/ lunes 10 de mayo de 2021

De víctima a castigadora del delito, ella es la juez Miriam

Hoy esta mujer no solo es jueza de oralidad penal y ejecución en Puebla, sino también tiene la fortuna de ser madre de dos pequeños, aquí te compartimos su historia

El haber sido víctima de un delito grave durante su juventud, llevó a Miriam Huerta Lechuga hacia el camino de las leyes, desde donde considera, ha tratado de aportar un granito de arena para ayudar a la gente y cambiar a la sociedad. Tras comenzar como practicante, pasar por diversas áreas del Tribunal Superior de Justicia y la Fiscalía General del Estado, hoy no solo es jueza de oralidad penal y ejecución en Puebla, sino también tiene la fortuna de ser madre de dos pequeños que le han manifestado su apoyo y admiración.

Miriam cuenta con 38 años de edad, al menos 21 de ellos dentro del ámbito legal y judicial. En la preparatoria, con todas las ganas de salir adelante y ser independiente, estudiaba y trabajaba; aunque en ese entonces no tenía inclinación hacia el Derecho, uno de sus trabajos fue como recepcionista en un despacho jurídico, siendo este su primer acercamiento a lo que actualmente desempeña.

Sin embargo, un evento delictivo en su vida fue decisivo para querer adentrarse al ámbito legal.

“Fui víctima de un delito fuerte, sin embargo, tuve el apoyo de las autoridades. Esto generó impacto en mi persona y ahí fue lo decisivo de decir que sí se puede ayudar a las personas y poner un granito de arena. A la fecha estoy enamorada de mi carrera, yo no podría hacer otra cosa”, confiesa la entrevistada.

Comenzando desde abajo, Huerta Lechuga se abrió camino y pasó por diversos puestos: pasante, meritoria, notificadora o diligenciaria en el Juzgado Noveno Penal de Puebla, Ministerio Público especializada en el Nuevo Sistema de Justicia Penal en la Fiscalía del Estado, jefa de causas en el Juzgado de Ejecución de Sanciones, Proyectista de la Segunda Sala Penal, y en abril de 2019, tras abrirse la respectiva convocatoria, logró pasar todos los exámenes correspondientes para el 16 de mayo de ese mismo año, recibir el nombramiento como jueza de oralidad penal y ejecución de la región judicial Centro, Puebla.

Foto: Cortesía Miriam Huerta Lechuga

En ese transcurrir, a los 26 años de edad, se convirtió por primera vez en madre, ahora ya cuenta con dos pequeños, un niño de 12 años y una niña de 5 años de edad, a quienes considera su mayor tesoro y con quienes está muy agradecida por entenderla y adaptarse a sus labores.

“Saben que mamá trabaja, el papá también es juez, pero ganó una beca en España por tres años y por eso ahorita tengo el apoyo de mi mamá, mis hermanos y mi suegra, pero los niños son tan nobles e inteligentes que se adaptan, incluso se vuelven independientes, apoyan a mamá en la medida de lo posible”, cuenta Miriam.

No obstante, reconoce que hay veces que el trabajo y la combinación del hogar, se vuelve complicada ya que ahora con la pandemia, debe estar atenta a las clases virtuales, enseñarles más cosas a sus hijos sin tener la práctica de un docente, pero, aun así, se ha adaptado y buscado la manera de convivir con ellos y estar al pendiente de su educación

“Mi equipo de trabajo se adapta a la agenda que pongo de las audiencias y no falta el jefe que entiende que debes ir a una reunión escolar o ir a dejar a tu hijo a la escuela, creo que he tenido mucho apoyo y creo que ahí lo que debo resaltar es que a veces falta más empatía hacia las mamás”, explica la juez de control, quien en todo este tiempo ha buscado la forma y métodos de no descuidar a sus hijos.

Comparte que antes de ser jueza, desde sus otros puestos, llevaba a su hijo ahora adolescente, al trabajo, y él todo el tiempo se comportaba y obedecía, por lo que nunca tuvo problema alguno.

Foto: Cortesía Miriam Huerta Lechuga

“Yo les digo, en modo mamá activado, me pueden pedir todo lo que quieran, pero en modo mamá desactivado, saben que debo trabajar. Les he preguntado, sobre todo al adolescente, que, si les gustaría que estuviera con ellos todo el tiempo en casa, pero me dicen que no, que necesito ser feliz y si trabajar me hace feliz, todos vamos a ser felices”, expresa la jurista, quien debe dormir a la 1 de la mañana y levantarse a las 7 de la mañana para cumplir con su trabajo.

Hoy por hoy, se siente realizada, trabajando en lo que tanto ama sin nublar su objetividad al momento de resolver sobre la libertad de una persona, y con dos hijos a los que disfruta cocinarles para al final, escuchar las mayores palabras de agradecimiento: ¡Eres la mejor mamá del mundo!, ¡Eres la mejor chef!

