/ domingo 27 de febrero de 2022

"Ser partera es una herencia de mujer a mujer": Agustina

Agustina trabajó por muchos años como partera, una profesión que le enseñó su madre

Agustina Dorantes tiene 89 años, habla una mezcla entre español y totonaco, nunca fue a la escuela de medicina, sin embargo, en la Sierra Norte de Puebla la consideraban como una doctora, pues su trabajo era el de ser partera. Además de ayudar en los nacimientos, se volvió el sostén de muchas mujeres, enfermera para que se recuperan pronto y trajo al mundo más de 100 bebés.

La señora Agustina nació en el municipio de Huehuetla trabajó por muchos años como partera, una profesión que le enseñó su madre, pero ella prefiere decirle una “herencia de mujer a mujer”. Nunca le dio miedo traer a los niños al mundo y prueba de ello es que 45 años de su vida se dedicó a dar cuidados para el embarazo.

Agustina aún conserva la ropa y los instrumentos necesarios para estos nacimientos, pero también conserva muchas anécdotas, por ejemplo, en una ocasión la fueron a llamar de emergencia, le dijeron que una mujer se encontraba en labor de parto, pero sólo la tenían “tendida” en una tabla.

Al llegar, la apoyó, pero cuando nació el bebé estaba inconsciente. La familia destrozada empezó a hablar de lugares para enterrarlo, pero Agustina pidió un trapo para limpiarlo, le dio respiración de boca a boca y el recién nacido comenzó a respirar.

Como en todos los municipios hay casos de mujeres que prefieren tener a sus bebés en hospitales, pero una chica de esta comunidad acudió al nosocomio, le dijeron que aún le faltaba mucho por dar a luz, pero se sentía tan mal que pasó a ver a la señora Agustina. Al revisarla, se dio cuenta que el bebé estaba a punto de nacer y en la casa de la señora tuvo que trabajar el parto, el niño nació un 24 de diciembre.

Hay familias completas en Huehuetla que están agradecidos con esta mujer, ya que son más de ocho integrantes de un mismo clan los que trajo al mundo y en ningún caso hubo complicaciones. De igual modo, hay casos en donde ayudó a la mamá y luego muchos años después a la hija a nacer.

Sin embargo, no todos los recuerdos son felices, una vez, le comentaron que una mujer ya tenía otra partera, pero que había tenido complicaciones en el parto, por lo que necesitaban su ayuda. Al llegar, tenían a la mujer hincada en la habitación y al revisarla, el bebé ya tenía su manita de fuera, pero ya no tenía vida, por lo que pidió llevarla de emergencia a un hospital.

Sólo éste ultimo caso fue el lapso triste en su vida, pero no hubo ningún deceso mientras ella llevó todo el proceso de gestación. Agustina no sólo era partera, sino que enseñaba en la clínica de la comunidad acerca del acomodado de bebés, medicina tradicional, masajes, entre otras prácticas que podían ayudar a las enfermeras.

Actualmente ya no ejerce esta actividad, principalmente por su edad, porque ya no ve tan bien y ya no es tan veloz, aunque su familia considera que aún podría hacerlo, Agustina está consiente de que es una responsabilidad muy grande y no quiere poner en riesgo a ninguna familia. Se limitó a darle masajes de acomodamiento a la esposa de su nieto y en honor a ella cuando nació, lo nombraron Agustín.

La entristece ver que esta práctica se está perdiendo en Huehuetla, pero también cree que cada mujer es libre de decidir a qué dedicarse y dónde tener a sus hijos, ya sea en su casa o en un hospital.

Agustina Dorantes tiene 89 años, habla una mezcla entre español y totonaco, nunca fue a la escuela de medicina, sin embargo, en la Sierra Norte de Puebla la consideraban como una doctora, pues su trabajo era el de ser partera. Además de ayudar en los nacimientos, se volvió el sostén de muchas mujeres, enfermera para que se recuperan pronto y trajo al mundo más de 100 bebés.

La señora Agustina nació en el municipio de Huehuetla trabajó por muchos años como partera, una profesión que le enseñó su madre, pero ella prefiere decirle una “herencia de mujer a mujer”. Nunca le dio miedo traer a los niños al mundo y prueba de ello es que 45 años de su vida se dedicó a dar cuidados para el embarazo.

Agustina aún conserva la ropa y los instrumentos necesarios para estos nacimientos, pero también conserva muchas anécdotas, por ejemplo, en una ocasión la fueron a llamar de emergencia, le dijeron que una mujer se encontraba en labor de parto, pero sólo la tenían “tendida” en una tabla.

Al llegar, la apoyó, pero cuando nació el bebé estaba inconsciente. La familia destrozada empezó a hablar de lugares para enterrarlo, pero Agustina pidió un trapo para limpiarlo, le dio respiración de boca a boca y el recién nacido comenzó a respirar.

Como en todos los municipios hay casos de mujeres que prefieren tener a sus bebés en hospitales, pero una chica de esta comunidad acudió al nosocomio, le dijeron que aún le faltaba mucho por dar a luz, pero se sentía tan mal que pasó a ver a la señora Agustina. Al revisarla, se dio cuenta que el bebé estaba a punto de nacer y en la casa de la señora tuvo que trabajar el parto, el niño nació un 24 de diciembre.

Hay familias completas en Huehuetla que están agradecidos con esta mujer, ya que son más de ocho integrantes de un mismo clan los que trajo al mundo y en ningún caso hubo complicaciones. De igual modo, hay casos en donde ayudó a la mamá y luego muchos años después a la hija a nacer.

Sin embargo, no todos los recuerdos son felices, una vez, le comentaron que una mujer ya tenía otra partera, pero que había tenido complicaciones en el parto, por lo que necesitaban su ayuda. Al llegar, tenían a la mujer hincada en la habitación y al revisarla, el bebé ya tenía su manita de fuera, pero ya no tenía vida, por lo que pidió llevarla de emergencia a un hospital.

Sólo éste ultimo caso fue el lapso triste en su vida, pero no hubo ningún deceso mientras ella llevó todo el proceso de gestación. Agustina no sólo era partera, sino que enseñaba en la clínica de la comunidad acerca del acomodado de bebés, medicina tradicional, masajes, entre otras prácticas que podían ayudar a las enfermeras.

Actualmente ya no ejerce esta actividad, principalmente por su edad, porque ya no ve tan bien y ya no es tan veloz, aunque su familia considera que aún podría hacerlo, Agustina está consiente de que es una responsabilidad muy grande y no quiere poner en riesgo a ninguna familia. Se limitó a darle masajes de acomodamiento a la esposa de su nieto y en honor a ella cuando nació, lo nombraron Agustín.

La entristece ver que esta práctica se está perdiendo en Huehuetla, pero también cree que cada mujer es libre de decidir a qué dedicarse y dónde tener a sus hijos, ya sea en su casa o en un hospital.

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