/ lunes 31 de julio de 2023

Central de Abasto emplea a oaxaqueños, guerrerenses y chiapanecos; Puebla es una oportunidad para ellos

A Eladio, Juan y Cirilo, originarios de Oaxaca, les sugirieron dejar su tierra natal para acceder a una mejor calidad de vida y así fue como vieron a Puebla como la opción de crecimiento

Hasta un 70 por ciento de los siete mil empleos directos que genera la Central de Abasto es ejercido por personas de otros municipios del estado e incluso de otras entidades del país, siendo Oaxaca, Guerrero y Chiapas las principales proveedoras de la mano de obra, de acuerdo con estimaciones de la administración general del lugar. La zona comercial ha sido un polo de atracción para gente que emigra en busca de mejores condiciones de vida, no obstante, especialistas alertan sobre la necesidad de velar por los derechos humanos de este sector porque es vulnerable a ser víctima de delitos como la trata de personas.

La junta auxiliar de San Pablo Xochimehuacan, en donde está ubicada la central, al norte de la ciudad de Puebla, se ha convertido en uno de los principales asentamientos para los migrantes por la cercanía con la fuente de empleo que obtienen al llegar a Puebla.

Hay colonias en donde su presencia está muy marcada, como es el caso de Los Cerritos, Santa Bárbara y La Cantera. Ahí, quienes son poblanos ven como algo natural que buena parte de sus vecinos sean inmigrantes, ya que muchos llevan años radicando en la capital y han construido aquí su patrimonio, aunque continúa la llegada de muchos otros en busca de prosperidad.

 

 

Israel García Pineda, administrador de la Central de Abasto, reveló que es muy común observar a personas de otros estados trabajando en los pasillos del lugar, incluso a familias con niños, aunque no existe un padrón oficial o protocolo que permita identificar cuáles son las condiciones mediante las cuales ejercen diversas actividades económicas.

Agregó que no existe ningún programa enfocado a prevenir la discriminación o violación a los derechos humanos de esas personas, de tal forma que no se interviene a pesar de que sean niños los que trabajen, porque regularmente llegan a hacerlo acompañados de sus padres. No obstante, dijo que hay disposición para implementar algún protocolo al respecto, a fin de evitar que la población migrante vea afectados sus derechos por cuestiones tan básicas como el lenguaje.

En abril pasado, el presidente auxiliar de Xochimehuacan, Antonio Blanco Rodríguez, reconoció en entrevista con El Sol de Puebla que este fenómeno migratorio afecta principalmente a los niños, ya que todavía hay casos de familias que llegan a vivir a la comunidad en casas improvisadas con cartón o láminas y que no cuentan con los recursos necesarios para dotar a los infantes de alimentos, calzado y escuela.

Incluso, mencionó que, hasta ese mes, como autoridad auxiliar había intervenido en ocho casos de niñas y niños que no contaban con acta de nacimiento y que por ello veían afectado su derecho a la identidad, porque sus padres o familiares los trajeron a Puebla sin haberlos registrado previamente.

Arriban de las sierras de otros estados para lograr un mejor calidad de vida. Foto: Julio César Martínez | El Sol de Puebla

“Muchas veces no son registrados en el estado en donde nacieron, se nos complica mucho porque también no traen papeles. En la parte de Oaxaca, por ejemplo, se acostumbra mucho a tener parteras y no nos dan un certificado médico con el que realmente nosotros podamos registrar al pequeño. Entonces ahí es donde se nos complica”, declaró.

Blanco expuso aquella vez que en la localidad funcionan dos escuelas bilingües para garantizar que los hijos de la población migrante reciban educación en su lengua originaria sin dejar de lado la enseñanza del español, no obstante, algunos tienen dificultades para asistir por la falta de recursos económicos.

El Sol de Puebla buscó recientemente al edil auxiliar para conocer las políticas públicas que se han implementado en torno a la población migrante, sin embargo, se limitó a indicar que por primera ocasión existe una oficina en la presidencia auxiliar destinada a la atención del sector y evitó ofrecer mayores detalles al respecto.

La historia de hombres que llegaron a Puebla sin hablar español ni dinero, ahora tienen patrimonio y familia

Eladio, Juan y Cirilo son originarios de Oaxaca y llegaron a vivir a San Pablo Xochimehuacan porque ya tenían a familiares o conocidos que estaban trabajando en la Central de Abasto y les sugirieron dejar su tierra natal para acceder a una mejor calidad de vida, ya que en Puebla tendrían una fuente de empleo que difícilmente conseguirían si se quedaban allá.

