/ miércoles 30 de marzo de 2022

Trabajadoras domésticas: La vida laboral sin acceso a prestaciones ni seguridad social

97% de las trabajadoras domésticas carece de certeza laboral

La falta de seguridad social, de prestaciones y el hecho de no tener un contrato de por medio para realizar la relación laboral, son los principales problemas a los que se han enfrentado Zelandia, Marisela, Angélica y Olga, mujeres que se han dedicado por más de una década a ser trabajadoras domésticas. No lo hicieron por gusto, sino porque fue la actividad que les permitió obtener ingresos económicos para apoyar al gasto familiar sin dejar de atender a sus hijos.

En el marco del Día Internacional de las Trabajadoras Domésticas, conmemorado este 30 de marzo, las entrevistadas coinciden en que se necesita tener “buena suerte” para encontrar un trabajo en donde se les brinde, al menos, un trato humano y un salario acorde a las labores que realizan, ya que la regulación de esta actividad todavía no se consolida, a pesar de que en el año 2019 se hicieron reformas a la Ley Federal del Trabajo para, supuestamente, beneficiarlas.

Aseguran que regularmente las mujeres que “trabajan en casas” tienen una doble jornada porque realizan la limpieza de sus hogares y también deben cumplir con las tareas que les asignan en las viviendas donde prestan sus servicios, las cuales pueden ir desde la limpieza y preparación de alimentos hasta el cuidado de niños, adultos mayores o mascotas. En algunos casos, asientan, cuidan de los hijos de sus patrones al grado de pasar más tiempo con ellos que con los suyos.

TRABAJO DE PLANTA, VIVIR CON OTRA FAMILIA

Marisela tenía 21 años cuando uno de sus familiares la recomendó para trabajar haciendo limpieza en una casa de Bosques de las Lomas, en la Ciudad de México. Es el único trabajo que ha tenido en su vida y prácticamente se ha convertido en su segundo hogar, ya que ahí vive de lunes a viernes y solo visita a su esposo y a su hijo los fines de semana, en su natal San Matías Tlalancaleca, Puebla.

La mujer de 43 años recuerda que la etapa más difícil fue cuando tuvo que dejar a su hijo de cinco años al cuidado de su esposo, ya que desde ese momento empezó a convivir más con las niñas que tenía a cargo que con su propio niño.

“Después de que me alivié, la señora con la que trabajo me dio permiso de llevármelo, lo tenía en el trabajo conmigo, pero ya cuando tuvo que ir al preescolar mi esposo y yo decidimos que estuviera con él para que lo llevara allá a la escuela. La familia de mi esposo nos ha ayudado mucho porque prácticamente ellos lo cuidaron mientras yo estaba trabajando en México. Cuando me tuve que desprender de él se me partió el corazón”, narra.

Añadió que las niñas que ha tenido a su cuidado prácticamente podrían ser sus hijas. Las ha visto crecer y, en consecuencia, se ha encariñado con ellas: “Ellas también me aprecian, ya son señoritas y se despiden de mí o me saludan con cariño, porque yo las cuidé”.

En su testimonio, las trabajadoras del hogar señalan como gran problema la falta de un contrato para su labor. Foto: Mayra Flores | El Sol de Puebla

Explica que nunca ha pensado en dejar de trabajar porque considera bien remunerada su labor, ya que actualmente gana 3 mil 600 pesos a la semana y tiene la oportunidad de descansar sábado y domingo, mientras que otras compañeras tienen menos días para visitar a sus familiares, trabajos más pesados y ganan menos.

“A mí me pagan solo por hacerme cargo de una planta (un nivel) de la casa donde estoy, que son las recámaras. Lavo ropa, la plancho y guardo, además de cuidar a una niña que tiene síndrome de down porque yo la llevo a sus terapias. No siento que sea pesado. Hay compañeras que trabajan en otras casas y hacen más cosas por menos sueldo o solo descansan cada quince días”, subraya.

Mari, como le dicen de cariño, señaló que el trabajo doméstico es mejor remunerado en la Ciudad de México que en Puebla, por eso no ha pensado en cambiar de trabajo y se ha acostumbrado a ver a su familia solo unos días a la semana.