El haber sido víctima de un delito grave durante su juventud, llevó a Miriam Huerta Lechuga hacia el camino de las leyes, desde donde considera, ha tratado de aportar un granito de arena para ayudar a la gente y cambiar a la sociedad. Tras comenzar como practicante, pasar por diversas áreas del Tribunal Superior de Justicia y la Fiscalía General del Estado, hoy no solo es jueza de oralidad penal y ejecución en Puebla, sino también tiene la fortuna de ser madre de dos pequeños que le han manifestado su apoyo y admiración.

Miriam cuenta con 38 años de edad, al menos 21 de ellos dentro del ámbito legal y judicial. En la preparatoria, con todas las ganas de salir adelante y ser independiente, estudiaba y trabajaba; aunque en ese entonces no tenía inclinación hacia el Derecho, uno de sus trabajos fue como recepcionista en un despacho jurídico, siendo este su primer acercamiento a lo que actualmente desempeña.

Sin embargo, un evento delictivo en su vida fue decisivo para querer adentrarse al ámbito legal.

“Fui víctima de un delito fuerte, sin embargo, tuve el apoyo de las autoridades. Esto generó impacto en mi persona y ahí fue lo decisivo de decir que sí se puede ayudar a las personas y poner un granito de arena. A la fecha estoy enamorada de mi carrera, yo no podría hacer otra cosa”, confiesa la entrevistada.

Comenzando desde abajo, Huerta Lechuga se abrió camino y pasó por diversos puestos: pasante, meritoria, notificadora o diligenciaria en el Juzgado Noveno Penal de Puebla, Ministerio Público especializada en el Nuevo Sistema de Justicia Penal en la Fiscalía del Estado, jefa de causas en el Juzgado de Ejecución de Sanciones, Proyectista de la Segunda Sala Penal, y en abril de 2019, tras abrirse la respectiva convocatoria, logró pasar todos los exámenes correspondientes para el 16 de mayo de ese mismo año, recibir el nombramiento como jueza de oralidad penal y ejecución de la región judicial Centro, Puebla.

Foto: Cortesía Miriam Huerta Lechuga

En ese transcurrir, a los 26 años de edad, se convirtió por primera vez en madre, ahora ya cuenta con dos pequeños, un niño de 12 años y una niña de 5 años de edad, a quienes considera su mayor tesoro y con quienes está muy agradecida por entenderla y adaptarse a sus labores.

“Saben que mamá trabaja, el papá también es juez, pero ganó una beca en España por tres años y por eso ahorita tengo el apoyo de mi mamá, mis hermanos y mi suegra, pero los niños son tan nobles e inteligentes que se adaptan, incluso se vuelven independientes, apoyan a mamá en la medida de lo posible”, cuenta Miriam.

No obstante, reconoce que hay veces que el trabajo y la combinación del hogar, se vuelve complicada ya que ahora con la pandemia, debe estar atenta a las clases virtuales, enseñarles más cosas a sus hijos sin tener la práctica de un docente, pero, aun así, se ha adaptado y buscado la manera de convivir con ellos y estar al pendiente de su educación

“Mi equipo de trabajo se adapta a la agenda que pongo de las audiencias y no falta el jefe que entiende que debes ir a una reunión escolar o ir a dejar a tu hijo a la escuela, creo que he tenido mucho apoyo y creo que ahí lo que debo resaltar es que a veces falta más empatía hacia las mamás”, explica la juez de control, quien en todo este tiempo ha buscado la forma y métodos de no descuidar a sus hijos.

Comparte que antes de ser jueza, desde sus otros puestos, llevaba a su hijo ahora adolescente, al trabajo, y él todo el tiempo se comportaba y obedecía, por lo que nunca tuvo problema alguno.

Foto: Cortesía Miriam Huerta Lechuga

“Yo les digo, en modo mamá activado, me pueden pedir todo lo que quieran, pero en modo mamá desactivado, saben que debo trabajar. Les he preguntado, sobre todo al adolescente, que, si les gustaría que estuviera con ellos todo el tiempo en casa, pero me dicen que no, que necesito ser feliz y si trabajar me hace feliz, todos vamos a ser felices”, expresa la jurista, quien debe dormir a la 1 de la mañana y levantarse a las 7 de la mañana para cumplir con su trabajo.

Hoy por hoy, se siente realizada, trabajando en lo que tanto ama sin nublar su objetividad al momento de resolver sobre la libertad de una persona, y con dos hijos a los que disfruta cocinarles para al final, escuchar las mayores palabras de agradecimiento: ¡Eres la mejor mamá del mundo!, ¡Eres la mejor chef!

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