/ martes 30 de abril de 2024

Infancia feliz, indispensable en la formación de adultos seguros y exitosos

La exposición a la violencia, ya sea en el hogar o en la escuela, puede tener consecuencias devastadoras en el desarrollo emocional y psicológico de las personas

El entorno en el que un menor de edad crece, juega un papel crucial en su desarrollo emocional, cognitivo y social. De acuerdo con especialistas, cuando la niña o el niño están en un ambiente de amor, confianza y crianza respetuosa, no solo se les brinda seguridad y estabilidad, sino que también sienta las bases para su bienestar a lo largo de toda su vida.

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Las entrevistadas coincidieron en que, si las infancias se desenvuelven en un ambiente sano, con padres amorosos, que los escuchan, que los comprenden, en donde se marcan límites y en donde no hay violencia, esta niñez tiene más probabilidades de convertirse en un buen ser humano, lo que sería crucial para mejorar la sociedad actual.

Este 30 de abril, Día de la Niña y del Niño, El Sol de Puebla, abordará la importancia de una infancia feliz para formar mejores adultos, pues, de acuerdo con las especialistas, la educación basada en el amor, el cuidado y el respeto, son pilares fundamentales para crear individuos equilibrados y capaces de enfrentar los desafíos de la vida.

En entrevista con este medio, Ivonne Estela Martínez, psicóloga y pedagoga de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP), explicó que numerosos estudios han demostrado que los niños que crecen en un entorno cálido y amoroso, donde se les brinda apoyo emocional y se fomenta su autonomía, tienen mayores probabilidades de convertirse en adultos seguros, empáticos y exitosos.

Desde su óptica, una infancia feliz no solo se traduce en momentos de alegría y diversión, sino que también sienta las bases para la construcción de una personalidad sólida y resiliente. “El que un niño tenga una infancia feliz y un entorno amoroso y respetuoso, tiene un impacto a futuro en la sociedad. Serán adultos responsables con sus sentimientos, que dialogan y que escuchan”, dijo.

Por otro lado, los estragos de que los menores vivan en un entorno violento no pueden ser subestimados. La exposición a la violencia, ya sea en el hogar, en la escuela o en la comunidad, puede tener consecuencias devastadoras en el desarrollo emocional y psicológico de los niños. La ansiedad, la depresión, la agresividad y otros problemas de salud mental son solo algunas de las secuelas que pueden dejar una marca imborrable en su vida adulta.

Ellos serán los próximos adultos que encabezarán nuestra sociedad y es importante que no repitan patrones de violencia a lo largo de su infancia y posterior. Los niños que viven en entornos violentos, se vuelven agresivos, con miedo y tienen a vivir las emociones a tope, también sufren depresión, ansiedad y están predispuestos a repetir la misma historia”, lamentó.

La también académica, dijo que es responsabilidad de toda la sociedad garantizar que los niños crezcan en un entorno seguro, donde se promueva su bienestar integral y se les brinde las herramientas necesarias para alcanzar su máximo potencial. “Recordemos que una infancia feliz no solo beneficia a los niños en el presente, sino que también contribuye a la construcción de una sociedad más justa, equitativa y compasiva en el futuro”, expuso.

Por su parte, la psicóloga de la Universidad Iberoamericana campus Puebla, Giovana Gaytán Ceja, comentó que el entorno en el que una niño o niño crece, juega un papel crucial en su desarrollo emocional, cognitivo y social. Un ambiente de amor, confianza y límites claros, no solo brinda seguridad y estabilidad, sino que también sienta las bases para su bienestar a lo largo de toda su vida.

Cuando un niño es criado en un ambiente donde se le brinda amor incondicional, se fomenta su autonomía y se le escucha con respeto, se fortalece su autoestima y se promueve su capacidad para establecer relaciones sanas y significativas en el futuro. La confianza que se le otorga desde temprana edad le permite desarrollar una imagen positiva de sí mismo y enfrentar los desafíos con mayor seguridad y determinación”, puntualizó.

Se habla mucho de crianza respetuosa, pero la especialista aceptó que muchas familias nos aben lo que esto significa y no quiere decir que el menor podrá hacer todo lo que quiera sin ser regañado. La crianza respetosa se basa en el diálogo, la empatía y el respeto mutuo, no solo enseña al niño a valorar a los demás, sino que también le brinda las herramientas para resolver conflictos de manera pacífica y constructiva.

Esta forma de crianza fomenta la comunicación abierta y la expresión de emociones de forma saludable, lo que contribuye a la salud mental y emocional del niño a lo largo de su vida. En este punto, dejó en claro que los padres pueden mencionarles a sus hijos cuando hacer algo que no está correcto y hablarlo para que no vuelva a suceder.

Para concluir, dijo que es fundamental reconocer que, si los niños crecen en un ambiente sano, sin peleas o sin golpes, se volverán adultos íntegros, empáticos y capaces de contribuir de manera positiva a sus comunidades, es decir, sus escuelas, sus trabajos y hasta sus nuevas familias. Al crear un ambiente en el que los niños se sientan seguros, valorados y respetados, se “siembran semillas” de paz, amor y comprensión que “florecerán” en adultos conscientes y comprometidos con un mundo mejor.


