/ sábado 2 de diciembre de 2017

El tejocote, olvidado | El Rincón de Zalacaín

Un fruto mesoamericano de características muy especiales, conbondades sobre la salud y coadyuvante de varias enfermedadestraídas por los conquistadores y la fusión de las razas, pareceestar perdiendo terreno en los nuevos paladares, los milennialspoco conocen de la “manzana de indias”, “texócotl” ledecían en náhuatl.

El fruto pasó a la vida cristiana bajo el nombre castellanizadode “tejocote”. A él se refirió Fray Bernardino de Sahagún ensu “Historia de las Cosas de la Nueva España”, así: “Losárboles en que se hazen las mançanillas de la tierra se llamantexócotl o texococuáuitl. Son árboles medianos y acopados.Tienen rezia madera.

El fruto de ellos se llama texócotl. Son amarillas y coloradaspor de fuera, y de dentro blancas. Tienen cosquecillos dentro. Sonmuy buenas de comer”. Y ciertamente Sahagún tenía razón,además de las virtudes del fruto la madera es dura, resistente alagua y con ella se fabricaron siempre instrumentos de labranza.

Para los agricultores el árbol del tejocote significaba unacosecha segura a partir de agosto cuando empezaba a dar el frutoamarillo, con puntitos café, de sabor un tanto ácido, depequeños huesos, empezaba a tener demanda en el mercado a partirde noviembre para los dulces típicos de conservas empleadas paralas ofrendas, pero también con el tejocote se hacían mermeladas yates con duración de varios meses y las tías abuelas delaventurero Zalacaín las recomendaban para aumentar las defensasante la inclemencia de los fríos.

Toda una tradición era la espera de diciembre para empezar acomer los postres caseros, especialmente los tejocotes con guayabay canela en almíbar, lo mismo se comían calientes o fríos, setrituraban sobre una torta partida a la mitad, sin migajón ytostada en un comal, o se agregaba la miel, el almíbar, a la lechecaliente.

https://cdn.oem.com.mx/elsoldepuebla/2017/11/Plato-tejocotes2-jm-419x314.jpg

La otra razón de la espera era la llegada de las posadas,cuando las viejas ollas de barro, guardadas en el año luego desufrir alguna rajadura, eran usadas para la fabricación de laspiñatas. El papel periódico, el engrudo, el papel de chinarecortado en flecos, ayudaban a forrar la olla y hacer loscucuruchos para formar los picos de la estrella, siete en total,para recordar los “siete pecados capitales”.

Las piñatas se rellenaban de cañas, naranjas, colación,dulces de cáscaras de frutas confitadas, jícamas, cacahuates, ypor supuesto tejocotes. Esas eran las piñatas de las vecindades,las comunes usadas en los barrios, cuando las figuras de Disney noeran sujetas de preferencia, y el cartón no había sustituido a laolla de barro, así, cuando el palo tocaba la piñata, sonaba a…barro rajado.

La abuela utilizaba las hojas de tejocote y los frutos secos,deshidratados, para hacer infusiones, le ayudaban a detener laartritis decía ella; la tía bisabuela a quien Zalacaín aúnllegó a conocer usaba el tejocote para limpiar los dientes,mientras una vecina de la calle donde vivía de niño se lo daba asu marido para bajar el azúcar matutino, reflejo de su diabetes, yhablaba del tejocote con mucha alegría pues lo usaba para otrasenfermedades como el asma de uno de sus hijos pequeños.

Ya de adolescente, Zalacaín se enteró también del uso delagua de tejocote para combatir los males de la próstata y elriñón.

Incluso recordaba un anuncio en un bar de Zacatlán donde seanunciaba infusión de raíz de tejocote para combatir la nefritisy la cistitis.

https://cdn.oem.com.mx/elsoldepuebla/2017/11/Platontejocotesy-guayabasalmibarjmh-419x314.jpg

Pero en pleno siglo XXI, en este 2017, el tejocote cada vez seconsume menos, las piñatas ya no se hacen de barro, las posadashan pasado a ser fiestas, reventones, dicen los jóvenes, y portanto las nuevas generaciones se van alejando del tejocote, una delas aportaciones de Mesoamérica al mundo.

Un recorrido por el mercado donde el aventurero acostumbra hacersus compras le sirvió de muestra, cada vez hay menos puestos dondela manzana de las indias se oferta, en esta temporada, finales denoviembre apenas alcanza los 22 pesos el kilo, su baja demanda haceprever a las marchantas una disminución aún mayor, llegará aunos 19 pesos el kilo, pues las piñatas de esta temporadadecembrina ya no los tomarán en cuenta como ingrediente. Unatradición más se va perdiendo, pensó Zalacaín. elrincondezalacain@gmail.com

Un fruto mesoamericano de características muy especiales, conbondades sobre la salud y coadyuvante de varias enfermedadestraídas por los conquistadores y la fusión de las razas, pareceestar perdiendo terreno en los nuevos paladares, los milennialspoco conocen de la “manzana de indias”, “texócotl” ledecían en náhuatl.

