/ martes 30 de mayo de 2017

“Mi sueño es ser huachicolero”, relato de un halconcito

PUEBLA, Pue.- Durante largo tiempo el reportero observa a unniño, por sus rasgos físicos no sobrepasa los 13 años, pero suforma de vestir y el modo de comportarse lo hacen ver como de 22,camina de un lado a otro de la plaza pública en un municipio del“Triángulo Rojo”, compra algo en la tienda y regresa dondeestaba. La escena es desconcertante porque hasta hace unos meses,el mismo infante se acercaba a la gente para pedir dinero, un pesopara ser exactos, su cara reflejaba desesperación, hambre y ganasde jugar.

De repente un grupo de 4 o 5 niños rodean al muchachito y lehacen mucho revuelo, los niños —algunos de su edad— lo tratancon mucho respeto. Tras unos minutos más, el reportero se acerca ylo invita a una paletería que está en el primer cuadro delmunicipio.

El menor sin reservas accede con gusto, pero llega unos 5minutos después. Luego de pedir una paleta de limón, su favorita,tiene lugar una conversación muy amena e informal…

Él, es un niño de tez morena, cabello un poco necio, pero queocupa una gorra a la moda, unos jeans nuevos, como él lo menciona,así como una camisa a rayas, marca Puma, que pudo comprar en eltianguis.

A sus 13 años, ya piensa en salirse de su casa y con el dineroque gana de “halconcito” en comunidades de la región, sacar asus hermanos y a su madre de casa; de igual forma, alejarlos delmaltrato que les ocasiona su padre, quien menciona es“huachicolero” y la mayoría de los días, llega ebrio a casa.Su mayor sueño es comprarse una camioneta Lobo y ser jefe deplaza.

Gabriel, a quien hemos cambiado de nombre para proteger suidentidad, es un niño que vive en una de las zonas más marginadasde la zona centro-oriente del estado de Puebla, por donde pasa ladenominada “franja del huachicol”.

Manifiesta que dejó la escuela hace 5 meses por problemaseconómicos en casa y porque según indica, eso no es para él,“prefiero ganar dinero que ir a sentarme 7 horas en la escuela,donde tomaba clases con unos 50 o 60 compañeros.

Este infante, adicto a las maquinitas y a los Xbox, menciona queuna tarde del mes de diciembre, cuando se había ido de pinta ycaminaba por un lugar solitario, dos sujetos le invitaron una tortay le dieron dinero que gastó en maquinitas y en comida para sushermanitos.

El niño anonadado por tal acción, aceptó con gusto y ellos lehicieron la invitación a que todos los días vigilara en lasprincipales calles para saber cuántas veces pasan las patrullasdel municipio, la hora e identificar a los oficiales.

Gabriel menciona que en un inicio le daban 500 pesos a la semanaque gastaba en maquinitas por las mañanas y en las tardes vigilabacon gusto. “Para mí, un niño de 13años, ganar 500 pesos era una fortuna”, mi mamá quien lava ropaen una casa, no lo gana toda la semana. Así que 500 pesos no eramala idea y solo era llevar el conteo de cuantas veces pasa lapatrulla por esa zona y a qué hora. Cierto día,me pidieron que vigilara una bodega donde almacenaban “agua”como le llaman al combustible robado de los ductos, dentro de esabodega estaban almacenados, según relata, cientos de galones de 20litros con gasolina. En ese momento, recibió su primera arma, almomento de tenerla en sus manos, menciona, “me sentí el hombremás poderoso del mundo”. Tocaban y a través de una contraseñaque pedía en la puerta del zaguán, podían ingresar camionetas ypipas. Así poco a poco fue aprendiendo el negocio de surtirgasolina a los compradores.

‘El litro de combustible, el dueño de la plaza no los vendede a 5 pesos y nosotros lo revendemos a 10 pesos, la ganancia es eldoble de lo que se vende. Yo aprendí a hacer de todo, desde vaciarla gasolina en la camioneta, hasta subirme a las pipas a vigilarque no se derramara el “huachicol”, ¡ya que es bendito!—dice en tono burlón— y es con lo que podemos comer todos losdías’.

