque muchas veces ven llegar las nubes grises que alertan la lluvia, son contadas las que dejan caer el líquido vital.
Por tanto, aquellos que deberían ser una generación más que siembra dejan de lado las costumbres y buscan un trabajo en otros lados, ya sea en un nuevo país o en el mismo estado, pero una labor que no esté relacionada con la agricultura.
Filemón Rojas, de 53 años de edad, a quien todavía se le puede ver quitar la yerba de los surcos de las milpas, reconoció que es complicado que la gente quiera sembrar, pues por más que tengan terrenos, esto no les garantiza una forma de sobrevivir.
Por ello es que muchos habitantes ya se fueron “del otro lado”, puesto que por más que inviertan no pueden obtener ingresos de la tierra, pues los predios se ubican en zonas rocosas como la de él, lo que no les permite sembrar.
A esto se le suma que no hay apoyo al campo, ya que, si bien han buscado programas del gobierno en favor de las cosechas, no se han obtenido. O se les da a unos cuantos, pero la realidad es que no solo unos son los que lo necesitan, sino más familias que buscan que su terreno viva y les dé frutos.
“Aunque yo quiero (sembrar), pero no puedo, porque hay que acarrear agua, con un burrito no voy a acabar de echarla”, expuso.
BUSCAN SEMBRAR NUEVAS ESPECIES PARA OBTENER INGRESOS
Tras el panorama que parece no tener un buen camino, un grupo de ejidatarios le han apostado a cambiar el giro de las tierras, pues buscan sembrar Maguey, Pitahayas y algunas especies que no necesiten de líquido constante.
Emigdio Pérez Cruz, presidente del Consejo de Vigilancia de Ejidatarios en San Andrés Azumiatla, comentó que al ver que no obtenían buenos resultados con sus tierras se acercaron al programa Federal “Sembrando Vida”. Ahí les dieron la idea de poner en marcha nuevos proyectos, entre ellos la venta de pitahaya.
Al ser una fruta cactácea resiste a las sequías que se viven en esta zona sur de la capital poblana, por lo que entre ellos han comprado varios ejemplares y los han sembrado en sus tierras, tan solo en la de él, que ronda en los 3 mil metros cuadrados, se plantaron 150 pitahayas.
También algunos magueyes y en una parte más todavía un poco de maíz para no perder la costumbre de sus ancestros.
“Tenemos como 150 piezas de pitahaya. Es una fruta que pues esperamos nos ayude a los ingresos, parece que es de a poco, pero vamos a aguantar porque no hay de otra. Tenemos que buscarle para poder salir adelante”, añade.
Como si esto fuera poco les han enseñado a hacer fertilizantes naturales con abono de gallinas o animales de granja que se conocen en la región y así gastar lo menos posible en la inversión a las tierras.
Si bien hay quienes ya no quieren sembrar, todavía unos cuantos, como Leonel, de 15 años, buscarán continuar con los cultivos como sus abuelos le han enseñado, pues por ahora cuida de sus cabras y toros, pero en un futuro le pondrá su mayor esfuerzo para tener mejores cosechas.
Es así que la fe y esperanzas de los pobladores de Azumiatla se han puesto en este nuevo giro, en el que esperan que poco a poco dé frutos y que se puedan adaptar a un clima que consideran engañoso, pero que deja como resultado tierras sin vida.