/ martes 31 de octubre de 2017

Los muertos de nadie; de la morgue a la fosa común

El olor nauseabundo impregna todo el lugar hasta provocararcadas. Es el tufo a muerte que queda tras haber exhumado hace unasemana varios cadáveres de la única fosa común queexiste en la Ciudad de México. En realidad, los sepulturerosiban por un solo cuerpo que finalmente había sidoidentificado, pero como se encontraba apilado debajo de otros,tuvieron que desenterrar a todos.

Luego hubo que regresar cada uno a su lugar para no perder elorden, pues siempre queda la esperanza de que más delantealguno de esos cadáveres anónimos sea tambiénencontrado por un ser querido.

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Siete días han transcurrido desde entonces y el aroma delos cuerpos en descomposición aún se respira en estaárea restringida del Panteón Civil de Dolores, casicolindante con la barranca de Chapultepec, al poniente de laciudad.

 

 

 

Aquí yacen inertes miles de personas que murieron en lacapital del país y de las que ni siquiera se sabe su nombre.Hasta que alguien las reclame, su identidad consiste en unnúmero de averiguación previa del Ministerio Públicoo un folio del Instituto de Ciencias Forenses (Incifo), organismodependiente del Tribunal Superior de Justicia de la CdMx encargadode ayudar en la identificación de cadáveresdesconocidos.

¿Cuántos son? Es difícil saberlo porque aunque elprimer registro de un entierro en la fosa común data del 9 deseptiembre de 1960, la información de las autoridades delcementerio no se encuentra sistematizada.

Para tener una idea, hay que ir un paso atrás y recurrir alas estadísticas de la institución encargada de enviarlos cadáveres sin identidad al camposanto. Según lascifras más recientes del Incifo, cada año desde 2013 unpromedio de 470 cuerpos terminan en calidad de desconocidos, esdecir, casi 40 al mes. Su destino final es la fosa común enespera de algún día ser reclamados.

 

Todo inicia en la morgue

El camino hacia la fosa común comienza en el Incifo, que esla morgue de la ciudad. Lejos de tener una apariencia tétrica,el edificio ubicado en la colonia Doctores luce bastante colorido.Las ventanas están adornadas con vitrales que aluden a lavida, la muerte y la ciencia forense.

Todas las instalaciones lucen limpias y ordenadas, incluyendo elárea donde se manipulan los cadáveres. Una vez adentro,hay que cruzar la puerta que conduce al anfiteatro para comenzar apercibir un olor entre formol y sangre fresca, por mucho mástolerable que el que desprenden los cadáveres exhumados de lafosa común.

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Sobre dos planchas reposan los cuerpos desnudos de dos hombres.Ya se les han practicado las necropsias para determinar la causa demuerte. Como el más joven está en calidad de desconocido,se le toman sus registros dentales que junto sus fotografías,huellas dactilares, muestras biológicas y revisiónantropológica se conservarán en un archivo por sialgún día llega a ser reclamado.

“Muchas veces se han hecho identificaciones despuésde cuatro o cinco años porque tenemos los archivos”,comenta el doctor José Luis Dorantes Ramírez, Jefe de laUnidad Departamental de Anfiteatro y Patología del Incifo.

 Las personas que sufren una muerte violenta o sospechosaal interior de la capital del país son trasladadas a estelugar por una orden del Ministerio Público para que se lespractique la necropsia de ley.

Generalmente ingresan víctimas de accidentes detránsito y homicidios. Y de acuerdo con el personal, en losúltimos años no hay día que no tengan al menos uncaso de asesinato por arma de fuego.

 Si se conoce la identidad de la persona, se emite elcertificado de defunción y se entrega a sus familiares. Encaso contrario, se arma un registro de antropología,odontología, dactiloscopia y fotografía del cuerporecabando toda la información que ayude a su posterioridentificación. Si al cabo de tres semanas ningúnfamiliar se presenta a reclamarlo, entonces es mandado a la fosacomún.

De casi cinco mil cadáveres que ingresan cada año alanfiteatro, en 10% de los casos nadie acude a identificarlos.

Hay ocasiones que la autoridad ministerial demanda que uncadáver se quede más tiempo en el Incifo –hasta unaño– y allí permanece conservado en unacámara de refrigeración que puede llegar a albergar hasta400 cuerpos.

