/ viernes 12 de junio de 2020

El proyecto transformador

Un symposium sobre el futuro de la humanidad que se celebró en 1979 anunciaba en su convocatoria: “El primer reto con el que nos encontramos es crear un consenso en torno a la idea de que es posible un cambio fundamental, crear un clima, una estructura que pueda organizar y coordinar íntegramente las fuerzas que hoy día luchan por desarrollar siguiendo caminos aparentemente separados. Tenemos que crear una imagen irresistiblemente vibrante, un nuevo paradigma para toda acción humanística constructiva. Hasta que hayamos creado ese contexto-patrón, no tiene sentido alguno seguir hablando de estrategias.”

Hoy, ante esta pandemia que estamos viviendo, cientos de miles de personas en el mundo hemos emprendido una aventura espiritual de búsqueda de sentido, que acaba siendo un fin en sí mismo, mediante un proyecto transformador y hasta perturbador de nuestras relaciones personales, que estoy seguro, nos llevará a un cambio a escala mundial.

Nada deberá ser igual que antes, ni las relaciones personales, ni las sociales, ni mucho menos las políticas y las económicas. La normalidad que vivíamos enfermó al mundo y lo estaba destruyendo, y este confinamiento, que para muchos fue un despertar de conciencia, nos hizo ver claramente que no deberemos continuar con lo que estábamos viviendo, porque entonces no aprendimos nada. A partir de esto, la vida será lo más preciado y lucharemos porque el mayor gasto de los estados no sea para la defensa militar, sino para investigación científica, principalmente en materia médica y en la prevención de las enfermedades.

El cuidado de la Madre Tierra, la protección del medio ambiente, de los bosques, de los mares, de los ríos y cascadas, de la vida animal silvestre y marina será una prioridad esencial en nuestro diario acontecer. El respeto a los pueblos indígenas, a sus usos y costumbres, el incentivo y aprecio a sus artesanías deberá ser un compromiso de vida, de enseñanza y de sabiduría. Menos cemento y más tierra, menos edificios y más árboles y montañas, menos vida artificial y más naturaleza será el camino que de ahora en adelante tendremos que recorrer.

Es indudable que un nuevo paradigma tiene la facultad de desestabilizar algunas creencias y valores, y afectar intereses, negocios y costumbres largamente acumuladas; pero la experiencia de este tiempo nos indica que lo más importante para nosotros es VIVIR, y que lo que veníamos haciendo no era precisamente eso. Vivíamos para otros y para las cosas, nos embarcábamos con prisa en aventuras y negocios que al final solo nos empobrecían espiritualmente, haciéndonos sentir un vacío interior que ni las drogas, ni el alcohol, ni el sexo llenaban.

Esta pandemia nos enseñó a vivir con menos, a ser más frugales, menos ostentosos, a prescindir de joyas y de lujos; pero sobre todo a darnos cuenta que lo más importantes es nuestra familia y lo más seguro es nuestro hogar. A su debido tiempo surgirá la transformación y se producirá el cambio. Muchas antiguas preguntas resultarán irrelevantes y comprenderemos que todo empieza a tener un nuevo sentido, una nueva visión.

En la literatura hay una técnica de eficacia comprobada: el empleo del momento negro, es decir, el momento en que todo parece perdido justo antes de la salvación final. Esta técnica tiene en la tragedia su correlativo: el momento blanco, la súbita aparición de la esperanza. Y ese es el guion que precisamente estamos escribiendo muchos, ahora que en cierta forma la humanidad se ha depurado. Una época de renovación en que la liberación de una fresca energía espiritual sobre la cultura del mundo puede abrir nuevos horizontes, plenos de amor y de esperanza. Hoy sabemos que se puede ser rico de otra manera. Y hemos descubierto, gracias a DIOS, que al final somos los unos para con los otros.

Gracias Puebla. Y recuerda “LO QUE CUESTA DINERO VALE POCO”

Un symposium sobre el futuro de la humanidad que se celebró en 1979 anunciaba en su convocatoria: “El primer reto con el que nos encontramos es crear un consenso en torno a la idea de que es posible un cambio fundamental, crear un clima, una estructura que pueda organizar y coordinar íntegramente las fuerzas que hoy día luchan por desarrollar siguiendo caminos aparentemente separados. Tenemos que crear una imagen irresistiblemente vibrante, un nuevo paradigma para toda acción humanística constructiva. Hasta que hayamos creado ese contexto-patrón, no tiene sentido alguno seguir hablando de estrategias.”

Hoy, ante esta pandemia que estamos viviendo, cientos de miles de personas en el mundo hemos emprendido una aventura espiritual de búsqueda de sentido, que acaba siendo un fin en sí mismo, mediante un proyecto transformador y hasta perturbador de nuestras relaciones personales, que estoy seguro, nos llevará a un cambio a escala mundial.

Nada deberá ser igual que antes, ni las relaciones personales, ni las sociales, ni mucho menos las políticas y las económicas. La normalidad que vivíamos enfermó al mundo y lo estaba destruyendo, y este confinamiento, que para muchos fue un despertar de conciencia, nos hizo ver claramente que no deberemos continuar con lo que estábamos viviendo, porque entonces no aprendimos nada. A partir de esto, la vida será lo más preciado y lucharemos porque el mayor gasto de los estados no sea para la defensa militar, sino para investigación científica, principalmente en materia médica y en la prevención de las enfermedades.

El cuidado de la Madre Tierra, la protección del medio ambiente, de los bosques, de los mares, de los ríos y cascadas, de la vida animal silvestre y marina será una prioridad esencial en nuestro diario acontecer. El respeto a los pueblos indígenas, a sus usos y costumbres, el incentivo y aprecio a sus artesanías deberá ser un compromiso de vida, de enseñanza y de sabiduría. Menos cemento y más tierra, menos edificios y más árboles y montañas, menos vida artificial y más naturaleza será el camino que de ahora en adelante tendremos que recorrer.

Es indudable que un nuevo paradigma tiene la facultad de desestabilizar algunas creencias y valores, y afectar intereses, negocios y costumbres largamente acumuladas; pero la experiencia de este tiempo nos indica que lo más importante para nosotros es VIVIR, y que lo que veníamos haciendo no era precisamente eso. Vivíamos para otros y para las cosas, nos embarcábamos con prisa en aventuras y negocios que al final solo nos empobrecían espiritualmente, haciéndonos sentir un vacío interior que ni las drogas, ni el alcohol, ni el sexo llenaban.

Esta pandemia nos enseñó a vivir con menos, a ser más frugales, menos ostentosos, a prescindir de joyas y de lujos; pero sobre todo a darnos cuenta que lo más importantes es nuestra familia y lo más seguro es nuestro hogar. A su debido tiempo surgirá la transformación y se producirá el cambio. Muchas antiguas preguntas resultarán irrelevantes y comprenderemos que todo empieza a tener un nuevo sentido, una nueva visión.

En la literatura hay una técnica de eficacia comprobada: el empleo del momento negro, es decir, el momento en que todo parece perdido justo antes de la salvación final. Esta técnica tiene en la tragedia su correlativo: el momento blanco, la súbita aparición de la esperanza. Y ese es el guion que precisamente estamos escribiendo muchos, ahora que en cierta forma la humanidad se ha depurado. Una época de renovación en que la liberación de una fresca energía espiritual sobre la cultura del mundo puede abrir nuevos horizontes, plenos de amor y de esperanza. Hoy sabemos que se puede ser rico de otra manera. Y hemos descubierto, gracias a DIOS, que al final somos los unos para con los otros.

Gracias Puebla. Y recuerda “LO QUE CUESTA DINERO VALE POCO”