/ miércoles 20 de diciembre de 2023

Pobladores de Tepeyahualco prefieren guardar silencio tras explosión de pirotecnia

Los pobladores de Guadalupe Sarabia mantienen en reserva lo poco o mucho que saben respecto a la explosión de un polvorín durante su fiesta patronal

Tepeyahualco, Pue. Habitantes de Guadalupe Sarabia, en Tepeyahualco, prefieren no hablar sobre la explosión de un polvorín que ocurrió hace siete días durante la celebración de su fiesta patronal. Tras el suceso, la gente se rehúsa a hablar sobre pirotecnia, pero, al paso del tiempo, buscan avanzar hacia el establecimiento de un plan de manejo de explosivos que ayude a prevenir incidentes como el ocurrido el pasado miércoles.

Temerosos ante la llegada de rostros ajenos, pobladores de Guadalupe Sarabia mantienen en reserva lo poco o mucho que saben respecto al suceso que hoy ha hundido a la localidad en un luto generalizado.

“No es grosería, pero mejor no”, dice un hombre que se niega a compartir su testimonio referente a lo que vivió la noche del pasado 13 de diciembre, cuando, en medio de la celebración en honor a la Virgen de Guadalupe, una bodega con decenas de piezas de pirotecnia explotó, cobrando la vida de tres personas, dos de ellas de forma casi inmediata.

El hombre, quien vive a escasos metros de la ermita de San Pedro Apóstol, que se encuentra frente a una explanada utilizada para celebrar la fiesta patronal, acumula por lo menos una docena de cubetas repletas de cristales rotos. Dice que, al momento de la explosión, casi ninguna de sus ventanas quedó intacta, pues el estruendo cimbró todo.

Inconforme, asegura que el lugar ha sido visitado por agentes ministeriales, quienes al tratar de indagar lo ocurrido, realizan, desde su punto de vista, cuestionamientos sugestivos. También apunta que la atención mediática que se le ha dado al hecho ha sido incompleta y pone en desventaja al pueblo, debido a que se le ha estigmatizado por el uso de pirotecnia.

Guadalupe Sarabia es una localidad de poco menos de 2 mil 500 habitantes, sus calles son pocas y su gente se conoce entre sí. Es el camino obligado para viajar a Alchichica y Perote, Veracruz, que es una ciudad que comparte un fuerte lazo económico y social con Tepeyahualco.

El lugar donde ocurrió la explosión está acordonado por una cinta color amarillo y un par de policías municipales a bordo de una patrulla, y tiene en el centro varios trozos de concreto disparados por el estallido. También hay botellas de lícor a medio acabar, pocos envases de refresco con líquido adentro y algunas prendas, como gorras, sombreros y playeras.

A poco más de 600 metros de la bodega donde se almacenaba el polvorín, que se encuentra completamente destruida, todavía hay pedazos de cemento y cristales, que dan muestra del gran alcance que tuvo el estrepitoso incidente.

Tras la sugerencia hecha por el gobernador del estado, Sergio Salomón Céspedes Peregrina, de regular el uso de pirotecnia en las fiestas patronales de Tepeyahualco, habitantes y autoridades ejidales coinciden en que es necesario adoptar nuevas medidas de prevención de siniestros por el manejo de estas sustancias.

A diferencia de lo que pudiera creerse, la población no impone resistencia al respecto, al contrario, ofrece soluciones, como la sustitución de estos materiales en los festejos, o bien, el involucramiento de personal especializado en el manejo de la pólvora. De hecho, implementar un nuevo protocolo para el uso de explosivos en la localidad es una de las primeras formas con las que la población pretende sanar a corto plazo sus heridas.

Todavía hay pedazos de cemento y cristales, que dan muestra del gran alcance que tuvo el estrepitoso incidente. Foto: Erik Guzmán | El Sol de Puebla

Perturbación de la realidad

El escenario de mayor atención en Guadalupe Sarabia es por ahora la explanada frente a la parroquia de San Pedro Apóstol. Se observa con poca concurrencia, y quienes atraviesan por ahí lo hacen con temor a ver los escombros, casi como si quisieran esquivar el panorama con la vista.

El silencio, que es acompañado por la ola gélida de invierno, se interrumpe con el encendido de unos viejos altoparlantes instalados en el campanario de la parroquia. Debido a su mal estado, la fidelidad del audio es precaria, pero segundos después de transcurrida la pista suena un villancico clásico, “el niño del tambor”.

