“Un sitio que parece irreal” es cómo describe Bárbara, exdrogadicta, la casa de rescate Cristo Vive. Desde hace siete años, este lugar situado en Cuautlancingo recibe a personas con problemas de alcoholismo o drogadicción para rehabilitarlos de forma gratuita.
No se trata de un anexo, los internos ingresan de forma voluntaria y pueden irse en el momento en el que ellos deseen, narra Gustavo Almaguer, pastor de esta casa de rescate en entrevista con El Sol de Puebla.
“Jesucristo pudo cambiar mi vida y puede cambiar la de los demás, todos los que así lo necesiten pueden visitar este lugar, darse cuenta de que las puertas siempre están abiertas porque aquí no atamos a nadie, ellos son libres de llega y también de irse”, comparte.
En el sitio hay 150 hombres y 50 mujeres, algunas de ellas llegaron a este lugar junto con sus hijos pequeños, quienes también viven con ellas y cuentan con un espacio de juegos en donde pueden convivir con otros niños y niñas.
Además de prohibir el uso de celulares, mantener el orden y el respeto hacia los demás, hay una regla muy importante: las mujeres y los hombres no pueden convivir en el mismo espacio ni mucho menos hablarse entre ellos, cuenta Bárbara.
Este lugar promete cambiar la vida de los internos con ayuda de Dios. Por esto, ellos no pagan por recibir esta ayuda durante los tres meses que dura la ‘desintoxicación', afirma el pastor.
Durante esos tres meses, los internos reciben clases bíblicas, participan en misas, pueden recibir la visita de sus familiares y, para ayudar a los gastos del centro de recuperación, elaboran burritos que después venden en las calles, explica David, quien estuvo en este centro y, al terminar su periodo de tres meses, decidió quedarse a servir en este lugar.
Además, al interior de esta casa se encuentran diversos comercios de alimentos, abarrotes y demás artículos, que son atendidos por los propios huéspedes. Gracias a las ganancias de estos negocios, pueden darse abasto de productos higiénicos, alimentos y servicios al interior de esta casa, detalla.
Su modo de vida
El rango de edad de las poco más de 200 personas que llegó a este centro buscando ayuda va desde los 14 hasta los 40 años. Los hombres duermen y toman clase en un salón situado en la segunda planta de esta casa, ese espacio se divide en tres: en la primera parte están colocadas, una junto a la otra, al menos 70 literas de metal con pequeñas colchonetas. Al fondo hay una pequeña bodega con las cobijas de los internos y en otro espacio hay sillas en donde ellos reciben sus clases. Este lugar también tiene un baño amplio y un espacio de casilleros.
En tanto, el área de mujeres, en el que habitan 50 personas junto con sus hijos pequeños, es mucho menor al de los hombres. Al igual que el anterior, hay filas de literas de metal y, debajo de estas, se encuentran diversas cajas de plástico en donde ellas guardan sus artículos personales.
El modo de vida al interior de este lugar es peculiar ya que no se enteran de nada de lo que pasa al exterior al no tener acceso a los celulares. Aunque para algunas personas esto podría resultar fatal, para ellos no lo es, al contrario, diversas personas que han pasado por este centro de recuperación deciden quedarse a vivir ahí y alejarse del mundo exterior para servir a los demás.
Uno de estos casos es Bárbara, de 22 años de edad. Ella conoció este sitio por su hermano, quien fue drogadicto y salió de casa. “Cuando vi que mi hermano se recuperó, algo que parecía imposible, me di cuenta que yo también tenía una segunda oportunidad”, expresa.
Este centro de recuperación tiene otras sedes al interior del país. Toda aquella persona que necesite este apoyo, por problemas con drogas, alcohol o incluso por problemas de depresión, pueden asistir a este lugar y recibir ayuda gratuita, concluye el pastor.