/ sábado 26 de agosto de 2023

El Parral, la zona de cultivo que se convirtió en fuerte de guerra | Los tiempos idos

Los frailes dominicos tenían cultivos de parra para la crianza del gusano de seda al sur-poniente de la ciudad

Los primeros religiosos de la Orden de Santo Domingo se asentaron en la antigua Ciudad de los Ángeles en 1534, tres años después de su fundación (siglo XVI).

Hacia 1538, un grupo de dominicos se estableció al límite sur-poniente de la ciudad, donde vivían e instruían a los jóvenes misioneros que realizaban su encomienda evangelizadora en la Mixteca. Pero también tenían ahí cultivos de parra para la crianza del gusano de seda. La zona recibió el nombre de “El Parral” y el barrio se comenzó a conformar.



El Parral pasó de ser zona de cultivo a formar parte del círculo defensivo de la ciudad durante la intervención francesa, en la segunda mitad del siglo XIX, cuando el barrio se amuralló para convertirse en Fuerte. Hoy solo quedan recuerdos y algunos vestigios de los inicios de esta zona típica de Puebla.


Esta es una de las casas de lo dominicos que estaba ubicada en la 7 Poniente, en el terreno donde siglos después se edificó el edificio El Parral. Foto: Colección David Ramírez Huitrón

La misión evangelizadora

Tres años después de que los misioneros franciscanos fundaron la antigua Ciudad de los Ángeles donde se asentaron con encomienda de educar y evangelizar a los pobladores de la nueva ciudad de españoles, arribaron los primeros religiosos dominicos (1534).

Los franciscanos llevaron a cabo su misión evangelizadora en la zona centro del país (Puebla, Veracruz, Tlaxcala, Estado de México, Morelos, Hidalgo, Querétaro y Michoacán) y los dominicos predicaron hacia el sur (Oaxaca, Guerrero, Tabasco, Chiapas y la Mixteca poblana), en la zona que ellos denominaron como la Provincia de Santo Domingo de los Ángeles.

Los misioneros de la Orden de Santo Domingo levantaron su monasterio en una propiedad que les concedió el obispo Julián Garcés. Comprendía dos manzanas en el centro de la ciudad, entre las antiguas calles de Arista (4 Poniente) y de Las Cruces (8 Poniente), y las calles 1ª y 2ª de Santo Domingo (5 de Mayo) y la calle de La Cerca de Santo Domingo (3 Norte). Pero hacia 1538 construyeron casas y campos de cultivo al sur poniente de la ciudad.

“Un grupo de estos religiosos instruía a los hermanos legos (sacerdotes jóvenes aprendices) que se iban a la sierra a realizar su misión evangelizadora, incluso, les enseñaban lenguas como el mixteco. Para eso, los frailes dominicos con esta encomienda tenían unas casas en la zona sur-poniente de la ciudad donde también vivían, en lo que ahora es El Parral”, expone el investigador David Ramírez Huitrón.

Los habitantes de la ciudad se referían a ellos como los frailes dominicos de la provincia de Oaxaca y además de las casas en las que instruían a los jóvenes misioneros, tenían cultivos de parra para la crianza del gusano de seda. De esta forma, esta zona que estaba en el límite de la ciudad, recibió el nombre de “El Parral”.

El investigador refiere que los dominicos se fueron de El Parral en 1649 (siglo XVII), cuando el obispo Juan de Palafox y Mendoza llegó a Puebla, porque él les quitó la doctrina. Al dejar de evangelizar ya no tenían que instruir a los hermanos legos, entonces rentaron las casas en las que vivían y se dedicaron a cuidar las parras.

Los hermanos legos difundieron la crianza del gusano de seda y Tepeji fue muy reconocido por su producción. De hecho, la seda que se producía en Puebla era de muy buena calidad y llegó a competir con la de España.

“Para proteger su negocio, a finales del siglo XVIII, en 1769, el rey de Castilla y León, emitió una proclama que impedía la producción de seda en América. Por orden real se destruyeron todas las parras y los frailes abandonaron la crianza del gusano de seda”, advierte.