Los tres hombres lograron hacerse de un terreno para construir una vivienda, sin embargo, la carencia de recursos los llevó a ponerles techos de lámina y edificarlas en donde no había servicios públicos, tal como iniciaron muchas de las casas de quienes llegaron a asentarse en colonias como El Cerrito, Santa Bárbara y La Cantera.

Aunque conservan el idioma mazateco y la mayoría de sus tradiciones, aceptaron que su descendencia ya casi no usa su lengua originaria por considerarla poco útil para desenvolverse en el entorno en el que habitan, así que solo la aprendieron para comunicarse con su familia o, en algunos casos, ya no lo hicieron.

Los tres afirmaron que ya no piensan regresar a sus lugares de origen porque prácticamente han hecho su vida en Puebla, aquí formaron su propia familia, edificaron un patrimonio para sus hijos y se han acostumbrado a vivir en San Pablo Xochimehuacan, en donde su presencia ya es considerada como algo natural.

El señor Eladio es originario de San Agustín Zaragoza, Oaxaca, en donde, afirma, era muy difícil conseguir trabajo, así que por invitación de un primo decidió mudarse a Puebla para trabajar en la Central de Abasto cuando tenía 16 años.

“Trabajé primero como bodeguero, luego de cebollero, descargando los tráileres que llegan porque hay que vaciarlos, y así todo el día”, contó el hombre que actualmente tiene 50 años y tiene tres hijos con una mujer que conoció en Puebla.

 

 

Aunque no ha logrado dominar al cien por ciento el español, comentó que ahora habla lo suficiente para comunicarse, empero, cuando llegó a la ciudad solo hablaba mazateco y le llevó tres años aprender el idioma.

Juan García Carrera nació y vivió los primeros años de su vida en San José Tenango, no obstante, la falta de opciones para emplearse lo movió a trasladarse a Puebla, en donde rápidamente encontró trabajo en la Central de Abasto, acarreando las mercancías en los denominados “diablitos”, aunque después comenzó a ejercer el oficio de albañil.

El hombre de 63 años compartió que los trabajos que ha tenido en la capital poblana son pesados por el desgaste físico que conllevan, no obstante, han sido mejor remunerados que aquellos que hubiera podido ejercer en su tierra natal, en donde los salarios diarios siendo albañil o trabajando en los cultivos de café rondan los 120 pesos.

“Mi tío me trajo para acá, él también ya tiene casa, pero en Cholula, era naranjero, pero ya está grande de edad, aquí en la central trabajaba desde las tres o cuatro de la madrugada, pero ganaba más, 250 o 400 pesos”, señaló.

El señor Cirilo Martínez Figueroa tiene 63 años de edad y 32 de ellos los ha vivido en la capital poblana, en donde ha logrado construir una vivienda gracias al trabajo de “diablero” cargando mercancías en la central de abasto. Dicho oficio ahora también lo ejercen sus hijos y es la actividad económica de la cual dependen al 100 por ciento.

Contó que padeció para establecerse, ya que el lugar en donde pudo adquirir un terreno en Xochimehuacan no contaba con servicios públicos, sin embargo, ahora ya tiene electricidad y se ha acostumbrado a tener agua potable a través de la compra a pipas.

Comentó que en Rancho Martínez, su lugar de origen, es complicado salir adelante porque ni siquiera hay servicio de transporte público y hay que caminar para poder llegar o salir de la población, en donde la principal actividad económica es la agricultura.

“Ya tengo nietos, allá en mi pueblo hablan puro mazateco, no hay gente que hable español, por eso queremos que los chamacos aprendan mazateco, pero no quieren, aunque mi nuera les enseña”, dijo al tiempo de señalar que ya no piensa regresar a vivir a Oaxaca porque ya tiene a su familia en Puebla y trabajo en la Central de Abasto.

Trabajadores de la Central llegan de madrugada y así lograr obtener ingresos para sus familias. Foto: Julio César Martínez | El Sol de Puebla

Los tres hombres coincidieron en que, aunque han pasado varios años desde que dejaron su tierra natal y su descendencia ya no habla el idioma al 100 por ciento, tratan de mantener sus costumbres y tradiciones, sobre todo las que están ligadas a celebraciones importantes como los bautizos o las bodas, en las que se hace una fiesta grande con bailes y trajes típicos de Oaxaca.

