/ lunes 26 de agosto de 2019

Abren panistas una rendija para competir por el poder

Jesús Zaldívar Benavides no es un advenedizo en el PAN. Es hijo de panistas, militante blanquiazul desde el año 2000 y activista desde el 2001, cuando colaboró como brigadista en la campaña de Luis Paredes Moctezuma a la presidencia municipal de Puebla. Eso significa que no se incorporó a este partido por obra y gracia del extinto Rafael Moreno Valle.

Zaldívar ganó la presidencia del Comité Directivo Municipal del PAN, en una cerrada contienda contra Eduardo Alcántara Montiel, por un mérito básico en política: la capacidad de aglutinar en torno a una misma causa a liderazgos que en el pasado lucharon por intereses cruzados y en unos casos hasta rivales y enemigos fueron.

“Chucho” contó con el apoyo de Jorge Aguilar Chedraui, Mario Riestra Piña y Roberto Grajales Espina, en efecto, tres de los compañeros que tuvo como servidor público en el gobierno de Moreno Valle, pero también sumó a Eduardo Rivera Pérez, Ana Teresa Aranda, Héctor y Pablo Montiel, Humberto Aguilar Coronado, Juan Carlos Mondragón Quintana y al mismísimo Luis Paredes, entre otros que ni por error trabajaron para los fines políticos del ex mandatario.

Todos ellos, más los 20 panistas que integraron la planilla, 10 hombres y 10 mujeres valiosos por sus labores de operación en tierra y la suma de votos, apoyaron al nuevo dirigente por la coexistencia de dos condiciones elementales: la confianza en la palabra de sus pares, que eventualmente llevará a la concreción de los acuerdos alcanzados, y la posibilidad de acceder a un cargo de elección popular que los conduzca de vuelta al poder en los comicios intermedios de 2021.

Eso fue lo que consiguió Zaldívar: dotar de esperanza a los miembros de un bloque influyente y heterogéneo dentro de un partido que se quedó a la deriva y que busca los caminos para sobrevivir.

La elección del domingo significó más que la lucha de dos grupos por hacerse del control de una silla y una mesa en la oficina principal del comité directivo municipal.

Zaldívar y Alcántara compitieron por la posibilidad de llevar mano en la próxima designación de candidatos a la presidencia municipal de Puebla y siete diputaciones locales.

En poco menos de dos años se volverán a reunir los militantes de la ciudad que se concentraron ayer en el Salón Country para celebrar una asamblea interna que defina a sus abanderados.

Los integrantes del Comité, que estará bajo las órdenes de Zaldívar, podrán influir en las decisiones que ahí se tomen.

La capacidad de influencia del presidente partidista será proporcional a la cantidad y el peso de los liderazgos que permanezcan alrededor de él.

Si Jesús Zaldívar consigue para entonces mantener de su lado a los personajes que este domingo le dieron su respaldo en la contienda interna, tendrá mejores condiciones para hacerse escuchar en la designación de candidatos.

Ahí radica la clave del éxito futuro en esta apuesta.

El relevo de Pablo Rodríguez tiene el reto de ejercer una presidencia sin dados cargados para nadie, de cara al 2021, y la obligación de mantener arriba del barco a todos los aspirantes que hoy miran con ánimos desbordados esa misma fecha, cuando se cumplan los plazos y sepan –porque así será—que no habrá candidaturas para todos.

La unidad, tan cacareada en la retórica política de todos los partidos, será imprescindible en la ruta del panismo.

¿Podrán conservarla?

Habrá que esperar.

La realidad es que, por primera vez en años, quizá 10, el PAN volvió a practicar la democracia interna y parece erigirse en una auténtica fuerza opositora al régimen estatal (al gobernador Luis Miguel Barbosa y a Morena), con todo y –o pese a—su presidenta, Genoveva Huerta Villegas.


Twitter: @jorgerdzc

jrodriguez@elsoldepuebla.com.mx

Jesús Zaldívar Benavides no es un advenedizo en el PAN. Es hijo de panistas, militante blanquiazul desde el año 2000 y activista desde el 2001, cuando colaboró como brigadista en la campaña de Luis Paredes Moctezuma a la presidencia municipal de Puebla. Eso significa que no se incorporó a este partido por obra y gracia del extinto Rafael Moreno Valle.

Zaldívar ganó la presidencia del Comité Directivo Municipal del PAN, en una cerrada contienda contra Eduardo Alcántara Montiel, por un mérito básico en política: la capacidad de aglutinar en torno a una misma causa a liderazgos que en el pasado lucharon por intereses cruzados y en unos casos hasta rivales y enemigos fueron.

“Chucho” contó con el apoyo de Jorge Aguilar Chedraui, Mario Riestra Piña y Roberto Grajales Espina, en efecto, tres de los compañeros que tuvo como servidor público en el gobierno de Moreno Valle, pero también sumó a Eduardo Rivera Pérez, Ana Teresa Aranda, Héctor y Pablo Montiel, Humberto Aguilar Coronado, Juan Carlos Mondragón Quintana y al mismísimo Luis Paredes, entre otros que ni por error trabajaron para los fines políticos del ex mandatario.

Todos ellos, más los 20 panistas que integraron la planilla, 10 hombres y 10 mujeres valiosos por sus labores de operación en tierra y la suma de votos, apoyaron al nuevo dirigente por la coexistencia de dos condiciones elementales: la confianza en la palabra de sus pares, que eventualmente llevará a la concreción de los acuerdos alcanzados, y la posibilidad de acceder a un cargo de elección popular que los conduzca de vuelta al poder en los comicios intermedios de 2021.

Eso fue lo que consiguió Zaldívar: dotar de esperanza a los miembros de un bloque influyente y heterogéneo dentro de un partido que se quedó a la deriva y que busca los caminos para sobrevivir.

La elección del domingo significó más que la lucha de dos grupos por hacerse del control de una silla y una mesa en la oficina principal del comité directivo municipal.

Zaldívar y Alcántara compitieron por la posibilidad de llevar mano en la próxima designación de candidatos a la presidencia municipal de Puebla y siete diputaciones locales.

En poco menos de dos años se volverán a reunir los militantes de la ciudad que se concentraron ayer en el Salón Country para celebrar una asamblea interna que defina a sus abanderados.

Los integrantes del Comité, que estará bajo las órdenes de Zaldívar, podrán influir en las decisiones que ahí se tomen.

La capacidad de influencia del presidente partidista será proporcional a la cantidad y el peso de los liderazgos que permanezcan alrededor de él.

Si Jesús Zaldívar consigue para entonces mantener de su lado a los personajes que este domingo le dieron su respaldo en la contienda interna, tendrá mejores condiciones para hacerse escuchar en la designación de candidatos.

Ahí radica la clave del éxito futuro en esta apuesta.

El relevo de Pablo Rodríguez tiene el reto de ejercer una presidencia sin dados cargados para nadie, de cara al 2021, y la obligación de mantener arriba del barco a todos los aspirantes que hoy miran con ánimos desbordados esa misma fecha, cuando se cumplan los plazos y sepan –porque así será—que no habrá candidaturas para todos.

La unidad, tan cacareada en la retórica política de todos los partidos, será imprescindible en la ruta del panismo.

¿Podrán conservarla?

Habrá que esperar.

La realidad es que, por primera vez en años, quizá 10, el PAN volvió a practicar la democracia interna y parece erigirse en una auténtica fuerza opositora al régimen estatal (al gobernador Luis Miguel Barbosa y a Morena), con todo y –o pese a—su presidenta, Genoveva Huerta Villegas.


Twitter: @jorgerdzc

jrodriguez@elsoldepuebla.com.mx