En la imagen se aprecia a la izquierda la construcción del Mercado de El Parral y puestos que se colocaban en la privada 9 B Sur, entre las calles 9 y 7 Poniente. Década de los cuarenta, siglo XX. Foto: Colección David Ramírez Huitrón

El barrio se empieza a conformar

El Parral se comenzó a formar como consecuencia del crecimiento de la ciudad, nunca fue un barrio indígena. Antiguamente la zona comprendía las calles 5 a 11 Poniente y de las avenidas, 9 a la 11 sur; hacia el sur estaba delimitado por las huertas del rancho de Toledo.



El primer edificio del parral fue edificado hacia finales del siglo XVIII, cuando la familia Ábrego construyó el Mesón de Ábrego, donde estaban las parras de los dominicos (7 Poniente 902). A principios del siglo XIX, Diego Furlong construyó una calera con tres hornos (9 poniente 903-A).

“La familia Furlong gozaba de mucho prestigio y privilegios en Puebla. Eran de oficio panaderos y fueron dueños de varios molinos de granos. Eran seis hermanos, unos fueron religiosos y dos gobernaron, se casaron con mujeres de la nobleza poblana”, señala.

El padre Luis de la Torre comenzó a construir la iglesia (entre las calles 7 y 9 Poniente) en 1860. A un costado puso el oratorio dedicado a Nuestra Señora de Pontmain, también conocida como Nuestra Señora de la Esperanza, estaba a cargo de las hermanas Guadalupanas, organización que él mismo fundó”, agrega.

La iglesia nunca se terminó como el sacerdote la había planeado debido a la intervención francesa. Para 1867, el padre inauguró el colegio de Nuestra Señora de la Esperanza que después se convirtió en Escuela Luis de la Torre.

En el Parral se formaron tres plazuelas. Una estaba en lo que ahora es el Paseo Bravo, en el lugar donde fusilaron a Miguel Bravo. Era conocida como la Plazuela de Oaxaquilla porque estaba frente a las casas de los dominicos de la Provincia de Oaxaca, como eran conocidos (donde ahora está el edificio El Parral, en la calle 7 Poniente y Avenida 11 Sur).

“Otra fue la plazuela de El Parral que más tarde se nombró ´Plazuela de los Locos´ porque en la 7 Poniente y 9 Sur había una pulquería que se llamaba así, ahora es el sitio donde está el Mercado Nicolás Bravo. La última era la Plazuela de San Agustín donde los lunes había mercado, estaba donde ahora está el hospital Christus Muguerza”, narra.


Durante la segunda mitad del siglo XIX, El Parral pasó de ser zona de cultivo a formar parte del círculo defensivo de la ciudad durante la intervención francesa. Foto: Colección David Ramírez Huitrón

Un tesoro descubierto por la milicia

Después de la Batalla del 5 de Mayo de 1862 la ciudad fue fortificada mediante un círculo defensivo. El Parral fue amurallado y se conoció como Fuerte Morelos.

“Le llamaban el castillito, eran muros de 5 metros de alto por 3 metros de ancho construidos con cascajo y piedra. Formaban redientes o triángulos, como si fueran dientes de tiburón. Ahí se subían los defensores a disparar y colocar las piezas de artillería. Comenzaba en 13 poniente y daba vuelta para abrazar El Parral, hacia la 11 Sur”, detalla.

Los franceses regresaron a Puebla en 1863 con un ejército fortalecido para tomar la ciudad durante 60 días en un ataque que dejó miles de muertos y la ciudad destrozada.

“Después de San Javier, los franceses tomaron la iglesia de Guadalupe, de ahí se fueron hacia la Plaza de Toros del Paseo Bravo (11 Sur entre la 5 y 3 Poniente) porque por ahí había varios cañones y nos los dejaban avanzar”, dice.


“Tras varios intentos se apoderaron de El Parral donde se libraron muchas batallas como la del Señor de las Cañitas, donde estaba el Mesón de los Santos Varones que colindaba con la Casa de Bretón”, añade.

Antes de que los franceses tomaran la zona de El Parral, los soldados mexicanos recorrieron las casas en busca de provisiones, varias fueron saqueadas. Pero en la casa ubicada en la calle 7 Poniente y avenida 9 Sur, conocida como la Casa de Bretón, había un tesoro del que no se percataron.

La propiedad daba la vuelta sobre la avenida 9 Sur hacia la calle 9 Poniente, abarcaba por lo menos la mitad de la cuadra. De ese lado estaba los chiqueros de la Tocinería. La casa de junto era conocida como las cocheras de Toledo, porque ahí se guardaban los coches del rancho.

