/ miércoles 24 de noviembre de 2021

A Puerta Cerrrada | La crisis de Tecamachalco golpea el proyecto de ‘Nacho’ Mier

La carrera por la sucesión en Casa Aguayo ha registrado una gélida pausa en los planes del diputado federal Ignacio Mier Velasco, quien hasta antes de los escandalosos acontecimientos ocurridos en Tecamachalco había encendido motores y pisado el acelerador para convencer a la opinión pública acerca de su presunta inminente postulación en Morena a partir del padrinazgo presidencial.

Al mismo tiempo que en el PAN cobraba forma la percepción del precandidato único en la persona de Eduardo Rivera Pérez, lo que sucedió después de que ganara por segunda vez la elección para presidente municipal de Puebla, el coordinador de la bancada de Morena en la cámara de diputados comenzó una estrategia para hacer lo propio en su partido, con el objeto de mostrarse ante la concurrencia como el elegido del presidente Andrés Manuel López Obrador.

‘Nacho’ Mier ha sido cuidadoso en el manejo de sus aspiraciones políticas.

El diputado federal no habla en público sobre el tema ni expresa palabras que puedan servir de prueba para confirmar aquello que solo ha salido a la luz a manera de trascendidos y confidencias, que está echado para adelante con la mira puesta en la sucesión de Luis Miguel Barbosa Huerta.

Sin embargo, aunque de manera personal no sea explícito, ha desplegado un plan para expresar a los comentadores y observadores políticos que cuenta con la venia del más alto jerarca de Morena y la cuatroté para ser candidato a gobernador en el 2024, pasando por encima, incluso dos años antes de que se cumplan los plazos para consumar la decisión, de las aspiraciones del senador Alejandro Armenta Mier y la opinión del gobernador Barbosa.

De junio a la fecha, Eduardo Rivera ha pasado por tres momentos clave para la consolidación, en el imaginario colectivo, de su eventual precandidatura al gobierno del estado.

Ganar la elección del 6 de junio, asumir el mando del ayuntamiento el 15 de octubre y hacerse de la dirigencia del PAN el 14 de noviembre, a través de Augusta Díaz de Rivera y Marcos Castro Martínez, le ha colocado en la ruta de la postulación en el blanquiazul.

Ya se sabe que en política nada está escrito, pero difícilmente habrá un avezado en estos asuntos que se atreva a contradecir hoy la idea generalizada que pone al edil de Puebla en la antesala de la candidatura al gobierno del estado, sin competidores serios en su partido y mucho menos en el PRI o el PRD, los otros dos integrantes de la previsible alianza electoral opositora a Morena.

Sensible a este hecho, Mier Velasco soltó las amarras para tratar de crear una percepción similar a su favor, pero del lado de Morena.

Lograrlo significaba capitalizar desde ahora y por adelantado la adhesión de liderazgos, militantes y simpatizantes del partido en el poder que todavía no tienen claro para dónde jalar, porque no hay competidor único establecido.

A través de su periódico, el mismo en que confluyen los intereses del priista Enrique Doger Guerrero, insistió una y otra vez en colocarse a sí mismo como prácticamente palomeado precandidato a gobernador por obra y gracia del inquilino de Palacio Nacional.

La aprobación del paquete económico 2022 y el publicitado agradecimiento del presidente a los diputados federales de Morena, PT y el Verde por ello fue el último episodio registrado en esa serie de auto-exaltación que Mier Velasco le propinó a la clase política poblana por la misma vía… hasta que sucedió lo de Tecamachalco.

El homicidio de tres policías ministeriales en el municipio gobernado por su hijo Ignacio Mier Bañuelos, perpetrado por el secretario de Seguridad Pública, Oscar Alejandro Santizo Méndez, ha traído un problema judicial que invariablemente derivará en crisis política.

Todavía es prematuro estimar hasta dónde llegarán las consecuencias del incidente y el tamaño del impacto político que sufrirán los integrantes de la familia Mier, pero la naturaleza de los hechos obligará al patriarca a detener su proyecto para dedicar toda su energía en beneficio de su hijo, a quien intentará salvar no solo de la ruina profesional, sino, sobre todo, de la catástrofe personal.

Por eso sus aspiraciones políticas han entrado en una fase de pausa involuntaria.

Si sale bien librado, seguirá adelante.

Si no, tendrá que buscar otra cosa que hacer para el 2024, muy lejos de la gubernatura.

***

La importancia de Javier López Díaz como referente de información me quedó clara desde que incursioné en los medios en septiembre de 1993. Como reportero de prueba recién estrenado en el noticiario de Jesús Manuel Hernández en Radio Oro, era obligado escuchar los radares que López Díaz y su equipo transmitían cada hora. Nada se nos podía ir. Y para eso era fundamental saber lo que el líder del cuadrante radiofónico traía en agenda.

