El Acueducto del Carmen que fue construido por los Carmelitas Descalzos en el siglo XVII sobrevivió los embates del tiempo casi doscientos años. Sus arcos formaron parte del paisaje urbano al suroriente de la ciudad hasta que, en la segunda mitad del siglo XIX, la zona se comenzó a fraccionar y sus ruinas fueron derribadas para construir el Centro Escolar Niños Héroes de Chapultepec.
Hoy solo queda un vestigio de la colosal construcción que los frailes carmelitas edificaron sobre el terreno del Rancho El Mirador e hicieron cruzar por el río San Francisco para llevar agua a su huerta, que durante la época colonial embelleció su convento y dio los frutos más sabrosos de la ciudad.
De ermita a santuario
Los primeros religiosos de la orden de los Carmelitas Descalzos arribaron a San Juan de Ulúa, Veracruz, el 7 de septiembre de 1585. El primer provincial de esta orden en México fue el padre Eliseo de los Mártires. A Puebla llegaron en 1586 y se les concedió la antigua ermita de Nuestra Señora de los Remedios para levantar su convento.
La ermita de los Remedios es la actual iglesia de Nuestra Señora del Carmen y en esa época se encontraba en el lindero sur de la ciudad. El santuario estaba descuidado por su lejanía, por eso se les otorgó a los Carmelitas, para que ellos lo arreglaran y fundaran su noviciado.
“La ermita había sido levantada por el capitán Hernando de Villanueva hacia 1547. Él se encomendó a la Virgen de los Remedios cuando estuvo a punto de ser corneado por un toro, por eso como manda y con permiso del ayuntamiento la construyó”, expone el investigador David Ramírez Huitrón, quien también refiere que antiguamente las corridas de toros se hacían en esa zona del Carmen que estaba deshabitada, en redondeles portátiles y cada quien llevaba su silla para ver a los matadores hacer sus suertes.
“Los frailes carmelitas fueron los últimos en llegar a la ciudad y ya estaba todo repartido. El obispo Diego Romano les dio el predio junto a la ermita pero más adelante el ayuntamiento les dio tres manzanas más. El terreno para su convento abarcaba más o menos de la 17 a la 21 poniente y de la 16 de septiembre a la 2 sur”, añade.
Los carmelitas tomaron posesión de la ermita el 26 de julio de 1586. Poco a poco comenzaron a construir su convento, quedó provisional el 13 de septiembre de ese mismo año.
La orden de los Carmelitas Descalzos es una de las más austeras, tiene como su primer voto la obediencia y después la pobreza personal, entre otros. Su convento pronto se convirtió en uno de los más grandes e importantes de la ciudad.
“Desde el principio los carmelitas contaron con mucho patrocinio de los vecinos de la ciudad. Hicieron un convento tan grande y suntuoso que los propios provinciales de la orden les dijeron que se atuvieran a lo dispuesto porque era demasiado suntuoso”, dice.
Un hermoso vergel
El Convento del Carmen era el límite de la ciudad, estaba rodeado por campos de cultivo que ellos aprovecharon para sembrar números árboles en su huerta que había instalada a espaldas del convento.
Pronto los carmelitas se hicieron famosos por el cultivo de frutos deliciosos como guayabas, duraznos, manzanas, higos y peras, principalmente.
“Los frailes construyeron un huerto gigantesco que abarcaba desde la 17 poniente (donde ahora está Hiperlumen), hasta la mitad de la 23 Poniente, sobre la 2 sur, era una franja. Como la zona estaba deshabitada, tomaron un poco más de tierra de las que les habían dado para su huerto y para su cementerio que estaba del otro lado, de la 16 de septiembre hacia la 3 sur”, detalla.
“La huerta del Carmen era famosa por las peras que cultivaban que eran ricas y grandotas. También sembraron una hilera de higueras que unía su convento con el Rancho de Toledo (Colegio Madero, 5 Sur), debió ser muy bonito caminar por ese carril en esa época”, agrega.
Los carmelitas fueron reconocidos en la Nueva España como los mejores horticultores. Tanto que sus plantas fueron llevadas del huerto del Carmen de Puebla para el Convento de San Ángel de la Ciudad de México, según información del historiador Manuel Toussaint.
Agua para el cultivo
Para poder mantener el hermoso vergel y cultivar los frutos, los carmelitas necesitaban agua a cántaros por lo que se dieron a la tarea de buscar un manantial para hacer llegar el líquido vital hasta su convento a través de un acueducto que ellos mismos levantaron con permiso del ayuntamiento.