El investigador narra que el señor Bretón Barcinas era un personaje muy rico, tenía grandes extensiones de tierra, mucho dinero. Cuando la ciudad fue declarada en estado de guerra, el general José María González de Mendoza les pidió a los pobladores que no tenían nada que hacer ahí, que se fueran. Como el señor no podía llevarse todo su dinero se le ocurrió guardarlo en una especie de sótano que tenía.

“Debajo de la escalera del patio de su casa había un sótano que conducía a una especie de alacena subterránea. Ahí guardó un cofre con monedas de oro. Cerró el acceso y puso encima muchos costales de jabón que hacía con el cebo de los puercos de la tocinería. Así disimuló el acceso y se fue. El Ejército de Oriente recorrió la casa y no hizo caso de los costales de jabón. Pero cuando los franceses tomaron esa parte de la ciudad vieron el jabón y lo comenzaron a recolectar. Fue cuando encontraron el dinero y la tropa se lo repartió”, comenta.

Mapa en el que se aprecia El Parral amurallado en forma de redientes. Fue conocido como “Fuerte Morelos” y fue sitio de fuertes batallas. Foto: Colección David Ramírez Huitrón


De plazuela a hospital de maternidad

Después del Sitio de Puebla la ciudad se fue reconstruyendo y hacia finales del siglo XIX se edificó el Hospital de Maternidad. Hoy es el hospital Christus Muguerza que anteriormente fue hospital UPAEP.

“Don Luis Haro y Tamariz era médico y cuentan que un día que regresaba de hacer un encargo vio como unos perros devoraban el bebé de una mujer que había dado a luz en la zanja de una acequia. Los perros le habían arrebatado a la criatura. Para él fue horrible. Por eso a su muerte dejó destinado un capital importante para construir un hospital para que las mujeres sin dinero no tuvieran que dar a luz en la calle”, asegura.


El proyecto del Hospital de Maternidad fue consolidado por la fundación Luis Haro y Tamariz. Se iba a hacer en otro lugar, pero la persona que les iba a vender la propiedad se enteró que se iba a realizar con el dinero del doctor y se puso ambicioso aumentando el precio de compra-venta.

“La fundación ya tenían presupuestado todo el proyecto y no había más capital así que le solicitó al ayuntamiento su apoyo con un terreno para poder construir el hospital. Entonces les vendieron la plazuela de San Agustín, en 1878. El Hospital de Maternidad se inauguró el 13 abril de 1885”, detalla.

Así lucía la privada de la 9 A Sur de El Parral en 1955. Foto: Hemeroteca El Sol de Puebla


La plaza cambia de lugar

Los pobladores de la zona de El Parral se abastecían en el mercado que se ponía los lunes en la plazuela de San Agustín. Esto sucedió hasta 1878, cuando se comenzó a construir el edificio de Maternidad y el mercado cambió de lugar a la Plazuela de El Parral.

Algunos pobladores de la Puebla Antigua a esta plazuela también la llamaron Plazuela de Oaxaquilla (como a la de Paseo Bravo), por estar cerca de las casas de los frailes dice el investigador, quien asegura que primero fue Plazuela de El Parral y luego Plazuela de Los locos.

“Esta plazuela ubicada entre las calles 7 y 9 Poniente, desapareció en 1932, cuando se construyó el actual Mercado Nicolás Bravo. Arquitectónicamente, el edificio era gemelo del Mercado de El Alto. Tenía toques neocoloniales, típicos de Puebla. Toda la parte de abajo que sería el rodapié era de piedra de rio, tenía faroles de latón muy bonitos y remates con argamasa estilo Barroco. Tenía cara de mercado típico”, detalla.

Tres décadas después, con la idea de sustituir la construcción por un edificio más moderno y funcional, en 1961, se demolió el mercado para quedar como se conoce actualmente.

Obras de demolición del antiguo mercado Nicolás Bravo del El Parral en febrero de 1961. Foto: Hemeroteca El Sol de Puebla


El sacrílego incendio

Durante la primera mitad del siglo XX, el 3 de mayo de 1948, la iglesia de El Parral se quemó en un incendio provocado por un grupo de ladrones.