EL ASCENSO

Un día, un niño de 14 años cometió el error y fue castigado.Yo llegué entonces a ocupar esa posición y desde entonces mesentenciaron… “te vamos a pagar 15 mil pesos al mes, tú vas aestar a cargo de los niños que vigilan, pero si haces unatontería, no vives para contarlo”. Por eso afirma que:“De aquí ya no puedo salir, sino esque muerto”. “Ganar 15 mil pesos para mí estodo en este mundo, para qué necesito la escuela si solo allápierdo mi tiempo. Los maestros solo me regañan, solo me exigentareas. Aquí yo soy mi propio jefe, aquí yo dicto órdenes y yodigo que hacen los niños que poco a poco voy reclutando”, afirmacon aire de orgullo.

Revela además que con su grupo vigilan “en tres diferentesturnos, yo vigilo a cada niño, llevamos un conteo general decuantas veces pasan las patrullas en la zona que nos toca, ubicamosa los oficiales, sabemos la hora en que pasan por la calle.Nosotros nos hacemos que jugamos, para no levantar sospechas, peroen realidad nosotros somos los que decimos por donde pasan laspatrullas”.

Gabriel cuenta que su papá era albañil y ganaba muy poco,“un día él se metió en esto del “huachicol” y llegó conuna camioneta, mencionó que nuestra vida cambiaría, pero debido aque su vicio es el alcohol, eso me corresponderá a mí”.

Aunque se muestra contento por la actividad que ahora realiza,afirma que su mamá no está muy a favor de que trabaje en esto.“La primera ocasión que llegué con dinero a casa, para serexactos 5 mil pesos, me pegó, porque pensó que me lo habíarobado, le explique y debido a que no tenemos dinero, mi mamáaccedió a que ganara este dinero, ella me pide que no sea parasiempre y que en cuanto pueda, me aleje de esto, ya que pongo enriesgo a toda mi familia”.

Cuando tenía 10 años, confiesa, su sueño era cumplir 14 eirse a los Estados Unidos, donde tiene un tío que labora porallá, pero eso hoy quedo atrás y “mi idea es convertirme enjefe de plaza y vender mi propia gasolina”.

Al preguntarle si conoce al dueño de la plaza, nos menciona queno, que él tiene un jefe menor y es la persona que se encarga depagar y estar al pendiente de la zona, por donde mencionan trabajansin ningún problema.

Tras una larga charla, Gabriel se despide y no permite que lepaguen la cuenta. Con tono burlón, indica que tiene que ir a“echarle un ojo” a sus chavos y deja dicho que un díaplaticará con el reportero, cuando él ya sea todo un“huachicolero”.

PUEBLA, Pue.- Durante largo tiempo el reportero observa a unniño, por sus rasgos físicos no sobrepasa los 13 años, pero suforma de vestir y el modo de comportarse lo hacen ver como de 22,camina de un lado a otro de la plaza pública en un municipio del“Triángulo Rojo”, compra algo en la tienda y regresa dondeestaba. La escena es desconcertante porque hasta hace unos meses,el mismo infante se acercaba a la gente para pedir dinero, un pesopara ser exactos, su cara reflejaba desesperación, hambre y ganasde jugar.

De repente un grupo de 4 o 5 niños rodean al muchachito y lehacen mucho revuelo, los niños —algunos de su edad— lo tratancon mucho respeto. Tras unos minutos más, el reportero se acerca ylo invita a una paletería que está en el primer cuadro delmunicipio.

El menor sin reservas accede con gusto, pero llega unos 5minutos después. Luego de pedir una paleta de limón, su favorita,tiene lugar una conversación muy amena e informal…

Él, es un niño de tez morena, cabello un poco necio, pero queocupa una gorra a la moda, unos jeans nuevos, como él lo menciona,así como una camisa a rayas, marca Puma, que pudo comprar en eltianguis.

A sus 13 años, ya piensa en salirse de su casa y con el dineroque gana de “halconcito” en comunidades de la región, sacar asus hermanos y a su madre de casa; de igual forma, alejarlos delmaltrato que les ocasiona su padre, quien menciona es“huachicolero” y la mayoría de los días, llega ebrio a casa.Su mayor sueño es comprarse una camioneta Lobo y ser jefe deplaza.

Gabriel, a quien hemos cambiado de nombre para proteger suidentidad, es un niño que vive en una de las zonas más marginadasde la zona centro-oriente del estado de Puebla, por donde pasa ladenominada “franja del huachicol”.

Manifiesta que dejó la escuela hace 5 meses por problemaseconómicos en casa y porque según indica, eso no es para él,“prefiero ganar dinero que ir a sentarme 7 horas en la escuela,donde tomaba clases con unos 50 o 60 compañeros.