TRABAJAR POR HORAS PARA NO DEJAR A LA FAMILIA

Zelandia Zavala Romero y Angelica Méndez Pineda tienen 52 y 49 años de edad, respectivamente. Ambas son trabajadoras domésticas, pero no están “de planta” en una casa, sino que laboran de entrada por salida en varias viviendas de San Martín Texmelucan y Puebla a fin de poder combinar el cuidado de sus hijos con el trabajo y tener distintas fuentes de ingreso.

La señora Zela, como le dicen de cariño, platica que cuando fue soltera trabajó unos años en la Ciudad de México cuidando a un niño y haciendo labores del hogar, después se casó y regresó a vivir con su esposo a su natal San Felipe Teotlalcingo; sin embargo, al cabo de unos años se separaron y ella se quedó a cargo de sus hijos, de ocho y cuatro años, por lo que volvió a buscar trabajo.

“Empecé trabajando en la casa de un doctor que ya murió. Me levantaba temprano para pasar a hacer el quehacer de mi casa, luego a las cinco de la mañana ya estaba lavando para pasar a dejar tendida mi ropa y dejarles de desayunar a mis hijos, los pasaba a dejar a la escuela y me iba a trabajar, ya cuando salía llegaba a darles de comer, a hacer el quehacer que me faltara”, revela.

Recuerda que en ese entonces empezó ganando 90 pesos al día y ahora cobra 300 pesos diarios, ya que comienza a trabajar a las nueve de la mañana y no tiene horario de salida porque “depende de a qué hora termine de limpiar la casa, barrer, trapear, limpiar vidrios, muebles, lavar trastes, asear baños y cocina”.

La mujer comenta que a veces se preocupa porque está consciente de que en algún momento ya no va a poder realizar sus actividades y en todo el tiempo que ha sido trabajadora doméstica no ha tenido seguridad social, no podrá pensionarse y tampoco tiene contratos que le aseguren una liquidación o finiquito cuando deje de prestar sus servicios.

“Mis hijos me han dicho que ya no trabaje, ahora ya están grandes, ya se casaron y yo vivo sola, pero no quiero dejar de trabajar porque el dinero no alcanza y mientras pueda tener algo seguro voy a hacerlo, ahorita trabajo en cuatro casas, una diario (…) si a mí me pidieran opinar qué necesito, yo pediría que (los empleadores) sí nos apoyen más en cuestiones de salud, porque por lo mismo de no comer a nuestras horas para apurarle al quehacer, ya luego nos enfermamos y no tenemos seguro”, manifiesta.

Por su parte, la señora Angélica narra que hace quince años comenzó a ser trabajadora doméstica para apoyar a su esposo en los gastos del hogar y de la educación de sus tres hijos.

“Rentábamos y ya no nos alcanzaba, luego conseguimos un terrenito y nos embarcamos para pagarlo a plazos. Por eso empecé a trabajar y gracias a Dios entre el trabajo de mi esposo y el mío lo pagamos, hicimos nuestra casita y pudimos con los gastos de mis hijos”, comparte orgullosa.

Expresa que actualmente gana 150 pesos por una jornada de cuatro horas de limpieza, aunque en otra casa le dan 250 pesos por trabajar siete horas. En ninguna tiene seguridad social y solo uno de sus patrones le paga aguinaldo y le ayuda con los gastos médicos cuando ella o alguien de su familia se enferma.

“El seguro sí nos hace falta porque, por ejemplo, hace un mes mi esposo se enfermó y como ni él ni yo tenemos (afiliación al IMSS) pues no tuve de otra más que llevarlo a un particular y sí nos salió caro que lo atendieran. Uno de mis patrones sí me ayudó con algo de los gastos, pero fue difícil”, apunta.

Angélica dice que ella se siente orgullosa de su trabajo y aunque no cuenta con prestaciones, contrato y seguridad social, no ha pensado en dejarlo porque le permite atender a su esposo y a su nieta de cinco años, ya que se las dejaron a su cuidado.

“Cuando mis hijos estaban chiquitos me los llevaba en bicicleta a la escuela, de ahí me iba a trabajar y ellos me alcanzaban en el trabajo para irnos juntos a la casa. Sí fue complicado y ahora ya están grandes, pero una de mis hijas me dejó a mi nieta y por ella sigo trabajando. Ahora pido permisos o me doy mis mañas para llevarla a ella a la escuela y cuidarla”, destaca.