Como buenos colaboradores orgullosos de Jesús Manuel, todos jóvenes irreverentes deseosos de destronar al campeón para ocupar su lugar, entre ellos Mauricio García León, Blanca Morales Garduño, Iván Mercado Martínez y Adolfo Flores Fragoso, en el cotilleo le restábamos méritos a Javier, pero en los hechos le dábamos la trascendencia que merecía al estar pendientes de su trabajo.

Esa eficacia de López Díaz se consolidó con los años y la obligación personal de tenerlo como referencia para estar enterado de lo que ocurría en el estado, primero como reportero y después como jefe de información y subdirector en este diario, perduró.

Javier estrenó la red vial en Grupo Acir (después Cinco Radio), creó una envidiable madeja de reporteros ciudadanos gracias a la interacción con sus radioescuchas y fue el primero en transitar de manera exitosa a la web y las redes sociales, no sin tropiezos comprensibles ante la imposibilidad de confirmar todo aquello que la gente le informaba o pretendía informarle.

No fue perfecto, tampoco infalible, pero quién lo es.

En el terreno personal fue fácil hacer conexión con el tipo sencillo y bromista que era lejos de la cabina de radio, seguramente –no me cargo el mérito—gracias a nuestra amistad en común con Ismael Ríos Delgadillo (Q.E.P.D.).

Muchos años después de aquel lejano 1993, Ismael Ríos y el autor de esta columna coincidimos varias veces con Javier en el restaurante Rieti, de El Vergel, a donde el comunicador llegaba, pasadas las 10 de la mañana, a desayunar huevos revueltos con jamón y un pan (el alamar era su favorito) después de su programa. Solo entonces pude conocer un poco del ser humano que estaba detrás de la figura pública. Y hacerlo resultó en una muy grata sorpresa.

Después de la muerte de Ismael no volví a verlo, hasta hace unos meses que lo encontré dos veces en la ciclovía que conduce al Parque del Arte. En una ocasión iba solo, en domingo, sin más compañía que sus audífonos. En otra llevaba a su mascota, un perro de raza pequeña, blanco y peludo, que caminaba junto a él.

Las dos veces me bajé de la bicicleta para saludarlo y las dos fui correspondido de la misma forma que en aquellas sobremesas compartidas con Ismael. Descanse en paz.

Twitter: @jorgerdzc

La carrera por la sucesión en Casa Aguayo ha registrado una gélida pausa en los planes del diputado federal Ignacio Mier Velasco, quien hasta antes de los escandalosos acontecimientos ocurridos en Tecamachalco había encendido motores y pisado el acelerador para convencer a la opinión pública acerca de su presunta inminente postulación en Morena a partir del padrinazgo presidencial.

Al mismo tiempo que en el PAN cobraba forma la percepción del precandidato único en la persona de Eduardo Rivera Pérez, lo que sucedió después de que ganara por segunda vez la elección para presidente municipal de Puebla, el coordinador de la bancada de Morena en la cámara de diputados comenzó una estrategia para hacer lo propio en su partido, con el objeto de mostrarse ante la concurrencia como el elegido del presidente Andrés Manuel López Obrador.

‘Nacho’ Mier ha sido cuidadoso en el manejo de sus aspiraciones políticas.

El diputado federal no habla en público sobre el tema ni expresa palabras que puedan servir de prueba para confirmar aquello que solo ha salido a la luz a manera de trascendidos y confidencias, que está echado para adelante con la mira puesta en la sucesión de Luis Miguel Barbosa Huerta.

Sin embargo, aunque de manera personal no sea explícito, ha desplegado un plan para expresar a los comentadores y observadores políticos que cuenta con la venia del más alto jerarca de Morena y la cuatroté para ser candidato a gobernador en el 2024, pasando por encima, incluso dos años antes de que se cumplan los plazos para consumar la decisión, de las aspiraciones del senador Alejandro Armenta Mier y la opinión del gobernador Barbosa.

De junio a la fecha, Eduardo Rivera ha pasado por tres momentos clave para la consolidación, en el imaginario colectivo, de su eventual precandidatura al gobierno del estado.

Ganar la elección del 6 de junio, asumir el mando del ayuntamiento el 15 de octubre y hacerse de la dirigencia del PAN el 14 de noviembre, a través de Augusta Díaz de Rivera y Marcos Castro Martínez, le ha colocado en la ruta de la postulación en el blanquiazul.

Ya se sabe que en política nada está escrito, pero difícilmente habrá un avezado en estos asuntos que se atreva a contradecir hoy la idea generalizada que pone al edil de Puebla en la antesala de la candidatura al gobierno del estado, sin competidores serios en su partido y mucho menos en el PRI o el PRD, los otros dos integrantes de la previsible alianza electoral opositora a Morena.