“El incendio comenzó a las 9-10 de la noche y los bomberos, que estaban en San Javier, se dieron cuenta hasta las 11 de la noche cuando las llamas ya habían consumido el techo. Todo se quemó y destruyó. Al parecer querían robar porque cuando los bomberos entraron encontraron las alcancías vacías y los objetos se habían extraído. Había varios vidrios rotos y un charco de sangre en la entrada porque posiblemente el que se metió se cortó”, narra.

“Cuentan que doña Nachita, Ignacia Riojana Melgarejo, le arrebató de las manos el cáliz de oro a un fulano que iba corriendo. El hombre al verse descubierto se echó a correr, pero parece que fueron varios individuos los que quisieron robar y provocaron el incendio”, agrega.

La iglesia estuvo cerca de 15 años sin culto y sin techo, hasta que a finales de los años cincuenta del siglo XX los vecinos se organizaron para reconstruirla.

“Le pusieron su techo con la imagen de Nuestra Señora del Sagrado Corazón y la abrieron en 1962. Actualmente la iglesia no tiene campanario y los muros no han sido reforzados por lo que la estructura está debilitada. Con el terremoto de 2017, la iglesia quedó muy sentida y hay una parte a la que ya no se puede entrar”, advierte.

El mercado Nicolás Bravo fue demolido con la idea de sustituir la construcción por un edificio más moderno y funcional. En la imagen se aprecia el aspecto actual del mercado. Foto: Bibiana Díaz. El Sol de Puebla

La colosal edificación del barrio

Las casas de los frailes dominicos de la Provincia de Oaxaca que estaban ubicadas sobre la calle 7 Poniente y la avenida 11 Sur, se convirtieron en una colosal construcción de apartamentos modernos para la época en la primera mitad del siglo XX. Esa edificación se conoció como edificio de El Parral y actualmente está en total abandono.

“Fue construido en los años cincuenta por Carlos Martínez de Velasco, un reconocido arquitecto que también trabajó en la biblioteca de la UNAM y en la construcción de CU en la ciudad de México. De inicio, comenzó siendo un gran proyecto de condominios que pasó a ser vecindad y hoy esta convertido en muladar”, concluye el investigador.


Las casas de los frailes dominicos de la Provincia de Oaxaca se convirtieron en una colosal construcción de apartamentos modernos en aquella época. Foto: Archivo El Sol de Puebla





Los primeros religiosos de la Orden de Santo Domingo se asentaron en la antigua Ciudad de los Ángeles en 1534, tres años después de su fundación (siglo XVI).

Hacia 1538, un grupo de dominicos se estableció al límite sur-poniente de la ciudad, donde vivían e instruían a los jóvenes misioneros que realizaban su encomienda evangelizadora en la Mixteca. Pero también tenían ahí cultivos de parra para la crianza del gusano de seda. La zona recibió el nombre de “El Parral” y el barrio se comenzó a conformar.



El Parral pasó de ser zona de cultivo a formar parte del círculo defensivo de la ciudad durante la intervención francesa, en la segunda mitad del siglo XIX, cuando el barrio se amuralló para convertirse en Fuerte. Hoy solo quedan recuerdos y algunos vestigios de los inicios de esta zona típica de Puebla.


Esta es una de las casas de lo dominicos que estaba ubicada en la 7 Poniente, en el terreno donde siglos después se edificó el edificio El Parral. Foto: Colección David Ramírez Huitrón

La misión evangelizadora

Tres años después de que los misioneros franciscanos fundaron la antigua Ciudad de los Ángeles donde se asentaron con encomienda de educar y evangelizar a los pobladores de la nueva ciudad de españoles, arribaron los primeros religiosos dominicos (1534).

Los franciscanos llevaron a cabo su misión evangelizadora en la zona centro del país (Puebla, Veracruz, Tlaxcala, Estado de México, Morelos, Hidalgo, Querétaro y Michoacán) y los dominicos predicaron hacia el sur (Oaxaca, Guerrero, Tabasco, Chiapas y la Mixteca poblana), en la zona que ellos denominaron como la Provincia de Santo Domingo de los Ángeles.

Los misioneros de la Orden de Santo Domingo levantaron su monasterio en una propiedad que les concedió el obispo Julián Garcés. Comprendía dos manzanas en el centro de la ciudad, entre las antiguas calles de Arista (4 Poniente) y de Las Cruces (8 Poniente), y las calles 1ª y 2ª de Santo Domingo (5 de Mayo) y la calle de La Cerca de Santo Domingo (3 Norte). Pero hacia 1538 construyeron casas y campos de cultivo al sur poniente de la ciudad.

