A sus 67 años de edad, vive en su corazón un deportista

Pilar Pérez

  · domingo 4 de junio de 2017

Fotos: Iván Venegas

Los Astros de Houston más que un equipo de beisbol fue lafamilia que durante varios años cobijó a Luis Alejandro CastilloEmer, quien a la edad de 18 años llegó a Estados Unidos con laintención de especializarse como psicoterapeuta motriz, aunque eldeporte lo conquistó y, entonces, éste se convirtió en su granpasión.

Después de tener una serie de aventuras como jugador de beisboldentro de este equipo, con gran fama, don Alejandro todavíarefleja en su mirada la pasión que siente por este deporte. Caminapor la Casa del Abue y la gente lo saluda, pues actualmente es elmaestro del taller de teatro, pero dentro de su corazón todavíavive un gran deportista.

Ahora tiene 67 años de edad y nació en los Mochis, Sinaloa,cuna del beisbol. Todo comenzó porque decidió estudiar en SamHouston State University donde consiguió media beca y la otramitad la pagó trabajando.

Dentro de la universidad comenzó a apoyar en diferentesactividades deportivas hasta que entró al equipo de lainstitución académica, donde comenzó a jugar y se convirtió enuno de los mejores elementos hasta que llegó un cazatalentos y loreclutó.

Así, jugando beisbol, pasó unos 20 años y cumplió 37 añosde edad, cuando más que el paso del tiempo fueron las propiascondiciones físicas, pues por tanto practicar deporte, comenzó asufrir algunas lesiones en la pierna derecha al grado de necesitarprótesis y hasta tres clavos.

Esta fue una de las principales razones por las que tuvo quedejar el deporte que le brindó tantas experiencias, mismas quefueron desde las giras, hasta conocer amistades y también teneracercamientos con al público; aquel que se dice fiel seguidor deeste deporte.

Una cachucha que lleva durante el día dentro de la Casa delAbue, se podría decir que es la principal muestra del amor que letiene a este deporte, pues también se trata de una de las prendascaracterísticas del beisbol.

Tantas son las anécdotas que a Alejandro le llegan a la mentecuando recuerda las series que jugó durante toda su carrera queles es difícil compartir una en específico. Con la mirada fija,de pronto, llegan algunas imágenes a su mente.

Con un poco de picardía contó que una de las principalesresponsabilidades de los jugadores de beisbol es no descuidar suguardia ni siquiera estando en la banca, pero, coqueto pornaturaleza, recordó que en una de las tantas temporadas, entre elpúblico vio un hermoso rostro femenino que llamó suatención.

A pesar de que desde el campo trató de llamar su atención parapoder hablar con la joven, ésta lo rechazó y prácticamentesalió huyendo, pero él, en su función de conquista salió trasella, incluso sin importarle que abandonaría por unos minutos elestadio.

Cuando llegó junto a la hermosa joven, se dio cuenta de queella estaba en una silla de ruedas, con las piernas cubiertas conuna cobija y por sí sola, este fue el motivo del rechazo.Alejandro conmovido hasta las lágrimas por la situación a la queexpuso a la mujer, le ofreció disculpas y se fue.

A pesar de esta anécdota, la sonrisa no se le borró en ningúnmomento del rostro. Aunque su semblante cambió un tanto cuandorecordó que la fama que ganó profesionalmente en el ámbitodeportivo, le arrebató algo todavía más importante, como laconvivencia con su familia.

Evidentemente no está arrepentido por haber dedicado su vida albeisbol, pero sí, por haber descuidado sus relaciones personales,tan solo por poner un ejemplo, dijo recordar una llamada querecibió de su hija cuando iba a cumplir 15 años de edad, puescomo cualquier padre afirmó que estaría en la fiesta querepresentaba tanto para ella.

El ansiado día llegó, pero él no pudo acudir, pues una detantas giras con los Astros de Houston lo retrasó, por lo quellegó 24 horas después del importante evento con una disculpa yun regalo, tratando de enmendar la falta.

“No te preocupes, papá, de cualquier forma, no te conozco”,fueron las palabras de la joven quinceañera que tocaron elcorazón de deportistas y con lo que se dio cuenta de la falta deatención hacia su familia.

Fue justo en ese momento cuando se dio cuenta de que tenía quededicar su tiempo a su familia, y así, drásticamente dio un giroa su vida, por lo que comenzó a desempeñarse como psicoterapeutamotriz hasta su jubilación.

Ahora, está en la Casa del Abue como maestro voluntario deteatro, en el que se especializó hace unos cinco años y de vez encuando da terapias a los propios usuarios, quienes acuden conproblemas físicos, eso sí, siempre sin perder el ánimo.