/ sábado 23 de septiembre de 2017

La pesadilla tras el sismo aún no acaba en Coatzingo

COATZINGO, Pue.- ¡Quítense, se va a caer!, gritan desesperadoslos pobladores y señalan el templo de Guadalupe Zaragoza de estemunicipio cuyas torres están sensibles y al mínimo movimiento enel suelo se escucha su crujir.

Mientras, a un costado, Pedro Margarito ve con lágrimas en losojos cómo una retroexcavadora termina de derrumbar su casa,producto de más de 33 años de trabajo y cuyo desastre fueprovocado por el terremoto del 19 de septiembre de 2017, fecha quelos ha marcado para siempre.

Lo que a unos les llevó años construir en la comunidad deZaragoza, al terremoto de 7.1 grados en la escala de Richter, lecostó unos segundos arrebatar. Y ahora los pobladores a causa delos escombros y el miedo, todavía, por alguna réplica duermen enla calle, los más afortunados en una casa de campaña, los másdesamparados a la intemperie.

Las revisiones y el personal voluntario llegaron a unas horasdel terremoto, se dice que el 90 por ciento de las casas estásemidestruido y al caminar por las calles se puede apreciar elterror que viven los pobladores.

La señora Ninfa estaba en su casa con su esposo al momento deltemblor, no tuvo más oportunidad que salir al patio cuando, en unabrir y cerrar de ojos, la casa en la que vivía desde hace 20años se vino al suelo.

Sus ojos se llenan de lágrimas cuando recuerda el momento delterremoto. La nostalgia por haber perdido su casa es evidente, peroel llanto no es por lo material sino por el pánico que le causapensar en que una nueva sacudida la tome por sorpresa.

LA VIDA DE ARLYN ES UN MILAGRO

Deyanira tiene un cabestrillo en el brazo derecho y uncollarín, está sentada es un cama afuera de sus casa, donde ahoraduerme, mientras Arlyn –de un año de edad- llora recostada ensus rodillas, porque quiere que la amamante su madre, pero por lalesión en la rodilla porque un bloque de piedra le cayó encima,está imposibilitada.

La casa en la que viven, especialmente las recámaras, existen amedias, los muros están fracturados y hay bloques de piedraatravesados. La joven madre junto a su suegro recuerda que cuandola tierra se sacudió estaba cerca de la cocina y no pensó en otracosa que entrar por su hija.

Cuando la tuvo en brazos y quiso salir un bloque de piedra cayóencima de ella y la pequeña también fue a parar al suelo, peropor la gracia de Dios –dice la madre- quedó en medio delrefrigerador y la silla por lo que sin planearlo se resguardó enel triángulo de la vida.

“De otra forma, mi hija habría muerto”, dice Deyanira yunas lágrimas se asoman por sus ojos, pero a pesar de los daños yque no tienen una casa en la cual vivir dan gracias por estarvivos.

QUEDÓ VIUDO Y SIN CASA

Pablo Emiliano vio este viernes cómo su patrimonio enterodesapareció. Hace tres meses su esposa murió y apenas estabaasimilando esta pérdida, cuando el terremoto le arrebató loúltimo que le quedaba.

La casa, que le costó 33 años de trabajo, fue demolida enmenos de 15 minutos cuando el sismo en tan solo unos segundos ladejó inservible. Esta se ubica en la calle Emiliano Zapata número26 en contraesquina del templo principal que tiene severos daños ya decir de los pobladores y del personal especializado está apunto de derrumbarse.

Mientras en la plaza principal, al mediodía, la gente recibíaropa, despensas, artículos no perecederos y se alimentaba,cobijados bajo las hojas de los árboles, maquinaria pesadatrabajaba a unos metros para demoler la casa y el movimientoprovocó que las torres del templo se movieran, casi de formaimperceptible, pero produjeron un sonido estremecedor para lospobladores.

De un momento a otro todos entraron en pánico. Desde el Zócalogritaban ¡Quítense, se va a caer! y corrieron hacia el ladoopuesto del templo, los vehículos se estacionaron lejos del lugary exigieron al personal con la maquinaria pesada que dejaran detrabajar, pero hicieron caso omiso.

Al final nada con la parroquia pasó y algunos aceptaron quepodrían haber sido víctimas de la paranoia.

La misma historia en cada casa derrumbada se repite. Algunosemigraron para formar su patrimonio, como Pablo Emiliano, quienbuscará que el gobierno se comprometa  reconstruir su casa talcual o retirar solo algunos elementos, pues los acabadosrepresentan una inversión importante para él.

PIDEN HERRAMIENTAS Y MATERIAL DECONSTRUCCIÓN

Aunque todos los pobladores se dicen infinitamente agradecidospor los víveres y ropa que han recibido en los últimos días, lasnecesidades ahora cambiaron, lo que necesitan son herramientas ymaterial de construcción para levantar sus viviendas pronto, puesse quedaron sin hogar.

Unos, de manera inicial, porque duermen en la calle, sobresábanas y el piso frío, quieren, por lo menos casas de campaña ycolchonetas, para aminorar las incomodidades que sufren desde hacetres noches.

