/ lunes 31 de julio de 2023

Guardabosques de San Rafael Ixtapalucan: ejemplo vivo de organización para enfrentar tala e incendios

El fuego y la inseguridad son los principales riesgos que afrontan los guardabosques, pero el más complicado es el segundo porque no cuentan con armas para defenderse.

Un día a la semana, Misael Dávalos, Guillermo Espinosa y Carlos Aguilar acuden al bosque de San Rafael Ixtapalucan, junta auxiliar del municipio de Tlahuapan, para protegerlo de la tala clandestina, los incendios forestales y en ocasiones ayudar a los turistas que llegan a extraviarse entre sus veredas. Estos tres hombres forman parte del grupo de guardabosques que el ejido de aquella localidad integra cada año para cuidar de las más de 2 mil hectáreas forestales con las que cuentan.

Desde hace aproximadamente 25 años, los ejidatarios de la comunidad, colindante con el Estado de México, decidieron organizarse para hacerle frente a las diversas amenazas que tienen los recursos naturales y así surgió la actividad de los guardabosques, que se realiza de forma voluntaria y con capacitación por parte de la Comisión Nacional Forestal (Conafor).

En el marco del Día Mundial del Guardabosque, conmemorado este 31 de julio, algunos de los hombres que desempeñan este trabajo compartieron con El Sol de Puebla las estrategias que han implementado para proteger las tres especies de pino que abundan en su territorio, así como la variedad de fauna, de entre la cual destaca la luciérnaga.

Pobladores dedican un día para ser guardabosques y cumplir responsabilidad social

En Ixtapalucan cada año la autoridad ejidal designa diversos grupos de trabajo para tareas relacionadas con el cuidado forestal, de tal forma que 35 ejidatarios son seleccionados para efectuar labores de vigilancia y atención a incendios, otros 16 para labores preventivas, como el trazo y mantenimiento de brechas cortafuego, y 15 más para atender el vivero, en donde se producen las plantas para las jornadas de reforestación.

Este modelo de organización surgió a partir de los problemas de tala clandestina que afectaron en gran medida la zona forestal hace más de 25 años, ya que el bosque cuenta con una gran cantidad de pino, que es de las maderas más comerciales y, por lo tanto, de las más buscadas por los talamontes.

Guardabosques encienden el fogón para calentar sus tortillas y comida durante su jornada. Foto: Bibiana Díaz | El Sol de Puebla


Por lo anterior, los ejidatarios decidieron construir una caseta para controlar el acceso a la zona forestal que tienen a cargo, organizarse para cerrar el paso a los talamontes con la construcción de bordos en los caminos y edificar una torre en una zona estratégica para detectar a tiempo el inicio de “la chamusquina”, que es el término que usan para referirse al inicio de un incendio.

Los 35 guardabosques se organizan para trabajar jornadas de 24 horas, en grupos de cinco, ya que de esta forma logran vigilar durante las 24 horas del día y los 365 días del año. Previo a que comiencen funciones reciben una capacitación por parte de la Conafor o la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) y, regularmente, ya estando en funciones acceden a una segunda.

“Somos más de 400 ejidatarios y a todos nos toca participar, entonces de alguna manera, por el orden de lista, ya sabemos más o menos cuándo nos tocará prestar el servicio y nos vamos organizando en nuestros trabajos, por ejemplo, yo le avisé a mi patrón que los lunes no puedo trabajar porque estoy en esto todo el día”, explicó el señor Guillermo, quien ejerce el oficio de albañil.

Su compañero Misael Dávalos tiene 69 años y ha sido guardabosque en cuatro ocasiones. Comentó que la mayoría de los ejidatarios son adultos mayores, sin embargo, esto no les impide cumplir con sus actividades de cuidado forestal porque han ganado experiencia y conocen perfectamente los caminos y áreas que integran su ejido.