Félix y Rolando llegaron de Oaxaca

El Sol de Puebla también conversó con Félix García Martínez y Rolando Barrera Ramírez, quienes hicieron una pausa en su jornada de trabajo en los pasillos de la Central de Abasto y compartieron parte del oficio que desempeñan desde que llegaron a la ciudad.

El señor Rolando, de 42 años, platicó que casi cumplía la mayoría de edad cuando unos amigos le sugirieron dejar la región de Cañada, en Oaxaca, para probar suerte en la central, donde comenzó a trabajar por contratos con un matrimonio que también le ofreció hospedaje, aunque al paso del tiempo se independizó y construyó su propia casa, en donde ahora vive con su esposa y dos hijas.

Fue así que decidió dejar de trabajar en los campos cosechando melón o limón para emplearse en una de las naves de la Central de Abasto, en la que comienza a despachar desde las cuatro y media de la mañana, cuando llega el camión con el producto y abre sus puertas para comenzar a vender a los clientes mayoristas, ya que, desde ese momento, junto con otros compañeros, que también son inmigrantes, empieza a despachar y eso implica entregar mercancía en costales que deben coser o en cajas que deben acomodar perfectamente, para poder estibarlas.

Externó que varias veces ha pensado en regresar a vivir a su lugar de origen, no obstante, ahora ya no es una decisión que pueda tomar con facilidad porque sus hijas ya están acostumbradas a Puebla y también tendrían que estar dispuestas a mudarse.

En tanto, Félix García recorre con un “diablito” los pasillos para ofrecer el traslado de las bolsas con mercancía de los clientes, a quienes les cobra cinco pesos por cada bolsa que acomode en el carrito, de tal manera que por viaje gana al menos 30 pesos.

Aunque todavía no domina bien el español, consigue comunicarse con las personas para ofrecer sus servicios y contó que vino a Puebla hace unos meses a probar suerte porque en su lugar de origen solo podía trabajar en los campos cosechando café, frijol o maíz por 100 pesos diarios, ya que es una zona “muy pobre”.

El hombre indicó que en Puebla al menos consigue ganar el doble por una jornada de trabajo menor, ya que regularmente labora de seis de la mañana a dos de la tarde y eso le permite obtener lo necesario para vivir.

Ambos hombres dijeron que viven cerca de la Central de Abasto porque al llegar a trabajar buscaron establecerse a una distancia corta para reducir los gastos de traslado, de tal forma que también son vecinos de Xochimehuacan.

Ven la Central de Abasto de Puebla una oportunidad de crecimiento. Foto: Julio César Martínez | El Sol de Puebla

Acceso a servicios de salud, de sus principales necesidades

Las casas de salud que prestan servicio en las colonias Los Cerritos y Santa Bárbara son la principal alternativa de atención para la comunidad migrante que llega a asentarse a las colonias cercanas a la Central de Abasto, ya que no cuentan con seguridad social y difícilmente tienen los recursos económicos para acudir a una institución privada, expusieron las responsables de ambas.

María de la Paz Flores López es auxiliar de la casa de salud de Santa Bárbara desde hace siete años y compartió que diariamente recibe en su consultorio a personas que son originarias de otro estado de la República, principalmente de Oaxaca, e incluso algunos se presentan acompañados de un traductor, porque no dominan el español.

“Ya son los menos pero todavía llegan personas que traen a alguien que les traduzca porque no hablan el idioma, lo complicado también es que a veces dejan pasar tiempo para atenderse porque tienen muy arraigada la medicina tradicional o las curaciones. Nos damos cuenta porque a veces llegan con listones o algún objeto relacionado con eso y al preguntarles nos dicen que ya se han curado con hierbas, pero no sienten mejoría”, contó.

La mujer expuso que lo que más atiende son enfermedades relacionadas con las vías respiratorias o infecciones intestinales, aunque también se da a la tarea de ubicar a mujeres embarazadas para comenzar a llevarles un control, no obstante, es complicado porque se trata de una población volátil.

