Atlixco, Pue.- La política gubernamental federal y parte de lasadministraciones locales de los últimos años tuvieron un impactonegativo en el campo en los ejidos del municipio de Atlixco. En elprimer caso los resultados fueron el desmantelamiento o la fuerteamenaza sobre la agricultura campesina, crisis permanente ante unmercado inseguro, pobreza y migración ante la falta deoportunidades, coincidieron investigadores y ejidatarios de estaregión.
De acuerdo con cifras oficiales, durante el pasado lustro seperdieron más de mil 350 hectáreas de cultivo en la región deAtlixco, incluyendo los municipios de Huaquechula, San JuanTianguismanalco y Tochimilco, reveló el presidente de laAsociación de Productores del Campo de la Región de Atlixco, JuanAntonio Solís Sánchez.
Y a pesar del anterior panorama, los políticos en el gobierno“mantienen la necesidad de quitarle la tendencia rural a laszonas más productivas del municipio, como el caso de las tierrasde La Alfonsina y la colonia Revolución (donde compró unatrasnacional con ayuda a fin de instalar Aurrerá) paratransformarlas en obras de urbanización y negocios propios desdeel poder. Eso mismo ocurre en Axocopan; ahí piensan romper con elequilibrio ambiental a cambio de una Central de Abasto para loscoyotes modernos, y no destinada a los verdaderosagricultores”.
Esta serie de perfiles planteados corresponden a José Avilésquien, además de ser investigador de la Benemérita UniversidadAutónoma de Puebla (BUAP), realizó el trabajo denominado“Campesinos, ejido y reforma legal, efectos y consecuencias enlos ejidos del municipio de Atlixco, (1992- 1999)” para obtenerel grado de doctor en Sociología en la Facultad de CienciasPolíticas y Sociales por la Universidad Nacional Autónoma deMéxico (UNAM).
De acuerdo con el texto, proporcionado a este diario, todo elproceso de reestructuración de ese ramo sucedido desde la décadade los 80 en la zona es resultado del proceso globalizador y estáidentificado por la apertura y la liberación de los mercados. Yeso incluye, aseguró, la reforma del Estado-nación.
Uno de los aspectos trabajados, sostiene Avilés, resulta elmás criticado: “el problema no es la sustitución del viejoesquema de control económico del campesinado, así como el sistemapaternal y autoritario para la manipulación política, el tonoimpugnable es formular y ejecutar cambios dirigidos a responder alas condiciones del nuevo orden geopolítico y a conservar lasrelaciones de poder de los grupos dominantes internos”.
Por eso, arguye el investigador, “seguimos desde hace muchotiempo atrás con un proyecto de exclusión de los gruposcampesinos y rurales. Los gobiernos en turno estuvieron dedicados aleer las condiciones externas y la de los grupos privilegiados,pero nunca observaron hacia abajo y en consecuencia desconocen laforma de responder de los agricultores a las nuevas realidadesnacionales y mundiales”.
Insiste: “bajo esos términos, los políticos transformados enautoridades planean e imponen desde arriba y desde afuera; ejecutanreformas pensando en quitar lastres y pesados resabios internos.Así conciben a los campesinos y a los indígenas, porque en ellosencuentran la justificación de sus errores y fracasos”.
NEOLIBERALISMO
La postura neoliberal alimentadora de la visión oficial sobreel sector del campo sufrió el severo choque con la realidad ejidalen algunas partes del país. Y sobre todo en Atlixco. “Elempirismo y el subjetivismo gubernamental apostaron a que, juntocon el programa de modernización económica del agro mexicano,apoyado con una reforma jurídica a fondo en el Artículo 27Constitucional, sería suficiente para lograr la destrucción delas imperfecciones que impedían la capitalización del sector y laoperación plena del mercado. No importó, a pesar de las versionescontrarias, acabar con la propiedad ejidal”.
Por eso dijo, en primer lugar los tecnócratas entendieron alejido como una instancia social dependiente del gobierno, y almarco legal que normaba su vida interna como la base y la raíz dela dinámica de ese espacio. “Las consecuencias fueron muyevidentes y desmontaron todo el aparato estatal articulado a esesector; y además terminaron reformándolo. Y es precisamente ahídonde estaba la estrategia gubernamental”.
Desarticulado, admite el académico, y sin apoyo económico ysustento estructural, y consumado el cambio legal, “termina lalegitimidad de los trabajadores del campo para luchar por susobrevivencia como fuerzas sociales del país; sólo era cuestiónde esperar, según la perspectiva oficial, la caída y destruccióndel ejido”.