“La mayoría son personas grandes, es raro que haya jóvenes porque a muchos no les interesa el campo o el trabajo que es cuidar los árboles, prefieren trabajos menos pesados, muchos por eso no quieren el título de ejidatario, porque saben que hay que trabajar duro, pero aún así sacamos adelante el trabajo”, dijo.

Cuestionados sobre los beneficios económicos de su labor como guardabosques, explicaron que no reciben un salario, pero todos los ejidatarios en algún momento prestan este servicio porque tienen presente que si cuidan del bosque entonces puede ser sustentable y la autoridad federal permite realizar aprovechamientos, cuyas utilidades se reparten equitativamente entre los miembros del ejido.

¿Qué hacen los guardabosques?

La jornada de los 35 guardabosques comienza a las ocho de la mañana, indistintamente del día que les toque cubrir la labor, ya que reciben las llaves de la caseta y los vehículos con los que comienzan a recorrer parte de la zona forestal, aunque siempre uno o dos de ellos se quedan a cargo de controlar el acceso, con la pluma instalada en el inmueble.

Guardabosques identifican donde reforzar líneas cortafuegos para enfrentar incendios. Foto: Bibiana Díaz | El Sol de Puebla

“La pluma nos sirve para tener control de quien entra al bosque, cuando son extraños pues les preguntamos a dónde van y vamos viendo qué tanto se tardan, a veces cuando ya es tarde y no regresan pues vamos a buscarlos porque sí ha habido algunos que se han perdido. Los que son de aquí del pueblo pues los dejamos pasar porque a veces van a pasear o a sus terrenos y cuando van por leña nos dicen y les pedimos que nos enseñen su permiso de la comisaría”, explicó Carlos Aguilar.

Agregó que durante el día se reúnen en dos ocasiones en la caseta. Para almorzar y comer cada uno lleva algún guisado y tortillas que calientan en un fogón que han adaptado para tal fin. Después de cada comida retoman los recorridos en otras zonas del bosque hasta llegar la noche.

“Ya en la tarde ya es otra vigilancia porque ya hay más turistas, más ahora que viene la temporada de la luciérnaga, entonces vamos viendo que no dejen basura, que no tengan fogatas prendidas en donde no deben porque luego se van y no las apagan bien y por eso empiezan los incendios”, advirtió.

Añadió que los recorridos también sirven para ubicar aquellas brechas cortafuego que necesitan mantenimiento, para notificarlo al grupo dedicado a esta tarea, así como para verificar que los bordos construidos en los caminos no estén afectados por la lluvia.

“Hay unos bordos que se hacen en algunos caminos porque por ahí podrían entrar los talamontes del lado del Estado de México. Entonces nos sirven para que no puedan pasar con los camiones, pero hay que revisar que no los quiten o el agua los deslave”, acotó.

Otro aspecto que supervisan es el cuidado de la fauna, ya que en su territorio hay especies como los conejos de campo, el gato montés, ardillas, coyotes y gran variedad de aves, de tal forma que cuidan que no haya gente haciéndoles daño o buscando cazarlos.

Para realizar todas estas labores, los guardabosques cuentan con vehículos y herramientas aportadas por la comisaría ejidal. También portan camisola y casco amarillo que los identifican como tal.

“En la noche nos dormimos a ratos en la caseta pero estamos pendientes por si pasa algo, más en los meses de abril a junio, que es cuando hay sequía y luego hay incendios que empiezan en la noche. En esos meses a veces hasta nos quedamos a dormir en el torreón y subimos a revisar que todo esté bien. Cuando vemos que empieza una chamusquina luego luego avisamos por radio a los compañeros y vamos a apagarla”, destacó el señor Misael.

Los guardabosques indicaron que su jornada concluye un minuto antes de las ocho de la mañana del siguiente día, cuando otro grupo de ejidatarios llega a relevarlos y se les dan a conocer las novedades de la jornada, sobre todo si hubo algún incendio.