Sensible a este hecho, Mier Velasco soltó las amarras para tratar de crear una percepción similar a su favor, pero del lado de Morena.

Lograrlo significaba capitalizar desde ahora y por adelantado la adhesión de liderazgos, militantes y simpatizantes del partido en el poder que todavía no tienen claro para dónde jalar, porque no hay competidor único establecido.

A través de su periódico, el mismo en que confluyen los intereses del priista Enrique Doger Guerrero, insistió una y otra vez en colocarse a sí mismo como prácticamente palomeado precandidato a gobernador por obra y gracia del inquilino de Palacio Nacional.

La aprobación del paquete económico 2022 y el publicitado agradecimiento del presidente a los diputados federales de Morena, PT y el Verde por ello fue el último episodio registrado en esa serie de auto-exaltación que Mier Velasco le propinó a la clase política poblana por la misma vía… hasta que sucedió lo de Tecamachalco.

El homicidio de tres policías ministeriales en el municipio gobernado por su hijo Ignacio Mier Bañuelos, perpetrado por el secretario de Seguridad Pública, Oscar Alejandro Santizo Méndez, ha traído un problema judicial que invariablemente derivará en crisis política.

Todavía es prematuro estimar hasta dónde llegarán las consecuencias del incidente y el tamaño del impacto político que sufrirán los integrantes de la familia Mier, pero la naturaleza de los hechos obligará al patriarca a detener su proyecto para dedicar toda su energía en beneficio de su hijo, a quien intentará salvar no solo de la ruina profesional, sino, sobre todo, de la catástrofe personal.

Por eso sus aspiraciones políticas han entrado en una fase de pausa involuntaria.

Si sale bien librado, seguirá adelante.

Si no, tendrá que buscar otra cosa que hacer para el 2024, muy lejos de la gubernatura.

***

La importancia de Javier López Díaz como referente de información me quedó clara desde que incursioné en los medios en septiembre de 1993. Como reportero de prueba recién estrenado en el noticiario de Jesús Manuel Hernández en Radio Oro, era obligado escuchar los radares que López Díaz y su equipo transmitían cada hora. Nada se nos podía ir. Y para eso era fundamental saber lo que el líder del cuadrante radiofónico traía en agenda.

Como buenos colaboradores orgullosos de Jesús Manuel, todos jóvenes irreverentes deseosos de destronar al campeón para ocupar su lugar, entre ellos Mauricio García León, Blanca Morales Garduño, Iván Mercado Martínez y Adolfo Flores Fragoso, en el cotilleo le restábamos méritos a Javier, pero en los hechos le dábamos la trascendencia que merecía al estar pendientes de su trabajo.

Esa eficacia de López Díaz se consolidó con los años y la obligación personal de tenerlo como referencia para estar enterado de lo que ocurría en el estado, primero como reportero y después como jefe de información y subdirector en este diario, perduró.

Javier estrenó la red vial en Grupo Acir (después Cinco Radio), creó una envidiable madeja de reporteros ciudadanos gracias a la interacción con sus radioescuchas y fue el primero en transitar de manera exitosa a la web y las redes sociales, no sin tropiezos comprensibles ante la imposibilidad de confirmar todo aquello que la gente le informaba o pretendía informarle.

No fue perfecto, tampoco infalible, pero quién lo es.

En el terreno personal fue fácil hacer conexión con el tipo sencillo y bromista que era lejos de la cabina de radio, seguramente –no me cargo el mérito—gracias a nuestra amistad en común con Ismael Ríos Delgadillo (Q.E.P.D.).

Muchos años después de aquel lejano 1993, Ismael Ríos y el autor de esta columna coincidimos varias veces con Javier en el restaurante Rieti, de El Vergel, a donde el comunicador llegaba, pasadas las 10 de la mañana, a desayunar huevos revueltos con jamón y un pan (el alamar era su favorito) después de su programa. Solo entonces pude conocer un poco del ser humano que estaba detrás de la figura pública. Y hacerlo resultó en una muy grata sorpresa.

Después de la muerte de Ismael no volví a verlo, hasta hace unos meses que lo encontré dos veces en la ciclovía que conduce al Parque del Arte. En una ocasión iba solo, en domingo, sin más compañía que sus audífonos. En otra llevaba a su mascota, un perro de raza pequeña, blanco y peludo, que caminaba junto a él.

Las dos veces me bajé de la bicicleta para saludarlo y las dos fui correspondido de la misma forma que en aquellas sobremesas compartidas con Ismael. Descanse en paz.

Twitter: @jorgerdzc