El fruto pasó a la vida cristiana bajo el nombre castellanizadode “tejocote”. A él se refirió Fray Bernardino de Sahagún ensu “Historia de las Cosas de la Nueva España”, así: “Losárboles en que se hazen las mançanillas de la tierra se llamantexócotl o texococuáuitl. Son árboles medianos y acopados.Tienen rezia madera.

El fruto de ellos se llama texócotl. Son amarillas y coloradaspor de fuera, y de dentro blancas. Tienen cosquecillos dentro. Sonmuy buenas de comer”. Y ciertamente Sahagún tenía razón,además de las virtudes del fruto la madera es dura, resistente alagua y con ella se fabricaron siempre instrumentos de labranza.

Para los agricultores el árbol del tejocote significaba unacosecha segura a partir de agosto cuando empezaba a dar el frutoamarillo, con puntitos café, de sabor un tanto ácido, depequeños huesos, empezaba a tener demanda en el mercado a partirde noviembre para los dulces típicos de conservas empleadas paralas ofrendas, pero también con el tejocote se hacían mermeladas yates con duración de varios meses y las tías abuelas delaventurero Zalacaín las recomendaban para aumentar las defensasante la inclemencia de los fríos.

Toda una tradición era la espera de diciembre para empezar acomer los postres caseros, especialmente los tejocotes con guayabay canela en almíbar, lo mismo se comían calientes o fríos, setrituraban sobre una torta partida a la mitad, sin migajón ytostada en un comal, o se agregaba la miel, el almíbar, a la lechecaliente.

https://cdn.oem.com.mx/elsoldepuebla/2017/11/Plato-tejocotes2-jm-419x314.jpg

La otra razón de la espera era la llegada de las posadas,cuando las viejas ollas de barro, guardadas en el año luego desufrir alguna rajadura, eran usadas para la fabricación de laspiñatas. El papel periódico, el engrudo, el papel de chinarecortado en flecos, ayudaban a forrar la olla y hacer loscucuruchos para formar los picos de la estrella, siete en total,para recordar los “siete pecados capitales”.

Las piñatas se rellenaban de cañas, naranjas, colación,dulces de cáscaras de frutas confitadas, jícamas, cacahuates, ypor supuesto tejocotes. Esas eran las piñatas de las vecindades,las comunes usadas en los barrios, cuando las figuras de Disney noeran sujetas de preferencia, y el cartón no había sustituido a laolla de barro, así, cuando el palo tocaba la piñata, sonaba a…barro rajado.

La abuela utilizaba las hojas de tejocote y los frutos secos,deshidratados, para hacer infusiones, le ayudaban a detener laartritis decía ella; la tía bisabuela a quien Zalacaín aúnllegó a conocer usaba el tejocote para limpiar los dientes,mientras una vecina de la calle donde vivía de niño se lo daba asu marido para bajar el azúcar matutino, reflejo de su diabetes, yhablaba del tejocote con mucha alegría pues lo usaba para otrasenfermedades como el asma de uno de sus hijos pequeños.

Ya de adolescente, Zalacaín se enteró también del uso delagua de tejocote para combatir los males de la próstata y elriñón.

Incluso recordaba un anuncio en un bar de Zacatlán donde seanunciaba infusión de raíz de tejocote para combatir la nefritisy la cistitis.

https://cdn.oem.com.mx/elsoldepuebla/2017/11/Platontejocotesy-guayabasalmibarjmh-419x314.jpg

Pero en pleno siglo XXI, en este 2017, el tejocote cada vez seconsume menos, las piñatas ya no se hacen de barro, las posadashan pasado a ser fiestas, reventones, dicen los jóvenes, y portanto las nuevas generaciones se van alejando del tejocote, una delas aportaciones de Mesoamérica al mundo.

Un recorrido por el mercado donde el aventurero acostumbra hacersus compras le sirvió de muestra, cada vez hay menos puestos dondela manzana de las indias se oferta, en esta temporada, finales denoviembre apenas alcanza los 22 pesos el kilo, su baja demanda haceprever a las marchantas una disminución aún mayor, llegará aunos 19 pesos el kilo, pues las piñatas de esta temporadadecembrina ya no los tomarán en cuenta como ingrediente. Unatradición más se va perdiendo, pensó Zalacaín. elrincondezalacain@gmail.com

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