“Un grupo de estos religiosos instruía a los hermanos legos (sacerdotes jóvenes aprendices) que se iban a la sierra a realizar su misión evangelizadora, incluso, les enseñaban lenguas como el mixteco. Para eso, los frailes dominicos con esta encomienda tenían unas casas en la zona sur-poniente de la ciudad donde también vivían, en lo que ahora es El Parral”, expone el investigador David Ramírez Huitrón.

Los habitantes de la ciudad se referían a ellos como los frailes dominicos de la provincia de Oaxaca y además de las casas en las que instruían a los jóvenes misioneros, tenían cultivos de parra para la crianza del gusano de seda. De esta forma, esta zona que estaba en el límite de la ciudad, recibió el nombre de “El Parral”.

El investigador refiere que los dominicos se fueron de El Parral en 1649 (siglo XVII), cuando el obispo Juan de Palafox y Mendoza llegó a Puebla, porque él les quitó la doctrina. Al dejar de evangelizar ya no tenían que instruir a los hermanos legos, entonces rentaron las casas en las que vivían y se dedicaron a cuidar las parras.

Los hermanos legos difundieron la crianza del gusano de seda y Tepeji fue muy reconocido por su producción. De hecho, la seda que se producía en Puebla era de muy buena calidad y llegó a competir con la de España.

“Para proteger su negocio, a finales del siglo XVIII, en 1769, el rey de Castilla y León, emitió una proclama que impedía la producción de seda en América. Por orden real se destruyeron todas las parras y los frailes abandonaron la crianza del gusano de seda”, advierte.


En la imagen se aprecia a la izquierda la construcción del Mercado de El Parral y puestos que se colocaban en la privada 9 B Sur, entre las calles 9 y 7 Poniente. Década de los cuarenta, siglo XX. Foto: Colección David Ramírez Huitrón

El barrio se empieza a conformar

El Parral se comenzó a formar como consecuencia del crecimiento de la ciudad, nunca fue un barrio indígena. Antiguamente la zona comprendía las calles 5 a 11 Poniente y de las avenidas, 9 a la 11 sur; hacia el sur estaba delimitado por las huertas del rancho de Toledo.



El primer edificio del parral fue edificado hacia finales del siglo XVIII, cuando la familia Ábrego construyó el Mesón de Ábrego, donde estaban las parras de los dominicos (7 Poniente 902). A principios del siglo XIX, Diego Furlong construyó una calera con tres hornos (9 poniente 903-A).

“La familia Furlong gozaba de mucho prestigio y privilegios en Puebla. Eran de oficio panaderos y fueron dueños de varios molinos de granos. Eran seis hermanos, unos fueron religiosos y dos gobernaron, se casaron con mujeres de la nobleza poblana”, señala.

El padre Luis de la Torre comenzó a construir la iglesia (entre las calles 7 y 9 Poniente) en 1860. A un costado puso el oratorio dedicado a Nuestra Señora de Pontmain, también conocida como Nuestra Señora de la Esperanza, estaba a cargo de las hermanas Guadalupanas, organización que él mismo fundó”, agrega.

La iglesia nunca se terminó como el sacerdote la había planeado debido a la intervención francesa. Para 1867, el padre inauguró el colegio de Nuestra Señora de la Esperanza que después se convirtió en Escuela Luis de la Torre.

En el Parral se formaron tres plazuelas. Una estaba en lo que ahora es el Paseo Bravo, en el lugar donde fusilaron a Miguel Bravo. Era conocida como la Plazuela de Oaxaquilla porque estaba frente a las casas de los dominicos de la Provincia de Oaxaca, como eran conocidos (donde ahora está el edificio El Parral, en la calle 7 Poniente y Avenida 11 Sur).

“Otra fue la plazuela de El Parral que más tarde se nombró ´Plazuela de los Locos´ porque en la 7 Poniente y 9 Sur había una pulquería que se llamaba así, ahora es el sitio donde está el Mercado Nicolás Bravo. La última era la Plazuela de San Agustín donde los lunes había mercado, estaba donde ahora está el hospital Christus Muguerza”, narra.