Sin embargo, afirmó, esa área “siguió y sigue ahí porqueresultó algo más que la supuesta ayuda estatal. Esa realidaddemostró al gobierno y la estrategia implementada, que un cambioen las políticas económicas, pero en especial de las leyes, noimplica una transformación inmediata; es decir, desmiente hasta elmomento la supuesta veracidad del enfoque estructural mecánicoutilizado por los ideólogos del sistema neoliberal”.
ATLIXCO CAMPESINO
La tesis de doctorado de la UNAM estima: “el ejido, al menospara la experiencia de Atlixco, era y es algo más que una merafigura de papel, cuya estructura dependía y depende de laactuación oficial. Ese sitio rural provienen en este municipio deun orden comunal centenario, de cuya historia depende sufortaleza”.
Agrega: “la comunidad ancestral de los ejidos en Atlixcoencontró y tiene antecesores y herederos. Ellos son losresponsables de reivindicarlos desde los tiempos más remotos.Primero como indios, luego peones, después agraristas, obreroseventuales, campesinos y desde luego, ejidatarios. Más claro: losdiferentes modelos productivos de la zona tienen en la base de eserubro el progreso”.
Advierte: “la historia se convierte en una fuerza en la medidaque existen los agentes de resistencia. Los agricultores reproducenen las parcelas su vida cotidiana sin proponérselo y luchan porconservarla. Ahí vislumbran su permanencia, la identidad y laforma de observar el mundo interno y el de afuera”.
El mundo rural es de resistencia, aclaró Avilés: “y en esolos campesinos de Atlixco son un ejemplo. Es una solidez basada enuna vida cotidiana, cuyo eje es la racionalidad propia, diferente yalternativa a los aspectos prevalecientes en el resto de lasociedad regional y nacional. Es una racionalidad fincada en labuena fe, en valores de cohesión y lucha, precisamente en contradel modelo neoliberal capaz de enarbolar y promover los valoresopuestos, y eso termina en destrucción. Sin duda, el campesinadoestá convertido en el gran dique para frenar la fuerzaneoliberal”.
A cambio, expone en el texto, “tienen la capacidad detransformarse basados en el aprendizaje de la vida que loshabilita. Cambian el mundo, desde su mundo. Qué paradoja, losaparentemente más débiles y desprotegidos, los indígenas y loscampesinos, son los que han presentado la lucha más sólida a eseproyecto económico que impone desde las altas esferas el capitaltransnacional y su incondicional interno, el capitalnacional”.
GIRO DEL ESTADO
Avilés pone el dedo en uno de los problemas recientes del ejidoen Atlixco, sobre todo acentuado con los panistas y priistas en elgobierno. “Ocurre un giro hacia una nueva reforma en donde elEstado vuelve a intervenir, pero no de la manera anterior, cumplemás bien con un papel de ‘facilitador’. Dicho proyecto implicasubsidios para ese sector con el fin de comprar las tierras de suscompañeros”.
“El objetivo es claro: si el capital, debido a las luchas yresistencias, no pudo acabar totalmente a los ejidos y apropiarsede la propiedad social, había que promover la autodestrucción,aunque para ello es necesario conservar las franjas más dinámicasde ese sector. En otras palabras, un libre mercado de la tierra,pero inducido por el gobierno”.
Remata: “Atlixco es un ejemplo: por presiones de la ciudad–y económicas– los ejidos sí se mueven en beneficio de losespeculadores de la tierra, en detrimento de los pobres qua yaempiezan a ser incapaces de obtener los espacios irregulares parafincar las casas. Es una lucha sorda e invisible que día a díalibran los campesinos”.
LA REALIDAD
El presidente de la Asociación de Productores del Campo de laRegión de Atlixco, Juan Antonio Solís Sánchez, describió que lamitad de estas áreas deforestadas en la zona referida, tanto detemporal como de riego, son producto del sobrepastoreo yespecialmente del manejo ineficaz de la fertilidad del suelo.
Explicó que distintas zonas boscosas, para ser precisos enTochimilco y San Juan Tianguismanalco, fueron utilizadas comolugares de pastoreo extensivo y en consecuencia se degradó elsuelo.
A la par, detalló, se redujo la filtración de agua, disminuyóla acumulación de la materia orgánica, además de que sedesplazan, reducen o eliminan especies de flora y fauna silvestre,es decir, disminuye la biodiversidad.
Subrayó que ante la pérdida o deterioro de algunos bosques esnecesario diseñar políticas públicas que garanticen lasustentabilidad de las actividades ganaderas preservando orestaurando los terrenos forestales de pastoreo.
Mencionó que los terrenos forestales perdidos, además deproporcionar alimento para el ganado y la fauna, dotaban de plantasmedicinales, ornamentales y comestibles que son parte primordialpara las cuencas hidrológicas, ya que alimentan los mantosfreáticos, y por lo cual su uso debe ser con criterios desustentabilidad.