Mucho se especula sobre el origen del árbol de Navidad, pues la Biblia también contiene un espacio dedicado para este tema, de la mano de Jeremías en el siglo VII A.C. en la que incluso refiere que "las costumbres de los pueblos son vanidad".
En el fragmento de texto hace referencia a un leño adornado con plata y oro, que es fijado con clavos y martillo, acción a la que califica de vanidad por adorar “objetos sin valor”, tradición que incluso le atribuye a los paganos.
Jeremías reprueba que se celebre eso, en vez de venerar a “el Dios verdadero”, cabe señalar que el árbol de Navidad no existía como lo conocemos en la actualidad, pero dichas líneas podrían ser una prueba de que esta podría ser una costumbre ancestral.
Esta costumbre se une a la de los babilonios, pues la de los paganos consistía en cortar un árbol para adornarlo, mientras que con los babilonios acostumbraban dejar regalos debajo del mismo.
Incluso un cristiano que respondía al nombre de Tertuliano llegó a criticar los cultos romanos-paganos, imitados por diversas personas, otros más optaron por la opción de colgar laureles en las puertas de las casas y encender luminarias para las fiestas de diciembre.
Por su parte, los romanos adornaron las calles durante la época conocida como “los Santurales”, aunque eran los celtas quienes adornaban robles con frutas y velas, especialmente durante el solsticio de invierno, pues buscaban la forma de reanimar el árbol, en busca del regreso del sol y la vegetación.
En cuanto al cristianismo se refiere, esta costumbre de adoptó y modificó desde sus raíces paganas, luego de que no se pudo erradicarlas, se cuenta que en siglo VIII existía un roble consagrado a Thor en el centro de Alemania en el que cada año durante el solsticio de invierno, se le ofrecía un sacrificio.
Fue un misionero quien un día decidió talar el árbol ante los ojos de los lugareños, para posteriormente leer el Evangelio y ofrecerle a la gente un abeto, que era considerado un árbol de paz, además de que representaba la vida eterna debido a que sus hojas siempre son verde, además de que su copa señala al cielo.
Es desde entonces que se acostumbre talar abetos durante la Navidad, aunque en algún tiempo se optó por colgarlos en los techos, incluso cuentan que fue Marín Lutero quien puso unas velas sobre las ramas, porque centellaban como la noche invernal.
Actualmente dos ciudades bálticas se disputan el mérito de erigir un árbol de Navidad en una plaza pública Tallin en Estonia Y Riga en Letonia, ciudades que hasta la fecha realizan ceremonias de encendido que año con año reúnen a miles de personas.