Sus salarios van desde los 250 a los 300 pesos al día. Foto: Mayra Flores | El Sol de Puebla

LAS LEYES NO SE CUMPLEN, SON “COMO UN SUEÑO”

Olga Lidia Macuil Coyotl tiene 44 años y 15 de ellos los ha dedicado a ser trabajadora doméstica. En el marco de la conmemoración señala que, aunque las autoridades han hecho su trabajo para mejorar las condiciones laborales del gremio, al final todas las leyes se quedan en papel si los patrones no están dispuestos a reconocerlas.

“Puede haber muchas leyes, como la de la seguridad social, pero si los patrones no valoran el trabajo que nosotras hacemos, pues que tengamos un trabajo más digno y mejor pagado, suena como a un sueño, no sé qué más podría hacer el gobierno, más bien es lo que hagan quienes nos contratan”, señala.

Sostiene que el trabajo doméstico que ha realizado en colonias como Zavaleta, Lomas de Angelópolis, Bugambilias y Camino Real a Cholula, en la zona metropolitana de Puebla, le ha permitido sacar adelante a sus cuatro hijos; sin embargo, ha sido difícil encontrar buenas ofertas de trabajo ya que hace tiempo debía combinar sus horarios laborales con el cuidado de su familia.

“En Lomas de Angelópolis trabajé como ocho años. Iba cuatro días a la semana a hacer todo. Desde limpieza, lavar ropa, planchar, pero la verdad deje de ir porque solo me daban 280 pesos diarios por un horario de nueve de la mañana a cinco de la tarde y era una casa de tres pisos. Entonces sí era mucho trabajo. Me descansaban días festivos, pero no me pagaban, un día de plano dije: ‘me voy a acabar mis pulmones y no me va a alcanzar ni para el doctor’”, enfatiza.

Macuil considera que el principal problema al que se enfrentan las trabajadoras del hogar es la falta de contratos, ya que la mayoría presta sus servicios sin establecer las condiciones laborales por escrito y por eso los patrones las despiden injustificadamente, las suspenden por temporadas o no les pagan lo acordado.

“Yo no sabía que se podía hacer un contrato. Ahora ya lo sé, pero muchas veces los patrones piensan que nosotras abusamos de eso, cuando no es así. Yo entiendo que hay quienes han tenido malas experiencias, a la mejor les han robado o lo que sea, pero no quiere decir que todas somos iguales, así como ellos, hay patrones buenos y otros que abusan porque nos pagan poco”, finaliza.

EL TRABAJO DOMÉSTICO EN CIFRAS

En 1988, en Bogotá, Colombia, se instituyó el 30 de marzo como el día internacional de las trabajadoras del hogar para colocar en la agenda pública su situación de discriminación y violaciones a sus derechos laborales; sin embargo, a 34 años de distancia todavía existe una brecha amplia para su acceso a condiciones de trabajo dignas.

De acuerdo con la última Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), en nuestro país existen 2.5 millones de personas empleadas en el trabajo doméstico y el 96.7 por ciento de ellas lo hace en la informalidad.

La misma encuesta refiere que el 47 por ciento de las mujeres empleadas en el sector percibe un salario mínimo, es decir, máximo 172.87 pesos; además, un 75 por ciento no cuenta con prestaciones laborales.

De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), de cada 100 mujeres dedicadas a labores del hogar 99 lo hace sin un contrato escrito de por medio, solo cuatro de cada 100 tienen seguridad social y 28 de cada cien perciben prestaciones como aguinaldo y vacaciones.

Datos del instituto refieren que un 75 por ciento, es decir, la mayoría de las mujeres empleadas en el sector, tienen entre 30 y 60 años de edad y su escolaridad promedio es de 8.2 años, es decir, el equivalente al segundo grado de secundaria.

Lo anterior, a pesar de que en 2019 el Senado de la República aprobó reformas a la Ley Federal del Trabajo para que este grupo goce de derechos laborales básicos como tiempo definido de trabajo, días de descanso, vacaciones pagadas, salario mínimo y acceso a la seguridad social, incluida la protección por maternidad.