 

 

“La gente que llega y viene padeciendo de recursos económicos está un rato en algún lado rentando y después se va a otro lugar y así anda, entonces eso complica darles seguimiento porque a veces les damos un tratamiento y tienen que regresar a consulta, pero ya no lo hacen, se sienten mejor y siguen adelante”, refirió.

Virginia Flores, quien está a cargo de la casa de salud en la colonia Los Cerritos, consideró que estas instancias son importantes para atender a ese sector de la población, ya que la mayoría de los migrantes son quienes llegan a solicitar su servicio de consulta y reciben medicamento gratis.

“Hay mucha gente que no tiene seguro y luego preguntan si pueden ir allá, pero los dirigimos al centro de salud cuando es algo grave lo que tienen, porque nosotros sólo atendemos en un primer nivel, cuando son padecimientos leves”, explicó.

La señora Virginia compartió que está preocupada porque después de 27 años de funcionamiento existe un conflicto por el predio en el que está habilitada la casa de salud y considera que si se llega a cerrar, las personas más perjudicadas serían los migrantes, ya que representan al menos el 50 por ciento de los pacientes atendidos a diario.

“Aquí en San Pablo las casas de salud sirven mucho para los migrantes porque la gente que es el pueblo pues ya tiene más posibilidades de irse a atender a otro lado, pero los que batallan son ellos porque a veces no hablan bien el español todavía y no saben a dónde ir para que los valore un especialista”, remarcó.

Las mujeres señalaron que quienes viven en San Pablo Xochimehuacan ya ven como normal el hecho de que buena parte de sus vecinos sean originarios de otras entidades y que, aunque todavía hay quienes tienen dificultades económicas y buscan establecerse en casas improvisadas o rentar, también hay quienes ya progresaron y tienen una economía estable.

“No se puede decir que todos padecen pobreza porque a la mejor hay gente que sí, pero también tenemos vecinos que ya llevan muchos años aquí y de trabajar en la central construyeron sus casas y si las ve son las casas más bonitas de la colonia, hasta se organizan entre ellos para hacer sus fiestas y sus costumbres de Oaxaca en noviembre”, compartió la señora María.

La idea es controlar con plumas y cámaras de videovigilancia Foto: Julio César Martínez | El Sol de Puebla

Ven riesgos de trata de personas

Para Tomás Romero Martínez, presidente del Centro Latinoamericano de Impulso a las Comunidades, el fenómeno inmigratorio en San Pablo y en general en la capital poblana debería ser observado de cerca por las autoridades para prevenir que las personas pudieran ser víctimas de delitos como la trata o ver violentados sus derechos humanos.

Lo anterior porque desde hace ocho años se identificó, en una investigación académica, que existían personas originarias de Chiapas siendo víctimas de una red de trata, que las obligaba a ejercer la mendicidad en diversos cruceros de la capital.

Destacó que hay quienes aprovechan las necesidades económicas de las personas y acuden a sus poblaciones a ofrecerles trabajo en Puebla para traerlos bajo engaños, ya que al llegar a la ciudad se topan con que el empleo es la mendicidad en alguna esquina y prácticamente deben pagar una renta por el espacio que ocupan para pedir dinero.

“Les ofrecen hospedaje y los tienen recluidos y ya cuando llegan acá están bajo amenazas, hemos trabajado en distintos estados y podemos decir que cuando observamos cierta organización en las personas ya no es algo normal, porque quienes migran de Oaxaca, Tabasco o Chiapas lo hacen, pero con el objetivo de asentarse y tener un empleo formal, no de estar organizados pidiendo dinero en las calles”, sostuvo.

Bajo este contexto, señaló que los sistemas DIF, tanto a nivel municipal y estatal, deberían intervenir a través de trabajadores sociales para identificar este delito y proteger a las víctimas, que pueden ser familias completas con una necesidad específica de apoyo porque difícilmente van a contar que están siendo explotados laboralmente.

“Si ya se focalizó a un sector poblacional, se tendría que intervenir con trabajo social para saber qué es lo que pasa. Nunca va a ser normal que un niño o niña ande deambulando en una central de abasto, si así lo quieres, porque se está exponiendo al menor a que le pase cualquier cosa y eso debe investigarse porque si no está existiendo una omisión por parte de las autoridades”, insistió.