Guardabosques de San Rafael Ixtapalucan son diferentes todos los días porque así lo acordaron. Foto: Bibiana Díaz | El Sol de Puebla

Incendios e inseguridad, los peores enemigos

El fuego y la inseguridad son los principales aspectos a afrontar por los guardabosques, sin embargo, consideran que el más complicado es el segundo, ya que al fuego saben cómo combatirlo, pero ante los delincuentes no cuentan con armas para defenderse.

“En el caso de los talamontes, siempre en las capacitaciones nos han dejado claro que no nos arriesguemos porque esa gente es peligrosa y nosotros aquí no tenemos armas, entonces si encontráramos a gente talando o llevándose madera no debemos enfrentarlos sino hablarle a la autoridad para que los detenga”, indicó el señor Guillermo.

Mientras muestran el impacto de bala que quedó registrado en la fachada de la caseta de vigilancia, señalaron que a principio de año hubo un camión cargado de madera que pretendía salir por la noche del bosque y los tripulantes “echaron balazos” para que los dejaran pasar, por lo que quienes estaban en turno se vieron obligados a levantar la pluma y reportar lo que ocurría.

A pesar de esta situación, resaltaron que no tienen miedo de desempeñarse como guardabosques, porque la actividad de los talamontes ya ha disminuido considerablemente y en los casos aislados que llegan a registrar tienen un protocolo para ponerse a salvo e informar a la policía.

Respecto al combate de los incendios, explicaron que la Conafor cuenta con un campamento en el paraje conocido como Apapaxco, en el mismo municipio de Tlahuapan, de tal forma que los brigadistas apoyan al ejido y a los otros de la región cuando existen incendios forestales de gran magnitud.

No obstante, señaló que los mecanismos de vigilancia que han establecido les han permitido controlar el fuego de forma más eficaz, sin que llegue a afectar gran cantidad de bosque.

Guardabosques miran como ha crecido la población y cómo se han ido deforestando algunas zonas. Foto: Bibiana Díaz | El Sol de Puebla

“Cuando está empezando el incendio a veces podemos apagarlo entre pocos, porque solo usamos las palas para echarle tierra, pero cuando hay aire y va prendiendo rápido ahí usamos las brechas cortafuego y prendemos lumbre desde la brecha para cortar el incendio antes de que siga avanzando”, narró Misael Dávalos.

Agregó que cuando el fuego rebasa la capacidad de atención del personal en turno la comisaría convoca al resto de ejidatarios a participar en las acciones para combatirlo, ya que todos han recibido capacitación y ejercido como guardabosque en al menos una ocasión.

“Nunca ha pasado que se queme alguien o una cosa así, solamente ha habido gente que se llega a caer o a golpear por lo mismo de que ya está uno grande y a veces nos resbalamos, pero hasta ahí. Como ya nos hemos capacitado y apoyado pues sabemos que hay que cuidarnos”, señaló.

Reforestar también es cuidar del bosque

El cebustrobo, el harteuegil y el moctezuma son los tres tipos de pino que abundan en el bosque de San Rafael Ixtapalucan y para compensar el aprovechamiento forestal que se realiza anualmente, así como los daños que dejan los incendios o talas clandestinas, los ejidatarios reforestan el equivalente a seis hectáreas de terreno, con la plantación de hasta 150 mil ejemplares que cultivan ellos mismos, en un vivero.

Santiago Cabrera es el responsable de vigilar el funcionamiento del vivero en el que se emplean otras 15 personas durante un año para tener listas las plantas, ya que preparan los conos en donde siembran la semilla y, una vez logrados, los ejemplares se trasplantan a recipientes más amplios, se limpian y riegan con esmero y dedicación.