La falta de seguridad social, de prestaciones y el hecho de no tener un contrato de por medio para realizar la relación laboral, son los principales problemas a los que se han enfrentado Zelandia, Marisela, Angélica y Olga, mujeres que se han dedicado por más de una década a ser trabajadoras domésticas. No lo hicieron por gusto, sino porque fue la actividad que les permitió obtener ingresos económicos para apoyar al gasto familiar sin dejar de atender a sus hijos.

En el marco del Día Internacional de las Trabajadoras Domésticas, conmemorado este 30 de marzo, las entrevistadas coinciden en que se necesita tener “buena suerte” para encontrar un trabajo en donde se les brinde, al menos, un trato humano y un salario acorde a las labores que realizan, ya que la regulación de esta actividad todavía no se consolida, a pesar de que en el año 2019 se hicieron reformas a la Ley Federal del Trabajo para, supuestamente, beneficiarlas.

Aseguran que regularmente las mujeres que “trabajan en casas” tienen una doble jornada porque realizan la limpieza de sus hogares y también deben cumplir con las tareas que les asignan en las viviendas donde prestan sus servicios, las cuales pueden ir desde la limpieza y preparación de alimentos hasta el cuidado de niños, adultos mayores o mascotas. En algunos casos, asientan, cuidan de los hijos de sus patrones al grado de pasar más tiempo con ellos que con los suyos.

TRABAJO DE PLANTA, VIVIR CON OTRA FAMILIA

Marisela tenía 21 años cuando uno de sus familiares la recomendó para trabajar haciendo limpieza en una casa de Bosques de las Lomas, en la Ciudad de México. Es el único trabajo que ha tenido en su vida y prácticamente se ha convertido en su segundo hogar, ya que ahí vive de lunes a viernes y solo visita a su esposo y a su hijo los fines de semana, en su natal San Matías Tlalancaleca, Puebla.

La mujer de 43 años recuerda que la etapa más difícil fue cuando tuvo que dejar a su hijo de cinco años al cuidado de su esposo, ya que desde ese momento empezó a convivir más con las niñas que tenía a cargo que con su propio niño.

“Después de que me alivié, la señora con la que trabajo me dio permiso de llevármelo, lo tenía en el trabajo conmigo, pero ya cuando tuvo que ir al preescolar mi esposo y yo decidimos que estuviera con él para que lo llevara allá a la escuela. La familia de mi esposo nos ha ayudado mucho porque prácticamente ellos lo cuidaron mientras yo estaba trabajando en México. Cuando me tuve que desprender de él se me partió el corazón”, narra.

Añadió que las niñas que ha tenido a su cuidado prácticamente podrían ser sus hijas. Las ha visto crecer y, en consecuencia, se ha encariñado con ellas: “Ellas también me aprecian, ya son señoritas y se despiden de mí o me saludan con cariño, porque yo las cuidé”.

En su testimonio, las trabajadoras del hogar señalan como gran problema la falta de un contrato para su labor. Foto: Mayra Flores | El Sol de Puebla

Explica que nunca ha pensado en dejar de trabajar porque considera bien remunerada su labor, ya que actualmente gana 3 mil 600 pesos a la semana y tiene la oportunidad de descansar sábado y domingo, mientras que otras compañeras tienen menos días para visitar a sus familiares, trabajos más pesados y ganan menos.

“A mí me pagan solo por hacerme cargo de una planta (un nivel) de la casa donde estoy, que son las recámaras. Lavo ropa, la plancho y guardo, además de cuidar a una niña que tiene síndrome de down porque yo la llevo a sus terapias. No siento que sea pesado. Hay compañeras que trabajan en otras casas y hacen más cosas por menos sueldo o solo descansan cada quince días”, subraya.

Mari, como le dicen de cariño, señaló que el trabajo doméstico es mejor remunerado en la Ciudad de México que en Puebla, por eso no ha pensado en cambiar de trabajo y se ha acostumbrado a ver a su familia solo unos días a la semana.

