/ lunes 20 de julio de 2020

"Recuerdo el cuerpo de un hombre corpulento encima de mí, no me dejaba respirar", era su tío abuelo que abusaba de ella

Con cinco años de edad Lauda conoció el infierno al ser víctima de violación durante casi una década

“Siempre me tocaba. Recuerdo el cuerpo de un hombre corpulento encima de mí, no me dejaba respirar. Le rogaba que no lo hiciera”, así es como Laura de 53 años de edad, recuerda los abusos de los que a diario fue víctima por parte de su tío abuelo desde los 5 años de edad, situación que también sufrió su hermana mayor sin que pudieran decir nada a nadie, pues era el secreto de la familia. Hoy Laura ha sanado su corazón y tras casarse y tener a sus dos hijas, la alegría regresó a su vida.

Laura, nombre ficticio para proteger la identidad e integridad de la víctima, era la hermana más chica de 10 hijos. Ella junto con su familia, vivían en la Sierra Norte; sus padres de oficio campesinos, solventaban los gastos de la casa con las ventas de la cosecha; por cuestiones económicas o de enfermedad, muchas veces tenían que trasladarse a la ciudad de Puebla, donde se auxiliaban de la tía abuela.

A sus dos años y para recibir la atención médica por la enfermedad que en ese entonces padecía, Laura tuvo que quedarse al cuidado de la tía abuela, con quien lejos de tener protección, amor y cariño, tuvo una vida de infierno, y es que ahí, con su tío abuelo, cuando cumplió 5 años, comenzaron los abusos de los que fue víctima casi una década.

“Yo me quedé con ella (tía abuela) desde los 2 años y a los 5 años él (tío abuelo) empezó a abusarme. Recuerdo que siempre me tocaba, recuerdo el cuerpo de un hombre de 1.70 metros de altura, corpulento y encima de mí, que no me dejaba respirar, tengo esos vagos recuerdos. Fue una situación que se volvió parte de la vida cotidiana”, narró Laura para El Sol de Puebla.

Con la valentía de una sobreviviente y con el fin de alertar a otras personas, a través de su experiencia, Laura siguió contando su terrible experiencia, y es que a pesar de que a los 8 años tuvo una cama separada al cuarto de los tíos abuelos, en la sala- comedor, las agresiones sexuales en su contra no pararon. Aunque su tía abuela se imaginaba lo que ocurría, siempre hubo omisión ante los hechos.

“Él se despertaba en la madrugada y me iba a tocar, ella despertaba y le preguntaba qué haces y él le decía que se había cortado, que se iba a echar alcohol o que se había sentido mal; algo se inventaba, pero la realidad es que me estaba tocando. Hubo complicidad y esto lo empeora más. La hija de ellos vivía en México y cuando mi tía la iba a visitar, se ausentaba hasta una semana o los días que ella estuviera de viaje; el abuso era diario, prácticamente me volvía la mujer del señor y yo desde mis 5 años, rogándole que no lo hiciera”, recordó la entrevistada, quien aún tiene muy presente cómo su agresor la marraba de la cintura con unas corbatas para que no pudiera evitar la violación, aunque ella gritara que la dejara.

Pequeña, vulnerable y sin entender el porqué estaba ahí y no con su familia, Laura siempre calló por miedo a que no le creyeran, y a que su depredador la matara a ella, a su tía abuela, o incluso a su madre, ya que bajo esa amenaza la tenía sometida.

“Cuando se es niño, se es más vulnerable y únicamente se calla por miedo. Llegué a sentirme sucia, eran sentimientos encontrados, incluso llegó el momento en el que ponía mi mente en blanco, no pensaba y dejaba que simplemente pasara. Hasta que cumplí 11 años me tuve que ir a México, no recuerdo el porqué, pero en ese entonces no tenía voz, ni voto, todo era ‘cállate niña´, no esto, no lo otro, era la arrimada, la sirvienta”, compartió la hoy madre de dos hijas.

Sin embargo, su vida no cambió en nada al llegar a la casa de su tía, hija de su tía abuela. Ahí, ahora los primos, principalmente uno de ellos, la obligaba a tocarlo y verlo cómo se masturbaba; tres años después, sus padres la reclamaron, creándose un conflicto con la tía abuela que decía haber generado derechos sobre Laura, ya que la “cuidó” y la mantuvo.

Aunque la madre de la víctima no se atrevía a luchar por ella, por miedo y pena de reclamarle a quien siempre la “ayudó”, el padre de Laura insistió, hasta que logró regresarla a casa. Pese a lo anterior, los hechos nunca fueron denunciados.