Guardabosques de San Rafael Ixtapalucan. Foto: Bibiana Díaz | El Sol de Puebla

“Al principio, cuando se siembra la semilla del pino, cubrimos los conitos que ya están sembrados con plásticos para que no lleguen los ratones que hay en el campo y se las coman, vamos regándolas con cuidado hasta que la semilla da la planta y le vamos quitando una por una las hierbas. En un año tenemos que tener listo todo para que cuando empiecen las lluvias vayamos a sembrarlas y se logren los nuevos árboles”, abundó.

El señor Santiago comentó que, al igual que sus compañeros, tiene presente que para conservar el bosque es necesario reponer parte de lo que se aprovecha de la naturaleza y consideró que todavía podrían producir más plantas en el vivero para su ejido y otros de la región si contaran con el apoyo del gobierno.

“Tenemos otras naves pero no las ocupamos porque nos falta material, necesitaríamos más malla, más cajas y dinero para comprar la semilla y poner lo que se ocupa para el riego, porque aquí es necesario tener el sistema de aspersión porque solo así se consigue la humedad que demandan las plantas. Ahora que pasó la sequía costaba mucho que tuvieran la cantidad de agua que necesitan”, contó.

Respecto a las jornadas de reforestación, dijo que estas son organizadas por la autoridad ejidal y suele convocarse a más personas para conseguir la meta, ya que si no se aprovechan las condiciones climáticas para sembrar los nuevos árboles se corre el riesgo de que estos no se desarrollen y esto significa la pérdida de recursos materiales y humanos invertidos en todo un año.

De acuerdo con la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), en Puebla existen 1 millón 687 mil 438.5 hectáreas forestales, sin embargo, cada año se pierden unas 15 mil debido al crecimiento poblacional y la tala clandestina.

Tlahuapan cuenta con su vivero propio para reforestar su bosque. Foto: Bibiana Díaz | El Sol de Puebla


En la entidad, la dependencia federal cuenta con 29 cámaras y 10 repetidores digitales para monitorear el 80 por ciento de la superficie forestal, mientras que el porcentaje restante se vigila con información satelital, recorridos de 100 brigadistas y el apoyo de tres técnicos especializados.

La labor de vigilancia y conservación que realiza la Conafor se ve reforzada por los guardabosques de los diferentes ejidos, que se organizan según consideran conveniente para resguardar las zonas forestales.

Un día a la semana, Misael Dávalos, Guillermo Espinosa y Carlos Aguilar acuden al bosque de San Rafael Ixtapalucan, junta auxiliar del municipio de Tlahuapan, para protegerlo de la tala clandestina, los incendios forestales y en ocasiones ayudar a los turistas que llegan a extraviarse entre sus veredas. Estos tres hombres forman parte del grupo de guardabosques que el ejido de aquella localidad integra cada año para cuidar de las más de 2 mil hectáreas forestales con las que cuentan.

Desde hace aproximadamente 25 años, los ejidatarios de la comunidad, colindante con el Estado de México, decidieron organizarse para hacerle frente a las diversas amenazas que tienen los recursos naturales y así surgió la actividad de los guardabosques, que se realiza de forma voluntaria y con capacitación por parte de la Comisión Nacional Forestal (Conafor).

En el marco del Día Mundial del Guardabosque, conmemorado este 31 de julio, algunos de los hombres que desempeñan este trabajo compartieron con El Sol de Puebla las estrategias que han implementado para proteger las tres especies de pino que abundan en su territorio, así como la variedad de fauna, de entre la cual destaca la luciérnaga.

Pobladores dedican un día para ser guardabosques y cumplir responsabilidad social

En Ixtapalucan cada año la autoridad ejidal designa diversos grupos de trabajo para tareas relacionadas con el cuidado forestal, de tal forma que 35 ejidatarios son seleccionados para efectuar labores de vigilancia y atención a incendios, otros 16 para labores preventivas, como el trazo y mantenimiento de brechas cortafuego, y 15 más para atender el vivero, en donde se producen las plantas para las jornadas de reforestación.