Durante la segunda mitad del siglo XIX, El Parral pasó de ser zona de cultivo a formar parte del círculo defensivo de la ciudad durante la intervención francesa. Foto: Colección David Ramírez Huitrón

Un tesoro descubierto por la milicia

Después de la Batalla del 5 de Mayo de 1862 la ciudad fue fortificada mediante un círculo defensivo. El Parral fue amurallado y se conoció como Fuerte Morelos.

“Le llamaban el castillito, eran muros de 5 metros de alto por 3 metros de ancho construidos con cascajo y piedra. Formaban redientes o triángulos, como si fueran dientes de tiburón. Ahí se subían los defensores a disparar y colocar las piezas de artillería. Comenzaba en 13 poniente y daba vuelta para abrazar El Parral, hacia la 11 Sur”, detalla.

Los franceses regresaron a Puebla en 1863 con un ejército fortalecido para tomar la ciudad durante 60 días en un ataque que dejó miles de muertos y la ciudad destrozada.

“Después de San Javier, los franceses tomaron la iglesia de Guadalupe, de ahí se fueron hacia la Plaza de Toros del Paseo Bravo (11 Sur entre la 5 y 3 Poniente) porque por ahí había varios cañones y nos los dejaban avanzar”, dice.


“Tras varios intentos se apoderaron de El Parral donde se libraron muchas batallas como la del Señor de las Cañitas, donde estaba el Mesón de los Santos Varones que colindaba con la Casa de Bretón”, añade.

Antes de que los franceses tomaran la zona de El Parral, los soldados mexicanos recorrieron las casas en busca de provisiones, varias fueron saqueadas. Pero en la casa ubicada en la calle 7 Poniente y avenida 9 Sur, conocida como la Casa de Bretón, había un tesoro del que no se percataron.

La propiedad daba la vuelta sobre la avenida 9 Sur hacia la calle 9 Poniente, abarcaba por lo menos la mitad de la cuadra. De ese lado estaba los chiqueros de la Tocinería. La casa de junto era conocida como las cocheras de Toledo, porque ahí se guardaban los coches del rancho.

El investigador narra que el señor Bretón Barcinas era un personaje muy rico, tenía grandes extensiones de tierra, mucho dinero. Cuando la ciudad fue declarada en estado de guerra, el general José María González de Mendoza les pidió a los pobladores que no tenían nada que hacer ahí, que se fueran. Como el señor no podía llevarse todo su dinero se le ocurrió guardarlo en una especie de sótano que tenía.

“Debajo de la escalera del patio de su casa había un sótano que conducía a una especie de alacena subterránea. Ahí guardó un cofre con monedas de oro. Cerró el acceso y puso encima muchos costales de jabón que hacía con el cebo de los puercos de la tocinería. Así disimuló el acceso y se fue. El Ejército de Oriente recorrió la casa y no hizo caso de los costales de jabón. Pero cuando los franceses tomaron esa parte de la ciudad vieron el jabón y lo comenzaron a recolectar. Fue cuando encontraron el dinero y la tropa se lo repartió”, comenta.

Mapa en el que se aprecia El Parral amurallado en forma de redientes. Fue conocido como “Fuerte Morelos” y fue sitio de fuertes batallas. Foto: Colección David Ramírez Huitrón


De plazuela a hospital de maternidad

Después del Sitio de Puebla la ciudad se fue reconstruyendo y hacia finales del siglo XIX se edificó el Hospital de Maternidad. Hoy es el hospital Christus Muguerza que anteriormente fue hospital UPAEP.

“Don Luis Haro y Tamariz era médico y cuentan que un día que regresaba de hacer un encargo vio como unos perros devoraban el bebé de una mujer que había dado a luz en la zanja de una acequia. Los perros le habían arrebatado a la criatura. Para él fue horrible. Por eso a su muerte dejó destinado un capital importante para construir un hospital para que las mujeres sin dinero no tuvieran que dar a luz en la calle”, asegura.


El proyecto del Hospital de Maternidad fue consolidado por la fundación Luis Haro y Tamariz. Se iba a hacer en otro lugar, pero la persona que les iba a vender la propiedad se enteró que se iba a realizar con el dinero del doctor y se puso ambicioso aumentando el precio de compra-venta.

