/ lunes 18 de octubre de 2021

A Puerta Cerrada | Miguel y Lalo, un nuevo ciclo

Eduardo Rivera Pérez debió ser el primer sorprendido con el vasto despliegue de cortesía proferido por el gobernador Miguel Barbosa Huerta frente a los mil 500 invitados a la toma de protesta reunidos en el Centro Expositor, entre ellos, y en primerísimo lugar, por el hecho de ser un ex presidente, Felipe Calderón Hinojosa.

El edil de Puebla fue primero en tender la mano para ofrecer un ayuntamiento aliado del gobierno del estado en beneficio de los habitantes de la ciudad, pero en su turno, el mandatario fue más lejos al destacar la existencia de una relación de camaradería y amistad que ha sido construida con el panista en el transcurso de los años.

“Yo te espero esta semana Lalo, porque así nos hemos llamado por 21 años: ‘Miguel’, ‘Lalo’”, expuso el gobernador en una parte de su reflexión.

La nota, como se dice en el argot periodístico, la dio Barbosa, que pareció estar muy a gusto sentado a la mesa principal de ese acto político no solo junto a Eduardo Rivera, sino, también, a los representantes de los otros dos poderes del estado, Sergio Salomón Céspedes Peregrina, del Legislativo, y Héctor Sánchez Sánchez, del Judicial.

Diez años y ocho meses atrás, el 15 de febrero de 2011, cuando Rivera Pérez rendía protesta para ocupar la presidencia municipal de Puebla por primera vez, otro gobernador se llevó la atención de la concurrencia presente en el Centro de Convenciones del Paseo de San Francisco, pero en un sentido radicalmente opuesto.

Esa ocasión, al término de las palabras del alcalde, Rafael Moreno Valle pronunció un discurso intenso en la publicidad de los objetivos de su gobierno, que acababa de comenzar dos semanas atrás, y claro en el mensaje para el edil, a quien quiso ver en calidad de subordinado: sumisión como sinónimo de colaboración.

Esta vez la estampa fue contraria, lo mismo que las repercusiones en el ánimo del edil, quien debe tener los dedos cruzados y al menos una veladora prendida con la esperanza puesta en el futuro, con el deseo de que esa alianza construida con Barbosa y sellada en público se prolongue lo máximo posible en el tiempo, incluso hasta el final de la gestión, en confluencia, por supuesto, con el siguiente proceso electoral.

Ese fue el hecho que ganó los reflectores del evento celebrado el viernes en la zona de Los Fuertes, pero no fue el único resaltable.

Eduardo Rivera se mostró más maduro, suelto y convincente que una década atrás.

Abrió su discurso con la alusión a dos acontecimientos personales, lo que le sirvió para romper el hielo y ganarse a sus invitados.

Recordó la persecución política de la que fue objeto por parte de Moreno Valle al finalizar su primera administración y confesó el pesar que sufrió tres años atrás, en 2018, cuando perdió la elección con Claudia Rivera.

Después de eso y de los agradecimientos de rigor, unos dirigidos a los miembros de su familia y otros a los personajes públicos sentados frente a él, delineó la estrategia que seguirá para “corregir el rumbo” y hacer de Puebla “una ciudad de 10”, como asegura en su propaganda.

El panista usó una estrategia de comunicación efectiva, y con eso, desde el día uno de su administración, marcó la diferencia con su antecesora.

Mostró imágenes de calles y canchas deportivas en estado deplorable que pronto atenderá y presentó fotografías de camellones y áreas verdes podadas ese mismo día, horas atrás, para transmitir a sus espectadores la imagen de un gobernante que –este sí— había llegado a trabajar.

No requirió mucho, pero lo que hizo para contrastarse con Claudia Rivera fue suficiente y efectivo para sus fines.

Al final, entre los presentes, muchos panistas, pero también priistas y morenistas, quedó esa sensación de buen ánimo que brinda el comienzo de un nuevo ciclo y la posibilidad de darle vuelta a la página, para dejar en el pasado tres años de incertidumbre, o de oscuridad, como guste usted llamarle al periodo que recién se extinguió.

LOS AUSENTES

De los políticos invitados a la toma de protesta llamó la atención la ausencia de Ignacio Mier Velasco, el influyente coordinador de la fracción de Morena en la Cámara de Diputados.

El legislador federal tiene como excusa aparentemente válida el hecho de que el acto protocolario de ascenso al poder de su hijo, en Tecamachalco, haya sido casi a la misma hora que el de Eduardo Rivera en la capital, pero aun así, los mal pensados le dieron rienda suelta a esa especie que insiste en poner a Mier papá como ariete de un complot en contra del panista.

El acto de Rivera fue a las 12 y terminó a la 1 de la tarde, por lo que Mier tenía una hora para llegar sin problema a Tecamachalco a las 2, hora prevista para la toma de protesta de su hijo, Ignacio Mier Bañuelos.

Los gustosos de la teoría conspirativa aseguran que, de haber querido, el aspirante a gobernador podría haber asistido a los dos eventos.

Usted juzgue.

Otra ausencia importante, incluso más que la del diputado de Morena, fue la de María Lilia Cedillo Ramírez.

La rectora de la BUAP decidió no acudir a la toma de protesta del Centro Expositor y dejó con las ganas a los miembros de una clase política que ansía conocerla.

Parece que la primera mujer rectora de la universidad más importante del estado quiere mantener una sana distancia con los actores del poder político de la entidad, sean del partido que sean.