TRABAJAR POR HORAS PARA NO DEJAR A LA FAMILIA

Zelandia Zavala Romero y Angelica Méndez Pineda tienen 52 y 49 años de edad, respectivamente. Ambas son trabajadoras domésticas, pero no están “de planta” en una casa, sino que laboran de entrada por salida en varias viviendas de San Martín Texmelucan y Puebla a fin de poder combinar el cuidado de sus hijos con el trabajo y tener distintas fuentes de ingreso.

La señora Zela, como le dicen de cariño, platica que cuando fue soltera trabajó unos años en la Ciudad de México cuidando a un niño y haciendo labores del hogar, después se casó y regresó a vivir con su esposo a su natal San Felipe Teotlalcingo; sin embargo, al cabo de unos años se separaron y ella se quedó a cargo de sus hijos, de ocho y cuatro años, por lo que volvió a buscar trabajo.

“Empecé trabajando en la casa de un doctor que ya murió. Me levantaba temprano para pasar a hacer el quehacer de mi casa, luego a las cinco de la mañana ya estaba lavando para pasar a dejar tendida mi ropa y dejarles de desayunar a mis hijos, los pasaba a dejar a la escuela y me iba a trabajar, ya cuando salía llegaba a darles de comer, a hacer el quehacer que me faltara”, revela.

Recuerda que en ese entonces empezó ganando 90 pesos al día y ahora cobra 300 pesos diarios, ya que comienza a trabajar a las nueve de la mañana y no tiene horario de salida porque “depende de a qué hora termine de limpiar la casa, barrer, trapear, limpiar vidrios, muebles, lavar trastes, asear baños y cocina”.

La mujer comenta que a veces se preocupa porque está consciente de que en algún momento ya no va a poder realizar sus actividades y en todo el tiempo que ha sido trabajadora doméstica no ha tenido seguridad social, no podrá pensionarse y tampoco tiene contratos que le aseguren una liquidación o finiquito cuando deje de prestar sus servicios.

“Mis hijos me han dicho que ya no trabaje, ahora ya están grandes, ya se casaron y yo vivo sola, pero no quiero dejar de trabajar porque el dinero no alcanza y mientras pueda tener algo seguro voy a hacerlo, ahorita trabajo en cuatro casas, una diario (…) si a mí me pidieran opinar qué necesito, yo pediría que (los empleadores) sí nos apoyen más en cuestiones de salud, porque por lo mismo de no comer a nuestras horas para apurarle al quehacer, ya luego nos enfermamos y no tenemos seguro”, manifiesta.

Por su parte, la señora Angélica narra que hace quince años comenzó a ser trabajadora doméstica para apoyar a su esposo en los gastos del hogar y de la educación de sus tres hijos.

“Rentábamos y ya no nos alcanzaba, luego conseguimos un terrenito y nos embarcamos para pagarlo a plazos. Por eso empecé a trabajar y gracias a Dios entre el trabajo de mi esposo y el mío lo pagamos, hicimos nuestra casita y pudimos con los gastos de mis hijos”, comparte orgullosa.

Expresa que actualmente gana 150 pesos por una jornada de cuatro horas de limpieza, aunque en otra casa le dan 250 pesos por trabajar siete horas. En ninguna tiene seguridad social y solo uno de sus patrones le paga aguinaldo y le ayuda con los gastos médicos cuando ella o alguien de su familia se enferma.

“El seguro sí nos hace falta porque, por ejemplo, hace un mes mi esposo se enfermó y como ni él ni yo tenemos (afiliación al IMSS) pues no tuve de otra más que llevarlo a un particular y sí nos salió caro que lo atendieran. Uno de mis patrones sí me ayudó con algo de los gastos, pero fue difícil”, apunta.

Angélica dice que ella se siente orgullosa de su trabajo y aunque no cuenta con prestaciones, contrato y seguridad social, no ha pensado en dejarlo porque le permite atender a su esposo y a su nieta de cinco años, ya que se las dejaron a su cuidado.

“Cuando mis hijos estaban chiquitos me los llevaba en bicicleta a la escuela, de ahí me iba a trabajar y ellos me alcanzaban en el trabajo para irnos juntos a la casa. Sí fue complicado y ahora ya están grandes, pero una de mis hijas me dejó a mi nieta y por ella sigo trabajando. Ahora pido permisos o me doy mis mañas para llevarla a ella a la escuela y cuidarla”, destaca.