“En aquellos años, en el tema sexual no había tanta apertura como ahora, todo se basaba más en la religión, casi todo era pecado, esto era como el secreto de la familia, era algo que me estaba pasando y no tenía que saberlo nadie, era motivo de vergüenza. Nunca lo hablé en la escuela, yo sentía que algo me habían quitado, como si me hubieran arrebatado el valor que tenía como ser humano y más porque me ocurrió desde niña, y por parte de familiares que se supone, te debían proteger”, explicó la declarante, quien recordó que su madre, poco antes de morir, le pidió perdón por haberle faltado carácter para reclamar sobre lo sucedido, no solo con ella, sino también con su hermana la mayor, y es que a su decir, la pobreza siempre los llevaba al mismo lugar, con la tía abuela.

Con más años, Laura se refugió en el cristianismo, donde sintió renovado su corazón y trató de entender que todo ser humano tiene su propia maldad y su lado obscuro; aun así debía superarlo, pues al igual que ella, otras mujeres habían sido víctimas de abuso infantil y también habían logrado sobrevivir.

“Hoy que soy una mujer adulta y que por alguna razón platico con otras mujeres, de cinco mujeres con las que te sientas, resulta que tu vida es tan parecida a la de tres que están ahí. Tuve una amiga de 65 años que me dijo que ella fue abusada por su papá desde los 8 años; se lo dijo a su mamá y no le creyó, entonces a los 16 se buscó al primer hombre que le pasó enfrente y se fue con él. Ahora es su esposo, pero de verdad, también fue algo terrible, el papá le compraba las pastillas anticonceptivas y aun cuando ella ya estaba casada, él iba a buscarla para pedirle que tuvieran relaciones, obvio ella se negó. Entonces te das cuenta que el tema de la violación es amplio, pero cuando se da desde la infancia, es todavía más lacerante porque los niños no hablan, y menos de eso, pocos niños se atreven a hablar de eso, realmente estamos bajo la amenaza”, contó la entrevistada, quien hizo un llamado a los padres de familia.

Por un lado, la víctima y sobreviviente pide a los padres a vigilar a sus hijos, ponerles atención, creerles y cuidarlos aún de sus propios familiares, y por el otro, pide a las mujeres abusadas que busquen ayuda, que traten de superarlo, porque así como ella lo hizo, otras más pueden hacerlo.

Finalmente, dijo no creer en las instituciones de justicia ya que en el Ministerio Público las revictimizan y casi, casi, quieren que vayan moribundas para tomarles su declaración o levantar la denuncia por violencia familiar, como lo fue con su hija, la cual fue golpeada por su esposo, por lo anterior, considera que aún hay mucho trabajo que hacer en las instituciones de procuración de justicia, en el tema de la violencia contra las mujeres.




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“Siempre me tocaba. Recuerdo el cuerpo de un hombre corpulento encima de mí, no me dejaba respirar. Le rogaba que no lo hiciera”, así es como Laura de 53 años de edad, recuerda los abusos de los que a diario fue víctima por parte de su tío abuelo desde los 5 años de edad, situación que también sufrió su hermana mayor sin que pudieran decir nada a nadie, pues era el secreto de la familia. Hoy Laura ha sanado su corazón y tras casarse y tener a sus dos hijas, la alegría regresó a su vida.

Laura, nombre ficticio para proteger la identidad e integridad de la víctima, era la hermana más chica de 10 hijos. Ella junto con su familia, vivían en la Sierra Norte; sus padres de oficio campesinos, solventaban los gastos de la casa con las ventas de la cosecha; por cuestiones económicas o de enfermedad, muchas veces tenían que trasladarse a la ciudad de Puebla, donde se auxiliaban de la tía abuela.

A sus dos años y para recibir la atención médica por la enfermedad que en ese entonces padecía, Laura tuvo que quedarse al cuidado de la tía abuela, con quien lejos de tener protección, amor y cariño, tuvo una vida de infierno, y es que ahí, con su tío abuelo, cuando cumplió 5 años, comenzaron los abusos de los que fue víctima casi una década.

“Yo me quedé con ella (tía abuela) desde los 2 años y a los 5 años él (tío abuelo) empezó a abusarme. Recuerdo que siempre me tocaba, recuerdo el cuerpo de un hombre de 1.70 metros de altura, corpulento y encima de mí, que no me dejaba respirar, tengo esos vagos recuerdos. Fue una situación que se volvió parte de la vida cotidiana”, narró Laura para El Sol de Puebla.

Con la valentía de una sobreviviente y con el fin de alertar a otras personas, a través de su experiencia, Laura siguió contando su terrible experiencia, y es que a pesar de que a los 8 años tuvo una cama separada al cuarto de los tíos abuelos, en la sala- comedor, las agresiones sexuales en su contra no pararon. Aunque su tía abuela se imaginaba lo que ocurría, siempre hubo omisión ante los hechos.

