/ lunes 1 de agosto de 2022

A Puerta Cerrada | Entusiasmo preelectoral entre barbosistas

El gobernador Miguel Barbosa ganó la elección de consejeros estatales de Morena, al conseguir 116 de 150 posiciones posibles para los aspirantes afines a su grupo y, por tanto, alineados con sus intereses. Las reglas establecidas para el proceso de renovación de dirigencia en los estados del país permitían anticipar el triunfo de los actores políticos con mayor capacidad de movilización en cada entidad. Aquellas gobernadas por la 4T, como Puebla, tendrían en los mandatarios estatales al inminente triunfador. Y así ocurrió.

Dentro de este contexto, la sorpresa habría sido que Barbosa no ganara la contienda del sábado, frente a un bloque opositor, liderado por Ignacio Mier, Claudia Rivera y Rodrigo Abdala, muy inferior en recursos económicos y humanos para determinar el resultado de la votación en los 15 distritos electorales federales del estado.

El paso inmediato siguiente es previsible. Esos 116 consejeros definirán al nuevo presidente estatal de Morena, el sábado 13 de agosto, y el gobernador se convertirá de facto en el jefe del partido, tres años después de batallar con dirigentes que optaron por verlo como un compañero más y a dos años de distancia de la conclusión de su mandato.

Después de eso vendrá la fase más importante. Con un subordinado en la presidencia del partido, que, según sus propias palabras, tendrá que ser poblano, Barbosa se pondrá a trabajar en el armado del ejército electoral que habrá de pelear en los comicios constitucionales del 2024.

Sin mediar excepciones, los aspirantes a un puesto de elección popular que pretendan competir en representación de Morena y sus partidos aliados deberán pasar por el tamiz del mandatario.

Aquí radica la trascendencia de lo sucedido el fin de semana. Los barbosistas llevarán mano en la definición de candidaturas, incluida, muy probablemente, la más cotizada de todas: la de gobernador. En este supuesto, los más beneficiados serán esos personajes afines al mandatario que hasta hace unas semanas eran ubicados en la cola de los aspirantes, hasta atrás, sin posibilidades reales de contender por la postulación en el partido presidencial.

Servidores públicos y representantes populares como Olivia Salomón, Héctor Sánchez, Gabriel Biestro, Melitón Lozano, Sergio Salomón Céspedes y José Antonio Martínez deben haber amanecido alegres e impetuosos este día, gracias a ese renovado tanque de oxígeno que les ha obsequiado la victoria en Morena. Tienen motivo.

El terreno, sin embargo, no ha sido allanado para ellos. Todavía tendrán que conocer el destino de Alejandro Armenta, que en esta disputa prefirió guardar las armas para alinearse con el gobernador, en un esfuerzo más por tratar de ganarse su confianza, y mirar la reacción de Ignacio Mier, que seguirá apelando al paraguas presidencial para darle la vuelta a Barbosa, muy a pesar de su declarada animadversión.

Luego tendrán que pelear entre ellos para definir un solo ganador, en el supuesto caso de que los legisladores federales cayeran en desgracia y ninguno de los dos consiguiera la nominación. Es decir, de que el presidente López Obrador (quien seguramente opinará) y el futuro candidato presidencial (que también lo hará) optasen por poner en la boleta electoral a un barbosista.

La meta de las denominadas corcholatas poblanas es compleja, pero hoy luce menos inalcanzable que el viernes, cuando aún no se concretaba el triunfo de su jefe, y de todas ellas, en la gran mayoría de las asambleas distritales.

Twitter: @jorgerdzc

El gobernador Miguel Barbosa ganó la elección de consejeros estatales de Morena, al conseguir 116 de 150 posiciones posibles para los aspirantes afines a su grupo y, por tanto, alineados con sus intereses. Las reglas establecidas para el proceso de renovación de dirigencia en los estados del país permitían anticipar el triunfo de los actores políticos con mayor capacidad de movilización en cada entidad. Aquellas gobernadas por la 4T, como Puebla, tendrían en los mandatarios estatales al inminente triunfador. Y así ocurrió.

Dentro de este contexto, la sorpresa habría sido que Barbosa no ganara la contienda del sábado, frente a un bloque opositor, liderado por Ignacio Mier, Claudia Rivera y Rodrigo Abdala, muy inferior en recursos económicos y humanos para determinar el resultado de la votación en los 15 distritos electorales federales del estado.

El paso inmediato siguiente es previsible. Esos 116 consejeros definirán al nuevo presidente estatal de Morena, el sábado 13 de agosto, y el gobernador se convertirá de facto en el jefe del partido, tres años después de batallar con dirigentes que optaron por verlo como un compañero más y a dos años de distancia de la conclusión de su mandato.

Después de eso vendrá la fase más importante. Con un subordinado en la presidencia del partido, que, según sus propias palabras, tendrá que ser poblano, Barbosa se pondrá a trabajar en el armado del ejército electoral que habrá de pelear en los comicios constitucionales del 2024.

Sin mediar excepciones, los aspirantes a un puesto de elección popular que pretendan competir en representación de Morena y sus partidos aliados deberán pasar por el tamiz del mandatario.

Aquí radica la trascendencia de lo sucedido el fin de semana. Los barbosistas llevarán mano en la definición de candidaturas, incluida, muy probablemente, la más cotizada de todas: la de gobernador. En este supuesto, los más beneficiados serán esos personajes afines al mandatario que hasta hace unas semanas eran ubicados en la cola de los aspirantes, hasta atrás, sin posibilidades reales de contender por la postulación en el partido presidencial.

Servidores públicos y representantes populares como Olivia Salomón, Héctor Sánchez, Gabriel Biestro, Melitón Lozano, Sergio Salomón Céspedes y José Antonio Martínez deben haber amanecido alegres e impetuosos este día, gracias a ese renovado tanque de oxígeno que les ha obsequiado la victoria en Morena. Tienen motivo.

El terreno, sin embargo, no ha sido allanado para ellos. Todavía tendrán que conocer el destino de Alejandro Armenta, que en esta disputa prefirió guardar las armas para alinearse con el gobernador, en un esfuerzo más por tratar de ganarse su confianza, y mirar la reacción de Ignacio Mier, que seguirá apelando al paraguas presidencial para darle la vuelta a Barbosa, muy a pesar de su declarada animadversión.

Luego tendrán que pelear entre ellos para definir un solo ganador, en el supuesto caso de que los legisladores federales cayeran en desgracia y ninguno de los dos consiguiera la nominación. Es decir, de que el presidente López Obrador (quien seguramente opinará) y el futuro candidato presidencial (que también lo hará) optasen por poner en la boleta electoral a un barbosista.

La meta de las denominadas corcholatas poblanas es compleja, pero hoy luce menos inalcanzable que el viernes, cuando aún no se concretaba el triunfo de su jefe, y de todas ellas, en la gran mayoría de las asambleas distritales.

Twitter: @jorgerdzc