Jorge Estefan Chidiac por fin decidió abandonar formalmente al PRI.
No renunció al partido, dijo, sino solo a la bancada tricolor en el Congreso del estado, que en los hechos será lo mismo una vez que el Comité Ejecutivo Nacional de ese partido inicie su proceso de expulsión.
“Si me quieren expulsar, entonces sí renuncio, para no darles el gusto de correrme”, anticipó Estefan en la rueda de prensa que sirvió para hacer el anuncio.
No hubo sorpresa en la determinación del diputado local y expresidente del Comité Directivo Estatal tricolor.
La novedad es que se llevó de la bancada a otros cuatro legisladores: Juan Enrique Rivera Reyes, Laura Ivonne Zapata Martínez, Adolfo Alatriste Cantú y Norma Sirley Reyes Cabrera, con lo que dejó a un solo representante oficial y legal del PRI en el Congreso: ni más ni menos que Néstor Camarillo Medina, el virtual candidato y futuro senador del PRI.
Así Estefan consumó la venganza en contra del presidente del partido que le arrebató de la bolsa la senaduría que quería para él o, en su defecto, para Blanca Alcalá Ruiz.
Estefan y sus aliados fueron cuidadosos, o más o menos cuidadosos.
En su batería de explicaciones negaron que su renuncia al grupo legislativo tricolor hubiese sido motivada por su próximo ingreso a otro instituto político o a su postulación a un cargo de elección popular por un partido distinto al PRI, pero tampoco lo descartaron.
“Esa será una decisión personal, de cada uno de nosotros”, afirmó Estefan, el líder de este grupo divisionista que en realidad abandona al partido para ir a Morena y sus partidos aliados, para los que ya colaboraba a través de su (muy) buena relación con el gobernador Sergio Salomón Céspedes Peregrina.
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Los cinco legisladores expriistas fueron inteligentes para elegir la fecha de su anuncio, atendiendo a una razón estratégica, de carácter político-electoral, que tuvo como propósito asestar un duro golpe a los partidos integrantes de la coalición Mejor Rumbo para Puebla: PAN, PRI, PRD y PSI, pero principalmente a su precandidato a gobernador, Eduardo Rivera Pérez.
No fue ninguna casualidad que la desbandada de tricolores se concretara horas antes de que el otrora partidazo le entregara su constancia a Eduardo Rivera, con la presencia del mismísimo presidente del Comité Ejecutivo Nacional, Alejandro Moreno Cárdenas.
Estefan Chidiac y el resto de sus compañeros quisieron frustrar la fiesta del panista y lo consiguieron, pero no solo a él, sino también a su ahora exdirigente nacional, quien tuvo que tragar sapos y responder a los acontecimientos en lugar de pronunciar un discurso propositivo y esperanzador.
Con esos hechos en la vitrina pública, ¿cómo iba a prometer Alejandro Moreno a Eduardo Rivera que el PRI está en condiciones de aportar los votos que requiere para ganar la gubernatura?
Imposible.
Por eso es que el golpe resultó quirúrgico, de certeza milimétrica.
Jorge Estefan, Enrique Rivera, Ivonne Zapata, Adolfo Alatriste y Sirley Reyes no solo se desquitaron con Néstor Camarillo por haberles negado las candidaturas que deseaban, sino que mostraron a los dueños de Morena y la 4T que no se equivocaron al invitarlos a su parcela.
Todos ellos irán a la boleta electoral en compensación por la revuelta ocasionada.
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Tras el anuncio de los cinco diputados, los observadores políticos comenzaron a preguntarse, medio en serio y medio en broma, quién en el PRI le iba entregar a Eduardo Rivera la constancia que lo acredita como candidato de ese partido si ya no quedaba nadie ahí.
La interrogante no resultaba ociosa a la luz de lo sucedido.
Y en efecto, había que observar quiénes, de los tricolores de peso, irían a la ceremonia.
Vea algunos nombres: Javier Casique Zárate, Nancy de la Sierra Arámburo, Lucero Saldaña Pérez, José Juan Espinosa Torres y Rocío García Olmedo.