/ domingo 18 de febrero de 2018

Se llama Waldo, es de Oaxaca y vive en un árbol en Puebla

Costales, maderas y lonas forman su pequeña casa

Las prendas de vestir, los costales, maderas y las lonas que le regalan los vecinos y que pepena de la basura son algunos artículos que le han servido para armar una pequeña casa o refugio en la unidad habitacional El Carmen Gastronómico.

Waldo Pérez es un joven de entre 25 y 28 años que vive en una “cueva” que armó en medio de las ramas de un árbol.

Lo único que acompaña a este hombre es un radio de pilas que carga en su pantalón. No tiene familia en Puebla pues es originario de Oaxaca.

De acuerdo con lo contado por el propio Waldo, quien al parecer padece de sus facultades mentales, su madre y su padre murieron en un accidente automovilístico cuando él era niño.

Según sus recuerdos, siempre ha vivido en esta unidad habitacional que se encuentra en la avenida Las Torres a la altura de la avenida Nacional, al sur de la ciudad.

Los vecinos cuentan que Waldo llegó desde muy pequeño a esta colonia. Por temporadas duerme en las entradas de los edificios pero desde hace un año aproximadamente empezó a armar un refugio en un árbol que se encuentra justamente a un lado de unas canchas de futbol rápido en la cerrada Hidalgo.

A este espacio le llama su “cueva”. En sus palabras, presume que todo lo que hay en ella es suyo. Su refugio está armado de ropa, cartones, lonas, maderas y telas que se encuentra en la basura o que la propia gente le regala.

Para subir al árbol utiliza de escalón un bote de aluminio y una piedra. Prácticamente tiene que contorsionarse entre las ramas para poder ingresar a su vivienda improvisada.

Las inclemencias climatológicas le han pegado, pues reconoció que el frío ha sido crudo, no obstante, con un par de movimientos de sus manos trata de explicar que cuando hace calor este también es muy intenso.

Waldo no sabe qué edad tiene pues lo único que recuerda es que lleva alrededor de 12 años viviendo en dicha unidad habitacional y que sus padres murieron cuando él era “muy morro”.

Los vecinos ya se acostumbraron a él, a que sea parte de la colonia e incluso lo saludan cuando pasan junto a él.

No obstante, algunos de los colonos reprocharon que hace sus necesidades fisiológicas a la luz del día y desde su “cueva” debido a que no tiene un baño, por lo que pidieron a las autoridades tomar cartas en el asunto.

Las prendas de vestir, los costales, maderas y las lonas que le regalan los vecinos y que pepena de la basura son algunos artículos que le han servido para armar una pequeña casa o refugio en la unidad habitacional El Carmen Gastronómico.

Waldo Pérez es un joven de entre 25 y 28 años que vive en una “cueva” que armó en medio de las ramas de un árbol.

Lo único que acompaña a este hombre es un radio de pilas que carga en su pantalón. No tiene familia en Puebla pues es originario de Oaxaca.

De acuerdo con lo contado por el propio Waldo, quien al parecer padece de sus facultades mentales, su madre y su padre murieron en un accidente automovilístico cuando él era niño.

Según sus recuerdos, siempre ha vivido en esta unidad habitacional que se encuentra en la avenida Las Torres a la altura de la avenida Nacional, al sur de la ciudad.

Los vecinos cuentan que Waldo llegó desde muy pequeño a esta colonia. Por temporadas duerme en las entradas de los edificios pero desde hace un año aproximadamente empezó a armar un refugio en un árbol que se encuentra justamente a un lado de unas canchas de futbol rápido en la cerrada Hidalgo.

A este espacio le llama su “cueva”. En sus palabras, presume que todo lo que hay en ella es suyo. Su refugio está armado de ropa, cartones, lonas, maderas y telas que se encuentra en la basura o que la propia gente le regala.

Para subir al árbol utiliza de escalón un bote de aluminio y una piedra. Prácticamente tiene que contorsionarse entre las ramas para poder ingresar a su vivienda improvisada.

Las inclemencias climatológicas le han pegado, pues reconoció que el frío ha sido crudo, no obstante, con un par de movimientos de sus manos trata de explicar que cuando hace calor este también es muy intenso.

Waldo no sabe qué edad tiene pues lo único que recuerda es que lleva alrededor de 12 años viviendo en dicha unidad habitacional y que sus padres murieron cuando él era “muy morro”.

Los vecinos ya se acostumbraron a él, a que sea parte de la colonia e incluso lo saludan cuando pasan junto a él.

No obstante, algunos de los colonos reprocharon que hace sus necesidades fisiológicas a la luz del día y desde su “cueva” debido a que no tiene un baño, por lo que pidieron a las autoridades tomar cartas en el asunto.

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