Santa Matilde o Matilde de Ringelheim fue esposa del rey Enrique I, una mujer caracterizada por la humildad, la paciencia y por su generosidad por aquellos que tenían menos que ella. La celebración de su santo ocurre cada 14 de marzo al ser en esta fecha, pero del año 968 cuando falleció.
Su historia es una muy conocida, no solo por la forma en que entregó su vida para ayudar a otros y la devoción que tenía para la religión, también por los conflictos dentro de su familia.
Matilde nació en el año 895 en Engern, Westfalia, una región de lo que ahora es Alemania, era descendiente del conde Dietrich y su madre era condesa de Reinhilde de Dinamarca, pero fue confiada al cuidado de su abuela paterna, quien decidió llevarla al convento de Erfut, donde era la abadesa.
En el lugar, ella aprendió a ser caritativa con otros y ayudar a quienes más lo necesitaban, por lo que la piedad comenzó a caracterizarla.
Enrique, duque de Sajonia, conocido por su gusto por la caza y la guerra, en una de sus expediciones decidió ingresar al convento, en donde vio por primera vez a Matilde y quedó enamorado de su belleza como su virtud, por lo que se casaron en el año de 909.
Su esposo logró grandes victorias en batalla, por lo que fue nombrado como rey. Enrique I adjudicó a Matilde parte de sus victorias al afirmar que las consiguió gracias a las oraciones de su esposa.
Matilde aprovechó su posición para ser generosa con las personas que le rodeaban, por lo que solía gastar gran parte de su fortuna en repartirla a los pobres. Enrique I confiaba en ella y nunca cuestionó sus actos durante los 27 años de matrimonio que vivieron hasta la muerte del monarca en 936.
De su matrimonio nacieron cinco hijos: Otto, quien sucedió a su padre en el trono; Enrique, Duque de Baviera; Bruno I, arzobispo de Colonia, Gerberga, esposa de Luis IV, rey de Francia, y Hedwig, madre de rey Hugo Capeto.
Los hijos de Santa Matilde y la importancia en su historia
Al llegar al poder Otto, su hermano Enrique decidió rebelarse al también querer ser el rey. En medio de sus discusiones, Otto creyó que su madre Matilde estaba a favor de Enrique, por lo que decidió expulsarla del palacio.
Ella decidió retirarse a un convento en donde se dedicó a rezar por la reconciliación de sus hijos, algo que ocurrió años después, aunque solo para comenzar a juzgarla debido a que ambos tenían dudas sobre la herencia que había dejado su padre.
Los hijos culparon a Matilde de esconder parte de la herencia que les correspondía y no creyeron que la utilizaba para ayudar a los pobres. Después, las desgracias comenzaron a llegar a los dos hermanos al sucederles cosas negativas sin motivo aparente, por lo que decidieron acudir y perdonar a su madre en busca de respuestas.
Algunos señalan que el conflicto concluyó cuando, tras uno de sus viajes, Otto regresaba al pueblo cuando vio a una mujer besar el piso por donde él pasaba. Al preguntar qué quién era esa mujer extraña descubrió que se trataba de Matilde, por lo que decidió perdonarla.
Durante sus últimos años, Santa Matilde decidió mantener sus trabajos de repartir lo que tenía con los más necesitados, además de fundar diversos conventos. Rodeada de sus hijos y nietos falleció el 14 de marzo de 968 y sus restos fueron colocados junto a los de Enrique I.
