/ martes 12 de marzo de 2024

Cúpula / Fracturas en Morena, aún sin dimensionar

La frase pertenece a las filas albiazules y trataba de alentar la congruencia ideológica. La premisa era “ganar el gobierno, sin perder el partido”.

La cita se hace necesaria ante la convulsión que sacude a Morena en todo el país. Desde Baja California hasta Chiapas es evidente la clara rebelión de la base militante en contra de su dirigencia.

Tal parece que en este momento la máxima es ganar la mayoría en el Congreso de la Unión, aunque se pierda el partido.

En Puebla Agustín Guerrero fue tajante cuando señaló que la selección de candidatos “no es una estrategia para darle gusto a los morenistas”.

En horas recientes Claudia Sheinbaum subrayó que “los fundadores no ganan encuestas”.

Esos argumentos están creando una auténtica revuelta; una abierta rebelión y asonada al interior del partido guinda.

Al parecer la cúpula partidista considera que su base militante es un sector minoritario cuya opinión no va afectar el proceso electoral. La apuesta es en extremo arriesgada y las secuelas aún no se pueden dimensionar.

La dirigencia nacional y estatal de Morena no calculan que la reacción social puede impregnarse de la indignación militante.

Los grandes sectores sociales, los bloques masivos del electorado están viendo la irritación que sacude a las huestes de Morena. Algunos grupos pueden no compartir el furor de los fundadores, pero están presenciando el lamentable espectáculo de una guerra fratricida.

Es la escena de un partido que se enfrenta, que se refuta a sí mismo. La descripción es elocuente: la serpiente se muerde la cola.

¿Hasta dónde pueden llegar las secuelas de esta confrontación interna? Por el momento es difícil saberlo.

Los grupos que reciben los apoyos sociales son votos cautivos para Morena; pero los sectores que simpatizan están presenciando una pugna nunca antes vista.

El viejo PRI, aquel llamado “partidazo” que se mantuvo en el poder durante 70 años jamás se enfrentó con su propia militancia y el PAN que ocupó la presidencia durante dos sexenios aplicó aquella máxima de “ganar el gobierno, sin perder el partido”.

Hoy Morena que siempre alentó el ánimo y la moral de sus tropas les dice que sus acciones “no son una estrategia para darle gusto a los morenistas” y que “los fundadores no ganan encuestas”.

La tesis de Cúpula se ha expresado en estas páginas. Es indiscutible la hegemonía de Morena; los números nacionales así lo demuestran.

Empero la elección no tiende a abrirse entre Sheinbaum y Xóchitl. Al contrario, todo apunta que se irá cerrando. Claudia no tiene el carisma, ni el liderazgo de López Obrador; su discurso no tiene la contundencia del tabasqueño.

Esa candidatura es un apéndice del presidente y en ese sentido la abanderada se ve como un brazo, un accesorio. Tiene el mismo sello de Andrés Manuel, pero en una versión descafeinada.

En este contexto agraviar y lastimar a las bases militantes con la imposición de figuras ajenas representa en primer lugar depreciar el valor de sus tropas y después convertir a Morena en una caterva de “chapulines” con evidentes intereses, pero sin ideología.

Es darle un puntapié a las convicciones, los principios y en su lugar empoderar el oportunismo y un descarnado pragmatismo.

Si con estas estrategias Morena busca obtener un triunfo en las urnas que le permita llegar a la mayoría calificada la apuesta es muy arriesgada.

Los hechos muestran una enorme fractura interna. Podrán mantener el gobierno, pero a este paso irremediablemente perderán el partido.

Al tiempo.

cupula99@yahoo.com

La frase pertenece a las filas albiazules y trataba de alentar la congruencia ideológica. La premisa era “ganar el gobierno, sin perder el partido”.

La cita se hace necesaria ante la convulsión que sacude a Morena en todo el país. Desde Baja California hasta Chiapas es evidente la clara rebelión de la base militante en contra de su dirigencia.

Tal parece que en este momento la máxima es ganar la mayoría en el Congreso de la Unión, aunque se pierda el partido.

En Puebla Agustín Guerrero fue tajante cuando señaló que la selección de candidatos “no es una estrategia para darle gusto a los morenistas”.

En horas recientes Claudia Sheinbaum subrayó que “los fundadores no ganan encuestas”.

Esos argumentos están creando una auténtica revuelta; una abierta rebelión y asonada al interior del partido guinda.

Al parecer la cúpula partidista considera que su base militante es un sector minoritario cuya opinión no va afectar el proceso electoral. La apuesta es en extremo arriesgada y las secuelas aún no se pueden dimensionar.

La dirigencia nacional y estatal de Morena no calculan que la reacción social puede impregnarse de la indignación militante.

Los grandes sectores sociales, los bloques masivos del electorado están viendo la irritación que sacude a las huestes de Morena. Algunos grupos pueden no compartir el furor de los fundadores, pero están presenciando el lamentable espectáculo de una guerra fratricida.

Es la escena de un partido que se enfrenta, que se refuta a sí mismo. La descripción es elocuente: la serpiente se muerde la cola.

¿Hasta dónde pueden llegar las secuelas de esta confrontación interna? Por el momento es difícil saberlo.

Los grupos que reciben los apoyos sociales son votos cautivos para Morena; pero los sectores que simpatizan están presenciando una pugna nunca antes vista.

El viejo PRI, aquel llamado “partidazo” que se mantuvo en el poder durante 70 años jamás se enfrentó con su propia militancia y el PAN que ocupó la presidencia durante dos sexenios aplicó aquella máxima de “ganar el gobierno, sin perder el partido”.

Hoy Morena que siempre alentó el ánimo y la moral de sus tropas les dice que sus acciones “no son una estrategia para darle gusto a los morenistas” y que “los fundadores no ganan encuestas”.

La tesis de Cúpula se ha expresado en estas páginas. Es indiscutible la hegemonía de Morena; los números nacionales así lo demuestran.

Empero la elección no tiende a abrirse entre Sheinbaum y Xóchitl. Al contrario, todo apunta que se irá cerrando. Claudia no tiene el carisma, ni el liderazgo de López Obrador; su discurso no tiene la contundencia del tabasqueño.

Esa candidatura es un apéndice del presidente y en ese sentido la abanderada se ve como un brazo, un accesorio. Tiene el mismo sello de Andrés Manuel, pero en una versión descafeinada.

En este contexto agraviar y lastimar a las bases militantes con la imposición de figuras ajenas representa en primer lugar depreciar el valor de sus tropas y después convertir a Morena en una caterva de “chapulines” con evidentes intereses, pero sin ideología.

Es darle un puntapié a las convicciones, los principios y en su lugar empoderar el oportunismo y un descarnado pragmatismo.

Si con estas estrategias Morena busca obtener un triunfo en las urnas que le permita llegar a la mayoría calificada la apuesta es muy arriesgada.

Los hechos muestran una enorme fractura interna. Podrán mantener el gobierno, pero a este paso irremediablemente perderán el partido.

Al tiempo.

cupula99@yahoo.com