En otros años, las autoridades eclesiásticas acostumbraban colocar estas melodías para el gozo de los niños que se apoderaban de la plaza para jugar durante sus vacaciones, también para los adultos que caminaban por ahí y esperaban ansiosos la llegada de Navidad y Año Nuevo.

En 2023 el significado de estas notas musicales cambió drásticamente. Personal de la parroquia coloca los villancicos como súplica de apoyo a la comunidad, pues al interior del inmueble religioso hay todavía cristales regados y algunos fragmentos de concreto que afectan la seguridad de los asistentes, y dañan considerablemente su imagen interna.

Pasan aproximadamente cuatro melodías navideñas en los anticuados parlantes y los primeros habitantes se hacen presentes en la iglesia. Uno de ellos, quien prefiere omitir su nombre, comparte, mientras realiza el barrido de la entrada, que la explosión marcó permanentemente a Guadalupe Sarabia.

“Necesitamos salir de esto, poco a poco, pero la vida tiene que continuar”, comparte el oriundo de Tepeyahualco, quien reconoce que el retiro de escombros de la iglesia parece una tarea interminable, pues cada día se retiran vidrios y polvo que entra por las ventanas descubiertas.

Transcurre el tiempo y llegan algunas personas, sin embargo, el apoyo no es suficiente para avanzar con la limpieza de la iglesia principal de la población.

“Por favor, se hace la atenta invitación a la comunidad, se necesita que vengan a ayudar a cargar las bolsas, a barrer y a lavar piso, para que saquemos todas las cajas de vidrio. Hacen falta señores, hombres o alguien que pueda cargar los bancos”, interrumpe de pronto la voz de una mujer por las bocinas que apenas se escuchan claramente.

El apoyo no es suficiente para avanzar con la limpieza de la iglesia. Foto: Erik Guzmán | El Sol de Puebla

Nunca se vivió algo así

El historiador Erwin Otilio Limón Rivera, quien por más de una década ha integrado el Consejo de la Crónica del Estado de Puebla, creando relatos sobre el acontecer de su natal Tepeyahualco, comparte que la explosión cambiará por siempre la forma en cómo Guadalupe Sarabia celebra su ferviente fe católica.

En entrevista, Limón Rivera califica que la comunidad se encuentra en un estado de impacto tras lo ocurrido. Además, sostiene que la estigmatización que se genera desde el exterior, principalmente en redes sociales o en conversaciones de gente externa, hace que la población viva un duelo mayor.

“La gente está impactada, aparte de los muertos, los heridos que están en los hospitales, entonces, esa gente que ahorita no está ahí en el pueblo debe estar en los hospitales viendo a sus familiares”, señala.

Para Juan Luis, un hombre que pertenece a las autoridades ejidales, pero que desea mantener su identidad bajo resguardo ante una petición de privacidad, lamenta que Guadalupe Sarabia se haya convertido en noticia nacional por la muerte de tres personas y no por su noble fiesta patronal.

El poblador apunta que la comunidad se encuentra “destrozada”, principalmente por aquellos que perdieron la vida y por quienes siguen siendo atendidos por personal especializado en hospitales de Puebla y Veracruz.

Desde su perspectiva, en los más de 100 años que lleva realizándose la fiesta en honor a la Virgen de Guadalupe, jamás se había presentado un hecho que conmocionara a toda la comunidad. Por ello, califica el suceso como la peor tragedia de la localidad.

“Los familiares están destrozados (...) Nos unimos en su dolor, porque todos somos de la misma comunidad; nos conocemos al 100 por ciento. El dolor es de toda la comunidad”, remarca Juan Luis.

No obstante, el poblador e integrante del cuerpo ejidal sostiene que, ante el desconsolador luto que vive Guadalupe Sarabia, los miembros de su pueblo y otras comunidades de Tepeyahualco se han hecho presentes para ofrecer ayuda económica e insumos para los familiares de las personas fallecidas y los sobrevivientes.

“Desde que tengo uso de razón se han vivido las tradiciones de una fiesta patronal, créame que nadie lo quiso hacer intencionalmente. No sé si puedo hablar por el resto de la comunidad, pero sí se entiende que no es un asunto intencional”, añade.

Guadalupe Sarabia es una localidad de poco menos de 2 mil 500 habitantes, sus calles son pocas y su gente se conoce entre sí. Foto: Erik Guzmán | El Sol de Puebla

Importancia de la tradición

Para entender mejor la relación que existe entre el uso de la pirotecnia y las fiestas patronales, Limón Rivera sostiene que es obligado conocer la raíz de la celebración católica que se conmemora en diciembre en Guadalupe Sarabia, que fue el momento en que ocurrió la tragedia.