Algunos cadáveres que están en buenas condiciones sonenviados temporalmente a universidades como la UNAM, el IPN, laEscuela Médico Militar y otras privadas para la formaciónde sus estudiantes de Medicina. Pero tarde que temprano todosterminan en la fosa común si no son identificados.

El joven que hoy yace tendido en la plancha del anfiteatro tieneapenas 22 años, pero a este lugar llegan hombres y mujeres detodas las edades. Los registros del instituto así loindican.

Hombre no identificado, 65 años. Causa de muerte: homicidiopor proyectil de arma de fuego penetrante de cráneo. Lugar delos hechos: Matanzas 1054, colonia Residencial Zacatenco,delegación Gustavo A. Madero. Destino: Panteón Civil deDolores.

Mujer no identificada, 30 años. Causa de muerte:agresión por ahorcamiento, estrangulación osofocación. Lugar de los hechos: Guillermo Prieto SN, coloniaMiguel Hidalgo, delegación Tláhuac. Destino: PanteónCivil de Dolores.

Hombre no identificado, 45 años. Causa de muerte:traumatismo intracraneal por accidente en la vía pública.Lugar de los hechos: Francisco I. Madero esquina con 5 de Mayo,Pueblo San Bartolomé Xicomulco, delegación Milpa Alta.Destino: UNAM.

Incluso, los registros de enero de 2013 a julio de 2017proporcionados por la dependencia vía una solicitud detransparencia revelan la existencia de 56 fetos.

El ilustre con el desconocido

La ficha del cadáver de un niño de entre tres y cincoaños conmocionó a los capitalinos a mediados de octubre.Llevaba más de 22 días en el Incifo desde que fueencontrado muerto en la Delegación Tláhuac sin queningún familiar se hubiera presentado a reclamar el cuerpo. Lanecropsia practicada al menor reveló que un golpe en elcráneo le había causado la muerte.

El suceso hizo recordar el caso “Ángela”, unapequeña que fue hallada sin vida dentro de una maleta en marzode 2015. Con la esperanza de que alguien acudiera a identificarlapermaneció en el Incifo más de un año.

Nadie llegó.

La menor fue bautizada como Ángela y su cuerpo fue llevadoal Cementerio del Parque Memorial, en el vecino Estado deMéxico, tras una guardia de honor montada por el jefe deGobierno, Miguel Ángel Mancera, y el entonces presidente delTribunal Superior de Justicia de la ciudad, Edgar ElíasAzar.

 En el caso del niño, la difusión de su retratoen los medios de comunicación llegó hasta sus abuelos,quienes confirmaron en la morgue que se trataba de su nieto. Perolos cadáveres no siempre son identificados y mucho menosreciben honores por los altos mandos del gobierno.

 Su destino final es el olvido en la fosa común delPanteón Civil de Dolores, uno de los más grandes yantiguos de la CdMx. Con casi 143 años, el cementerio de 240hectáreas de superficie alberga un millón de personassepultadas, más de la población que tienen estados comoBaja California Sur, Campeche o Colima. Eso sin contar a los queestán en la fosa común, indica Samuel OteroGonzález, Jefe de Panteones de la delegación MiguelHidalgo.

 Se podría decir que se trata de un cementerioincluyente pues por un lado tiene como huéspedes a más deun centenar de hombres y mujeres reconocidos por sus contribucionesal desarrollo del país, cuyos cuerpos descansan en lasección exclusiva conocida como la Rotonda de las PersonasIlustres, y por el otro también descansan los restos de milesde personas que murieron en el anonimato.

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Aunque a la sección donde se depositan los muertos sinidentidad se le conoce como fosa común, en realidad se tratade varias hileras de fosas. Cada una mide 2 metros por 2.5 metrospor 3 metros de profundidad y llega a alojar entre 150 y 200cadáveres.

Para cada fosa primero se llena el nivel más profundo. Unavez que se completa, se cubre con una capa de tierra para continuarcon el segundo nivel y así sucesivamente hasta llegar unos 20centímetros antes del ras de piso. Cuando la fosa ha sidoocupada en su totalidad, se abre una nueva con las mismasdimensiones y se repite el procedimiento.

A partir de 2005, el personal del cementerio trabaja mediante unsistema de coordenadas para depositar los cuerpos de forma ordenaday así localizarlos rápidamente en caso de que algúndía se requiera su exhumación. A cada uno se le asigna unnúmero de línea o hilera, un número de fosa y unnúmero de nivel.

En ausencia de un nombre, su registro se hace con el númerode averiguación previa de la autoridad ministerial y el foliootorgado por el Incifo para ubicarlos rápidamente en caso deque alguien acuda algún día a reclamarlos.