Romero consideró que el problema casi no se visibiliza porque si alguna de las víctimas presentara una denuncia formal regularmente quedaría asentada por violencia intrafamiliar y no por el delito de trata, motivo por el que en las estadísticas difícilmente se podrá apreciar la verdadera incidencia de este delito.

Hasta un 70 por ciento de los siete mil empleos directos que genera la Central de Abasto es ejercido por personas de otros municipios del estado e incluso de otras entidades del país, siendo Oaxaca, Guerrero y Chiapas las principales proveedoras de la mano de obra, de acuerdo con estimaciones de la administración general del lugar. La zona comercial ha sido un polo de atracción para gente que emigra en busca de mejores condiciones de vida, no obstante, especialistas alertan sobre la necesidad de velar por los derechos humanos de este sector porque es vulnerable a ser víctima de delitos como la trata de personas.

La junta auxiliar de San Pablo Xochimehuacan, en donde está ubicada la central, al norte de la ciudad de Puebla, se ha convertido en uno de los principales asentamientos para los migrantes por la cercanía con la fuente de empleo que obtienen al llegar a Puebla.

Hay colonias en donde su presencia está muy marcada, como es el caso de Los Cerritos, Santa Bárbara y La Cantera. Ahí, quienes son poblanos ven como algo natural que buena parte de sus vecinos sean inmigrantes, ya que muchos llevan años radicando en la capital y han construido aquí su patrimonio, aunque continúa la llegada de muchos otros en busca de prosperidad.

 

 

Israel García Pineda, administrador de la Central de Abasto, reveló que es muy común observar a personas de otros estados trabajando en los pasillos del lugar, incluso a familias con niños, aunque no existe un padrón oficial o protocolo que permita identificar cuáles son las condiciones mediante las cuales ejercen diversas actividades económicas.

Agregó que no existe ningún programa enfocado a prevenir la discriminación o violación a los derechos humanos de esas personas, de tal forma que no se interviene a pesar de que sean niños los que trabajen, porque regularmente llegan a hacerlo acompañados de sus padres. No obstante, dijo que hay disposición para implementar algún protocolo al respecto, a fin de evitar que la población migrante vea afectados sus derechos por cuestiones tan básicas como el lenguaje.

En abril pasado, el presidente auxiliar de Xochimehuacan, Antonio Blanco Rodríguez, reconoció en entrevista con El Sol de Puebla que este fenómeno migratorio afecta principalmente a los niños, ya que todavía hay casos de familias que llegan a vivir a la comunidad en casas improvisadas con cartón o láminas y que no cuentan con los recursos necesarios para dotar a los infantes de alimentos, calzado y escuela.

Incluso, mencionó que, hasta ese mes, como autoridad auxiliar había intervenido en ocho casos de niñas y niños que no contaban con acta de nacimiento y que por ello veían afectado su derecho a la identidad, porque sus padres o familiares los trajeron a Puebla sin haberlos registrado previamente.

Arriban de las sierras de otros estados para lograr un mejor calidad de vida. Foto: Julio César Martínez | El Sol de Puebla

“Muchas veces no son registrados en el estado en donde nacieron, se nos complica mucho porque también no traen papeles. En la parte de Oaxaca, por ejemplo, se acostumbra mucho a tener parteras y no nos dan un certificado médico con el que realmente nosotros podamos registrar al pequeño. Entonces ahí es donde se nos complica”, declaró.

Blanco expuso aquella vez que en la localidad funcionan dos escuelas bilingües para garantizar que los hijos de la población migrante reciban educación en su lengua originaria sin dejar de lado la enseñanza del español, no obstante, algunos tienen dificultades para asistir por la falta de recursos económicos.

El Sol de Puebla buscó recientemente al edil auxiliar para conocer las políticas públicas que se han implementado en torno a la población migrante, sin embargo, se limitó a indicar que por primera ocasión existe una oficina en la presidencia auxiliar destinada a la atención del sector y evitó ofrecer mayores detalles al respecto.

La historia de hombres que llegaron a Puebla sin hablar español ni dinero, ahora tienen patrimonio y familia

Eladio, Juan y Cirilo son originarios de Oaxaca y llegaron a vivir a San Pablo Xochimehuacan porque ya tenían a familiares o conocidos que estaban trabajando en la Central de Abasto y les sugirieron dejar su tierra natal para acceder a una mejor calidad de vida, ya que en Puebla tendrían una fuente de empleo que difícilmente conseguirían si se quedaban allá.