La pesadilla no ha terminado para ninguno de ellos, por elcontario, el sismo que en un minuto les quit

COATZINGO, Pue.- ¡Quítense, se va a caer!, gritan desesperadoslos pobladores y señalan el templo de Guadalupe Zaragoza de estemunicipio cuyas torres están sensibles y al mínimo movimiento enel suelo se escucha su crujir.

Mientras, a un costado, Pedro Margarito ve con lágrimas en losojos cómo una retroexcavadora termina de derrumbar su casa,producto de más de 33 años de trabajo y cuyo desastre fueprovocado por el terremoto del 19 de septiembre de 2017, fecha quelos ha marcado para siempre.

Lo que a unos les llevó años construir en la comunidad deZaragoza, al terremoto de 7.1 grados en la escala de Richter, lecostó unos segundos arrebatar. Y ahora los pobladores a causa delos escombros y el miedo, todavía, por alguna réplica duermen enla calle, los más afortunados en una casa de campaña, los másdesamparados a la intemperie.

Las revisiones y el personal voluntario llegaron a unas horasdel terremoto, se dice que el 90 por ciento de las casas estásemidestruido y al caminar por las calles se puede apreciar elterror que viven los pobladores.

La señora Ninfa estaba en su casa con su esposo al momento deltemblor, no tuvo más oportunidad que salir al patio cuando, en unabrir y cerrar de ojos, la casa en la que vivía desde hace 20años se vino al suelo.

Sus ojos se llenan de lágrimas cuando recuerda el momento delterremoto. La nostalgia por haber perdido su casa es evidente, peroel llanto no es por lo material sino por el pánico que le causapensar en que una nueva sacudida la tome por sorpresa.

LA VIDA DE ARLYN ES UN MILAGRO

Deyanira tiene un cabestrillo en el brazo derecho y uncollarín, está sentada es un cama afuera de sus casa, donde ahoraduerme, mientras Arlyn –de un año de edad- llora recostada ensus rodillas, porque quiere que la amamante su madre, pero por lalesión en la rodilla porque un bloque de piedra le cayó encima,está imposibilitada.

La casa en la que viven, especialmente las recámaras, existen amedias, los muros están fracturados y hay bloques de piedraatravesados. La joven madre junto a su suegro recuerda que cuandola tierra se sacudió estaba cerca de la cocina y no pensó en otracosa que entrar por su hija.

Cuando la tuvo en brazos y quiso salir un bloque de piedra cayóencima de ella y la pequeña también fue a parar al suelo, peropor la gracia de Dios –dice la madre- quedó en medio delrefrigerador y la silla por lo que sin planearlo se resguardó enel triángulo de la vida.

“De otra forma, mi hija habría muerto”, dice Deyanira yunas lágrimas se asoman por sus ojos, pero a pesar de los daños yque no tienen una casa en la cual vivir dan gracias por estarvivos.

QUEDÓ VIUDO Y SIN CASA

Pablo Emiliano vio este viernes cómo su patrimonio enterodesapareció. Hace tres meses su esposa murió y apenas estabaasimilando esta pérdida, cuando el terremoto le arrebató loúltimo que le quedaba.

La casa, que le costó 33 años de trabajo, fue demolida enmenos de 15 minutos cuando el sismo en tan solo unos segundos ladejó inservible. Esta se ubica en la calle Emiliano Zapata número26 en contraesquina del templo principal que tiene severos daños ya decir de los pobladores y del personal especializado está apunto de derrumbarse.

Mientras en la plaza principal, al mediodía, la gente recibíaropa, despensas, artículos no perecederos y se alimentaba,cobijados bajo las hojas de los árboles, maquinaria pesadatrabajaba a unos metros para demoler la casa y el movimientoprovocó que las torres del templo se movieran, casi de formaimperceptible, pero produjeron un sonido estremecedor para lospobladores.

De un momento a otro todos entraron en pánico. Desde el Zócalogritaban ¡Quítense, se va a caer! y corrieron hacia el ladoopuesto del templo, los vehículos se estacionaron lejos del lugary exigieron al personal con la maquinaria pesada que dejaran detrabajar, pero hicieron caso omiso.

Al final nada con la parroquia pasó y algunos aceptaron quepodrían haber sido víctimas de la paranoia.

La misma historia en cada casa derrumbada se repite. Algunosemigraron para formar su patrimonio, como Pablo Emiliano, quienbuscará que el gobierno se comprometa  reconstruir su casa talcual o retirar solo algunos elementos, pues los acabadosrepresentan una inversión importante para él.

PIDEN HERRAMIENTAS Y MATERIAL DECONSTRUCCIÓN

Aunque todos los pobladores se dicen infinitamente agradecidospor los víveres y ropa que han recibido en los últimos días, lasnecesidades ahora cambiaron, lo que necesitan son herramientas ymaterial de construcción para levantar sus viviendas pronto, puesse quedaron sin hogar.

Unos, de manera inicial, porque duermen en la calle, sobresábanas y el piso frío, quieren, por lo menos casas de campaña ycolchonetas, para aminorar las incomodidades que sufren desde hacetres noches.

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