El cronista relata que las fiestas patronales de esa demarcación datan desde hace poco más de un siglo. Las celebraciones surgieron también a raíz del espíritu libertario que habitantes de Tepeyahualco aportaron al inicio de la Revolución Mexicana.

La tradición toma lugar todos los años el 12 de diciembre, cuando se conmemora el nacimiento de la Virgen de Guadalupe. Los festejos usualmente se alargan dos días, pues tienen como objetivo recibir con alegría a los peregrinos que viajan de Tepeyahualco a la Ciudad de México hasta la Basílica de Guadalupe, principalmente para pedir por las cosechas del año entrante.

Agrega que año con año se colocan juegos mecánicos, actividades para niños y adultos, se venden alimentos y se ofician ceremonias, como confirmaciones y bautizos.

Y aunque es tradición hacer la quema de pirotecnia, ninguna autoridad o escrito religioso exige a los fieles realizar esta actividad, remarca Limón Rivera.

Esperanza de cambio

Juan Luis comparte que, en los últimos días, además de las muestras de solidaridad hacia las personas afectadas, ha recibido propuestas para modelar un nuevo plan de manejo de pirotecnia en la demarcación.

Aunque sostiene que las probabilidades de que el próximo año se vaya a utilizar este tipo de materiales en la conmemoración religiosa, ni en la celebración de la Virgen de Guadalupe ni en la de San Isidro Labrador, refiere que es imperativo que las autoridades de los tres niveles gubernamentales desarrollen una nueva estrategia para prevenir infortunios.

Por ejemplo, Limón Rivera asegura que ha surgido la idea, entre sus familiares y amigos, de que se establezca un sitio determinado para realizar fiestas patronales, algo como un recinto ferial, que cuente con las medidas necesarias de seguridad y almacenamiento de explosivos.

“Con esto la gente va a decir cero pirotecnia. No pasa nada, si no hay cohetes, si no haces un castillo, no pasa nada, la tradición sigue, y sigue en paz”, señala.

Finalmente, el cronista comparte que la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), además de otorgar los permisos para la elaboración de pirotecnia, debe intervenir para supervisar el manejo de estas sustancias en todas las celebraciones religiosas en el municipio.


Tepeyahualco, Pue. Habitantes de Guadalupe Sarabia, en Tepeyahualco, prefieren no hablar sobre la explosión de un polvorín que ocurrió hace siete días durante la celebración de su fiesta patronal. Tras el suceso, la gente se rehúsa a hablar sobre pirotecnia, pero, al paso del tiempo, buscan avanzar hacia el establecimiento de un plan de manejo de explosivos que ayude a prevenir incidentes como el ocurrido el pasado miércoles.

Temerosos ante la llegada de rostros ajenos, pobladores de Guadalupe Sarabia mantienen en reserva lo poco o mucho que saben respecto al suceso que hoy ha hundido a la localidad en un luto generalizado.

“No es grosería, pero mejor no”, dice un hombre que se niega a compartir su testimonio referente a lo que vivió la noche del pasado 13 de diciembre, cuando, en medio de la celebración en honor a la Virgen de Guadalupe, una bodega con decenas de piezas de pirotecnia explotó, cobrando la vida de tres personas, dos de ellas de forma casi inmediata.

El hombre, quien vive a escasos metros de la ermita de San Pedro Apóstol, que se encuentra frente a una explanada utilizada para celebrar la fiesta patronal, acumula por lo menos una docena de cubetas repletas de cristales rotos. Dice que, al momento de la explosión, casi ninguna de sus ventanas quedó intacta, pues el estruendo cimbró todo.

Inconforme, asegura que el lugar ha sido visitado por agentes ministeriales, quienes al tratar de indagar lo ocurrido, realizan, desde su punto de vista, cuestionamientos sugestivos. También apunta que la atención mediática que se le ha dado al hecho ha sido incompleta y pone en desventaja al pueblo, debido a que se le ha estigmatizado por el uso de pirotecnia.

Guadalupe Sarabia es una localidad de poco menos de 2 mil 500 habitantes, sus calles son pocas y su gente se conoce entre sí. Es el camino obligado para viajar a Alchichica y Perote, Veracruz, que es una ciudad que comparte un fuerte lazo económico y social con Tepeyahualco.