Los tres hombres lograron hacerse de un terreno para construir una vivienda, sin embargo, la carencia de recursos los llevó a ponerles techos de lámina y edificarlas en donde no había servicios públicos, tal como iniciaron muchas de las casas de quienes llegaron a asentarse en colonias como El Cerrito, Santa Bárbara y La Cantera.

Aunque conservan el idioma mazateco y la mayoría de sus tradiciones, aceptaron que su descendencia ya casi no usa su lengua originaria por considerarla poco útil para desenvolverse en el entorno en el que habitan, así que solo la aprendieron para comunicarse con su familia o, en algunos casos, ya no lo hicieron.

Los tres afirmaron que ya no piensan regresar a sus lugares de origen porque prácticamente han hecho su vida en Puebla, aquí formaron su propia familia, edificaron un patrimonio para sus hijos y se han acostumbrado a vivir en San Pablo Xochimehuacan, en donde su presencia ya es considerada como algo natural.

El señor Eladio es originario de San Agustín Zaragoza, Oaxaca, en donde, afirma, era muy difícil conseguir trabajo, así que por invitación de un primo decidió mudarse a Puebla para trabajar en la Central de Abasto cuando tenía 16 años.

“Trabajé primero como bodeguero, luego de cebollero, descargando los tráileres que llegan porque hay que vaciarlos, y así todo el día”, contó el hombre que actualmente tiene 50 años y tiene tres hijos con una mujer que conoció en Puebla.

 

 

Aunque no ha logrado dominar al cien por ciento el español, comentó que ahora habla lo suficiente para comunicarse, empero, cuando llegó a la ciudad solo hablaba mazateco y le llevó tres años aprender el idioma.

Juan García Carrera nació y vivió los primeros años de su vida en San José Tenango, no obstante, la falta de opciones para emplearse lo movió a trasladarse a Puebla, en donde rápidamente encontró trabajo en la Central de Abasto, acarreando las mercancías en los denominados “diablitos”, aunque después comenzó a ejercer el oficio de albañil.

El hombre de 63 años compartió que los trabajos que ha tenido en la capital poblana son pesados por el desgaste físico que conllevan, no obstante, han sido mejor remunerados que aquellos que hubiera podido ejercer en su tierra natal, en donde los salarios diarios siendo albañil o trabajando en los cultivos de café rondan los 120 pesos.

“Mi tío me trajo para acá, él también ya tiene casa, pero en Cholula, era naranjero, pero ya está grande de edad, aquí en la central trabajaba desde las tres o cuatro de la madrugada, pero ganaba más, 250 o 400 pesos”, señaló.

El señor Cirilo Martínez Figueroa tiene 63 años de edad y 32 de ellos los ha vivido en la capital poblana, en donde ha logrado construir una vivienda gracias al trabajo de “diablero” cargando mercancías en la central de abasto. Dicho oficio ahora también lo ejercen sus hijos y es la actividad económica de la cual dependen al 100 por ciento.

Contó que padeció para establecerse, ya que el lugar en donde pudo adquirir un terreno en Xochimehuacan no contaba con servicios públicos, sin embargo, ahora ya tiene electricidad y se ha acostumbrado a tener agua potable a través de la compra a pipas.

Comentó que en Rancho Martínez, su lugar de origen, es complicado salir adelante porque ni siquiera hay servicio de transporte público y hay que caminar para poder llegar o salir de la población, en donde la principal actividad económica es la agricultura.

“Ya tengo nietos, allá en mi pueblo hablan puro mazateco, no hay gente que hable español, por eso queremos que los chamacos aprendan mazateco, pero no quieren, aunque mi nuera les enseña”, dijo al tiempo de señalar que ya no piensa regresar a vivir a Oaxaca porque ya tiene a su familia en Puebla y trabajo en la Central de Abasto.

Trabajadores de la Central llegan de madrugada y así lograr obtener ingresos para sus familias. Foto: Julio César Martínez | El Sol de Puebla

Los tres hombres coincidieron en que, aunque han pasado varios años desde que dejaron su tierra natal y su descendencia ya no habla el idioma al 100 por ciento, tratan de mantener sus costumbres y tradiciones, sobre todo las que están ligadas a celebraciones importantes como los bautizos o las bodas, en las que se hace una fiesta grande con bailes y trajes típicos de Oaxaca.