La fosa común

Se puede decir que la fosa común se divide en tressecciones. A la entrada se localizan las zanjas que ya se llenaron,cada una organizada conforme al sistema de coordenadas delpanteón: línea, fosa y nivel. Sobre ellas aparecenalgunas cruces y pequeñas lápidas como testimonio de queaún es posible identificar un cuerpo incluso cuando ya fuesepultado.

“Fosa 69, Línea 1, Nivel 3. Noé DomínguezGaspar. Tu recuerdo vivirá para siempre en nuestros corazones.Recuerdo de tu madre, esposa e hijas. Descansa en paz”, selee en una pequeña cruz de hojalatería negra.

Junto a ella hay otra que dice: “Fosa 69, Línea 1,Nivel 1. Guillermo Eduardo Catuar Estrada. Tengo esperanza encuanto a Jehová Dios, de que habrá resurrección(Hechos 24:15)”.

De acuerdo con Samuel Otero, los cuerpos que se llegan aidentificar pueden ser cremados o reinhumados en el lugar quedeterminen sus familiares. Sin embargo, en ocasiones por falta dedinero deciden dejarlos en la fosa común. En ese caso, lasautoridades del panteón les permiten colocar una pequeñalápida en su memoria.

A un costado de esta primera sección se localiza un hoyoprofundo en donde son depositadas las partes de cadáveresincompletos.

morgue6.jpg

Al centro del área se encuentra el lugar donde descansanparte de las víctimas del terremoto de 1985. La otra parte seencuentra en una fosa del Panteón Civil San Lorenzo Tezonco,al oriente de la ciudad, aunque ésta solo se ha utilizado paraalbergar a los muertos del sismo de hace 32 años.

“Cada año vienen a poner flores, pero esta vez no,quizá porque el nuevo terremoto ocurrió justo el mismodía”, comenta Otero frente al memorial de lasvíctimas cuya placa de metal en algún momento fue hurtadadel lugar.

Más al fondo, casi en despoblado, se encuentra lasección de las fosas más recientes. Éstas aúnno se llenan y solo están cubiertas por láminas en esperade que lleguen los nuevos inquilinos. No tardarán mucho enocuparse.

 

El olor nauseabundo impregna todo el lugar hasta provocararcadas. Es el tufo a muerte que queda tras haber exhumado hace unasemana varios cadáveres de la única fosa común queexiste en la Ciudad de México. En realidad, los sepulturerosiban por un solo cuerpo que finalmente había sidoidentificado, pero como se encontraba apilado debajo de otros,tuvieron que desenterrar a todos.

Luego hubo que regresar cada uno a su lugar para no perder elorden, pues siempre queda la esperanza de que más delantealguno de esos cadáveres anónimos sea tambiénencontrado por un ser querido.

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Siete días han transcurrido desde entonces y el aroma delos cuerpos en descomposición aún se respira en estaárea restringida del Panteón Civil de Dolores, casicolindante con la barranca de Chapultepec, al poniente de laciudad.

 

 

 

Aquí yacen inertes miles de personas que murieron en lacapital del país y de las que ni siquiera se sabe su nombre.Hasta que alguien las reclame, su identidad consiste en unnúmero de averiguación previa del Ministerio Públicoo un folio del Instituto de Ciencias Forenses (Incifo), organismodependiente del Tribunal Superior de Justicia de la CdMx encargadode ayudar en la identificación de cadáveresdesconocidos.

¿Cuántos son? Es difícil saberlo porque aunque elprimer registro de un entierro en la fosa común data del 9 deseptiembre de 1960, la información de las autoridades delcementerio no se encuentra sistematizada.

Para tener una idea, hay que ir un paso atrás y recurrir alas estadísticas de la institución encargada de enviarlos cadáveres sin identidad al camposanto. Según lascifras más recientes del Incifo, cada año desde 2013 unpromedio de 470 cuerpos terminan en calidad de desconocidos, esdecir, casi 40 al mes. Su destino final es la fosa común enespera de algún día ser reclamados.

 

Todo inicia en la morgue

El camino hacia la fosa común comienza en el Incifo, que esla morgue de la ciudad. Lejos de tener una apariencia tétrica,el edificio ubicado en la colonia Doctores luce bastante colorido.Las ventanas están adornadas con vitrales que aluden a lavida, la muerte y la ciencia forense.

