Pese a sufrir diabetes e hipertensión, Alberto Torres Álvarez venció al Covid-19, enfermedad que lo llevó a permanecer intubado durante 15 días. El virus le elevó la glucosa a 600 mg, causándole un coma diabético que casi le cuesta la vida.
El pronóstico estaba en su contra. Con 70 años de edad y las características clínicas que presentaba, la vulnerabilidad era mayor. La Covid no cedió y atacó sus pulmones de manera severa en tan solo seis días.
Saber que fue un sobreviviente de esta pandemia, lo dejó muy sensible, no solo en sus órganos, sino también en el aspecto emocional. Librar una enfermedad que ha cobrado la vida de más de 9 mil poblanos, lo marcó para siempre. Constantemente, el dolor emocional lo invade provocando que por momentos se le quiebre la voz conforme relata su historia.
El originario del municipio de Tepeaca, vive a unas calles del santuario del Niño Doctor, una de las imágenes más veneradas del país, y a quien don Alberto le atribuye esta segunda oportunidad de vida. A pesar de su avivada fe, no dejó de lado su agradecimiento por los médicos que lo atendieron durante su batalla.
Recuerda que cuando lo dieron de alta del Hospital de Traumatología y Ortopedia, el día estaba lluvioso, pero para él, fue uno de los momentos más importantes de su vida. “Es como volver a nacer. Le imploré al Señor de los enfermos y le dije: nunca te he pedido nada, pero gracias por dejarme renacer después de tanto dolor. A pesar de que ese día las calles se habían inundado, yo veía todo muy bonito”, compartió sumamente conmovido.
“ME QUIERO MORIR”, PIDIÓ ANTE LOS DOLORES CAUSADOS POR LA ENFERMEDAD
Antes de vencer la enfermedad, el miedo se hizo presente en don Alberto. Cuando ingresó, le tocó ver a dos pacientes que habían fallecido a causa de la Covid y fue en ese momento que sus esperanzas de salir con vida se vinieron abajo. “Cuando ingresé, un señor de 48 años había fallecido, y a los minutos murió una jovencita. Cuando escuché eso pensé: me voy a morir, yo tengo 70 años”.
Antes de ser intubado estuvo cuatro días en observación. Estos fueron los momentos más estresantes para él, pues un minuto era como una eternidad. Conforme se prolongaba el tiempo se intensificaba el dolor pulmonar. Estar incomunicado de su esposa, la señora María Mercedes Ramales, abundó a su desesperación. “Cuando entras quedas completamente incomunicado (…) recuerdo que al cuarto día le dije al doctor, ya no aguanto, me quiero morir. Y ellos me dijeron, no señor, estamos aquí para curarlo”.
La ansiedad, el dolor torácico y la dificultad para respirar, le provocaron dolores insoportables que a la fecha no encuentra con qué compararlo. El sufrimiento era tal, que en ese momento pensó que la muerte sería mejor que aguantar la agonía.
Incluso, en reiteradas ocasiones pasó por su mente en escaparse del hospital, pero sus piernas apenas reaccionaban, sus brazos estaban intervenidos con agujas conectadas a sueros, su pecho estaba monitoreado por aparatos médicos, mientras que la mascarilla de oxígeno hacía lo propio para mantenerlo estable. En su delirio se imaginó corriendo afuera de la unidad. Posteriormente perdió el conocimiento.
PENSÓ EN EMPEÑAR SU CASA PARA PAGAR LA HOSPITALIZACIÓN
Mientras esto sucedía, los ahorros que con esfuerzo había juntado con su esposa se acabaron al cabo de siete días. A las dos semanas de estar hospitalizado, la preocupación de la pareja ahora era económica. Y es que cuando Alberto recibió la noticia de que ya sería dado de alta, lo primero que pasó por su mente fue la deuda que había contraído.
“Después de la intubación tardé una semana en reaccionar. Los médicos me indicaron qué medicamentos que me iban a administrar, pero eran muy caros. Se compraron y los poquitos ahorros que tenía se me fueron. Yo le pregunté al doctor: ´oiga, cuánto debo de la hospitalización, seguramente han de ser varios miles de pesos, pero déjeme hablar con mi esposa para que empeñe la casa´. Pero cuando el doctor me dijo que no me iban a cobrar lo del hospital, ahí fue cuando sentí otro alivio”, recordó.
A UN MES DE CUMPLIR UN AÑO MÁS DE VIDA
A pesar de su esfuerzo, el señor Alberto se quiebra en llanto al saber que estuvo a punto de no llegar a su cumpleaños número 71, sin embargo, las lágrimas de tristeza se convierten en sollozos de tener la fortuna de estar a unas semanas de abrazas un año más junto a su inseparable esposa.
“Me siento afortunado y agradecido con el Niño Doctor por no abandonarme. También es una oportunidad para decirle a la población que sean más responsable, porque esta es una enfermedad muy dolorosa y mortal. Cada que me acuerdo de lo que viví me pongo muy triste, pero gracias a Dios, me dio fortaleza para salir adelante. Y le pediría a la gente que por favor, no lo tome a la ligera y que recapacite para cuidarnos entre todos”, finalizó.