BUENOS AIRES. Los argentinos acuden este día a votar en unas elecciones primarias enmarcadas en un delicado escenario económico, con severos desequilibrios monetarios y fiscales, una inflación desbordada, pobreza en alza y la omnipresente espada de Damocles que supone el pesado endeudamiento con el Fondo Monetario Internacional.
Unos 35.4 millones de argentinos están llamados a votar en unas elecciones clave para definir el rumbo de la carrera hacia las presidenciales de octubre.
De estos comicios saldrán las fórmulas presidenciales y las listas de candidatos a senadores y diputados nacionales que podrán competir en la elección del 22 de octubre, para lo cual deberán obtener el domingo al menos el 1.5 por ciento de los votos.
Pero, además, los resultados de la primaria dejarán en claro cuál es la real tendencia del electorado, en apariencia polarizado entre el frente gobernante Unión por la Patria (peronista) y la coalición opositora Juntos por el Cambio (centroderecha), pero que en esta elección cuenta con un amplio menú de otras opciones.
Para estas primarias hay récord de candidatos inscritos: 27 fórmulas de presidente y vicepresidente -ambos cargos son electivos en Argentina-, tres mil 782 aspirantes a una banca de diputado y 386 para el Senado.
INFLACIÓN ASFIXIANTE
Sin oxígeno para funcionar, la segunda mayor economía suramericana tiende a paralizarse, hasta el punto de que consultores privados vaticinan que el PIB caerá este año tres por ciento, desde una expansión del cinco por ciento en 2022.
"La economía exhibe un deterioro muy importante, no sólo desde el punto de vista de los indicadores económicos, monetarios y fiscales, sino también los sociales. Todos los indicadores dan cuenta del estado de fragilidad en el que se encuentra la economía actualmente", explica Leonardo Piazza, director de la consultora LP Consulting.
Uno de los más preocupantes es la inflación, con un índice de precios al consumidor que se situó en el 115.6 por ciento interanual en junio y que, según proyecciones privadas, acumulará este año un alza del 141 por ciento , la tasa más alta desde la hiperinflación de 1989-1990, un fantasma que pesa, y mucho, entre los votantes.
De acuerdo con la última edición del Monitor de Humor Social y Político que elaboran las consultoras D'Alessio IROL y Berensztein, la evaluación de la situación económica es negativa (75 por ciento considera que está peor o mucho peor que en 2022) y la inflación permanece como la principal preocupación, relegando a un segundo lugar la inseguridad por hechos de delincuencia.
Con este "humor" irán a las urnas los argentinos, quienes, aun con una tasa de desempleo del 6.9 por ciento-una de las más bajas en décadas-, cobran salarios erosionados por la inflación, lo que explica que, incluso con trabajo, muchos sean parte de ese 40 por ciento de la población argentina catalogada como pobre.
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El flagelo de la inflación es una señal emergente de los severos desequilibrios fiscales y monetarios de Argentina, que sin acceso a los mercados internacionales de deuda tras el colosal cese de pagos de 2001, por años ha financiado su déficit con emisión monetaria.
El acuerdo de marzo de 2022 con el FMI para refinanciar deudas contraídas en 2018 por unos 45 mil millones de dólares, pese a sus exigentes metas, no ha logrado corregir aún los desequilibrios.