“Él se despertaba en la madrugada y me iba a tocar, ella despertaba y le preguntaba qué haces y él le decía que se había cortado, que se iba a echar alcohol o que se había sentido mal; algo se inventaba, pero la realidad es que me estaba tocando. Hubo complicidad y esto lo empeora más. La hija de ellos vivía en México y cuando mi tía la iba a visitar, se ausentaba hasta una semana o los días que ella estuviera de viaje; el abuso era diario, prácticamente me volvía la mujer del señor y yo desde mis 5 años, rogándole que no lo hiciera”, recordó la entrevistada, quien aún tiene muy presente cómo su agresor la marraba de la cintura con unas corbatas para que no pudiera evitar la violación, aunque ella gritara que la dejara.

Pequeña, vulnerable y sin entender el porqué estaba ahí y no con su familia, Laura siempre calló por miedo a que no le creyeran, y a que su depredador la matara a ella, a su tía abuela, o incluso a su madre, ya que bajo esa amenaza la tenía sometida.

“Cuando se es niño, se es más vulnerable y únicamente se calla por miedo. Llegué a sentirme sucia, eran sentimientos encontrados, incluso llegó el momento en el que ponía mi mente en blanco, no pensaba y dejaba que simplemente pasara. Hasta que cumplí 11 años me tuve que ir a México, no recuerdo el porqué, pero en ese entonces no tenía voz, ni voto, todo era ‘cállate niña´, no esto, no lo otro, era la arrimada, la sirvienta”, compartió la hoy madre de dos hijas.

Sin embargo, su vida no cambió en nada al llegar a la casa de su tía, hija de su tía abuela. Ahí, ahora los primos, principalmente uno de ellos, la obligaba a tocarlo y verlo cómo se masturbaba; tres años después, sus padres la reclamaron, creándose un conflicto con la tía abuela que decía haber generado derechos sobre Laura, ya que la “cuidó” y la mantuvo.

Aunque la madre de la víctima no se atrevía a luchar por ella, por miedo y pena de reclamarle a quien siempre la “ayudó”, el padre de Laura insistió, hasta que logró regresarla a casa. Pese a lo anterior, los hechos nunca fueron denunciados.

“En aquellos años, en el tema sexual no había tanta apertura como ahora, todo se basaba más en la religión, casi todo era pecado, esto era como el secreto de la familia, era algo que me estaba pasando y no tenía que saberlo nadie, era motivo de vergüenza. Nunca lo hablé en la escuela, yo sentía que algo me habían quitado, como si me hubieran arrebatado el valor que tenía como ser humano y más porque me ocurrió desde niña, y por parte de familiares que se supone, te debían proteger”, explicó la declarante, quien recordó que su madre, poco antes de morir, le pidió perdón por haberle faltado carácter para reclamar sobre lo sucedido, no solo con ella, sino también con su hermana la mayor, y es que a su decir, la pobreza siempre los llevaba al mismo lugar, con la tía abuela.

Con más años, Laura se refugió en el cristianismo, donde sintió renovado su corazón y trató de entender que todo ser humano tiene su propia maldad y su lado obscuro; aun así debía superarlo, pues al igual que ella, otras mujeres habían sido víctimas de abuso infantil y también habían logrado sobrevivir.

“Hoy que soy una mujer adulta y que por alguna razón platico con otras mujeres, de cinco mujeres con las que te sientas, resulta que tu vida es tan parecida a la de tres que están ahí. Tuve una amiga de 65 años que me dijo que ella fue abusada por su papá desde los 8 años; se lo dijo a su mamá y no le creyó, entonces a los 16 se buscó al primer hombre que le pasó enfrente y se fue con él. Ahora es su esposo, pero de verdad, también fue algo terrible, el papá le compraba las pastillas anticonceptivas y aun cuando ella ya estaba casada, él iba a buscarla para pedirle que tuvieran relaciones, obvio ella se negó. Entonces te das cuenta que el tema de la violación es amplio, pero cuando se da desde la infancia, es todavía más lacerante porque los niños no hablan, y menos de eso, pocos niños se atreven a hablar de eso, realmente estamos bajo la amenaza”, contó la entrevistada, quien hizo un llamado a los padres de familia.

Por un lado, la víctima y sobreviviente pide a los padres a vigilar a sus hijos, ponerles atención, creerles y cuidarlos aún de sus propios familiares, y por el otro, pide a las mujeres abusadas que busquen ayuda, que traten de superarlo, porque así como ella lo hizo, otras más pueden hacerlo.

Finalmente, dijo no creer en las instituciones de justicia ya que en el Ministerio Público las revictimizan y casi, casi, quieren que vayan moribundas para tomarles su declaración o levantar la denuncia por violencia familiar, como lo fue con su hija, la cual fue golpeada por su esposo, por lo anterior, considera que aún hay mucho trabajo que hacer en las instituciones de procuración de justicia, en el tema de la violencia contra las mujeres.




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