El fin de semana se sucedieron acontecimientos vertiginosos que llevaron nuestra atención de un punto a otro sin dar tregua para la reflexión.
El viernes el gobernador Miguel Barbosa escribió un nuevo episodio de esa historia de diferendos con el edil Eduardo Rivera y los líderes de las cámaras empresariales, a quienes expuso como un grupo de interés que se reagrupa en torno al presidente municipal de Puebla y sus aspiraciones políticas de cara al 2024.
Desde la mañanera, el mandatario comparó a los integrantes de la iniciativa privada con los miembros de la familia P. Luche, la que dio fama a una extinta serie de televisión que tuvo a Eugenio Derbez como actor principal.
Barbosa se dio tiempo para hacer una representación del encuentro que la noche del jueves tuvieron esos dirigentes, liderados por el Consejo Coordinador Empresarial, con Eduardo Rivera como invitado especial.
Una hipotética escena con los asistentes a la reunión agarrando las copas de champaña fue la cúspide del sarcasmo empleado por el gobernador.
El hecho es relevante porque marca el tono de la relación que habrá en lo sucesivo con la extrema derecha y el yunque, grupos de poder a los que pertenece Eduardo Rivera. Si el trato no era bueno, será malo, y si era malo, será peor, mientras no se resuelvan las diferencias que hasta hoy se muestran insalvables.
La mañana del sábado mataron a Cecilia Monzón Pérez.
Convertida en activista social después de tener un breve paso por la política partidista, esta mujer fue asesinada de varios disparos de bala mientras conducía su vehículo en una de las incorporaciones al Periférico. Dos personas a bordo de una motocicleta le dieron alcance en esa vialidad para ejecutarla, en un crimen evidentemente orquestado por un tercero.
El hecho corrió rápido por las redes sociales y los medios de comunicación y conmocionó de inmediato a una sociedad que se asume cada vez más indefensa frente a este tipo de sucesos ruines y cobardes. La noticia del crimen cimbró en particular las fibras de los movimientos feministas.
Monzón Pérez, abogada de profesión y (muy) aguerrida de carácter, era reconocida por defender a mujeres víctimas de violencia de género y toda causa que considerara justa.
Las características del homicidio y el perfil social de la víctima obligan a las autoridades a encontrar pronto a los responsables materiales e intelectuales del ataque, para tratar de contener los reclamos que se avecinan y que tendrán mucho de razón.
Por la tarde de ese mismo día, autoridades ministeriales detuvieron a José Arturo Rueda Sánchez de la Vega por el delito de extorsión.
La captura del director del periódico Cambio y socio del diputado federal Ignacio Mier Velazco se dio en la Ciudad de México, siete años después de que el priista Jorge Estefan Chidiac lo denunciara por pedirle 10 millones de pesos para no publicar una noticia negativa en su contra.
En 2015, Estefan tuvo el coraje para grabar y exhibir a Rueda mientras este le planteaba los detalles de la penosa transacción en su propia casa, lo que quedó registrado para la posteridad en youtube. El contenido del video era elocuente y no dejaba lugar a dudas o interpretaciones.
La reacción podría haberse diluido en el terreno mediático, pero el ahora diputado local decidió ir más lejos, al presentar una denuncia formal en contra del responsable editorial de ese diario.
El mérito de Estefan fue atreverse a hacer lo que nadie más había hecho en el pasado, en un complejo ecosistema de políticos y “periodistas” del que se cuentan muchas cosas, pero del que pocas pruebas se ofrecen.
Como usted recordará, la indignación de Rueda reflejada en la frase “¡si no vendo tlacoyos!”, exclamada en respuesta a un ofrecimiento económico menor a los 10 millones de pesos que demandaba por su silencio, se convirtió desde entonces en mofa recurrente de la jerga periodística en Puebla.
Con el directivo de Cambio a la espera de que se determine su situación legal, la incógnita recae ahora en el futuro político de Ignacio Mier.
¡Intenso fin de semana!
Twitter: @jorgerdzc