Este modelo de organización surgió a partir de los problemas de tala clandestina que afectaron en gran medida la zona forestal hace más de 25 años, ya que el bosque cuenta con una gran cantidad de pino, que es de las maderas más comerciales y, por lo tanto, de las más buscadas por los talamontes.

Guardabosques encienden el fogón para calentar sus tortillas y comida durante su jornada. Foto: Bibiana Díaz | El Sol de Puebla


Por lo anterior, los ejidatarios decidieron construir una caseta para controlar el acceso a la zona forestal que tienen a cargo, organizarse para cerrar el paso a los talamontes con la construcción de bordos en los caminos y edificar una torre en una zona estratégica para detectar a tiempo el inicio de “la chamusquina”, que es el término que usan para referirse al inicio de un incendio.

Los 35 guardabosques se organizan para trabajar jornadas de 24 horas, en grupos de cinco, ya que de esta forma logran vigilar durante las 24 horas del día y los 365 días del año. Previo a que comiencen funciones reciben una capacitación por parte de la Conafor o la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) y, regularmente, ya estando en funciones acceden a una segunda.

“Somos más de 400 ejidatarios y a todos nos toca participar, entonces de alguna manera, por el orden de lista, ya sabemos más o menos cuándo nos tocará prestar el servicio y nos vamos organizando en nuestros trabajos, por ejemplo, yo le avisé a mi patrón que los lunes no puedo trabajar porque estoy en esto todo el día”, explicó el señor Guillermo, quien ejerce el oficio de albañil.

Su compañero Misael Dávalos tiene 69 años y ha sido guardabosque en cuatro ocasiones. Comentó que la mayoría de los ejidatarios son adultos mayores, sin embargo, esto no les impide cumplir con sus actividades de cuidado forestal porque han ganado experiencia y conocen perfectamente los caminos y áreas que integran su ejido.

“La mayoría son personas grandes, es raro que haya jóvenes porque a muchos no les interesa el campo o el trabajo que es cuidar los árboles, prefieren trabajos menos pesados, muchos por eso no quieren el título de ejidatario, porque saben que hay que trabajar duro, pero aún así sacamos adelante el trabajo”, dijo.

Cuestionados sobre los beneficios económicos de su labor como guardabosques, explicaron que no reciben un salario, pero todos los ejidatarios en algún momento prestan este servicio porque tienen presente que si cuidan del bosque entonces puede ser sustentable y la autoridad federal permite realizar aprovechamientos, cuyas utilidades se reparten equitativamente entre los miembros del ejido.

¿Qué hacen los guardabosques?

La jornada de los 35 guardabosques comienza a las ocho de la mañana, indistintamente del día que les toque cubrir la labor, ya que reciben las llaves de la caseta y los vehículos con los que comienzan a recorrer parte de la zona forestal, aunque siempre uno o dos de ellos se quedan a cargo de controlar el acceso, con la pluma instalada en el inmueble.

Guardabosques identifican donde reforzar líneas cortafuegos para enfrentar incendios. Foto: Bibiana Díaz | El Sol de Puebla

“La pluma nos sirve para tener control de quien entra al bosque, cuando son extraños pues les preguntamos a dónde van y vamos viendo qué tanto se tardan, a veces cuando ya es tarde y no regresan pues vamos a buscarlos porque sí ha habido algunos que se han perdido. Los que son de aquí del pueblo pues los dejamos pasar porque a veces van a pasear o a sus terrenos y cuando van por leña nos dicen y les pedimos que nos enseñen su permiso de la comisaría”, explicó Carlos Aguilar.

Agregó que durante el día se reúnen en dos ocasiones en la caseta. Para almorzar y comer cada uno lleva algún guisado y tortillas que calientan en un fogón que han adaptado para tal fin. Después de cada comida retoman los recorridos en otras zonas del bosque hasta llegar la noche.

“Ya en la tarde ya es otra vigilancia porque ya hay más turistas, más ahora que viene la temporada de la luciérnaga, entonces vamos viendo que no dejen basura, que no tengan fogatas prendidas en donde no deben porque luego se van y no las apagan bien y por eso empiezan los incendios”, advirtió.

