"Mi vida es muy triste en Guatemala; estoy sola con mi hermana. Yo quería estar feliz con mis papás. Eso era lo que quería, pero no se me cumplió ", son las palabras que Ana Cristina, una pequeña de 16 años, comparte con gran desilusión al saber que en cuanto sea repatriada no habrá nadie que la reciba en casa, ni a ella ni a su pequeña hermana de 7 años, con quien hace dos semanas emprendió su trayecto migratorio para llegar a Oakland, California.
De acuerdo con el Programa Especial de Migración 2014-2018, se estima que en 2012 el total de migrantes centroamericanos en tránsito irregular por México fue de 150 mil y, aunque no hay una cifra específica del porcentaje de adolescentes que viajan solos para llegar a Estados Unidos, la organización Save the Children estima que, cada año, unos 7 mil menores de edad no acompañados son repatriados y que desde 2011 se ha duplicado la cantidad de pequeños que transitan desde Centroamérica.
Puebla ha sido punto importante del flujo de adolescentes migrantes que emprenden este trayecto por tres factores principales: reunirse con la familia, buscar un trabajo para mejorar su estilo de vida y por la violencia e inseguridad que viven en su país.
Ese es el caso de Ana Cristina, quien, a pesar de estar consciente de los peligros y violaciones que puede tener su integridad física y sus derechos humanos, su deseo por reunirse con sus padres —a los que no ve desde hace más de 10 años— es mucho más fuerte, motivo por el cual tomó a su hermana con la ilusión de llegar juntas a California.
Nosotras queremos llegar con ellos porque estamos solas. No hago nada, solo me la paso limpiando mi casa. Todos están allá, mis papás, mis tíos...solo tengo un tío en Guatemala
REZAGO EDUCATIVO Y VIOLENCIA
Ser sometidas a explotación sexual o laboral, caer en manos del crimen organizado o perder la vida al cruzar la frontera son algunos de los riesgos a los que diariamente adolescentes de Centroamérica se enfrentan ante su ferviente deseo por llegar a Estados Unidos y reunirse con sus padres.
Los peligros durante su trayecto migratorio son elevados, pero aseguran que las necesidades son aún mayores, al menos en eso coinciden los 15 adolescentes que actualmente están en resguardo en la Casa del Migrante Adolescente en Puebla perteneciente al Sistema Estatal DIF (SEDIF).
Angélica Zenteno Ruiz, psicóloga de esta dependencia, asegura que mediante una evaluación se dan cuenta de que la mayoría de ellos padecen problemas de autoestima, rezago educativo, problemas de violencia familiar, abandono familiar, violencia social y problemas emocionales.
NO DESISTEN DE SU "SUEÑO"
William, Franklin, Anthony, Cindy, Andrea y Ana Cristina son algunos de los nombres de estos adolescentes que se encuentran en Puebla esperando arreglar su situación migratoria y regresar a su país y, en un futuro, intentar nuevamente cumplir "su sueño" de viajar a la frontera norte acompañados únicamente de una pequeña mochila y unos 500 quetzales (mil doscientos pesos), en los que ven reflejada su posible entrada a una mejor vida y reencontrarse con su familia.
"No tengo miedo, desde que salí de mi casa no tuve miedo; solo quería llegar con mis padres", reitera Ana Cristina.
EN CUATRO MESES PUEBLA HA RECIBIDO 93 ADOLESCENTES
El 13 de marzo de este año dio inicio el proyecto de la Casa del Migrante Adolescente, un modelo de apoyo y protección único en el país.
Maricruz Ríos Beltrán, encargada de la Casa del Migrante Adolescente, asegura que este nuevo espacio garantiza la integridad física y psicológica de las y los adolescentes migrantes no acompañados, modelo que se plantea replicar en un futuro en otros estados de la República, toda vez que las Casas del Migrante que actualmente existen cuentan con un esquema de atención que va enfocado principalmente a personas adultas.
Detalló que, de marzo a julio de 2019, la estancia ha recibido a 93 adolescentes de diferentes nacionalidades, principalmente de Colombia, Venezuela, Honduras, El Salvador, Nicaragua y Guatemala.
LA LEY LOS PROTEGE
La titular de la Casa del Migrante Adolescente detalla que del 100 por ciento de los jóvenes que ingresan, la mayoría llega con un cuadro de desnutrición, infecciones en la vías respiratorias y urinarias e incluso algunos presentan llagas en los pies por los largos días que llevan caminado para llegar a su destino.