Todas las instalaciones lucen limpias y ordenadas, incluyendo elárea donde se manipulan los cadáveres. Una vez adentro,hay que cruzar la puerta que conduce al anfiteatro para comenzar apercibir un olor entre formol y sangre fresca, por mucho mástolerable que el que desprenden los cadáveres exhumados de lafosa común.

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Sobre dos planchas reposan los cuerpos desnudos de dos hombres.Ya se les han practicado las necropsias para determinar la causa demuerte. Como el más joven está en calidad de desconocido,se le toman sus registros dentales que junto sus fotografías,huellas dactilares, muestras biológicas y revisiónantropológica se conservarán en un archivo por sialgún día llega a ser reclamado.

“Muchas veces se han hecho identificaciones despuésde cuatro o cinco años porque tenemos los archivos”,comenta el doctor José Luis Dorantes Ramírez, Jefe de laUnidad Departamental de Anfiteatro y Patología del Incifo.

 Las personas que sufren una muerte violenta o sospechosaal interior de la capital del país son trasladadas a estelugar por una orden del Ministerio Público para que se lespractique la necropsia de ley.

Generalmente ingresan víctimas de accidentes detránsito y homicidios. Y de acuerdo con el personal, en losúltimos años no hay día que no tengan al menos uncaso de asesinato por arma de fuego.

 Si se conoce la identidad de la persona, se emite elcertificado de defunción y se entrega a sus familiares. Encaso contrario, se arma un registro de antropología,odontología, dactiloscopia y fotografía del cuerporecabando toda la información que ayude a su posterioridentificación. Si al cabo de tres semanas ningúnfamiliar se presenta a reclamarlo, entonces es mandado a la fosacomún.

De casi cinco mil cadáveres que ingresan cada año alanfiteatro, en 10% de los casos nadie acude a identificarlos.

Hay ocasiones que la autoridad ministerial demanda que uncadáver se quede más tiempo en el Incifo –hasta unaño– y allí permanece conservado en unacámara de refrigeración que puede llegar a albergar hasta400 cuerpos.

Algunos cadáveres que están en buenas condiciones sonenviados temporalmente a universidades como la UNAM, el IPN, laEscuela Médico Militar y otras privadas para la formaciónde sus estudiantes de Medicina. Pero tarde que temprano todosterminan en la fosa común si no son identificados.

El joven que hoy yace tendido en la plancha del anfiteatro tieneapenas 22 años, pero a este lugar llegan hombres y mujeres detodas las edades. Los registros del instituto así loindican.

Hombre no identificado, 65 años. Causa de muerte: homicidiopor proyectil de arma de fuego penetrante de cráneo. Lugar delos hechos: Matanzas 1054, colonia Residencial Zacatenco,delegación Gustavo A. Madero. Destino: Panteón Civil deDolores.

Mujer no identificada, 30 años. Causa de muerte:agresión por ahorcamiento, estrangulación osofocación. Lugar de los hechos: Guillermo Prieto SN, coloniaMiguel Hidalgo, delegación Tláhuac. Destino: PanteónCivil de Dolores.

Hombre no identificado, 45 años. Causa de muerte:traumatismo intracraneal por accidente en la vía pública.Lugar de los hechos: Francisco I. Madero esquina con 5 de Mayo,Pueblo San Bartolomé Xicomulco, delegación Milpa Alta.Destino: UNAM.

Incluso, los registros de enero de 2013 a julio de 2017proporcionados por la dependencia vía una solicitud detransparencia revelan la existencia de 56 fetos.

El ilustre con el desconocido

La ficha del cadáver de un niño de entre tres y cincoaños conmocionó a los capitalinos a mediados de octubre.Llevaba más de 22 días en el Incifo desde que fueencontrado muerto en la Delegación Tláhuac sin queningún familiar se hubiera presentado a reclamar el cuerpo. Lanecropsia practicada al menor reveló que un golpe en elcráneo le había causado la muerte.

El suceso hizo recordar el caso “Ángela”, unapequeña que fue hallada sin vida dentro de una maleta en marzode 2015. Con la esperanza de que alguien acudiera a identificarlapermaneció en el Incifo más de un año.

Nadie llegó.

La menor fue bautizada como Ángela y su cuerpo fue llevadoal Cementerio del Parque Memorial, en el vecino Estado deMéxico, tras una guardia de honor montada por el jefe deGobierno, Miguel Ángel Mancera, y el entonces presidente delTribunal Superior de Justicia de la ciudad, Edgar ElíasAzar.