Añadió que los recorridos también sirven para ubicar aquellas brechas cortafuego que necesitan mantenimiento, para notificarlo al grupo dedicado a esta tarea, así como para verificar que los bordos construidos en los caminos no estén afectados por la lluvia.

“Hay unos bordos que se hacen en algunos caminos porque por ahí podrían entrar los talamontes del lado del Estado de México. Entonces nos sirven para que no puedan pasar con los camiones, pero hay que revisar que no los quiten o el agua los deslave”, acotó.

Otro aspecto que supervisan es el cuidado de la fauna, ya que en su territorio hay especies como los conejos de campo, el gato montés, ardillas, coyotes y gran variedad de aves, de tal forma que cuidan que no haya gente haciéndoles daño o buscando cazarlos.

Para realizar todas estas labores, los guardabosques cuentan con vehículos y herramientas aportadas por la comisaría ejidal. También portan camisola y casco amarillo que los identifican como tal.

“En la noche nos dormimos a ratos en la caseta pero estamos pendientes por si pasa algo, más en los meses de abril a junio, que es cuando hay sequía y luego hay incendios que empiezan en la noche. En esos meses a veces hasta nos quedamos a dormir en el torreón y subimos a revisar que todo esté bien. Cuando vemos que empieza una chamusquina luego luego avisamos por radio a los compañeros y vamos a apagarla”, destacó el señor Misael.

Los guardabosques indicaron que su jornada concluye un minuto antes de las ocho de la mañana del siguiente día, cuando otro grupo de ejidatarios llega a relevarlos y se les dan a conocer las novedades de la jornada, sobre todo si hubo algún incendio.

Guardabosques de San Rafael Ixtapalucan son diferentes todos los días porque así lo acordaron. Foto: Bibiana Díaz | El Sol de Puebla

Incendios e inseguridad, los peores enemigos

El fuego y la inseguridad son los principales aspectos a afrontar por los guardabosques, sin embargo, consideran que el más complicado es el segundo, ya que al fuego saben cómo combatirlo, pero ante los delincuentes no cuentan con armas para defenderse.

“En el caso de los talamontes, siempre en las capacitaciones nos han dejado claro que no nos arriesguemos porque esa gente es peligrosa y nosotros aquí no tenemos armas, entonces si encontráramos a gente talando o llevándose madera no debemos enfrentarlos sino hablarle a la autoridad para que los detenga”, indicó el señor Guillermo.

Mientras muestran el impacto de bala que quedó registrado en la fachada de la caseta de vigilancia, señalaron que a principio de año hubo un camión cargado de madera que pretendía salir por la noche del bosque y los tripulantes “echaron balazos” para que los dejaran pasar, por lo que quienes estaban en turno se vieron obligados a levantar la pluma y reportar lo que ocurría.

A pesar de esta situación, resaltaron que no tienen miedo de desempeñarse como guardabosques, porque la actividad de los talamontes ya ha disminuido considerablemente y en los casos aislados que llegan a registrar tienen un protocolo para ponerse a salvo e informar a la policía.

Respecto al combate de los incendios, explicaron que la Conafor cuenta con un campamento en el paraje conocido como Apapaxco, en el mismo municipio de Tlahuapan, de tal forma que los brigadistas apoyan al ejido y a los otros de la región cuando existen incendios forestales de gran magnitud.

No obstante, señaló que los mecanismos de vigilancia que han establecido les han permitido controlar el fuego de forma más eficaz, sin que llegue a afectar gran cantidad de bosque.

Guardabosques miran como ha crecido la población y cómo se han ido deforestando algunas zonas. Foto: Bibiana Díaz | El Sol de Puebla

“Cuando está empezando el incendio a veces podemos apagarlo entre pocos, porque solo usamos las palas para echarle tierra, pero cuando hay aire y va prendiendo rápido ahí usamos las brechas cortafuego y prendemos lumbre desde la brecha para cortar el incendio antes de que siga avanzando”, narró Misael Dávalos.

