/ viernes 29 de noviembre de 2019

Exhibe unción de Romero Serrano la inviabilidad de una alianza PAN-PRI

El polémico proceso de designación de Francisco José Romero Serrano como auditor superior del estado sirvió para confirmar la tesis de los escépticos en una eventual alianza electoral del panismo con el priismo para enfrentar a Morena en los comicios intermedios de 2021.

La evidente operación del gobernador Luis Miguel Barbosa, a través del diputado Gabriel Biestro, para poner a Romero Serrano al frente del órgano fiscalizador, mostró un adelanto de los roles que asumirán los principales partidos políticos de oposición en el estado: PAN y PRI, en los años por venir, y más en concreto, en la próxima contienda electoral.

La actuación de panistas y priistas frente a la fuerza mayoritaria de Morena y sus aliados en el Congreso fue desigual.

Los cuatro legisladores del partido blanquiazul se comportaron como una auténtica resistencia ante la operación de Biestro para ungir a Romero Serrano.

Mónica Rodríguez y Oswaldo Jiménez subieron a tribuna para desacreditar la inminente designación y desde abajo se asumieron como bloque, junto con Nancy Jiménez y Raúl Espinosa, para manifestar su rechazo y ratificar sin reparos que votarían en contra del elegido.

Los panistas no improvisaron.

Llevaban línea directa de los dirigentes Genoveva Huerta y Marko Cortés.

Es decir, el PAN se ocupó en armar una estrategia para hacerle frente al partido en el poder.

Los priistas, en cambio, se mostraron como siempre desde que Javier López Zavala fue barrido por Rafael Moreno Valle en la elección de gobernador de 2010: sin estrategia, sin orden, sin línea y, por tanto, sin cohesión.

Salvo Javier Casique, que tomó la tribuna para manifestar su inconformidad contra el candidato de Morena, los otros tres tricolores: Rocío García, Nibardo Hernández y Josefina García, de quien se presume emitió su voto en favor del nuevo auditor, transitaron por la sesión sin interés alguno en comportarse como genuinos políticos opositores.

Los priistas actuaron por la libre y en función de sus intereses personales, como lo hicieron desde que perdieron el poder en aquel año.

Revise qué posición adoptó el dirigente estatal, Lorenzo Rivera, en estos hechos.

Ninguna relevante.

Solo emitió el lunes un escueto y temeroso tuit para decir que esperaba un proceso transparente e imparcial.

Después de eso se dedicó a mandar felicitaciones en sus redes sociales.

Eso no es ni bueno ni malo, por supuesto, pues dependerá de los fines que cada partido y cada dirigente busque, pero sirve para poner en perspectiva lo que puede esperar el electorado para la contienda electoral de 2021.

Para concretar una alianza formal en contra del partido de Andrés Manuel López Obrador, como algunos observadores piensan que la habrá, panistas y priistas tienen que abanderar intereses comunes y estar verdaderamente convencidos de querer liarse a muerte (en estricto sentido figurado, por favor) con el grupo en el poder.

Ese gusto por luchar contra el gigante suele estar en el ADN de los dirigentes del PAN, pero no en el de los del PRI, que prefieren buscar acomodo en los nuevos regímenes, siempre a conveniencia, para sacar provechos particulares.

Eso sucedió el miércoles en el Congreso y eso muy probablemente ocurrirá en el futuro, por lo que puede anticiparse la inexistencia de un acuerdo cupular, de Marko Cortés con Alejandro Moreno “Alito”, para ir a la guerra contra los candidatos de López Obrador y Miguel Barbosa en Puebla.

Me parece que, si reciben beneficios a cambio, los tricolores sucumbirán ante las tentaciones del régimen morenista.

Y la supuesta alianza de la que se habla en algunas previsiones nunca se dará.

Twitter: @jorgerdzc

jrodriguez@elsoldepuebla.com.mx

El polémico proceso de designación de Francisco José Romero Serrano como auditor superior del estado sirvió para confirmar la tesis de los escépticos en una eventual alianza electoral del panismo con el priismo para enfrentar a Morena en los comicios intermedios de 2021.

La evidente operación del gobernador Luis Miguel Barbosa, a través del diputado Gabriel Biestro, para poner a Romero Serrano al frente del órgano fiscalizador, mostró un adelanto de los roles que asumirán los principales partidos políticos de oposición en el estado: PAN y PRI, en los años por venir, y más en concreto, en la próxima contienda electoral.

La actuación de panistas y priistas frente a la fuerza mayoritaria de Morena y sus aliados en el Congreso fue desigual.

Los cuatro legisladores del partido blanquiazul se comportaron como una auténtica resistencia ante la operación de Biestro para ungir a Romero Serrano.

Mónica Rodríguez y Oswaldo Jiménez subieron a tribuna para desacreditar la inminente designación y desde abajo se asumieron como bloque, junto con Nancy Jiménez y Raúl Espinosa, para manifestar su rechazo y ratificar sin reparos que votarían en contra del elegido.

Los panistas no improvisaron.

Llevaban línea directa de los dirigentes Genoveva Huerta y Marko Cortés.

Es decir, el PAN se ocupó en armar una estrategia para hacerle frente al partido en el poder.

Los priistas, en cambio, se mostraron como siempre desde que Javier López Zavala fue barrido por Rafael Moreno Valle en la elección de gobernador de 2010: sin estrategia, sin orden, sin línea y, por tanto, sin cohesión.

Salvo Javier Casique, que tomó la tribuna para manifestar su inconformidad contra el candidato de Morena, los otros tres tricolores: Rocío García, Nibardo Hernández y Josefina García, de quien se presume emitió su voto en favor del nuevo auditor, transitaron por la sesión sin interés alguno en comportarse como genuinos políticos opositores.

Los priistas actuaron por la libre y en función de sus intereses personales, como lo hicieron desde que perdieron el poder en aquel año.

Revise qué posición adoptó el dirigente estatal, Lorenzo Rivera, en estos hechos.

Ninguna relevante.

Solo emitió el lunes un escueto y temeroso tuit para decir que esperaba un proceso transparente e imparcial.

Después de eso se dedicó a mandar felicitaciones en sus redes sociales.

Eso no es ni bueno ni malo, por supuesto, pues dependerá de los fines que cada partido y cada dirigente busque, pero sirve para poner en perspectiva lo que puede esperar el electorado para la contienda electoral de 2021.

Para concretar una alianza formal en contra del partido de Andrés Manuel López Obrador, como algunos observadores piensan que la habrá, panistas y priistas tienen que abanderar intereses comunes y estar verdaderamente convencidos de querer liarse a muerte (en estricto sentido figurado, por favor) con el grupo en el poder.

Ese gusto por luchar contra el gigante suele estar en el ADN de los dirigentes del PAN, pero no en el de los del PRI, que prefieren buscar acomodo en los nuevos regímenes, siempre a conveniencia, para sacar provechos particulares.

Eso sucedió el miércoles en el Congreso y eso muy probablemente ocurrirá en el futuro, por lo que puede anticiparse la inexistencia de un acuerdo cupular, de Marko Cortés con Alejandro Moreno “Alito”, para ir a la guerra contra los candidatos de López Obrador y Miguel Barbosa en Puebla.

Me parece que, si reciben beneficios a cambio, los tricolores sucumbirán ante las tentaciones del régimen morenista.

Y la supuesta alianza de la que se habla en algunas previsiones nunca se dará.

Twitter: @jorgerdzc

jrodriguez@elsoldepuebla.com.mx