Hace bien, por ahora.


Twitter: @jorgerdzc


Eduardo Rivera Pérez debió ser el primer sorprendido con el vasto despliegue de cortesía proferido por el gobernador Miguel Barbosa Huerta frente a los mil 500 invitados a la toma de protesta reunidos en el Centro Expositor, entre ellos, y en primerísimo lugar, por el hecho de ser un ex presidente, Felipe Calderón Hinojosa.

El edil de Puebla fue primero en tender la mano para ofrecer un ayuntamiento aliado del gobierno del estado en beneficio de los habitantes de la ciudad, pero en su turno, el mandatario fue más lejos al destacar la existencia de una relación de camaradería y amistad que ha sido construida con el panista en el transcurso de los años.

“Yo te espero esta semana Lalo, porque así nos hemos llamado por 21 años: ‘Miguel’, ‘Lalo’”, expuso el gobernador en una parte de su reflexión.

La nota, como se dice en el argot periodístico, la dio Barbosa, que pareció estar muy a gusto sentado a la mesa principal de ese acto político no solo junto a Eduardo Rivera, sino, también, a los representantes de los otros dos poderes del estado, Sergio Salomón Céspedes Peregrina, del Legislativo, y Héctor Sánchez Sánchez, del Judicial.

Diez años y ocho meses atrás, el 15 de febrero de 2011, cuando Rivera Pérez rendía protesta para ocupar la presidencia municipal de Puebla por primera vez, otro gobernador se llevó la atención de la concurrencia presente en el Centro de Convenciones del Paseo de San Francisco, pero en un sentido radicalmente opuesto.

Esa ocasión, al término de las palabras del alcalde, Rafael Moreno Valle pronunció un discurso intenso en la publicidad de los objetivos de su gobierno, que acababa de comenzar dos semanas atrás, y claro en el mensaje para el edil, a quien quiso ver en calidad de subordinado: sumisión como sinónimo de colaboración.

Esta vez la estampa fue contraria, lo mismo que las repercusiones en el ánimo del edil, quien debe tener los dedos cruzados y al menos una veladora prendida con la esperanza puesta en el futuro, con el deseo de que esa alianza construida con Barbosa y sellada en público se prolongue lo máximo posible en el tiempo, incluso hasta el final de la gestión, en confluencia, por supuesto, con el siguiente proceso electoral.

Ese fue el hecho que ganó los reflectores del evento celebrado el viernes en la zona de Los Fuertes, pero no fue el único resaltable.

Eduardo Rivera se mostró más maduro, suelto y convincente que una década atrás.

Abrió su discurso con la alusión a dos acontecimientos personales, lo que le sirvió para romper el hielo y ganarse a sus invitados.

Recordó la persecución política de la que fue objeto por parte de Moreno Valle al finalizar su primera administración y confesó el pesar que sufrió tres años atrás, en 2018, cuando perdió la elección con Claudia Rivera.

Después de eso y de los agradecimientos de rigor, unos dirigidos a los miembros de su familia y otros a los personajes públicos sentados frente a él, delineó la estrategia que seguirá para “corregir el rumbo” y hacer de Puebla “una ciudad de 10”, como asegura en su propaganda.

El panista usó una estrategia de comunicación efectiva, y con eso, desde el día uno de su administración, marcó la diferencia con su antecesora.

Mostró imágenes de calles y canchas deportivas en estado deplorable que pronto atenderá y presentó fotografías de camellones y áreas verdes podadas ese mismo día, horas atrás, para transmitir a sus espectadores la imagen de un gobernante que –este sí— había llegado a trabajar.

No requirió mucho, pero lo que hizo para contrastarse con Claudia Rivera fue suficiente y efectivo para sus fines.

Al final, entre los presentes, muchos panistas, pero también priistas y morenistas, quedó esa sensación de buen ánimo que brinda el comienzo de un nuevo ciclo y la posibilidad de darle vuelta a la página, para dejar en el pasado tres años de incertidumbre, o de oscuridad, como guste usted llamarle al periodo que recién se extinguió.

LOS AUSENTES

De los políticos invitados a la toma de protesta llamó la atención la ausencia de Ignacio Mier Velasco, el influyente coordinador de la fracción de Morena en la Cámara de Diputados.

El legislador federal tiene como excusa aparentemente válida el hecho de que el acto protocolario de ascenso al poder de su hijo, en Tecamachalco, haya sido casi a la misma hora que el de Eduardo Rivera en la capital, pero aun así, los mal pensados le dieron rienda suelta a esa especie que insiste en poner a Mier papá como ariete de un complot en contra del panista.

El acto de Rivera fue a las 12 y terminó a la 1 de la tarde, por lo que Mier tenía una hora para llegar sin problema a Tecamachalco a las 2, hora prevista para la toma de protesta de su hijo, Ignacio Mier Bañuelos.

Los gustosos de la teoría conspirativa aseguran que, de haber querido, el aspirante a gobernador podría haber asistido a los dos eventos.

Usted juzgue.

Otra ausencia importante, incluso más que la del diputado de Morena, fue la de María Lilia Cedillo Ramírez.

La rectora de la BUAP decidió no acudir a la toma de protesta del Centro Expositor y dejó con las ganas a los miembros de una clase política que ansía conocerla.

Parece que la primera mujer rectora de la universidad más importante del estado quiere mantener una sana distancia con los actores del poder político de la entidad, sean del partido que sean.

Hace bien, por ahora.


Twitter: @jorgerdzc