Félix y Rolando llegaron de Oaxaca

El Sol de Puebla también conversó con Félix García Martínez y Rolando Barrera Ramírez, quienes hicieron una pausa en su jornada de trabajo en los pasillos de la Central de Abasto y compartieron parte del oficio que desempeñan desde que llegaron a la ciudad.

El señor Rolando, de 42 años, platicó que casi cumplía la mayoría de edad cuando unos amigos le sugirieron dejar la región de Cañada, en Oaxaca, para probar suerte en la central, donde comenzó a trabajar por contratos con un matrimonio que también le ofreció hospedaje, aunque al paso del tiempo se independizó y construyó su propia casa, en donde ahora vive con su esposa y dos hijas.

Fue así que decidió dejar de trabajar en los campos cosechando melón o limón para emplearse en una de las naves de la Central de Abasto, en la que comienza a despachar desde las cuatro y media de la mañana, cuando llega el camión con el producto y abre sus puertas para comenzar a vender a los clientes mayoristas, ya que, desde ese momento, junto con otros compañeros, que también son inmigrantes, empieza a despachar y eso implica entregar mercancía en costales que deben coser o en cajas que deben acomodar perfectamente, para poder estibarlas.

Externó que varias veces ha pensado en regresar a vivir a su lugar de origen, no obstante, ahora ya no es una decisión que pueda tomar con facilidad porque sus hijas ya están acostumbradas a Puebla y también tendrían que estar dispuestas a mudarse.

En tanto, Félix García recorre con un “diablito” los pasillos para ofrecer el traslado de las bolsas con mercancía de los clientes, a quienes les cobra cinco pesos por cada bolsa que acomode en el carrito, de tal manera que por viaje gana al menos 30 pesos.

Aunque todavía no domina bien el español, consigue comunicarse con las personas para ofrecer sus servicios y contó que vino a Puebla hace unos meses a probar suerte porque en su lugar de origen solo podía trabajar en los campos cosechando café, frijol o maíz por 100 pesos diarios, ya que es una zona “muy pobre”.

El hombre indicó que en Puebla al menos consigue ganar el doble por una jornada de trabajo menor, ya que regularmente labora de seis de la mañana a dos de la tarde y eso le permite obtener lo necesario para vivir.

Ambos hombres dijeron que viven cerca de la Central de Abasto porque al llegar a trabajar buscaron establecerse a una distancia corta para reducir los gastos de traslado, de tal forma que también son vecinos de Xochimehuacan.

Ven la Central de Abasto de Puebla una oportunidad de crecimiento. Foto: Julio César Martínez | El Sol de Puebla

Acceso a servicios de salud, de sus principales necesidades

Las casas de salud que prestan servicio en las colonias Los Cerritos y Santa Bárbara son la principal alternativa de atención para la comunidad migrante que llega a asentarse a las colonias cercanas a la Central de Abasto, ya que no cuentan con seguridad social y difícilmente tienen los recursos económicos para acudir a una institución privada, expusieron las responsables de ambas.

María de la Paz Flores López es auxiliar de la casa de salud de Santa Bárbara desde hace siete años y compartió que diariamente recibe en su consultorio a personas que son originarias de otro estado de la República, principalmente de Oaxaca, e incluso algunos se presentan acompañados de un traductor, porque no dominan el español.

“Ya son los menos pero todavía llegan personas que traen a alguien que les traduzca porque no hablan el idioma, lo complicado también es que a veces dejan pasar tiempo para atenderse porque tienen muy arraigada la medicina tradicional o las curaciones. Nos damos cuenta porque a veces llegan con listones o algún objeto relacionado con eso y al preguntarles nos dicen que ya se han curado con hierbas, pero no sienten mejoría”, contó.

La mujer expuso que lo que más atiende son enfermedades relacionadas con las vías respiratorias o infecciones intestinales, aunque también se da a la tarea de ubicar a mujeres embarazadas para comenzar a llevarles un control, no obstante, es complicado porque se trata de una población volátil.

 

 

“La gente que llega y viene padeciendo de recursos económicos está un rato en algún lado rentando y después se va a otro lugar y así anda, entonces eso complica darles seguimiento porque a veces les damos un tratamiento y tienen que regresar a consulta, pero ya no lo hacen, se sienten mejor y siguen adelante”, refirió.