“La fundación ya tenían presupuestado todo el proyecto y no había más capital así que le solicitó al ayuntamiento su apoyo con un terreno para poder construir el hospital. Entonces les vendieron la plazuela de San Agustín, en 1878. El Hospital de Maternidad se inauguró el 13 abril de 1885”, detalla.

Así lucía la privada de la 9 A Sur de El Parral en 1955. Foto: Hemeroteca El Sol de Puebla


La plaza cambia de lugar

Los pobladores de la zona de El Parral se abastecían en el mercado que se ponía los lunes en la plazuela de San Agustín. Esto sucedió hasta 1878, cuando se comenzó a construir el edificio de Maternidad y el mercado cambió de lugar a la Plazuela de El Parral.

Algunos pobladores de la Puebla Antigua a esta plazuela también la llamaron Plazuela de Oaxaquilla (como a la de Paseo Bravo), por estar cerca de las casas de los frailes dice el investigador, quien asegura que primero fue Plazuela de El Parral y luego Plazuela de Los locos.

“Esta plazuela ubicada entre las calles 7 y 9 Poniente, desapareció en 1932, cuando se construyó el actual Mercado Nicolás Bravo. Arquitectónicamente, el edificio era gemelo del Mercado de El Alto. Tenía toques neocoloniales, típicos de Puebla. Toda la parte de abajo que sería el rodapié era de piedra de rio, tenía faroles de latón muy bonitos y remates con argamasa estilo Barroco. Tenía cara de mercado típico”, detalla.

Tres décadas después, con la idea de sustituir la construcción por un edificio más moderno y funcional, en 1961, se demolió el mercado para quedar como se conoce actualmente.

Obras de demolición del antiguo mercado Nicolás Bravo del El Parral en febrero de 1961. Foto: Hemeroteca El Sol de Puebla


El sacrílego incendio

Durante la primera mitad del siglo XX, el 3 de mayo de 1948, la iglesia de El Parral se quemó en un incendio provocado por un grupo de ladrones.

“El incendio comenzó a las 9-10 de la noche y los bomberos, que estaban en San Javier, se dieron cuenta hasta las 11 de la noche cuando las llamas ya habían consumido el techo. Todo se quemó y destruyó. Al parecer querían robar porque cuando los bomberos entraron encontraron las alcancías vacías y los objetos se habían extraído. Había varios vidrios rotos y un charco de sangre en la entrada porque posiblemente el que se metió se cortó”, narra.

“Cuentan que doña Nachita, Ignacia Riojana Melgarejo, le arrebató de las manos el cáliz de oro a un fulano que iba corriendo. El hombre al verse descubierto se echó a correr, pero parece que fueron varios individuos los que quisieron robar y provocaron el incendio”, agrega.

La iglesia estuvo cerca de 15 años sin culto y sin techo, hasta que a finales de los años cincuenta del siglo XX los vecinos se organizaron para reconstruirla.

“Le pusieron su techo con la imagen de Nuestra Señora del Sagrado Corazón y la abrieron en 1962. Actualmente la iglesia no tiene campanario y los muros no han sido reforzados por lo que la estructura está debilitada. Con el terremoto de 2017, la iglesia quedó muy sentida y hay una parte a la que ya no se puede entrar”, advierte.

El mercado Nicolás Bravo fue demolido con la idea de sustituir la construcción por un edificio más moderno y funcional. En la imagen se aprecia el aspecto actual del mercado. Foto: Bibiana Díaz. El Sol de Puebla

La colosal edificación del barrio

Las casas de los frailes dominicos de la Provincia de Oaxaca que estaban ubicadas sobre la calle 7 Poniente y la avenida 11 Sur, se convirtieron en una colosal construcción de apartamentos modernos para la época en la primera mitad del siglo XX. Esa edificación se conoció como edificio de El Parral y actualmente está en total abandono.

“Fue construido en los años cincuenta por Carlos Martínez de Velasco, un reconocido arquitecto que también trabajó en la biblioteca de la UNAM y en la construcción de CU en la ciudad de México. De inicio, comenzó siendo un gran proyecto de condominios que pasó a ser vecindad y hoy esta convertido en muladar”, concluye el investigador.


Las casas de los frailes dominicos de la Provincia de Oaxaca se convirtieron en una colosal construcción de apartamentos modernos en aquella época. Foto: Archivo El Sol de Puebla





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