La película El Hoyo es una de las nuevas apuestas del mes de abril para Netflix. Con un título sugerente, la producción española entró con el pie derecho.
Muy pocas películas en español han logrado tocar un tema poco usual para los hispanos y muy repetitivo para el cine hollywoodense, se trata del postapocalíptico.
El Hoyo centra su trama en un edificio de 333 pisos, cada uno habitado por dos personas desconocidas. Hasta ahí, no suena tan interesante, pero los problemas surgen cuando el hambre se apodera de ellos.
El largometraje es una crítica sobre las clases sociales, mostradas tal cual son de la manera más cruel y sin sutilezas ni sentimentalismos baratos.
Los de arriba son los que disfrutan primero de la comida sin importarles quién está abajo de ellos. Consumen todo sin cesar y se permiten dejarles sus desperdicios y sobras. Los de abajo lo consumirán sino perecerán durante su aislamiento.
El Hoyo es peor que una prisión. La sociedad puede elegir ir por unos meses si así lo requiere o tener esa opción si cometió algún grave error como un asesinato o robo.
Estar solo en total confinamiento vuelve locos a cualquiera más aun sin televisión, internet, ropa cómoda o una llamada a un ser querido.
Los reclusos ahí dentro pueden ingresar con un artículo en específico: la mayoría escoge armas. Es decir, los asesinatos, el canibalismo y los abusos están permitidos.
La cinta deja un mensaje claro, no habría muerte y desolación si todos fuéramos más solidarios y con empatía. Si los de arriba racionarán la comida y así sucesivamente alcanzaría para todos y no habría necesidad de pelear por agua o comida. No habría muerte y destrucción.
El Hoyo está contada desde la perspectiva de Goreng (Iván Massagué). Un recluso aparentemente bueno que se da cuenta que la única salvación es la humanidad misma. Es innegable que la película hace varios guiños a la religión. El propio Goreng es plasmado como un mesías que viene a salvar a sus compañeros.
SUSCRÍBETE A NUESTRO YOUTUBE