Agregó que cuando el fuego rebasa la capacidad de atención del personal en turno la comisaría convoca al resto de ejidatarios a participar en las acciones para combatirlo, ya que todos han recibido capacitación y ejercido como guardabosque en al menos una ocasión.

“Nunca ha pasado que se queme alguien o una cosa así, solamente ha habido gente que se llega a caer o a golpear por lo mismo de que ya está uno grande y a veces nos resbalamos, pero hasta ahí. Como ya nos hemos capacitado y apoyado pues sabemos que hay que cuidarnos”, señaló.

Reforestar también es cuidar del bosque

El cebustrobo, el harteuegil y el moctezuma son los tres tipos de pino que abundan en el bosque de San Rafael Ixtapalucan y para compensar el aprovechamiento forestal que se realiza anualmente, así como los daños que dejan los incendios o talas clandestinas, los ejidatarios reforestan el equivalente a seis hectáreas de terreno, con la plantación de hasta 150 mil ejemplares que cultivan ellos mismos, en un vivero.

Santiago Cabrera es el responsable de vigilar el funcionamiento del vivero en el que se emplean otras 15 personas durante un año para tener listas las plantas, ya que preparan los conos en donde siembran la semilla y, una vez logrados, los ejemplares se trasplantan a recipientes más amplios, se limpian y riegan con esmero y dedicación.

Guardabosques de San Rafael Ixtapalucan. Foto: Bibiana Díaz | El Sol de Puebla

“Al principio, cuando se siembra la semilla del pino, cubrimos los conitos que ya están sembrados con plásticos para que no lleguen los ratones que hay en el campo y se las coman, vamos regándolas con cuidado hasta que la semilla da la planta y le vamos quitando una por una las hierbas. En un año tenemos que tener listo todo para que cuando empiecen las lluvias vayamos a sembrarlas y se logren los nuevos árboles”, abundó.

El señor Santiago comentó que, al igual que sus compañeros, tiene presente que para conservar el bosque es necesario reponer parte de lo que se aprovecha de la naturaleza y consideró que todavía podrían producir más plantas en el vivero para su ejido y otros de la región si contaran con el apoyo del gobierno.

“Tenemos otras naves pero no las ocupamos porque nos falta material, necesitaríamos más malla, más cajas y dinero para comprar la semilla y poner lo que se ocupa para el riego, porque aquí es necesario tener el sistema de aspersión porque solo así se consigue la humedad que demandan las plantas. Ahora que pasó la sequía costaba mucho que tuvieran la cantidad de agua que necesitan”, contó.

Respecto a las jornadas de reforestación, dijo que estas son organizadas por la autoridad ejidal y suele convocarse a más personas para conseguir la meta, ya que si no se aprovechan las condiciones climáticas para sembrar los nuevos árboles se corre el riesgo de que estos no se desarrollen y esto significa la pérdida de recursos materiales y humanos invertidos en todo un año.

De acuerdo con la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), en Puebla existen 1 millón 687 mil 438.5 hectáreas forestales, sin embargo, cada año se pierden unas 15 mil debido al crecimiento poblacional y la tala clandestina.

Tlahuapan cuenta con su vivero propio para reforestar su bosque. Foto: Bibiana Díaz | El Sol de Puebla


En la entidad, la dependencia federal cuenta con 29 cámaras y 10 repetidores digitales para monitorear el 80 por ciento de la superficie forestal, mientras que el porcentaje restante se vigila con información satelital, recorridos de 100 brigadistas y el apoyo de tres técnicos especializados.

La labor de vigilancia y conservación que realiza la Conafor se ve reforzada por los guardabosques de los diferentes ejidos, que se organizan según consideran conveniente para resguardar las zonas forestales.

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