/ miércoles 20 de marzo de 2019

El “powerpopo”, entre la urbanidad y la ruralidad

“Poco a poco está dando señales de regresar a los momentos de 1994 y el año 2000 y 2001. Y no podemos ignorarlo”.

Dos visiones distintas. Un par de percepciones ajenas y hasta contrarias dentro de un mismo escenario, finalmente encontraron un punto de referencia en las últimas horas. Así podría calificarse o definirse la manera en la cual desde la mancha urbana y desde la ruralidad de este municipio viven, padecen y sufren las espectaculares aventuras pirotécnicas del coloso de los últimos días.

Por ejemplo: la intensa onda expansiva de este lunes tras la nueva explosión del Popocatépetl jaló el tema hacia la ciudad de Atlixco. Fueron los citadinos quienes, en las redes sociales, en los medios de comunicación y en las pláticas sociales mostraron algo parecido al miedo, la sorpresa, la incertidumbre y hasta la ansiedad.

“Por fin dejaron, con respecto al coloso, una idea falsa o inverosímil: ‘en los pueblos exageran con la actividad de Don Goyo’. El ruido en sus ventanas, las vibraciones en sus vidrios, la luminiscencia a flor de piel en los alrededores del cono y especialmente esa sensación de pánico los llevó a cuestionarse si están preparados”, dijo a este diario un ex colaborador del Plan Operativo Popocatépetl (POP).

Mientras en la ciudad midieron a su manera una posible vulnerabilidad, en comunidades como San Pedro Benito Juárez, la más cercana a Don Goyo, San Jerónimo Coyula o incluso Metepec, el aviso de este lunes solo marcó entre sus habitantes una señal: “poco a poco está dando señales de regresar a los momentos de 1994 y el año 2000 y 2001. Y no podemos ignorarlo”.

Para ellos, para esa gente de las cercanías del volcán, esto parece normal, citó un funcionario de Protección Civil de Atlixco. “Eso significa cosa de todos los días. Están acostumbrados... Los niños de la ruralidad comprenden mejor este proceso, comparados con los de la mancha urbana. Y ese patrón queda repetido con los adultos. Sobre todo, los menos informados”, argumentó el ex integrante del POP.

Samuel lloró por más de dos horas

Varios testimonios recabados por este diario revelan la anterior escena: “El pequeño Samuel estaba a punto de dormir. Tras la explosión del lunes el comportamiento de sus padres no fue el mejor: caos, miedo, tensión e incertidumbre. De las 9 de la noche a las 11:45 no dejó de llorar hasta más o menos encontrar una respuesta de alivio de quien está a su cargo”.

“En el caso del Popocatépetl, los niños relacionan el tema con la conciencia y su explicación. En la ciudad, bajo ese contexto, algunos no pudieron dormir. O lloran mucho. Es decir, cuando sacuden la burbuja, es un caos.

En San Pedro Benito Juárez, los niños ya saben cómo es el tema por su cotidianidad”, refirió un analista en comportamiento social frente a fenómenos naturales.

EL “POWERPOPO”

Aquí existe una mezcla de dos generaciones popolvolianas: “quienes tienen en promedio entre 15 y 22 años no conocieron los efectos de aquella noche de diciembre de 1994 y tampoco del año 2000. No padecieron la evacuación. Tampoco lograron cubrirse de la lluvia de cenizas y los días pintados de gris.

Para ellos, son leyendas urbanas. “Aunque en sus pláticas sobresale en tono irónico: nos vamos a morir todos”. En cambio, la antigua generación, la de 1994 y el 2000 siguen creyendo en el contexto surgido en esa época: “Tenemos una idea: el gobierno llegará a salvarnos. Las micas servirán de algo para saber hacia dónde salir porque marcan las rutas de evacuación -aunque el 80 por ciento de éstas no existan físicamente-, Las pláticas informativas sí funcionan”.

