La tecnología, el glamur y las tradiciones convergieron el sábado en el Autódromo del Miguel E. Abed de Amozoc, Puebla, que gracias a la llegada de la Fórmula E vistió por primera vez en 12 años sus mejores galas.
Si al evento, o mejor dicho al campeonato mundial eléctrico le hacían falta calor y color, el mariachi apareció en el garaje para dárselo, rompiendo la concentración máxima de ingenieros y directores de equipo trabajando a contrarreloj para tener sus coches a punto para la primera de dos rondas en tierra de Ángeles y la sombra de los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl, luego de una calificación donde los pilotos debieron de emplearse a fondo porque Puebla en nada se parecía a las siete carreras pasadas del mundial.
Para muestra la sorpresa en la grilla, donde Pascal Wehrlein sorprendió a los líderes y favoritos quedándose con la pole y tres puntos buenos para tratar de trepar del sitio 12 de la clasificación a por lo menos los primeros 10 puestos del mundial.
Si los alerones delanteros de más de un auto necesitaban de trabajo, éstos pasaron a segundo término cuando los mecánicos se volvieron uno más de los fanáticos o de los mirones paseando en el paddock para grabar el color de México, representado con sones y danzantes de la sierra norte de Puebla.
Sí, pocas veces la Fórmula E ve “algo igual” en su mundial amigable con el medio ambiente, pero falto de ambiente.
Aunque seguramente el paso del campeonato mundial eléctrico por México dejará su influencia y haga reflexionar a más de uno en la necesidad de las energías renovables cuando el mundo en apariencia se dirige a una escena sacada de la zaga Mad Max.
Si alguien dudaba del poder de la electricidad, quedaron perplejos cuando los 24 pilotos de la grilla pasaron de 0 a 10 en cuestión de segundos.
Si alguien dudaba del poder de la electricidad el sábado en el Miguel E. Abed, los presentes quedaron perplejos cuando los 24 pilotos de la grilla pasaron de 0 a 10 en cuestión de segundos.