 En el caso del niño, la difusión de su retratoen los medios de comunicación llegó hasta sus abuelos,quienes confirmaron en la morgue que se trataba de su nieto. Perolos cadáveres no siempre son identificados y mucho menosreciben honores por los altos mandos del gobierno.

 Su destino final es el olvido en la fosa común delPanteón Civil de Dolores, uno de los más grandes yantiguos de la CdMx. Con casi 143 años, el cementerio de 240hectáreas de superficie alberga un millón de personassepultadas, más de la población que tienen estados comoBaja California Sur, Campeche o Colima. Eso sin contar a los queestán en la fosa común, indica Samuel OteroGonzález, Jefe de Panteones de la delegación MiguelHidalgo.

 Se podría decir que se trata de un cementerioincluyente pues por un lado tiene como huéspedes a más deun centenar de hombres y mujeres reconocidos por sus contribucionesal desarrollo del país, cuyos cuerpos descansan en lasección exclusiva conocida como la Rotonda de las PersonasIlustres, y por el otro también descansan los restos de milesde personas que murieron en el anonimato.

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Aunque a la sección donde se depositan los muertos sinidentidad se le conoce como fosa común, en realidad se tratade varias hileras de fosas. Cada una mide 2 metros por 2.5 metrospor 3 metros de profundidad y llega a alojar entre 150 y 200cadáveres.

Para cada fosa primero se llena el nivel más profundo. Unavez que se completa, se cubre con una capa de tierra para continuarcon el segundo nivel y así sucesivamente hasta llegar unos 20centímetros antes del ras de piso. Cuando la fosa ha sidoocupada en su totalidad, se abre una nueva con las mismasdimensiones y se repite el procedimiento.

A partir de 2005, el personal del cementerio trabaja mediante unsistema de coordenadas para depositar los cuerpos de forma ordenaday así localizarlos rápidamente en caso de que algúndía se requiera su exhumación. A cada uno se le asigna unnúmero de línea o hilera, un número de fosa y unnúmero de nivel.

En ausencia de un nombre, su registro se hace con el númerode averiguación previa de la autoridad ministerial y el foliootorgado por el Incifo para ubicarlos rápidamente en caso deque alguien acuda algún día a reclamarlos.

La fosa común

Se puede decir que la fosa común se divide en tressecciones. A la entrada se localizan las zanjas que ya se llenaron,cada una organizada conforme al sistema de coordenadas delpanteón: línea, fosa y nivel. Sobre ellas aparecenalgunas cruces y pequeñas lápidas como testimonio de queaún es posible identificar un cuerpo incluso cuando ya fuesepultado.

“Fosa 69, Línea 1, Nivel 3. Noé DomínguezGaspar. Tu recuerdo vivirá para siempre en nuestros corazones.Recuerdo de tu madre, esposa e hijas. Descansa en paz”, selee en una pequeña cruz de hojalatería negra.

Junto a ella hay otra que dice: “Fosa 69, Línea 1,Nivel 1. Guillermo Eduardo Catuar Estrada. Tengo esperanza encuanto a Jehová Dios, de que habrá resurrección(Hechos 24:15)”.

De acuerdo con Samuel Otero, los cuerpos que se llegan aidentificar pueden ser cremados o reinhumados en el lugar quedeterminen sus familiares. Sin embargo, en ocasiones por falta dedinero deciden dejarlos en la fosa común. En ese caso, lasautoridades del panteón les permiten colocar una pequeñalápida en su memoria.

A un costado de esta primera sección se localiza un hoyoprofundo en donde son depositadas las partes de cadáveresincompletos.

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Al centro del área se encuentra el lugar donde descansanparte de las víctimas del terremoto de 1985. La otra parte seencuentra en una fosa del Panteón Civil San Lorenzo Tezonco,al oriente de la ciudad, aunque ésta solo se ha utilizado paraalbergar a los muertos del sismo de hace 32 años.

“Cada año vienen a poner flores, pero esta vez no,quizá porque el nuevo terremoto ocurrió justo el mismodía”, comenta Otero frente al memorial de lasvíctimas cuya placa de metal en algún momento fue hurtadadel lugar.

Más al fondo, casi en despoblado, se encuentra lasección de las fosas más recientes. Éstas aúnno se llenan y solo están cubiertas por láminas en esperade que lleguen los nuevos inquilinos. No tardarán mucho enocuparse.

 

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