Pero en la realidad, hoy en los grupos de WhatsApp es la misma pregunta: “¿cuáles son los pasos a seguir en caso de una evacuación? Es la mezcla de dos generaciones popolvolianas.

Dos visiones distintas. Un par de percepciones ajenas y hasta contrarias dentro de un mismo escenario, finalmente encontraron un punto de referencia en las últimas horas. Así podría calificarse o definirse la manera en la cual desde la mancha urbana y desde la ruralidad de este municipio viven, padecen y sufren las espectaculares aventuras pirotécnicas del coloso de los últimos días.

Por ejemplo: la intensa onda expansiva de este lunes tras la nueva explosión del Popocatépetl jaló el tema hacia la ciudad de Atlixco. Fueron los citadinos quienes, en las redes sociales, en los medios de comunicación y en las pláticas sociales mostraron algo parecido al miedo, la sorpresa, la incertidumbre y hasta la ansiedad.

“Por fin dejaron, con respecto al coloso, una idea falsa o inverosímil: ‘en los pueblos exageran con la actividad de Don Goyo’. El ruido en sus ventanas, las vibraciones en sus vidrios, la luminiscencia a flor de piel en los alrededores del cono y especialmente esa sensación de pánico los llevó a cuestionarse si están preparados”, dijo a este diario un ex colaborador del Plan Operativo Popocatépetl (POP).

Mientras en la ciudad midieron a su manera una posible vulnerabilidad, en comunidades como San Pedro Benito Juárez, la más cercana a Don Goyo, San Jerónimo Coyula o incluso Metepec, el aviso de este lunes solo marcó entre sus habitantes una señal: “poco a poco está dando señales de regresar a los momentos de 1994 y el año 2000 y 2001. Y no podemos ignorarlo”.

Para ellos, para esa gente de las cercanías del volcán, esto parece normal, citó un funcionario de Protección Civil de Atlixco. “Eso significa cosa de todos los días. Están acostumbrados... Los niños de la ruralidad comprenden mejor este proceso, comparados con los de la mancha urbana. Y ese patrón queda repetido con los adultos. Sobre todo, los menos informados”, argumentó el ex integrante del POP.

Samuel lloró por más de dos horas

Varios testimonios recabados por este diario revelan la anterior escena: “El pequeño Samuel estaba a punto de dormir. Tras la explosión del lunes el comportamiento de sus padres no fue el mejor: caos, miedo, tensión e incertidumbre. De las 9 de la noche a las 11:45 no dejó de llorar hasta más o menos encontrar una respuesta de alivio de quien está a su cargo”.

“En el caso del Popocatépetl, los niños relacionan el tema con la conciencia y su explicación. En la ciudad, bajo ese contexto, algunos no pudieron dormir. O lloran mucho. Es decir, cuando sacuden la burbuja, es un caos.

En San Pedro Benito Juárez, los niños ya saben cómo es el tema por su cotidianidad”, refirió un analista en comportamiento social frente a fenómenos naturales.

EL “POWERPOPO”

Aquí existe una mezcla de dos generaciones popolvolianas: “quienes tienen en promedio entre 15 y 22 años no conocieron los efectos de aquella noche de diciembre de 1994 y tampoco del año 2000. No padecieron la evacuación. Tampoco lograron cubrirse de la lluvia de cenizas y los días pintados de gris.

Para ellos, son leyendas urbanas. “Aunque en sus pláticas sobresale en tono irónico: nos vamos a morir todos”. En cambio, la antigua generación, la de 1994 y el 2000 siguen creyendo en el contexto surgido en esa época: “Tenemos una idea: el gobierno llegará a salvarnos. Las micas servirán de algo para saber hacia dónde salir porque marcan las rutas de evacuación -aunque el 80 por ciento de éstas no existan físicamente-, Las pláticas informativas sí funcionan”.

Pero en la realidad, hoy en los grupos de WhatsApp es la misma pregunta: “¿cuáles son los pasos a seguir en caso de una evacuación? Es la mezcla de dos generaciones popolvolianas.

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