El entorno en el que un menor de edad crece, juega un papel crucial en su desarrollo emocional, cognitivo y social. De acuerdo con especialistas, cuando la niña o el niño están en un ambiente de amor, confianza y crianza respetuosa, no solo se les brinda seguridad y estabilidad, sino que también sienta las bases para su bienestar a lo largo de toda su vida.

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Las entrevistadas coincidieron en que, si las infancias se desenvuelven en un ambiente sano, con padres amorosos, que los escuchan, que los comprenden, en donde se marcan límites y en donde no hay violencia, esta niñez tiene más probabilidades de convertirse en un buen ser humano, lo que sería crucial para mejorar la sociedad actual.

Este 30 de abril, Día de la Niña y del Niño, El Sol de Puebla, abordará la importancia de una infancia feliz para formar mejores adultos, pues, de acuerdo con las especialistas, la educación basada en el amor, el cuidado y el respeto, son pilares fundamentales para crear individuos equilibrados y capaces de enfrentar los desafíos de la vida.

En entrevista con este medio, Ivonne Estela Martínez, psicóloga y pedagoga de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP), explicó que numerosos estudios han demostrado que los niños que crecen en un entorno cálido y amoroso, donde se les brinda apoyo emocional y se fomenta su autonomía, tienen mayores probabilidades de convertirse en adultos seguros, empáticos y exitosos.

Desde su óptica, una infancia feliz no solo se traduce en momentos de alegría y diversión, sino que también sienta las bases para la construcción de una personalidad sólida y resiliente. “El que un niño tenga una infancia feliz y un entorno amoroso y respetuoso, tiene un impacto a futuro en la sociedad. Serán adultos responsables con sus sentimientos, que dialogan y que escuchan”, dijo.

Por otro lado, los estragos de que los menores vivan en un entorno violento no pueden ser subestimados. La exposición a la violencia, ya sea en el hogar, en la escuela o en la comunidad, puede tener consecuencias devastadoras en el desarrollo emocional y psicológico de los niños. La ansiedad, la depresión, la agresividad y otros problemas de salud mental son solo algunas de las secuelas que pueden dejar una marca imborrable en su vida adulta.

Ellos serán los próximos adultos que encabezarán nuestra sociedad y es importante que no repitan patrones de violencia a lo largo de su infancia y posterior. Los niños que viven en entornos violentos, se vuelven agresivos, con miedo y tienen a vivir las emociones a tope, también sufren depresión, ansiedad y están predispuestos a repetir la misma historia”, lamentó.

La también académica, dijo que es responsabilidad de toda la sociedad garantizar que los niños crezcan en un entorno seguro, donde se promueva su bienestar integral y se les brinde las herramientas necesarias para alcanzar su máximo potencial. “Recordemos que una infancia feliz no solo beneficia a los niños en el presente, sino que también contribuye a la construcción de una sociedad más justa, equitativa y compasiva en el futuro”, expuso.

Por su parte, la psicóloga de la Universidad Iberoamericana campus Puebla, Giovana Gaytán Ceja, comentó que el entorno en el que una niño o niño crece, juega un papel crucial en su desarrollo emocional, cognitivo y social. Un ambiente de amor, confianza y límites claros, no solo brinda seguridad y estabilidad, sino que también sienta las bases para su bienestar a lo largo de toda su vida.

Cuando un niño es criado en un ambiente donde se le brinda amor incondicional, se fomenta su autonomía y se le escucha con respeto, se fortalece su autoestima y se promueve su capacidad para establecer relaciones sanas y significativas en el futuro. La confianza que se le otorga desde temprana edad le permite desarrollar una imagen positiva de sí mismo y enfrentar los desafíos con mayor seguridad y determinación”, puntualizó.

Se habla mucho de crianza respetuosa, pero la especialista aceptó que muchas familias nos aben lo que esto significa y no quiere decir que el menor podrá hacer todo lo que quiera sin ser regañado. La crianza respetosa se basa en el diálogo, la empatía y el respeto mutuo, no solo enseña al niño a valorar a los demás, sino que también le brinda las herramientas para resolver conflictos de manera pacífica y constructiva.

Esta forma de crianza fomenta la comunicación abierta y la expresión de emociones de forma saludable, lo que contribuye a la salud mental y emocional del niño a lo largo de su vida. En este punto, dejó en claro que los padres pueden mencionarles a sus hijos cuando hacer algo que no está correcto y hablarlo para que no vuelva a suceder.

Para concluir, dijo que es fundamental reconocer que, si los niños crecen en un ambiente sano, sin peleas o sin golpes, se volverán adultos íntegros, empáticos y capaces de contribuir de manera positiva a sus comunidades, es decir, sus escuelas, sus trabajos y hasta sus nuevas familias. Al crear un ambiente en el que los niños se sientan seguros, valorados y respetados, se “siembran semillas” de paz, amor y comprensión que “florecerán” en adultos conscientes y comprometidos con un mundo mejor.


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