El lugar donde ocurrió la explosión está acordonado por una cinta color amarillo y un par de policías municipales a bordo de una patrulla, y tiene en el centro varios trozos de concreto disparados por el estallido. También hay botellas de lícor a medio acabar, pocos envases de refresco con líquido adentro y algunas prendas, como gorras, sombreros y playeras.

A poco más de 600 metros de la bodega donde se almacenaba el polvorín, que se encuentra completamente destruida, todavía hay pedazos de cemento y cristales, que dan muestra del gran alcance que tuvo el estrepitoso incidente.

Tras la sugerencia hecha por el gobernador del estado, Sergio Salomón Céspedes Peregrina, de regular el uso de pirotecnia en las fiestas patronales de Tepeyahualco, habitantes y autoridades ejidales coinciden en que es necesario adoptar nuevas medidas de prevención de siniestros por el manejo de estas sustancias.

A diferencia de lo que pudiera creerse, la población no impone resistencia al respecto, al contrario, ofrece soluciones, como la sustitución de estos materiales en los festejos, o bien, el involucramiento de personal especializado en el manejo de la pólvora. De hecho, implementar un nuevo protocolo para el uso de explosivos en la localidad es una de las primeras formas con las que la población pretende sanar a corto plazo sus heridas.

Todavía hay pedazos de cemento y cristales, que dan muestra del gran alcance que tuvo el estrepitoso incidente. Foto: Erik Guzmán | El Sol de Puebla

Perturbación de la realidad

El escenario de mayor atención en Guadalupe Sarabia es por ahora la explanada frente a la parroquia de San Pedro Apóstol. Se observa con poca concurrencia, y quienes atraviesan por ahí lo hacen con temor a ver los escombros, casi como si quisieran esquivar el panorama con la vista.

El silencio, que es acompañado por la ola gélida de invierno, se interrumpe con el encendido de unos viejos altoparlantes instalados en el campanario de la parroquia. Debido a su mal estado, la fidelidad del audio es precaria, pero segundos después de transcurrida la pista suena un villancico clásico, “el niño del tambor”.

En otros años, las autoridades eclesiásticas acostumbraban colocar estas melodías para el gozo de los niños que se apoderaban de la plaza para jugar durante sus vacaciones, también para los adultos que caminaban por ahí y esperaban ansiosos la llegada de Navidad y Año Nuevo.

En 2023 el significado de estas notas musicales cambió drásticamente. Personal de la parroquia coloca los villancicos como súplica de apoyo a la comunidad, pues al interior del inmueble religioso hay todavía cristales regados y algunos fragmentos de concreto que afectan la seguridad de los asistentes, y dañan considerablemente su imagen interna.

Pasan aproximadamente cuatro melodías navideñas en los anticuados parlantes y los primeros habitantes se hacen presentes en la iglesia. Uno de ellos, quien prefiere omitir su nombre, comparte, mientras realiza el barrido de la entrada, que la explosión marcó permanentemente a Guadalupe Sarabia.

“Necesitamos salir de esto, poco a poco, pero la vida tiene que continuar”, comparte el oriundo de Tepeyahualco, quien reconoce que el retiro de escombros de la iglesia parece una tarea interminable, pues cada día se retiran vidrios y polvo que entra por las ventanas descubiertas.

Transcurre el tiempo y llegan algunas personas, sin embargo, el apoyo no es suficiente para avanzar con la limpieza de la iglesia principal de la población.

“Por favor, se hace la atenta invitación a la comunidad, se necesita que vengan a ayudar a cargar las bolsas, a barrer y a lavar piso, para que saquemos todas las cajas de vidrio. Hacen falta señores, hombres o alguien que pueda cargar los bancos”, interrumpe de pronto la voz de una mujer por las bocinas que apenas se escuchan claramente.

El apoyo no es suficiente para avanzar con la limpieza de la iglesia. Foto: Erik Guzmán | El Sol de Puebla

Nunca se vivió algo así

El historiador Erwin Otilio Limón Rivera, quien por más de una década ha integrado el Consejo de la Crónica del Estado de Puebla, creando relatos sobre el acontecer de su natal Tepeyahualco, comparte que la explosión cambiará por siempre la forma en cómo Guadalupe Sarabia celebra su ferviente fe católica.

En entrevista, Limón Rivera califica que la comunidad se encuentra en un estado de impacto tras lo ocurrido. Además, sostiene que la estigmatización que se genera desde el exterior, principalmente en redes sociales o en conversaciones de gente externa, hace que la población viva un duelo mayor.

