/ lunes 11 de diciembre de 2023

Leyendas Enfranjadas | Matías “El Chavo” Alustiza

Matías empieza a jugar futbol a los cuatro años en su natal Argentina. Ingresa a las fuerzas básicas del Santamarina de Tandil, que es donde le ponen el apodo de “el Chavo”, porque es tan travieso y bromista como el personaje de Chespirito. Es tal su talento y sus habilidades goleadoras que debuta profesionalmente a los 15 años con el Chacarita Juniors y, a los 16, mucho antes de lo normal, se va a vivir solo, que es un paso decisivo en la vida de todos.

Surge muy pronto la posibilidad de ir al Albacete, de la segunda división española, donde permanece seis meses y donde, más allá de su desempeño, logra ganar lo suficiente para cumplir uno de sus sueños, que es comprarle una casa a su mamá. Regresa a Argentina y contribuye a que el Chacarita ascienda a la máxima categoría.

Tras su paso por el Xerez (España) y por el Arsenal de Sarandí (Argentina), llega al Deportivo Quito, donde obtiene no sólo el título de liga —anota el gol del campeonato en la final—, sino el de máximo goleador de la Libertadores 2012, junto con un tal Neymar.

Llega a la Franja en 2012 e inicia el camino para hacerse de un lugar en la historia del club. Primero, por los números, pues Matías es el máximo anotador del Puebla en torneos cortos y uno de los diez mejores de la historia. Además, marca goles de gran valor simbólico para el club, como dos en la final de Copa, el primero tras la remodelación del Cuauhtémoc, uno contra el Betis en el partido por el aniversario 75 de la institución y varios más que ayudan a evitar el temido descenso.


Segundo, por su entrega, ya que siempre lo da todo y es trabajador, humilde y dedicado. Tiene dos grandes armas, el mano a mano y el tiro de media distancia. A menudo, los defensas se van con la finta de que es zurdo y le cierran ese flanco, sólo para que Matías cambie de pierna, los rebase por la derecha y suelte un cañonazo. Por eso le gusta jugar un poco retrasado y usar al 9 de poste para hacer una pared o recibir de él un centro.

Tan virtuoso el futbolista como generosa la persona, Matías apoya a todo el que puede, sobre todo a los más jóvenes, a quienes ayuda no sólo a ser mejores jugadores, sino a que su vida privada esté en orden y en paz.

Su salida definitiva del Puebla no está a la altura de sus aportaciones: en las últimas jornadas, antes de dejar el club, casi no lo ponen a jugar e incluso le restringen el acceso a las instalaciones, por lo que aún espera la oportunidad de despedirse de la gente, que lo quiere tanto, desde la cancha.

En cualquier caso, Matías siente algo muy lindo de estar vinculado de manera indisoluble a la Franja y recibir tanto tiempo después muestras de cariño de la gente. Por ejemplo, personas que bautizan a sus hijos como Gustavo Matías o aficionados que le preguntan, al verlo en la ciudad, si ya lo contrataron de nuevo. De tanto en tanto, entre pesca y pesca (su pasatiempo favorito), le brillan los ojos al pensar en tal posibilidad.

Matías empieza a jugar futbol a los cuatro años en su natal Argentina. Ingresa a las fuerzas básicas del Santamarina de Tandil, que es donde le ponen el apodo de “el Chavo”, porque es tan travieso y bromista como el personaje de Chespirito. Es tal su talento y sus habilidades goleadoras que debuta profesionalmente a los 15 años con el Chacarita Juniors y, a los 16, mucho antes de lo normal, se va a vivir solo, que es un paso decisivo en la vida de todos.

Surge muy pronto la posibilidad de ir al Albacete, de la segunda división española, donde permanece seis meses y donde, más allá de su desempeño, logra ganar lo suficiente para cumplir uno de sus sueños, que es comprarle una casa a su mamá. Regresa a Argentina y contribuye a que el Chacarita ascienda a la máxima categoría.

Tras su paso por el Xerez (España) y por el Arsenal de Sarandí (Argentina), llega al Deportivo Quito, donde obtiene no sólo el título de liga —anota el gol del campeonato en la final—, sino el de máximo goleador de la Libertadores 2012, junto con un tal Neymar.

Llega a la Franja en 2012 e inicia el camino para hacerse de un lugar en la historia del club. Primero, por los números, pues Matías es el máximo anotador del Puebla en torneos cortos y uno de los diez mejores de la historia. Además, marca goles de gran valor simbólico para el club, como dos en la final de Copa, el primero tras la remodelación del Cuauhtémoc, uno contra el Betis en el partido por el aniversario 75 de la institución y varios más que ayudan a evitar el temido descenso.


Segundo, por su entrega, ya que siempre lo da todo y es trabajador, humilde y dedicado. Tiene dos grandes armas, el mano a mano y el tiro de media distancia. A menudo, los defensas se van con la finta de que es zurdo y le cierran ese flanco, sólo para que Matías cambie de pierna, los rebase por la derecha y suelte un cañonazo. Por eso le gusta jugar un poco retrasado y usar al 9 de poste para hacer una pared o recibir de él un centro.

Tan virtuoso el futbolista como generosa la persona, Matías apoya a todo el que puede, sobre todo a los más jóvenes, a quienes ayuda no sólo a ser mejores jugadores, sino a que su vida privada esté en orden y en paz.

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En cualquier caso, Matías siente algo muy lindo de estar vinculado de manera indisoluble a la Franja y recibir tanto tiempo después muestras de cariño de la gente. Por ejemplo, personas que bautizan a sus hijos como Gustavo Matías o aficionados que le preguntan, al verlo en la ciudad, si ya lo contrataron de nuevo. De tanto en tanto, entre pesca y pesca (su pasatiempo favorito), le brillan los ojos al pensar en tal posibilidad.

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