Virginia Flores, quien está a cargo de la casa de salud en la colonia Los Cerritos, consideró que estas instancias son importantes para atender a ese sector de la población, ya que la mayoría de los migrantes son quienes llegan a solicitar su servicio de consulta y reciben medicamento gratis.

“Hay mucha gente que no tiene seguro y luego preguntan si pueden ir allá, pero los dirigimos al centro de salud cuando es algo grave lo que tienen, porque nosotros sólo atendemos en un primer nivel, cuando son padecimientos leves”, explicó.

La señora Virginia compartió que está preocupada porque después de 27 años de funcionamiento existe un conflicto por el predio en el que está habilitada la casa de salud y considera que si se llega a cerrar, las personas más perjudicadas serían los migrantes, ya que representan al menos el 50 por ciento de los pacientes atendidos a diario.

“Aquí en San Pablo las casas de salud sirven mucho para los migrantes porque la gente que es el pueblo pues ya tiene más posibilidades de irse a atender a otro lado, pero los que batallan son ellos porque a veces no hablan bien el español todavía y no saben a dónde ir para que los valore un especialista”, remarcó.

Las mujeres señalaron que quienes viven en San Pablo Xochimehuacan ya ven como normal el hecho de que buena parte de sus vecinos sean originarios de otras entidades y que, aunque todavía hay quienes tienen dificultades económicas y buscan establecerse en casas improvisadas o rentar, también hay quienes ya progresaron y tienen una economía estable.

“No se puede decir que todos padecen pobreza porque a la mejor hay gente que sí, pero también tenemos vecinos que ya llevan muchos años aquí y de trabajar en la central construyeron sus casas y si las ve son las casas más bonitas de la colonia, hasta se organizan entre ellos para hacer sus fiestas y sus costumbres de Oaxaca en noviembre”, compartió la señora María.

La idea es controlar con plumas y cámaras de videovigilancia Foto: Julio César Martínez | El Sol de Puebla

Ven riesgos de trata de personas

Para Tomás Romero Martínez, presidente del Centro Latinoamericano de Impulso a las Comunidades, el fenómeno inmigratorio en San Pablo y en general en la capital poblana debería ser observado de cerca por las autoridades para prevenir que las personas pudieran ser víctimas de delitos como la trata o ver violentados sus derechos humanos.

Lo anterior porque desde hace ocho años se identificó, en una investigación académica, que existían personas originarias de Chiapas siendo víctimas de una red de trata, que las obligaba a ejercer la mendicidad en diversos cruceros de la capital.

Destacó que hay quienes aprovechan las necesidades económicas de las personas y acuden a sus poblaciones a ofrecerles trabajo en Puebla para traerlos bajo engaños, ya que al llegar a la ciudad se topan con que el empleo es la mendicidad en alguna esquina y prácticamente deben pagar una renta por el espacio que ocupan para pedir dinero.

“Les ofrecen hospedaje y los tienen recluidos y ya cuando llegan acá están bajo amenazas, hemos trabajado en distintos estados y podemos decir que cuando observamos cierta organización en las personas ya no es algo normal, porque quienes migran de Oaxaca, Tabasco o Chiapas lo hacen, pero con el objetivo de asentarse y tener un empleo formal, no de estar organizados pidiendo dinero en las calles”, sostuvo.

Bajo este contexto, señaló que los sistemas DIF, tanto a nivel municipal y estatal, deberían intervenir a través de trabajadores sociales para identificar este delito y proteger a las víctimas, que pueden ser familias completas con una necesidad específica de apoyo porque difícilmente van a contar que están siendo explotados laboralmente.

“Si ya se focalizó a un sector poblacional, se tendría que intervenir con trabajo social para saber qué es lo que pasa. Nunca va a ser normal que un niño o niña ande deambulando en una central de abasto, si así lo quieres, porque se está exponiendo al menor a que le pase cualquier cosa y eso debe investigarse porque si no está existiendo una omisión por parte de las autoridades”, insistió.

Romero consideró que el problema casi no se visibiliza porque si alguna de las víctimas presentara una denuncia formal regularmente quedaría asentada por violencia intrafamiliar y no por el delito de trata, motivo por el que en las estadísticas difícilmente se podrá apreciar la verdadera incidencia de este delito.

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