“La gente está impactada, aparte de los muertos, los heridos que están en los hospitales, entonces, esa gente que ahorita no está ahí en el pueblo debe estar en los hospitales viendo a sus familiares”, señala.

Para Juan Luis, un hombre que pertenece a las autoridades ejidales, pero que desea mantener su identidad bajo resguardo ante una petición de privacidad, lamenta que Guadalupe Sarabia se haya convertido en noticia nacional por la muerte de tres personas y no por su noble fiesta patronal.

El poblador apunta que la comunidad se encuentra “destrozada”, principalmente por aquellos que perdieron la vida y por quienes siguen siendo atendidos por personal especializado en hospitales de Puebla y Veracruz.

Desde su perspectiva, en los más de 100 años que lleva realizándose la fiesta en honor a la Virgen de Guadalupe, jamás se había presentado un hecho que conmocionara a toda la comunidad. Por ello, califica el suceso como la peor tragedia de la localidad.

“Los familiares están destrozados (...) Nos unimos en su dolor, porque todos somos de la misma comunidad; nos conocemos al 100 por ciento. El dolor es de toda la comunidad”, remarca Juan Luis.

No obstante, el poblador e integrante del cuerpo ejidal sostiene que, ante el desconsolador luto que vive Guadalupe Sarabia, los miembros de su pueblo y otras comunidades de Tepeyahualco se han hecho presentes para ofrecer ayuda económica e insumos para los familiares de las personas fallecidas y los sobrevivientes.

“Desde que tengo uso de razón se han vivido las tradiciones de una fiesta patronal, créame que nadie lo quiso hacer intencionalmente. No sé si puedo hablar por el resto de la comunidad, pero sí se entiende que no es un asunto intencional”, añade.

Guadalupe Sarabia es una localidad de poco menos de 2 mil 500 habitantes, sus calles son pocas y su gente se conoce entre sí. Foto: Erik Guzmán | El Sol de Puebla

Importancia de la tradición

Para entender mejor la relación que existe entre el uso de la pirotecnia y las fiestas patronales, Limón Rivera sostiene que es obligado conocer la raíz de la celebración católica que se conmemora en diciembre en Guadalupe Sarabia, que fue el momento en que ocurrió la tragedia.

El cronista relata que las fiestas patronales de esa demarcación datan desde hace poco más de un siglo. Las celebraciones surgieron también a raíz del espíritu libertario que habitantes de Tepeyahualco aportaron al inicio de la Revolución Mexicana.

La tradición toma lugar todos los años el 12 de diciembre, cuando se conmemora el nacimiento de la Virgen de Guadalupe. Los festejos usualmente se alargan dos días, pues tienen como objetivo recibir con alegría a los peregrinos que viajan de Tepeyahualco a la Ciudad de México hasta la Basílica de Guadalupe, principalmente para pedir por las cosechas del año entrante.

Agrega que año con año se colocan juegos mecánicos, actividades para niños y adultos, se venden alimentos y se ofician ceremonias, como confirmaciones y bautizos.

Y aunque es tradición hacer la quema de pirotecnia, ninguna autoridad o escrito religioso exige a los fieles realizar esta actividad, remarca Limón Rivera.

Esperanza de cambio

Juan Luis comparte que, en los últimos días, además de las muestras de solidaridad hacia las personas afectadas, ha recibido propuestas para modelar un nuevo plan de manejo de pirotecnia en la demarcación.

Aunque sostiene que las probabilidades de que el próximo año se vaya a utilizar este tipo de materiales en la conmemoración religiosa, ni en la celebración de la Virgen de Guadalupe ni en la de San Isidro Labrador, refiere que es imperativo que las autoridades de los tres niveles gubernamentales desarrollen una nueva estrategia para prevenir infortunios.

Por ejemplo, Limón Rivera asegura que ha surgido la idea, entre sus familiares y amigos, de que se establezca un sitio determinado para realizar fiestas patronales, algo como un recinto ferial, que cuente con las medidas necesarias de seguridad y almacenamiento de explosivos.

“Con esto la gente va a decir cero pirotecnia. No pasa nada, si no hay cohetes, si no haces un castillo, no pasa nada, la tradición sigue, y sigue en paz”, señala.

Finalmente, el cronista comparte que la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), además de otorgar los permisos para la elaboración de pirotecnia, debe intervenir para supervisar el manejo de estas sustancias en todas las celebraciones religiosas en el municipio.


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