Héctor Suárez se presentó este miércoles por primera vez en Puebla con “La Señora Presidenta”, montaje que durante dos décadas interpretó el acaecido Gonzalo Vega.
Con el humor pícaro que caracteriza al montaje, donde las insinuaciones sexuales y la sátira política estuvieron a la orden del día, el actor se ganó a la audiencia desde el primer minuto que pisó el escenario del auditorio del CCU de la BUAP.
Al interpretar a los mellizos Martín y Martina, Suárez -que tiene en la nueva dirección de la obra a su hijo, Héctor Suárez Gomís- se mofó de las promesas de los partidos políticos, más ahora que estamos en tiempo de elecciones.
Aunque las burlas contantes a los candidatos presidenciales fueron parte de la mecha de la vela, el punto ardiente fue ver al primer actor caracterizado como mujer.
Con una peluca con mucho volumen, maquillaje exagerado y unos trajes bastante alejados de los estándares de la moda, esta Señora Presidenta demostró ser más picarona y desenfrenada en el terreno sexual que su antecesora.
Flor Martino, Ricardo Fastlicht, Anna Ciocchetti, Sandra Quiroz y Eduardo “Lalo” España completaron el elenco.
Lalo España, después de Suárez, fue ovacionado por su convincente interpretación de Fernando, el discreto asistente de La Señora Presidenta y bien cuidado del habla. Sin embargo, bajo ese disfraz de Godínez mal pagado, se esconde un maníaco sexual capaz de poner en cuatro hasta a su propia jefa.
Flor Martino interpretó a la sexy sobrina de Martín, una adolescente que lucha con las hormonas y quien, bajo los lineamientos de Sigmund Freud, confiesa su amor por su tío, desatando así una mancuerna llena de tensiones sexuales.
Ricardo Fastlicht encarnó al esposo de Martina, un hombre con poco apetito sexual y harto de ser tratado como la mascota de La Señora Presidenta.
Anna Ciocchetti es “Julietita”, una atolondrada mujer que solapa las infidelidades de su marido, Martín, a tal grado de pecar de ingenua.
Y, no menos importante, Sandra Quiroz, la sexy ayudante de Martín y aspirante a pintora, cuyo arte está en dudas.
Nuestros personajes tienen su punto de inflexión en la casa de Martín, que a la vez es una galería de arte, en donde las piezas y los cuadros tienen connotaciones sexuales a propósito de los chistes del libreto.