Este infante, adicto a las maquinitas y a los Xbox, menciona queuna tarde del mes de diciembre, cuando se había ido de pinta ycaminaba por un lugar solitario, dos sujetos le invitaron una tortay le dieron dinero que gastó en maquinitas y en comida para sushermanitos.

El niño anonadado por tal acción, aceptó con gusto y ellos lehicieron la invitación a que todos los días vigilara en lasprincipales calles para saber cuántas veces pasan las patrullasdel municipio, la hora e identificar a los oficiales.

Gabriel menciona que en un inicio le daban 500 pesos a la semanaque gastaba en maquinitas por las mañanas y en las tardes vigilabacon gusto. “Para mí, un niño de 13años, ganar 500 pesos era una fortuna”, mi mamá quien lava ropaen una casa, no lo gana toda la semana. Así que 500 pesos no eramala idea y solo era llevar el conteo de cuantas veces pasa lapatrulla por esa zona y a qué hora. Cierto día,me pidieron que vigilara una bodega donde almacenaban “agua”como le llaman al combustible robado de los ductos, dentro de esabodega estaban almacenados, según relata, cientos de galones de 20litros con gasolina. En ese momento, recibió su primera arma, almomento de tenerla en sus manos, menciona, “me sentí el hombremás poderoso del mundo”. Tocaban y a través de una contraseñaque pedía en la puerta del zaguán, podían ingresar camionetas ypipas. Así poco a poco fue aprendiendo el negocio de surtirgasolina a los compradores.

‘El litro de combustible, el dueño de la plaza no los vendede a 5 pesos y nosotros lo revendemos a 10 pesos, la ganancia es eldoble de lo que se vende. Yo aprendí a hacer de todo, desde vaciarla gasolina en la camioneta, hasta subirme a las pipas a vigilarque no se derramara el “huachicol”, ¡ya que es bendito!—dice en tono burlón— y es con lo que podemos comer todos losdías’.

EL ASCENSO

Un día, un niño de 14 años cometió el error y fue castigado.Yo llegué entonces a ocupar esa posición y desde entonces mesentenciaron… “te vamos a pagar 15 mil pesos al mes, tú vas aestar a cargo de los niños que vigilan, pero si haces unatontería, no vives para contarlo”. Por eso afirma que:“De aquí ya no puedo salir, sino esque muerto”. “Ganar 15 mil pesos para mí estodo en este mundo, para qué necesito la escuela si solo allápierdo mi tiempo. Los maestros solo me regañan, solo me exigentareas. Aquí yo soy mi propio jefe, aquí yo dicto órdenes y yodigo que hacen los niños que poco a poco voy reclutando”, afirmacon aire de orgullo.

Revela además que con su grupo vigilan “en tres diferentesturnos, yo vigilo a cada niño, llevamos un conteo general decuantas veces pasan las patrullas en la zona que nos toca, ubicamosa los oficiales, sabemos la hora en que pasan por la calle.Nosotros nos hacemos que jugamos, para no levantar sospechas, peroen realidad nosotros somos los que decimos por donde pasan laspatrullas”.

Gabriel cuenta que su papá era albañil y ganaba muy poco,“un día él se metió en esto del “huachicol” y llegó conuna camioneta, mencionó que nuestra vida cambiaría, pero debido aque su vicio es el alcohol, eso me corresponderá a mí”.

Aunque se muestra contento por la actividad que ahora realiza,afirma que su mamá no está muy a favor de que trabaje en esto.“La primera ocasión que llegué con dinero a casa, para serexactos 5 mil pesos, me pegó, porque pensó que me lo habíarobado, le explique y debido a que no tenemos dinero, mi mamáaccedió a que ganara este dinero, ella me pide que no sea parasiempre y que en cuanto pueda, me aleje de esto, ya que pongo enriesgo a toda mi familia”.

Cuando tenía 10 años, confiesa, su sueño era cumplir 14 eirse a los Estados Unidos, donde tiene un tío que labora porallá, pero eso hoy quedo atrás y “mi idea es convertirme enjefe de plaza y vender mi propia gasolina”.

Al preguntarle si conoce al dueño de la plaza, nos menciona queno, que él tiene un jefe menor y es la persona que se encarga depagar y estar al pendiente de la zona, por donde mencionan trabajansin ningún problema.

Tras una larga charla, Gabriel se despide y no permite que lepaguen la cuenta. Con tono burlón, indica que tiene que ir a“echarle un ojo” a sus chavos y deja dicho que un díaplaticará con el reportero, cuando él ya sea todo un“huachicolero”.

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