“El manantial lo encontraron en la zona donde hoy está el Hospital Guadalupe y ellos mismos construyeron su acueducto que estaba compuesto por varios arcos. Atravesaba el Rancho el Mirador (donde hoy está el CENHCH del bulevar) y atravesaba el Río San Francisco. De acuerdo con Hugo Leicht los arcos aparecen en los planos de la ciudad a finales de 1680, cien años después de que llegaran los carmelitas”, advierte.
La zona donde se encontraban los arcos del acueducto era conocida como “La Chachalaca”. El gran surtidor era una especie de sifón que se encontraba en una torre con una altura aproximada de 15 metros que estaba sobre un arco. Por eso el rancho recibió el nombre del Mirador.
De acuerdo con el escritor e historiador, Manuel Romero de Terreros, el Acueducto del Carmen tenía de 11 a 15 arcos con claros de 3 metros.
Un evento estremecedor
El Acueducto del Carmen subsistió al paso del tiempo y la zona de la chachalaca fue escenario de un evento estremecedor durante el sitio de Puebla.
Tras la Batalla del 5 de Mayo de 1862, el general Ignacio Zaragoza ordenó que la ciudad fuera fortificada para defenderla porque los franceses regresarían tras la vergonzosa derrota. En enero de 1863, el Ejército Francés reforzado por una tropa de más de 30 mil zuavos y bajo el mando del general, Élie-Frédéric Forey, se movieron de Veracruz hacia el centro del estado para sitiar Puebla. Llegaron a finales de febrero y comenzaron el ataque.
Para hacer un círculo defensivo se fortificaron siete construcciones alrededor de la ciudad entre ellas el Convento del Carmen que se convirtió en el “Fuerte Hidalgo”. Tras el embate, el convento y la huerta quedaron destruidos, todo se llenó de maleza.
Todos esos preciosos árboles que habían dado frutos durante la Colonia fueron talados para utilizar la madera para las barricadas. Lo único que quedó fue la cerca del convento del Carmen que era conocida como “la tapia”, un muro chaparro que delimitaba la zona.
“Antes de que empezara el sitio, el general José María González de Mendoza había declarado estado de emergencia y le pedio a la población civil que se fuera porque después nadie iba a poder entrar o salir. Pero mucha gente no hizo caso y siguió su vida como si nada. Entonces, durante el sitio, la población civil fue la que empezó a sufrir los estragos del hambre”, comenta el investigador.
A finales de abril de 1863 la situación era desesperada. El grueso de la población eran mujeres, niños y clérigos, a quienes se les ocurrió escapar de la ciudad. En caravana se encaminaron por la zona de la chachalaca hacia la garita de Totimehuacán (hoy restaurante La Garita, Plaza Dorada). Iban completamente vestidos de blanco enarbolando una cruz y pusieron a los niños enfrente.
“En la garita estaban apostados los franceses. Cuando los zuavos los vieron le preguntaron al capitán Forey que hacían. Les dijo que los dejaran acercarse y después dio la orden de disparar a discreción. Francisco y Troncoso y Pancardo narra en su diario que los disparos no iban directo a ellos, eran para dispersarlos. Pero los religiosos aventaron las cruces, las banderas blancas y hasta los niños que venían cargando. Todo fue caos”, narra.
Destrucción del acueducto
Manuel Romero de Terreros dice en su libro que la mayoría de los arcos del acueducto sufrieron afectaciones con el temblor de 1883. Solo quedaron completos el arco que era utilizado para cruzar el Río San Francisco y el surtidor donde estaba la torre.
Las ruinas de los arcos del acueducto sobrevivieron como obra notable hasta el siglo XX. La fisionomía urbana de la zona comenzó a cambiar en 1941 cuando empezaron a fraccionar. En 1956 se derribó lo que quedaba del acueducto y las construcciones cercanas cuando el gobierno federal compró el terreno de las chachalacas que había sido del Rancho El Mirador.
“El 15 de febrero de 1957 fue inaugurado el CENCH en la zona de las chachalacas. En donde estaba la torre del surtidor es donde actualmente hay un monumento que está en el patio principal del Centro Escolar. Lo único que encontraron de utilidad fue el arco para cruzar el río que adaptaron como puente peatonal para que los niños pudieran cruzar sin problema”, concluye.