/ jueves 19 de septiembre de 2019

El reto es reconstruir el tejido social

Las y los mexicanos llevamos décadas esperando el día en que el poder político se reforme en beneficio del progreso de todos y que, por fin, dejemos atrás la época oscura del abuso y la impunidad.

Hoy que hemos iniciado una nueva transformación, enfrentamos un problema de fondo: después de años de agravios y deterioro del nivel de vida de gran parte de la población, la sociedad se encuentra polarizada y dividida, y se han erosionado los valores que mantenían unido el tejido social.

Una sociedad dividida, temerosa y resentida, no puede prosperar. Antes es necesario rescatar los valores y principios que nos dan sustento social, y recuperar nuestra fortaleza cívica, ética y moral para poder funcionar como sociedad.

Para ello es indispensable reencontrarnos y reconciliarnos. Resaltar y privilegiar los rasgos que nos son comunes, que nos unen, que nos identifican y que nos definen como mexicanos.

Sólo así estaremos en condiciones de construir un nuevo acuerdo fundacional con implicaciones sociales, jurídicas, económicas y de honestidad pública, que nos permita sumar a todos, en una senda de progreso y desarrollo.

¿Cuáles son los valores que nos dan identidad y que nos unen como sociedad, más allá de diferencias y preferencias?

El primer valor que debemos recuperar es el de la libertad, que es quizá, el más trascendente y de mayor consenso, ya que sin ella es difícil que puedan desarrollarse la corresponsabilidad y la justicia en una sociedad.

Ser libre es poder desarrollar ideas, planes de vida o propuestas sin ningún tipo de coacción, excepto las restricciones de carácter ético y jurídico.

Como sociedad, también debemos renovar y revalorar nuestra idea de igualdad y solidaridad.

La primera, implica igualdad ante la ley e igualdad de oportunidades, es decir, la garantía de acceso al bienestar. Vista así, la igualdad es la base de la justicia social. No significa pretender uniformar a la sociedad o tratar como iguales a los desiguales. Significa empoderar a la gente con los medios materiales e intelectuales necesarios para cerrar las grandes brechas sociales que tanto daño le han hecho a la sociedad mexicana.


Por su parte, la solidaridad debe ser entendida como corresponsabilidad y convergencia de esfuerzos para alcanzar el bien común. Es momento de apartarnos de la creencia de que la simple redistribución compensatoria y las transferencias de dinero, son base suficiente para la solidaridad social.

También debemos abrazar los valores de la honestidad y la austeridad, en todos los órdenes de la vida social. La honestidad es un valor propio de los seres humanos que tiene una estrecha relación con los principios de verdad y justicia y con la integridad moral. Ser transparente y combatir la corrupción deben ser actitudes esenciales de nuestra identidad.

La austeridad se refiere a la sencillez y la moderación. A la virtud de saber controlar los gastos y limitar el lujo en aras de ahorrar y estar preparado para el futuro. Vivir con lo necesario, utilizando sólo los recursos de que se dispone. Liberarse del consumismo y la acumulación son experiencias que enriquecen el espíritu.

Sólo si rescatamos estos valores podremos reconstruir el tejido social y, eventualmente, trabajar todos unidos para alcanzar la paz y la felicidad como sociedad, es decir, la posibilidad de lograr, en lo individual, la autorrealización y con ella, las metas que nos proponemos, logrando un estado de plenitud y armonía del alma.


Las y los mexicanos llevamos décadas esperando el día en que el poder político se reforme en beneficio del progreso de todos y que, por fin, dejemos atrás la época oscura del abuso y la impunidad.

Hoy que hemos iniciado una nueva transformación, enfrentamos un problema de fondo: después de años de agravios y deterioro del nivel de vida de gran parte de la población, la sociedad se encuentra polarizada y dividida, y se han erosionado los valores que mantenían unido el tejido social.

Una sociedad dividida, temerosa y resentida, no puede prosperar. Antes es necesario rescatar los valores y principios que nos dan sustento social, y recuperar nuestra fortaleza cívica, ética y moral para poder funcionar como sociedad.

Para ello es indispensable reencontrarnos y reconciliarnos. Resaltar y privilegiar los rasgos que nos son comunes, que nos unen, que nos identifican y que nos definen como mexicanos.

Sólo así estaremos en condiciones de construir un nuevo acuerdo fundacional con implicaciones sociales, jurídicas, económicas y de honestidad pública, que nos permita sumar a todos, en una senda de progreso y desarrollo.

¿Cuáles son los valores que nos dan identidad y que nos unen como sociedad, más allá de diferencias y preferencias?

El primer valor que debemos recuperar es el de la libertad, que es quizá, el más trascendente y de mayor consenso, ya que sin ella es difícil que puedan desarrollarse la corresponsabilidad y la justicia en una sociedad.

Ser libre es poder desarrollar ideas, planes de vida o propuestas sin ningún tipo de coacción, excepto las restricciones de carácter ético y jurídico.

Como sociedad, también debemos renovar y revalorar nuestra idea de igualdad y solidaridad.

La primera, implica igualdad ante la ley e igualdad de oportunidades, es decir, la garantía de acceso al bienestar. Vista así, la igualdad es la base de la justicia social. No significa pretender uniformar a la sociedad o tratar como iguales a los desiguales. Significa empoderar a la gente con los medios materiales e intelectuales necesarios para cerrar las grandes brechas sociales que tanto daño le han hecho a la sociedad mexicana.


Por su parte, la solidaridad debe ser entendida como corresponsabilidad y convergencia de esfuerzos para alcanzar el bien común. Es momento de apartarnos de la creencia de que la simple redistribución compensatoria y las transferencias de dinero, son base suficiente para la solidaridad social.

También debemos abrazar los valores de la honestidad y la austeridad, en todos los órdenes de la vida social. La honestidad es un valor propio de los seres humanos que tiene una estrecha relación con los principios de verdad y justicia y con la integridad moral. Ser transparente y combatir la corrupción deben ser actitudes esenciales de nuestra identidad.

La austeridad se refiere a la sencillez y la moderación. A la virtud de saber controlar los gastos y limitar el lujo en aras de ahorrar y estar preparado para el futuro. Vivir con lo necesario, utilizando sólo los recursos de que se dispone. Liberarse del consumismo y la acumulación son experiencias que enriquecen el espíritu.

Sólo si rescatamos estos valores podremos reconstruir el tejido social y, eventualmente, trabajar todos unidos para alcanzar la paz y la felicidad como sociedad, es decir, la posibilidad de lograr, en lo individual, la autorrealización y con ella, las metas que nos proponemos, logrando un estado de plenitud y armonía del alma.


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