Sus salarios van desde los 250 a los 300 pesos al día. Foto: Mayra Flores | El Sol de Puebla

LAS LEYES NO SE CUMPLEN, SON “COMO UN SUEÑO”

Olga Lidia Macuil Coyotl tiene 44 años y 15 de ellos los ha dedicado a ser trabajadora doméstica. En el marco de la conmemoración señala que, aunque las autoridades han hecho su trabajo para mejorar las condiciones laborales del gremio, al final todas las leyes se quedan en papel si los patrones no están dispuestos a reconocerlas.

“Puede haber muchas leyes, como la de la seguridad social, pero si los patrones no valoran el trabajo que nosotras hacemos, pues que tengamos un trabajo más digno y mejor pagado, suena como a un sueño, no sé qué más podría hacer el gobierno, más bien es lo que hagan quienes nos contratan”, señala.

Sostiene que el trabajo doméstico que ha realizado en colonias como Zavaleta, Lomas de Angelópolis, Bugambilias y Camino Real a Cholula, en la zona metropolitana de Puebla, le ha permitido sacar adelante a sus cuatro hijos; sin embargo, ha sido difícil encontrar buenas ofertas de trabajo ya que hace tiempo debía combinar sus horarios laborales con el cuidado de su familia.

“En Lomas de Angelópolis trabajé como ocho años. Iba cuatro días a la semana a hacer todo. Desde limpieza, lavar ropa, planchar, pero la verdad deje de ir porque solo me daban 280 pesos diarios por un horario de nueve de la mañana a cinco de la tarde y era una casa de tres pisos. Entonces sí era mucho trabajo. Me descansaban días festivos, pero no me pagaban, un día de plano dije: ‘me voy a acabar mis pulmones y no me va a alcanzar ni para el doctor’”, enfatiza.

Macuil considera que el principal problema al que se enfrentan las trabajadoras del hogar es la falta de contratos, ya que la mayoría presta sus servicios sin establecer las condiciones laborales por escrito y por eso los patrones las despiden injustificadamente, las suspenden por temporadas o no les pagan lo acordado.

“Yo no sabía que se podía hacer un contrato. Ahora ya lo sé, pero muchas veces los patrones piensan que nosotras abusamos de eso, cuando no es así. Yo entiendo que hay quienes han tenido malas experiencias, a la mejor les han robado o lo que sea, pero no quiere decir que todas somos iguales, así como ellos, hay patrones buenos y otros que abusan porque nos pagan poco”, finaliza.

EL TRABAJO DOMÉSTICO EN CIFRAS

En 1988, en Bogotá, Colombia, se instituyó el 30 de marzo como el día internacional de las trabajadoras del hogar para colocar en la agenda pública su situación de discriminación y violaciones a sus derechos laborales; sin embargo, a 34 años de distancia todavía existe una brecha amplia para su acceso a condiciones de trabajo dignas.

De acuerdo con la última Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), en nuestro país existen 2.5 millones de personas empleadas en el trabajo doméstico y el 96.7 por ciento de ellas lo hace en la informalidad.

La misma encuesta refiere que el 47 por ciento de las mujeres empleadas en el sector percibe un salario mínimo, es decir, máximo 172.87 pesos; además, un 75 por ciento no cuenta con prestaciones laborales.

De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), de cada 100 mujeres dedicadas a labores del hogar 99 lo hace sin un contrato escrito de por medio, solo cuatro de cada 100 tienen seguridad social y 28 de cada cien perciben prestaciones como aguinaldo y vacaciones.

Datos del instituto refieren que un 75 por ciento, es decir, la mayoría de las mujeres empleadas en el sector, tienen entre 30 y 60 años de edad y su escolaridad promedio es de 8.2 años, es decir, el equivalente al segundo grado de secundaria.

Lo anterior, a pesar de que en 2019 el Senado de la República aprobó reformas a la Ley Federal del Trabajo para que este grupo goce de derechos laborales básicos como tiempo definido de trabajo, días de descanso, vacaciones pagadas, salario mínimo y acceso a la seguridad social, incluida la protección por maternidad.

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